Enviado por Peter Amsterdam
mayo 11, 2021
[Signs of the Times and Current Events]
Este último año desde luego ha representado un «tiempo de angustia» para mucha gente alrededor del mundo. En ciertos aspectos ha sido una época sin precedentes dada la tecnología moderna que nos permite ver cómo se producen los acontecimientos en tiempo real por todo el orbe y las masivas migraciones que en algunos países derivan en enfrentamientos interculturales. Diversos autores, académicos y periodistas han escrito sobre las dificultades que tiene la gente con temas identitarios, por considerar que su identidad está hoy menos arraigada en las colectividades en las que se criaron. Al mismo tiempo, la vida moderna lleva a que muchos se sientan aislados, desorientados o desprovistos de una clara guía moral, algo que otras generaciones no experimentaron de igual modo o en el mismo grado.
En los últimos 18 meses hemos sido testigos de los esfuerzos desaforados del mundo por combatir una enfermedad que ha circunvalado fácilmente el planeta, en parte como consecuencia de los viajes internacionales, y por vías y a velocidades que antes habrían resultado imposibles. Hemos presenciado conflictos relacionados con el racismo, la discriminación y la arbitrariedad; cuestionamientos a la autoridad y la violencia; corrupción en las altas esferas, e interrogantes sobre los límites entre la libertad individual y las responsabilidades civiles. No cabe duda de que en muchos aspectos vivimos en tiempos angustiosos.
Naturalmente, es importante recordar que cada generación ha experimentado su singular conjunto de adversidades, conflictos y dificultades inherentes a su desarrollo. Una mirada a la Historia nos revela que ese esquema se repite continuamente. Eso a los cristianos no nos sorprende, pues sabemos que vivimos en un mundo imperfecto luego de la caída y que el pecado es una realidad que cada generación debe afrontar, el cual se manifiesta en males como la pobreza, la opresión, la guerra y la inhumanidad. En ese sentido, se escribió en Eclesiastés: «¿Qué es lo que fue? Lo mismo que será. ¿Qué es lo que ha sido hecho? Lo mismo que se hará, pues nada hay nuevo debajo del sol»[1]. No nos sorprende el estado del mundo, ya que conocemos la causa: la relación fracturada que tiene la humanidad con Dios y los efectos de esa fractura.
No obstante, para nosotros los cristianos, nuestra última esperanza no radica en este mundo ni en sus sistemas políticos, por cuanto somos conscientes de su temporalidad y carácter pasajero. Nos consideramos entre los descritos en Hebreos, que «no tenemos aquí ciudad permanente, sino que buscamos la por venir» y anhelamos «una mejor, esto es, celestial»[2]. Esperamos ansiosamente la Segunda Venida de Cristo, cuando se enmendará todo dolor, sufrimiento, males e injusticia y «la tierra estará llena del conocimiento del Señor, como las aguas cubren el mar»[3]. Han transcurrido ya cerca de 2.000 años desde que Juan escribió al final del libro del Apocalipsis: «Amén. ¡Ven, Señor Jesús!» Desde entonces los creyentes se han hecho eco de este sentimiento y continúan haciéndolo el día de hoy.
A la luz de la situación concreta del mundo en los tiempos que vivimos y los efectos que esta ha causado en la gente de todo el orbe, muchos cristianos bregan por entender la pertinencia que tienen los sucesos de actualidad en relación con el cronograma de la Segunda Venida de Jesús. ¿Son las circunstancias actuales del mundo —entre ellas, la tecnología moderna, la globalización, la difusión del evangelio a gran escala, el tránsito hacia economías sintéticas y monedas digitales internacionales, además de la pandemia del COVID-19— señales de que ya hemos entrado o estamos entrando en los últimos siete años del régimen del Anticristo que comprende la firma del pacto, la marca de la bestia y la Gran Tribulación?
Esto ha dado lugar a múltiples opiniones, especulaciones e interpretaciones. ¿Cómo podemos saber cuál de estas posturas es en parte o en su mayor parte cierta? ¿Cómo podemos interpretar los hechos de actualidad en conexión con el tiempo del fin y qué conclusiones podemos sacar?
Las respuestas a estos interrogantes deben obtenerse ante todo de la Escritura y de lo que la Biblia enseña acumulativamente sobre el periodo que conduce de inmediato a la Segunda Venida de Jesús. Claro que los detalles exactos de cómo se concretarán estos acontecimientos no son tan minuciosos como quisiéramos; aunque la Biblia sí nos proporciona pautas muy claras por las cuales sopesar nuestras opiniones, especulaciones, profecías, teorías e interpretaciones. Repasemos algunas de ellas.
«Oirán de guerras y de rumores de guerras. Miren que no los turben, porque es necesario que esto acontezca; pero todavía no es el fin. Porque se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá hambre y terremotos por todas partes. Pues todas estas cosas son principio de dolores.»[4] La versión de Lucas incluye también pestilencias en la lista de señales[5].
Una rápida mirada a la historia nos revela que este «principio de dolores» de parto ya se venía produciendo desde los tiempos de Cristo, que representa el periodo descrito en la Biblia como los postreros días y que abarca desde la primera hasta la segunda venida de Cristo[6].
Ha habido guerras y rumores de guerra, aunque en algunos periodos de la Historia en mucha mayor proporción que en la actualidad, como por ejemplo durante las guerras mundiales de la primera mitad del siglo XX. Ha habido y continúan habiendo hambres y pestes como el ébola, el SARS, el COVID-19 y otras. No obstante, se calcula que la peste bubónica o peste negra del siglo XIV mató a unos 50 millones de personas en circunstancias en que la población mundial era mucho más reducida; en épocas más recientes se estima que la gripe española de 1918 a 1920 segó también la vida de por lo menos 50 millones de personas. Según Jesús todo esto es apenas el principio de dolores.
Al discernir las señales de los tiempos, conforme a lo expresado por Jesús, debemos considerarlas acumulativamente, es decir todas ellas y no solo una aislada. Dichas señales figuran a lo largo del Nuevo Testamento y de la profecía bíblica, principalmente en los libros de Daniel y del Apocalipsis, así como en Mateo 24, 1ª y 2ª a los Tesalonicenses y otros pasajes.
Sin embargo, la Biblia describe algunas claras señales que presenciaremos y por las cuales sabremos que el fin está «a las puertas»[7].
Entre otras cosas la Biblia nos dice que veremos lo siguiente:
Cuando llegan a nuestros oídos diversas interpretaciones sobre sucesos y circunstancias de actualidad, como la que circula en estos momentos y que expone que la vacuna del COVID-19 podría contener la marca de la bestia, o que ciertos acontecimientos políticos indican que ya estamos viviendo los últimos siete años, esas cosas pueden suscitar inquietud. Al decidir si dar o no crédito a interpretaciones de esa índole, nuestro primer paso debiera ser confrontarlas con lo que la Escritura nos dice sobre el periodo que desembocará en la Segunda Venida. Es necesario que miremos los pormenores de una señal en particular que se nos ha expuesto. Por ejemplo, ¿qué dice la Escritura sobre la marca de la bestia?
Según los datos que nos aporta la Escritura, la marca de la bestia se instituye después del quiebre del pacto y está vinculada a la aceptación del Anticristo y su régimen y al culto de su persona, que en últimas representa a Satanás[16]. ¿Hemos presenciado ya las señales que precederían a la marca de la bestia, a saber: la revelación del «hombre de iniquidad» que «se alzará contra todo lo que se llama Dios» y «se sentará en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios»?[17] En la Escritura se evidencia que esas señales y circunstancias que todavía no vemos, tienen que ocurrir antes que se instituya la marca de la bestia.
Leemos en Apocalipsis 14:9-11: «Si alguno adora a la bestia y a su imagen y recibe la marca en su frente o en su mano, él también beberá del vino de la ira de Dios […]. No tienen reposo de día ni de noche los que adoran a la bestia y a su imagen, ni nadie que reciba la marca de su nombre». Por lo que deducimos de los pasajes bíblicos acerca de recibir la marca de la bestia, claramente esta está vinculada a la adoración de la bestia y el culto a su imagen. ¿Cómo se ajusta eso al caso de cristianos nacidos de nuevo? ¿Se los podrá embaucar para que se apliquen una vacuna que encubiertamente lleva consigo la marca de la bestia?
¿Cómo se acoplaría una vacuna que la gente recibe para su salud a las condiciones y circunstancias enunciadas en la Escritura, es decir que la marca de la bestia se establece y se le implanta a quienes la aceptan, de modo «que nadie pueda comprar ni vender, sino el que tenga la marca, es decir, el nombre de la bestia o el número de su nombre?»[18] ¿Mandaría Dios indiscriminadamente al infierno a gente que sin darse cuenta se puso una vacuna durante una pandemia global? ¿Puede llegar a administrarse la marca de la bestia cuando el Anticristo no se ha manifestado todavía, su reino aún no es visible y los receptores no enfrentan otra decisión salvo la que tiene que ver con su salud?
El apóstol Pedro escribió que Dios «no quiere que nadie se pierda sino que todos procedan al arrepentimiento»[19]. ¿Acaso el Dios que «tanto amó al mundo que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en Él no se pierda, sino que tenga vida eterna»[20] supeditaría el destino eterno de la gente a una vacuna desconectada de otras señales de los tiempos? ¿Encaja todo esto con todo lo que sabemos sobre la naturaleza de Dios a partir de la Escritura: Su justicia, Su bondad y Su santidad?[21] Esas son las preguntas que nos debemos plantear al sopesar distintas teorías e interpretaciones. Es preciso que estudiemos y sopesemos las Escrituras para asegurarnos de ser como el obrero «que maneja con precisión la palabra de verdad»[22].
Al intentar discernir las señales de los tiempos es importante que cotejemos versículo con versículo y no tomemos ninguno aisladamente. Las profecías relativas a los postreros días y a los tiempos del fin se deben estudiar acumulativamente y en su debido contexto si es que queremos captar el panorama global del tiempo del fin. Las señales de los tiempos constituyen un conjunto de acontecimientos, no solo uno. Se trata simplemente de un puñado de perlas de conocimiento que, sin embargo, se deben ordenar en un collar de perlas «ensartadas en su debida secuencia cronológica»[23].
Es incuestionable que cada día que pasa el mundo se acerca más al retorno de Jesús. Los cristianos aguardamos ese triunfal suceso con ansiosa expectación y queremos estar preparados para ello. ¿Experimentaremos Su Segunda Venida en el curso de nuestra vida? No podremos saberlo hasta que veamos el cumplimiento de las señales definitivas que Jesús y otros nos anunciaron en la Biblia.
¿Qué clase de preparación nos atañe entonces a los que somos seguidores de Jesús? En Mateo 24, luego de describir lo que afrontarán Sus seguidores durante esos últimos días, Jesús dice a Sus discípulos: «Estén preparados también ustedes, porque a la hora que no piensen, vendrá el Hijo del Hombre». Luego Jesús, como respondiendo a la pregunta no expresada por ellos sobre cómo vivir en constante estado de alerta, prosigue diciendo:
«¿Quién es, pues, el siervo fiel y prudente, al cual puso su señor sobre su casa para que les dé el alimento a tiempo? Bienaventurado aquel siervo al cual, cuando su señor venga, lo halle haciendo así. De cierto os digo que sobre todos sus bienes lo pondrá»[24].
Jesús reencauza la conversación y la centra en la fidelidad con esa alusión al siervo fiel y prudente que ha quedado a cargo de la casa del amo y cumple diligentemente con su obligación. El siervo ignora cuándo volverá su señor, pero eso no le preocupa; se concentra en ser fiel a su cargo. Cuando el señor regrese, el siervo será favorecido.
Eso trae a colación algo que María escribió recientemente:
Cada vez que hemos preguntado al Señor en qué debemos hacer hincapié, Él ha respondido que nos concentremos en llevar el mensaje a los perdidos, en apacentar a Sus ovejas y fortalecernos nosotros mismos y a otros. Tenemos mucha verdad para dar a conocer a la gente. […] El Señor se vale de estos tiempos para atraer a otros hacia Él. Le recuerda a la gente que la vida terrenal es breve y frágil y la orienta en su búsqueda de respuestas.
El Señor no nos ha revelado específicamente el papel que juegan los sucesos actuales en el panorama más amplio de las profecías bíblicas sobre el tiempo del fin. Sin embargo, ya ha trazado el plan más extenso con suficiente detalle como para darnos la visión de futuro y la fe en Él de que veremos el espléndido fin que ha prometido, ya sea desde esta tierra o desde la esfera celestial. Dios nos ha otorgado el privilegio de pasar por esta época, en este momento, con el fin de que crezcamos, progresemos, aprendamos y nos asemejemos más a las personas que Él quiere que seamos.
Ojalá todos seamos fieles en vivir conforme a Su Palabra, seguirlo de cerca y cumplir nuestra misión de anunciar las buenas nuevas a cuantas personas podamos, así como enseñar el mensaje del tiempo del fin a quienes buscan respuestas. Ya si en nuestra vida llegamos a presenciar o no los últimos siete años de la historia del mundo, lo que en última instancia cuenta es cómo nos conducimos durante el tiempo de vida que Dios nos dé en la Tierra[25]. Se nos insta a amar a Dios, amar al prójimo, dar a conocer el evangelio, poner todo de nuestra parte para vivir de acuerdo con las enseñanzas de Jesús y transmitírselas a otros. Si somos perseverantes en cumplir estas cosas, podemos tener la seguridad de que estaremos preparados para lo que venga.
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Eclesiastés 1:9.
[2] Hebreos 13:14, 11:16.
[3] Isaías 11:9.
[4] Mateo 24:6–8.
[5] Lucas 21:11.
[6] 1 Juan 2:18, 2 Timoteo 3:1–5.
[7] 2 Tesalonicenses 2:3,4, Apocalipsis 13:5, Daniel 7:25.
[8] Mateo 24:12.
[9] Mateo 24:14.
[10] 2 Tesalonicenses 2:3.
[11] Daniel 8:23-25, 9:27; 2 Tesalonicenses 2:3,4,9; Apocalipsis 13:3,4.
[12] Daniel 9:27.
[13] Mateo 24:15; Daniel 9:27, 11:31, 12:11; Apocalipsis 13:15.
[14] Apocalipsis 13:16,18, 14:9-11.
[15] Mateo 24:21,22; Apocalipsis 7-9; Daniel 7:25, 9:27, 12:7; Apocalipsis 11:2,3; 12:6, 14; 13:5.
[16] V. Apocalipsis 13 y 14:9–11.
[17] 2 Tesalonicenses 2:3,4.
[18] Apocalipsis 13:17.
[19] 2 Pedro 3:9.
[20] Juan 3:16 (NVI).
[21] V. Lo esencial: Naturaleza y personalidad de Dios: La santidad de Dios.
[22] 2 Timoteo 2:15 (LBLA).
[23] V. «Palabra profética segura» en el Libro del futuro.
[24] Mateo 24:45–47.
[25] V. la parábola de los talentos en Mateo 25:14–30.
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