Enviado por Peter Amsterdam
mayo 15, 2012
(En Lo esencial: Introducción se puede consultar un preámbulo y una explicación de toda esta colección de artículos.)
La eternidad de Dios es otro aspecto esencial de Su naturaleza. Dios es eterno; existía desde antes de la creación del universo y, por ende, antes de crearse el tiempo. Dios no tiene principio ni fin. Por ser criaturas que viven en un mundo temporal en el que un acontecimiento sigue a otro en forma lineal, nos resulta imposible comprender plenamente la existencia atemporal. Pero Dios, siendo el Creador, existía antes de crear el tiempo, y por consiguiente no está limitado por él.
La eternidad es una duración sin principio ni fin, sin un antes y un después, un «ahora permanente». La esencia de la eternidad es la falta absoluta de sucesión[1].
Hay numerosos versículos que expresan la intemporalidad de Dios en un lenguaje que las criaturas temporales pueden emplear para expresar la «duración sin origen y sin fin» de la divinidad[2]. Su existencia trasciende la eternidad; Él es eternamente y para siempre.
El Señor es Rey eternamente y para siempre; de Su tierra han perecido las naciones[3].
Antes que nacieran los montes y formaras la tierra y el mundo, desde el siglo y hasta el siglo, Tú eres Dios[4].
Dios es grande y nosotros no lo conocemos, ni es posible seguir el curso de sus años[5].
Al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y poder, ahora y por todos los siglos. Amén[6].
«Yo soy el Alfa y la Omega, principio y fin —dice el Señor—, el que es y que era y que ha de venir, el Todopoderoso»[7].
Cuando Dios le reveló Su nombre a Moisés diciéndole: «YO SOY EL QUE SOY», dicha afirmación lleva implícita un presente constante, el concepto de que Dios existe en forma constante. Jesús empleó un lenguaje similar cuando dijo: «De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, Yo soy». Quienes lo escucharon entendieron que afirmaba ser eterno, y que por ende estaba diciendo que era Dios. Esa interpretación queda patente en la respuesta de Sus oyentes.
«Abraham, vuestro padre, se gozó de que había de ver Mi día; y lo vio y se gozó». Entonces le dijeron los judíos: «Aún no tienes cincuenta años, ¿y has visto a Abraham?» Jesús les dijo: «De cierto, de cierto os digo: Antes que Abraham fuera, Yo soy». Tomaron entonces piedras para arrojárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo[8].
El teólogo Wayne Grudem explica la existencia perpetua de Dios de la siguiente forma:
El hecho de que Dios en ningún momento comenzó a existir puede inferirse del hecho de que Él creó todas las cosas, y Él mismo es un espíritu inmaterial. Antes de que Él creara el universo no existía la materia, pero entonces Él lo creó todo. El estudio de la física nos enseña que materia, tiempo y espacio deben ser concurrentes: sin materia, no puede haber espacio ni tiempo. Por ende, antes de crear Dios el universo el «tiempo» no existía, al menos no en el sentido de sucesión de momentos. Es decir que cuando Dios creó el universo, creó también el tiempo, y ahí comenzaron a sucederse los momentos y los acontecimientos. Pero antes de que hubiera un universo y antes de que hubiera tiempo, Dios siempre existió, sin tener un origen y sin verse afectado por el tiempo. El tiempo, por consiguiente, no tiene existencia propia, sino que —al igual que el resto de la creación— solo sigue existiendo por obra del ser eterno de Dios y por Su poder[9].
Dios es el creador del tiempo y está por encima de él, lo trasciende. Como ente, Dios no está restringido por el tiempo. No vive en una sucesión continua de momentos como nosotros. El tiempo no lo afecta. No adquiere más sabiduría a medida que pasa el tiempo, como nos sucede a los seres humanos. Ya lo sabe todo, y siempre lo ha sabido. Su esencia no cambia con el tiempo; no se vuelve más amoroso ni más sabio, pues Él es amor y es sabiduría. (Trataremos más este tema en próximos artículos sobre la omnisciencia e inmutabilidad divinas.)
Nuestra vida se divide en pasado, presente y futuro; en la vida de Dios no existen esas divisiones. Él es el eterno «Yo soy»[10].
La forma de ser de Dios, Su modo de existencia, difiere del nuestro; parte de esa diferencia consiste en que Él trasciende el tiempo o no se ve afectado por el transcurso del mismo. Nosotros existimos en el tiempo —lo que ocurre ahora mismo es el presente, que luego se convierte en pasado, y los momentos que han de venir constituyen el futuro—, mientras que Dios ve el pasado, el presente y el futuro simultáneamente.
En el libro What the Bible Says About God the Creator, Jack Cottrell lo expresa de la siguiente manera:
Afirmar que Dios no está sujeto al tiempo es como decir que está al margen del paso del tiempo, que Su experiencia y Su conciencia no están limitadas por el presente, ese instante único distinto del pasado y del futuro. En cierto sentido Él está por encima del tiempo, de tal modo que Su conciencia abarca toda la dimensión temporal en un único acto de conocimiento. Su conocimiento del pasado y del futuro es tan real e infalible como el del presente. A nosotros nos resulta prácticamente incomprensible que Dios trascienda el tiempo, aunque se han propuesto diversas ilustraciones.
Se puede emplear la ilustración del rollo de película. Cuando se pasa una película por un proyector, se ven los fotogramas uno por uno. En cierto sentido así vemos los acontecimientos en el tiempo, fotograma tras fotograma. Pero Dios, con Su perspectiva eterna, ve todo el rollo de tiempo en un solo instante, como si todo fuera presente para Él al mismo tiempo[11].
La atemporalidad de Dios se expresa en el libro de Isaías. Su capacidad de predecir acontecimientos futuros se empleó para cuestionar a los falsos dioses e ídolos, pues se daba por sentado que la única forma de predecir con exactitud el futuro era conocerlo de antemano.
Lo que pasó, ya antes lo dije, de Mi boca salió; lo publiqué, lo hice pronto, y fue realidad. Por cuanto sé que eres duro, que una barra de hierro es tu cerviz, y tu frente de bronce por eso te lo dije ya hace tiempo; antes que sucediera te lo advertí, para que no dijeras: «Mi ídolo lo hizo, mis imágenes de escultura y de fundición mandaron estas cosas». Lo oíste y lo viste todo, ¿y no lo anunciaréis vosotros? Ahora, pues, te he hecho oír cosas nuevas y ocultas que tú no sabías[12].
¡Yo, el Señor, este es Mi nombre! A ningún otro daré Mi gloria, ni a los ídolos Mi alabanza. He aquí, ya se cumplieron las cosas primeras y Yo anuncio cosas nuevas; antes que salgan a luz, Yo os las haré saber[13].
El hecho de estar al margen del transcurso del tiempo y de no verse afectado por él no significa que Dios no vea los acontecimientos en términos temporales o que no actúe en el tiempo. Dios en Su esencia es eterno, no tiene principio ni fin; para Él no hay sucesión de momentos. Sin embargo, se relaciona con el mundo en la dimensión temporal. Una vez creado el mundo, y por ende el tiempo, Su interacción con el mundo ha consistido en actos ligados al tiempo. Eso no implica que el tiempo lo afecte o lo restrinja.
Como queda patente en los versículos reproducidos más arriba, Dios manifiesta lo que va a hacer, y un tiempo después lo hace. Tales acciones se llevan a cabo dentro del tiempo. Si bien la conciencia de Dios abarca simultáneamente el pasado, el presente y el futuro, Él opta por actuar dentro del tiempo, como indica el siguiente versículo:
Cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la Ley, para redimir a los que estaban bajo la Ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos[14].
James Leo Garret expresa de la siguiente forma la interacción de Dios con el tiempo:
Dios trasciende el tiempo y no está limitado por él, pero se relaciona con la dimensión temporal en la obra de creación, mantenimiento y redención[15].
De qué forma Dios, siendo eterno e intemporal, trasciende el tiempo y actúa dentro de él no es algo que podamos comprender plenamente, pues no tenemos experiencia alguna de intemporalidad. La Palabra de Dios dice que Él es p, que es eternamente y para siempre, que existía desde antes de la creación del mundo, que habita la eternidad. Es intemporal y está por encima del tiempo. También dice que interactúa con el tiempo, que anuncia cómo va a obrar, y en un momento posterior actúa según lo predicho. Dios entró en la dimensión temporal en la persona de Jesús, el Hijo de Dios, que se encarnó y vivió unas décadas en la temporalidad de la Tierra. Aunque no comprendamos plenamente el concepto de la intemporalidad de Dios, Él ha revelado ese aspecto de Su naturaleza en Su Palabra.
Aunque los que aceptan a Jesús como Salvador vivirán eternamente, la Biblia indica que no adquirirán el atributo de intemporalidad de Dios. Él es un ser infinito, nosotros criaturas finitas; por ende no trascenderemos el tiempo como Él.
Refiriéndose al Cielo, Juan relató en el libro del Apocalipsis acontecimientos que implican movimiento y cambios, es decir, que necesariamente tienen que producirse mediante una sucesión de momentos, uno tras otro; por ejemplo, el hecho de que los reyes de la Tierra lleven su gloria a la Ciudad Celestial, o que los árboles de la ciudad den fruto cada mes, o que las naciones sean sanadas. Es preciso que exista el tiempo para que sucedan esas cosas, para que los reyes que estén fuera de la ciudad entren a ella, para que los árboles den fruto cada mes, etc.
Las naciones que hayan sido salvas andarán a la luz de ella y los reyes de la tierra traerán su gloria y su honor a ella. Sus puertas nunca serán cerradas de día, pues allí no habrá noche. Llevarán a ella la gloria y el honor de las naciones[16].
A uno y otro lado del río estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto; y las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones[17].
Suele invocarse Apocalipsis 10:6 para afirmar que en el Cielo no habrá tiempo. La versión Reina-Valera lo traduce de la siguiente forma:
Juró por el que vive por los siglos de los siglos, que creó el cielo y las cosas que están en él, y la tierra y las cosas que están en ella, y el mar y las cosas que están en él, que el tiempo no sería más[18].
Sin embargo, en la mayoría de las versiones más recientes de la Biblia la última oración se traduce con el sentido de que no habrá más demora. En la Nueva Traducción Viviente aparece de la siguiente manera:
Hizo un juramento en el nombre de aquel que vive por siempre y para siempre, quien creó los cielos y todo lo que hay en ellos, la tierra y todo lo que hay en ella, y el mar y todo lo que hay en él. El ángel dijo: «Ya no habrá más demora»[19].
Otras versiones importantes traducen así la última frase: «Ya no habrá dilación» (NBJ), «Ya no habrá más demora» (NBLH), «No habrá más espera» (PDT), «Se acabó el tiempo de la espera» (LPD).
Si bien seguiremos sujetos al tiempo, en el sentido de sucesión de momentos, viviremos eternamente.
De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a Su Hijo unigénito, para que todo aquel que en Él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna[20].
El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que se niega a creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él[21].
De cierto, de cierto os digo: El que oye Mi palabra y cree al que me envió tiene vida eterna, y no vendrá a condenación, sino que ha pasado de muerte a vida[22].
Mis ovejas oyen Mi voz y Yo las conozco, y me siguen; Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano[23].
Con referencia al hecho de que en el Cielo estaremos sujetos al tiempo, Wayne Grudem dice:
Experimentaremos la vida eterna no como una duplicación exacta del atributo de eternidad de Dios, sino más bien como una extensión de tiempo que nunca terminará: como pueblo de Dios, tendremos plenitud de gozo en presencia de Dios por toda la eternidad, no en el sentido de que ya no tendremos conciencia del tiempo, sino en el sentido de que nuestra vida con Él durará para siempre[24].
Como muestra de Su gran amor, Dios —que siempre ha existido y siempre existirá— ha extendido a la humanidad una invitación para vivir con Él para siempre, y ha hecho eso posible por medio de la muerte de Jesús en la cruz. Nuestra misión consiste en hacer llegar esa invitación a todos los que podamos.
A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. También se citan versículos de la Nueva Traducción Viviente (NTV), la Nueva Biblia de Jerusalén (NBJ), la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), la Palabra de Dios para Todos (PDT) y el Libro del Pueblo de Dios (LPD).
[1] Ott, Ludwig: Manual de teología dogmática, Editorial Herder, Barcelona, 1966, p. 78.
[2] Cottrell, Jack: What the Bible Says About God the Creator, Wipf and Stock Publishers, Eugene, 1983, p. 252.
[3] Salmo 10:16.
[4] Salmo 90:2.
[5] Job 36:26.
[6] Judas 25.
[7] Apocalipsis 1:8.
[8] Juan 8:56–59.
[9] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007, p. 173.
[10] Berkhof, Louis: Teología sistemática, Libros Desafío, 1998.
[11] Cottrell, Jack: What the Bible Says About God the Creator, Wipf and Stock Publishers, Eugene, 1983, pp. 255–56.
[12] Isaías 48:3–6.
[13] Isaías 42:8,9.
[14] Gálatas 4:4,5.
[15] Garrett, Jr., James Leo: Teología sistemática, bíblica, histórica, evangélica, tomo 1, Mundo Hispano, 2003, p. 230.
[16] Apocalipsis 21:24–26.
[17] Apocalipsis 22:2.
[18] Apocalipsis 10:6.
[19] Apocalipsis 10:6 (NTV).
[20] Juan 3:16.
[21] Juan 3:36.
[22] Juan 5:24.
[23] Juan 10:27,28.
[24] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007, p. 177.
Traducción: Felipe Mathews y Jorge Solá.
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