Enviado por Peter Amsterdam
febrero 15, 2022
[Jesus—His Life and Message: Gethsemane (Part 3): Jesus’ Trial and Peter’s Denial]
El juicio de Jesús por parte de las autoridades religiosas judías viene narrado en los cuatro evangelios[1]. Si bien todos refieren los mismos hechos, cada uno incluye ciertos aspectos que no se mencionan en los otros. Este artículo se centrará en el relato del Evangelio de Mateo, con puntos adicionales tomados de los demás evangelios.
Justo antes del juicio de Jesús, se presentó Judas con una muchedumbre armada de espadas y palos que venía a arrestarlo[2].
Los que prendieron a Jesús lo llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos[3].
Si bien tradicionalmente la función de sumo sacerdote era desempeñada por descendientes de Aarón, hermano de Moisés, en tiempos de Jesús el sumo sacerdote era nombrado por los romanos. Caifás fue sumo sacerdote durante dieciocho años, del 18 al 36 d. C. Fue el sumo sacerdote que por más tiempo ocupó el cargo en ese período. Era en su casa donde «estaban reunidos los escribas y los ancianos».
Los evangelios de Marcos y Lucas no mencionan a Caifás por nombre; simplemente lo llaman «el sumo sacerdote». El Evangelio de Juan indica que los que arrestaron a Jesús «lo llevaron primeramente ante Anás, porque era suegro de Caifás, que era sumo sacerdote aquel año»[4]. Anás había sido sumo sacerdote y era muy influyente. Con el tiempo, cuatro hijos suyos ocuparon el cargo de sumo sacerdote, al igual que su yerno, Caifás, que era sumo sacerdote cuando Jesús fue crucificado. Según un pasaje anterior del Evangelio de Juan, Caifás había dicho:
Vosotros no sabéis nada, ni os dais cuenta de que nos conviene que un hombre muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca[5].
Según el Evangelio de Mateo, cuando Jesús fue apresado, «Pedro lo siguió de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los guardias para ver el fin»[6]. El Evangelio de Marcos añade que «estaba sentado con los guardias, calentándose al fuego»[7]. El Evangelio de Juan narra que «seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del sumo sacerdote, y entró con Jesús al patio del sumo sacerdote; pero Pedro estaba fuera, a la puerta. Salió, pues, el discípulo que era conocido del sumo sacerdote, y habló a la portera e hizo entrar a Pedro»[8].
Según el Evangelio de Juan, Pedro y otro discípulo, cuyo nombre no se indica (muchos comentaristas creen que era Juan), siguieron a Jesús y a sus captores hasta el patio del sumo sacerdote. Es de suponer que fuera la casa de Caifás. El patio era probablemente un espacio cerrado, sin techar, anexo a la casa. Tras entrar en el patio, Pedro se sentó junto al fuego.
Los principales sacerdotes, los ancianos y todo el Concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús para entregarlo a la muerte, pero no lo hallaron, aunque se presentaron muchos testigos falsos. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que dijeron: «Este dijo: “Puedo derribar el Templo de Dios y en tres días reedificarlo”»[9].
El relato evangélico deja de hablar de Pedro y se centra de nuevo en el juicio de Jesús. Como era de noche, es poco probable que todo el Consejo, el Sanedrín en pleno, estuviera presente. Seguramente los asistentes representaban las distintas facciones del Sanedrín, ya que solo era necesario un quórum de un tercio de los miembros para dictar sentencia en un caso que pudiera resultar en la pena de muerte.
Dice que los testigos que incriminaron a Jesús en Su juicio dieron falso testimonio. Sin embargo, al final se presentaron dos con información que se consideró válida. «Este dijo: “Puedo derribar el Templo de Dios y en tres días reedificarlo”». Como ambos testigos mencionaron esto, sus declaraciones fueron aceptadas como prueba válida según la ley, tal como se aprecia por la respuesta del sumo sacerdote.
Se levantó el Sumo sacerdote y le preguntó: «¿No respondes nada? ¿Qué testifican estos contra Ti?»[10]
Según el Evangelio de Marcos, ambos testigos mencionaron lo que Jesús había dicho sobre la destrucción y reconstrucción del templo[11]; «pero ni aun así concordaban en el testimonio»[12]. A lo largo de todo este interrogatorio y maltrato físico, dice que Jesús «callaba y nada respondía»[13]. Al menos hasta ese momento.
Entonces el sumo sacerdote le dijo: «Te conjuro por el Dios viviente que nos digas si eres Tú el Cristo, el Hijo de Dios». Jesús le dijo: «Tú lo has dicho»[14].
El sumo sacerdote, tras ponerse en pie —con lo que puso de manifiesto que asumía el control de la situación—, le exigió a Jesús una respuesta bajo juramento. Jurar por el Dios viviente era «el juramento más solemne que se podía hacer»[15]. La pregunta de Caifás tenía que ver con la esencia de la misión de Jesús, ya que le preguntó si Él era el Mesías (el Cristo), el Hijo de Dios («el Hijo del Bendito» en Marcos). La pregunta del sumo sacerdote sobre un asunto religioso era legítima, pero difícil de responder, porque el concepto de Mesías que tenía Jesús y el del sumo sacerdote eran muy diferentes. Por lo tanto, si Jesús hubiera contestado sí o no, Su respuesta se habría podido malinterpretar. Su «tú lo has dicho» equivalía básicamente a: «Esas son tus palabras, no las Mías», o: «Sí, pero no como tú lo entiendes».
Jesús entonces añadió:
Y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo[16].
Su respuesta alude a dos versículos del Antiguo Testamento. «El Señor dijo a mi Señor: “Siéntate a Mi diestra, hasta que ponga a Tus enemigos por estrado de Tus pies”»[17], y: «Miraba yo en la visión de la noche, y vi que con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre; vino hasta el Anciano de días, y lo hicieron acercarse delante de Él»[18]. Al decir Jesús que el Hijo del Hombre sería visto sentado a la diestra del poder de Dios, quería decir a la derecha de Dios.
Entonces el Sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: «¡Ha blasfemado! ¿Qué más necesidad tenemos de testigos? Ahora mismo habéis oído Su blasfemia. ¿Qué os parece?» Y respondiendo ellos, dijeron: «¡Es reo de muerte!»[19]
En respuesta a la exigencia del sumo sacerdote, Jesús confirmó que Él es el Cristo (Mesías), el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre. Como lo que dijo en Su respuesta al sumo sacerdote fue considerado blasfemo, Caifás se rasgó las vestiduras. Según la ley, el sumo sacerdote no debía rasgar sus vestidos, ni siquiera cuando llorara a un muerto[20]. Era una acción que solo se realizaba en casos extremos[21], siendo la blasfemia uno de ellos. El Sanedrín debía expresar verbalmente su respuesta, que Jesús era culpable, y debía asimismo declarar la pena: «¡Es reo de muerte!»
Entonces lo escupieron en el rostro y le dieron puñetazos; y otros lo abofeteaban, diciendo: «Profetízanos, Cristo, quién es el que te golpeó»[22].
Según el Evangelio de Lucas, «los hombres que vigilaban a Jesús se burlaban de Él y lo golpeaban. Vendándole los ojos, le golpeaban el rostro y le preguntaban, diciendo: “Profetiza, ¿quién es el que te golpeó?” Y lo insultaban diciéndole muchas otras cosas»[23]. Por el Evangelio de Mateo, da la impresión de que algunos miembros del Sanedrín también lo escupieron y golpearon, mientras que el Evangelio de Lucas indica que fueron los guardias quienes lo hicieron.
El Evangelio de Juan relata:
El sumo sacerdote preguntó a Jesús acerca de Sus discípulos y de Su doctrina. Jesús le respondió: «Yo públicamente he hablado al mundo. Siempre he enseñado en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y nada he hablado en oculto»[24].
Aunque el texto no lo diga explícitamente, es probable que el sumo sacerdote quisiera averiguar todo lo posible sobre los discípulos de Jesús. ¿Mantendrían vivas Sus enseñanzas después de Su ejecución? ¿Eran un grupo muy cohesionado y por lo tanto un peligro? ¿Debían ser detenidos e interrogados? Fue este mismo sumo sacerdote quien, según un pasaje anterior de este Evangelio, intrigó para «dar muerte también a Lázaro, porque a causa de él muchos de los judíos se apartaban y creían en Jesús»[25].
Jesús siguió hablando al sumo sacerdote:
«¿Por qué me preguntas a Mí? Pregunta, a los que han oído, de qué les he hablado; ellos saben lo que Yo he dicho». Cuando Jesús dijo esto, uno de los guardias que estaba allí le dio una bofetada, diciendo: «¿Así respondes al sumo sacerdote?»[26]
El sumo sacerdote no respondió a Jesús; pero uno de los guardias que estaba cerca de Él le dio una bofetada. Probablemente le pareció que Jesús le estaba faltando al respeto al sumo sacerdote.
Jesús le respondió: «Si he hablado mal, testifica en qué está el mal; pero si bien, ¿por qué me golpeas?»[27]
En este punto, el texto deja de describir el juicio de Jesús y pasa a focalizarse en la negación de Pedro. Como ya se ha dicho, este había logrado entrar en el patio y se calentaba junto al fuego.
Estando Pedro sentado fuera, en el patio, se le acercó una criada y le dijo: «Tú también estabas con Jesús, el galileo». Pero él negó delante de todos, diciendo: «No sé lo que dices»[28].
Estando Pedro sentado en el patio, se le acercó una sirvienta. Según el Evangelio de Lucas, «una criada, al verlo sentado al fuego, se fijó en él y dijo: “También este estaba con él”»[29]. La sirvienta se quedó un rato mirando fijamente a Pedro y afirmó que era compañero de Jesús. En el Evangelio de Marcos dice que «cantó el gallo»[30]. Esa fue la primera de las tres negaciones de Pedro.
Saliendo él a la puerta, lo vio otra y dijo a los que estaban allí: «También este estaba con Jesús, el nazareno». Pero él negó otra vez con juramento: «¡No conozco al hombre!»[31]
Probablemente el incidente con la criada hizo que Pedro se sintiera incómodo; quizá fue lo que lo motivó a alejarse del calor del fuego y salir a la entrada. Sin embargo, otra sirvienta lo reconoció y anunció a los que estaban junto a la entrada que era compañero de Jesús. La respuesta de Pedro fue más rotunda, ya que lo negó con un juramento. En su primera negación mintió; en la segunda, perjuró, ya que juró no conocer a Jesús.
Un poco después, acercándose los que por allí estaban, dijeron a Pedro: «Verdaderamente también tú eres de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre». Entonces él comenzó a maldecir y a jurar: «¡No conozco al hombre!» Y en seguida cantó el gallo[32].
Según el Evangelio de Lucas, «como una hora después, otro afirmó, diciendo: “Verdaderamente también este estaba con Él, porque es galileo”. Y Pedro dijo: “Hombre, no sé lo que dices”. Y en seguida, mientras él todavía hablaba, el gallo cantó»[33].
Pedro negó enfáticamente conocer a Jesús; incluso juró que no lo conocía. Tal como lo interpretan algunos autores, hasta maldijo a Jesús para desvincularse de Él. Los cuatro Evangelios refieren que Pedro negó conocer a Jesús[34].
Entonces Pedro se acordó de las palabras que Jesús le había dicho: «Antes que cante el gallo, me negarás tres veces». Y saliendo fuera, lloró amargamente[35].
Por la presión que sintió en el momento, Pedro dejó que flaqueara su lealtad a Jesús y negó conocerlo. Al oír el canto del gallo y recordar lo que Jesús le había dicho, se le cayó el alma a los pies, y al instante se arrepintió de haberlo negado varias veces. Cada uno de los evangelios sinópticos[36] menciona su pesar. «Saliendo fuera, lloró amargamente»[37]. «Pensando en esto, lloraba»[38]. Afortunadamente, tal como veremos, al domingo siguiente Pedro estaba otra vez con los demás seguidores de Jesús.
Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
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[1] Mateo, Marcos, Lucas y Juan.
[2] V. Jesús, Su vida y mensaje: Getsemaní (2ª parte).
[3] Mateo 26:57.
[4] Juan 18:13.
[5] Juan 11:49,50.
[6] Mateo 26:58.
[7] Marcos 14:54.
[8] Juan 18:15,16.
[9] Mateo 26:59–61.
[10] Mateo 26:62.
[11] Marcos 14:58.
[12] Marcos 14:59.
[13] Marcos 14:61; también Mateo 26:63.
[14] Mateo 26:63,64. V. también Marcos 14:61,62.
[15] Morris, The Gospel According to Matthew, 683.
[16] Mateo 26:64.
[17] Salmo 110:1.
[18] Daniel 7:13.
[19] Mateo 26:65,66.
[20] Levítico 21:10,11.
[21] Números 14:4–7, 2 Reyes 18:37–19:1, Levítico 21:10,11.
[22] Mateo 26:67,68.
[23] Lucas 22:63–65. V. también Marcos 14:65, Juan 18:22,23.
[24] Juan 18:19,20.
[25] Juan 12:10,11.
[26] Juan 18:21,22.
[27] Juan 18:23.
[28] Mateo 26:69,70.
[29] Lucas 22:56.
[30] Marcos 14:68.
[31] Mateo 26:71,72.
[32] Mateo 26:73,74.
[33] Lucas 22:59,60.
[34] Mateo 26:74; Marcos 14:71; Lucas 22:57–60; Juan 18:25–27.
[35] Mateo 26:75.
[36] Mateo, Marcos y Lucas.
[37] Mateo 26:75, Lucas 22:62.
[38] Marcos 14:72.
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