Jesús, Su vida y mensaje: La higuera estéril

Enviado por Peter Amsterdam

enero 12, 2021

[Jesus—His Life and Message: The Barren Fig Tree]

Tanto el Evangelio de Mateo como el de Marcos narran que en cierta ocasión Jesús tuvo hambre y quiso recoger unos higos de un árbol cercano[1]. Nos centraremos en la versión del libro de Marcos.

Cuando salieron de Betania, tuvo hambre. Viendo a lo lejos una higuera que tenía hojas, fue a ver si tal vez hallaba en ella algo; pero cuando llegó a ella, nada halló sino hojas, pues no era tiempo de higos. Entonces Jesús dijo a la higuera: «¡Nunca jamás coma nadie fruto de ti!» Y lo oyeron Sus discípulos[2].

En el Evangelio de Marcos, este incidente ocurre al día siguiente de la entrada de Jesús en Jerusalén montado en un burrito que le habían prestado[3]. Después de eso, dice que «se fue a Betania con los doce»[4]. Al día siguiente, salió con Sus discípulos de Betania para regresar a Jerusalén. Mientras se dirigían a la capital, sintió hambre.

Vio que a lo lejos había una higuera y se acercó a ella con la esperanza de que tuviera higos maduros, listos para comer. La higuera es uno de los frutales más corrientes de Israel, y lo ha sido desde la Antigüedad. Cuando Moisés envió espías a Canaán, retornaron con varias frutas, entre ellas higos[5]. Se los nombra en muchos pasajes del Antiguo Testamento.

Judá e Israel vivieron seguros, cada uno debajo de su parra y debajo de su higuera, desde Dan hasta Beerseba, todos los días de Salomón[6].

Se sentará cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá quien les infunda temor. ¡La boca del Señor de los ejércitos ha hablado![7]

Animales del campo, no temáis, porque los pastos del desierto reverdecerán y los árboles llevarán su fruto; la higuera y la vid darán sus frutos[8].

De lejos, Jesús vio que la higuera tenía follaje, señal de que podía tener frutos comestibles. Las higueras producen dos cosechas: la cosecha temprana madura de mediados de mayo a junio, mientras que la segunda, que suele ser más abundante, madura de finales de agosto a octubre[9]. El incidente descrito en este evangelio tuvo lugar antes de la Pascua, que suele ser en abril, y como dice el texto, «no era tiempo de higos». Jesús se encontró con que la higuera estaba vacía, desprovista de fruta, solo con hojas,

Entonces Jesús dijo a la higuera: «¡Nunca jamás coma nadie fruto de ti!»[10]

En el Evangelio de Marcos, el pasaje sobre la higuera estéril queda interrumpido por la descripción de la llegada de Jesús y Sus discípulos a Jerusalén.

Vinieron, pues, a Jerusalén, y entrando Jesús en el Templo comenzó a echar fuera a los que vendían y compraban en el Templo. Volcó las mesas de los cambistas y las sillas de los que vendían palomas; y no consentía que nadie atravesara el Templo llevando utensilio alguno[11].

La purificación del templo, en el Evangelio de Marcos, consta de tres partes: (1) la purificación propiamente dicha; (2) las enseñanzas de Jesús, en las que cita pasajes del Antiguo Testamento; y (3) la reacción de Sus adversarios. En aquel tiempo, el templo era una de las estructuras más magníficas del mundo. El edificio original, que mandó construir Salomón, fue destruido cuando Nabucodonosor, rey de Babilonia, conquistó Jerusalén en el año 586 a. C. La construcción del segundo templo comenzó siendo gobernador Sesbasar, en el 538 a. C., y la terminó Zorobabel, que era gobernador en el año 522 a. C.

En el reinado de Herodes el Grande, que era medio judío, medio idumeo, el templo fue ampliado y significativamente renovado y mejorado. Esa reforma se terminó hacia el año 20 a. C. Antes de que comenzaran las obras de renovación del templo, Herodes estuvo ocho años reuniendo materiales. Las obras se emprendieron con una plantilla de más de 10.000 obreros. Los únicos autorizados para trabajar en las partes más interiores y sagradas del templo eran 1.500 sacerdotes especialmente formados para ello. La construcción de todo el complejo del templo tomó 20 años, aunque el templo en sí comenzó a utilizarse al cabo de tres y medio. El recinto del templo abarcaba unas catorce hectáreas.

Alrededor del templo había un pórtico sostenido por columnas de 11 metros de alto. Los cambistas y los que vendían palomas para los sacrificios trabajaban allí. Los cambistas cambiaban diversas monedas por monedas tirias de medio siclo de plata, que eran las únicas que se aceptaban para pagar el tributo anual del templo. Ese impuesto de medio siclo se les cobraba anualmente a todos los varones judíos de más de 20 años. El intercambio de monedas durante la Pascua era perfectamente legítimo. Por el cambio de divisas se cobraba una tasa, que en aquel tiempo oscilaba entre el 4 y el 8 por ciento.

La intervención de Jesús en el templo iba dirigida contra los que vendían y compraban, y contra los cambistas y los que vendían palomas, las cuales eran los sacrificios que ofrecían los pobres. Jesús no atacó el sistema sacrificial del templo, sino el hecho de que las compras y ventas se realizaran dentro del propio templo. Tales operaciones podían realizarse —y con frecuencia se realizaban— en otro lugar. No era preciso que se hicieran en el templo. Además, Jesús no permitió que nadie atravesara el templo llevando vasijas, es decir, impidió el paso a los que usaban el templo como atajo cuando acarreaban objetos. «La intervención de Jesús constituye tanto un acto de purificación —una ilustración de lo que debía o no debía hacerse en el templo— como un acto profético, un anuncio del juicio que caería sobre el templo y sobre la nación»[12].

Y les enseñaba, diciendo: «¿No está escrito: “Mi casa será llamada casa de oración para todas las naciones”? Pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones»[13].

Al decir esto, Jesús citó pasajes de dos libros del Antiguo Testamento. Primero, uno del libro de Isaías:

A los hijos de los extranjeros que sigan al Señor para servirle, que amen el nombre del Señor para ser Sus siervos; a todos los que guarden el sábado para no profanarlo, y abracen Mi pacto, Yo los llevaré a Mi santo monte y los recrearé en Mi casa de oración; sus holocaustos y sus sacrificios serán aceptados sobre Mi altar, porque Mi casa será llamada casa de oración para todos los pueblos[14].

El segundo pasaje al que aludió es del libro de Jeremías.

¿Es cueva de ladrones delante de vuestros ojos esta Casa, sobre la cual es invocado Mi nombre? Esto también Yo lo veo, dice el Señor[15].

Jesús dejó bien claro que el templo era un lugar sagrado para orar y rendir culto, y que las operaciones de compraventa que se realizaban en él interferían con ese propósito. Señaló que los dirigentes del templo lo habían convertido en una cueva de ladrones, ya que se beneficiaban de la venta de animales para los sacrificios y del cambio de monedas.

Lo oyeron los escribas y los principales sacerdotes, y buscaban cómo matarlo, porque le tenían miedo, por cuanto todo el pueblo estaba admirado de Su doctrina. Pero al llegar la noche, Jesús salió de la ciudad[16].

Los principales sacerdotes eran el sumo sacerdote, el que se desempeñaba como sumo sacerdote en caso de emergencia, los sumos sacerdotes retirados, el capitán del templo y el tesorero del mismo. Estos, junto con varios escribas, siguieron conspirando para eliminar a Jesús. El motivo por el que dice que querían matarlo es que le tenían miedo. Temían Su popularidad y veían que Sus enseñanzas inspiraban y atraían a la gente. Después de esto, Jesús y Sus discípulos se fueron de Jerusalén.

Por la mañana, al pasar junto a la higuera, vieron que se había secado desde las raíces. Entonces Pedro, acordándose, le dijo: «Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha secado». Respondiendo Jesús, les dijo: «Tened fe en Dios»[17].

A la mañana siguiente, cuando Jesús pasó con Sus discípulos junto a la higuera que había maldecido, Pedro le hizo notar que se había secado. La maldición de Jesús se había cumplido.

En la cronología de este evangelio, la ubicación del incidente de la maldición de la higuera por parte de Jesús justo antes de Su intervención en el templo, más la constatación de las consecuencias que tuvo en la higuera la maldición que profirió Jesús, es un recurso que emplea este evangelista para dar a entender que el templo judío y sus dirigentes iban a ser juzgados y destruidos si no cambiaban. La higuera fue condenada por su incapacidad de producir fruto comestible. Si los dirigentes del templo no mejoraban, también ellos, como la higuera, serían juzgados y destruidos. Eso fue ni más ni menos lo que sucedió en el año 70 d. C., cuando el ejército romano tomó la ciudad de Jerusalén, la destruyó y demolió el templo.


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 21:18–22, Marcos 11:12–14, 20–22.

[2] Marcos 11:12–14.

[3] V. La entrada en Jerusalén.

[4] Marcos 11:11.

[5] Números 13:23.

[6] 1 Reyes 4:25.

[7] Miqueas 4:4.

[8] Joel 2:22.

[9] Evans, World Biblical Commentary, 154.

[10] Marcos 11:14.

[11] Marcos 11:15,16.

[12] Witherington, The Gospel of Mark: A Socio-Rhetorical Commentary, 315–16.

[13] Marcos 11:17.

[14] Isaías 56:6,7.

[15] Jeremías 7:11.

[16] Marcos 11:18,19.

[17] Marcos 11:20–22.

 

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