Lo esencial: Naturaleza y personalidad de Dios

mayo 29, 2012

Enviado por Peter Amsterdam

La omnisciencia de Dios (1ª parte)

(En Lo esencial: Introducción se puede consultar un preámbulo y una explicación de toda esta colección de artículos.)

Como Dios es el Ser supremo e infinito, Su conocimiento no tiene límites. Lo sabe absolutamente todo. El término teológico de uso corriente para expresar ese concepto es omnisciencia, del latín omnis (todo) y scientia (conocimiento). Las Escrituras dicen que el conocimiento de Dios es perfecto: Él lo sabe todo.

¿Sabes tú la posición de las densas nubes, maravillas del perfecto en conocimiento?[1]

Si nuestro corazón nos reprende, mayor que nuestro corazón es Dios, y Él sabe todas las cosas[2].

El infinito e innato conocimiento de Dios

La esencia de Dios es distinta de la nuestra, y por tanto la naturaleza de Su conocimiento también es diferente de la del nuestro. Su conocimiento no es adquirido; no proviene de fuentes externas, de la observación, de la experiencia o del razonamiento. Dios no aprende, porque ya lo sabe todo. La Biblia pregunta si alguien enseñará a Dios, o si necesita quien le dé consejos. Son preguntas retóricas, y la respuesta implícita es que no necesita consejeros ni maestros. Su conocimiento es infinito.

¿Quién puede impartirle a Dios conocimientos, si es Él quien juzga a las grandes eminencias?[3]

¿Quién conoce la mente del Señor? ¿Quién podrá darle consejos?[4]

Grande es el Señor nuestro y mucho Su poder, y Su entendimiento es infinito[5].

A diferencia de Dios, nosotros adquirimos conocimientos mediante el aprendizaje: obtenemos información de lo que está fuera de nosotros, punto por punto, y esa información se añade a nuestra base de conocimientos. La suma de nuestros conocimientos es muy superior a la porción de conocimientos de la que tenemos conciencia en un momento dado, ya que la mayor parte de lo que sabemos queda en nuestro subconsciente, y cuando nos hace falta un dato, accedemos mentalmente a él y nos vuelve al pensamiento. En el caso de Dios es distinto, en el sentido de que Su conocimiento está siempre delante de Él. No tiene necesidad de recordarlo. Él lo sabe todo y es siempre consciente de todo lo que sabe, o sea que no necesita acceder a la información que tiene en el subconsciente. Su sapiencia es perfecta; lo sabe todo. Su conocimiento y Sus modos de pensar trascienden con mucho los nuestros.

«Mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos Mis caminos —dice el Señor—. Como son más altos los cielos que la tierra, así son Mis caminos más altos que vuestros caminos y Mis pensamientos más que vuestros pensamientos»[6].

¡Profundidad de las riquezas, de la sabiduría y del conocimiento de Dios! ¡Cuán insondables son Sus juicios e inescrutables Sus caminos![7]

El teólogo Kenneth Keathley explica:

Como Dios es omnisciente, lo sabe todo de manera innata; en otras palabras, no sigue los mismos procesos mentales que los seres finitos para «entender». Dios nunca «aprende», nunca «se le ocurren» cosas. Ya conoce todas las verdades. El hecho de que sea omnisciente no solo significa que Sus conocimientos son infinitamente superiores a los nuestros, sino que son de otro tipo, de otra clase[8].

Los teólogos Lewis y Demarest expresan de la siguiente manera la omnisciencia de Dios:

Trascendiéndolo todo, la capacidad intelectual de Dios no está limitada por el espacio, el tiempo, la energía, las leyes, las cosas ni las personas[9].

Al respecto, William Lane Craig comenta lo siguiente:

Imaginémonos dos seres, ambos con el debido conocimiento de sí mismos y además con todo el conocimiento proposicional del universo; pero supongamos que el segundo adquiere todo su conocimiento a través del primero, que le transmite todo lo que él, de manera innata, sabe. A mi modo de ver, está claro que coincidiríamos en que el segundo, que necesita ser instruido, al que hay que decírselo todo, no es tan excelente o tan superior intelectualmente como el primero. Por eso Dios, que no necesita aprender nada de nadie, puesto que conoce toda la verdad de forma innata, es forzosamente el súmmum de la excelencia intelectual[10].

El conocimiento que tiene Dios de Sí mismo y de Su creación

Dios no es un simple banco de datos, un gigantesco computador que contiene toda la información del universo, pero que por no tener conocimiento de sí mismo no puede actuar inteligentemente en base a la información que posee. Él es mucho más que eso.

Dios lo sabe todo sobre Sí mismo, tal como Pablo dio a entender:

El Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios. Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios[11].

También sabe todo lo que está fuera de Él, cada detalle del universo y de Su creación, como se evidencia por Su conocimiento de la muerte de cada gorrión y del número de cabellos que tiene cada uno. Nada le es oculto. Sabe todo lo que existe y todo lo que sucede.

¿Cuánto cuestan dos gorriones: una moneda de cobre? Sin embargo, ni un solo gorrión puede caer a tierra sin que el Padre lo sepa. Y, en cuanto a ustedes, cada cabello de su cabeza está contado[12].

No hay nada en toda la creación que esté oculto a Dios. Todo está desnudo y expuesto ante Sus ojos; y es a Él a quien rendimos cuentas[13].

Él observa hasta los confines de la tierra y ve cuanto hay bajo los cielos[14].

Lo sabe todo de todos: el pasado, el presente y el futuro.

Señor, Tú me has examinado y conocido. Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme. Has entendido desde lejos mis pensamientos. Has escudriñado mi andar y mi reposo, y todos mis caminos te son conocidos, pues aún no está la palabra en mi lengua y ya Tú, Señor, la sabes toda. Detrás y delante me rodeaste, y sobre mí pusiste Tu mano. Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí; ¡alto es, no lo puedo comprender![15]

El pasaje anterior muestra que Él sabe lo que vamos a decir antes que lo digamos. Aun antes de nacer una persona, Él lo sabe todo sobre ella, inclusive cuánto tiempo va a vivir.

Tú formaste mis entrañas; me hiciste en el seno de mi madre. Te daré gracias, porque asombrosa y maravillosamente he sido hecho; maravillosas son Tus obras, y mi alma lo sabe muy bien. No estaba oculto de Ti mi cuerpo, cuando en secreto fui formado, y entretejido en las profundidades de la tierra. Tus ojos vieron mi embrión, y en Tu libro se escribieron todos los días que me fueron dados, cuando no existía ni uno solo de ellos[16].

Dios está al tanto de cada acción y cada gesto nuestro.

El Señor observa desde el cielo y ve a toda la humanidad; Él contempla desde Su trono a todos los habitantes de la tierra. Él es quien formó el corazón de todos, y quien conoce a fondo todas Sus acciones[17].

Los ojos de Dios están sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos[18].

Los ojos del Señor están en todo lugar, mirando a los malos y a los buenos[19].

Dios, Tú conoces mi insensatez, y mis pecados no te son ocultos[20].

¿Acaso Él no ve mis caminos y cuenta todos mis pasos?[21]

He guardado Tus mandamientos y Tus testimonios, porque todos mis caminos están delante de Ti[22].

Además de estar al tanto de nuestras acciones, Dios conoce nuestras intenciones. Su conocimiento de nosotros no se restringe a nuestros actos visibles: sabe lo que los motiva. Conoce nuestros pensamientos más profundos.

El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero el Señor mira el corazón[23].

Tú oirás en los cielos, en el lugar de Tu morada, perdonarás y actuarás; darás a cada uno, cuyo corazón Tú conoces, conforme a sus caminos (porque solo Tú conoces el corazón de todos los hijos de los hombres)[24].

Vosotros sois los que os justificáis a vosotros mismos delante de los hombres, pero Dios conoce vuestros corazones[25].

Yo, el Señor, sondeo el corazón y examino los pensamientos, para darle a cada uno según sus acciones y según el fruto de sus obras[26].

Ni la Muerte ni la Destrucción ocultan secretos al Señor, ¡mucho menos el corazón humano![27]

Al hombre le parece bueno todo lo que hace, pero el Señor es quien juzga las intenciones[28].

Implicaciones y aplicaciones

El conocimiento de Dios es infinito, y en él se incluye el conocimiento de cada persona, de lo que hay en su corazón y de lo que hace. Tal conocimiento hace que los juicios que emite Dios sobre las personas sean verdaderos y acertados. Nada le es oculto. Uno puede engañar a los demás (y hasta engañarse a sí mismo) en cuanto a sus actos e intenciones, pero ante Dios todo está expuesto. Ese conocimiento está ligado a la rectitud y justicia de Dios. Él juzga bien porque tiene un conocimiento perfecto de las acciones y de las intenciones de todos, de lo bueno y de lo malo.

Lewis y Demarest expresan de esta manera el infinito conocimiento de Dios:

Dios conoce toda la energía de la naturaleza: la materia, las leyes, los animales y los espíritus finitos. También conoce a las personas vivas, no solo sus características físicas, sino también sus pensamientos íntimos, sus luchas internas, sus motivos, sus decisiones voluntarias y la expresión de esas resoluciones mediante palabras, actos, sucesos y acontecimientos. Él lo sabe todo[29].

No solo conoce el pasado y el presente, sino también el futuro. El libro de Isaías habla de que una de las características del Dios verdadero es Su pleno conocimiento del porvenir y Su capacidad para anunciar acontecimientos futuros.

Yo soy Dios; y no hay otro Dios, ni nada hay semejante a Mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: «Mi plan permanecerá y haré todo lo que quiero»[30].

¿Quién predijo esto hace tiempo, quién lo declaró desde tiempos antiguos? ¿Acaso no lo hice Yo, el Señor? Fuera de Mí no hay otro Dios; Dios justo y Salvador, no hay ningún otro fuera de Mí[31].

Las cosas pasadas desde hace tiempo las declaré, de Mi boca salieron y las proclamé. De repente actué y se cumplieron. Por cuanto sé que eres obstinado, que tu cuello es tendón de hierro y tu frente de bronce, Yo, pues, te las declaré desde hace tiempo. Antes de que sucedieran te las proclamé, no sea que dijeras: «Mi ídolo las ha hecho, y mi imagen tallada o fundida las ha ordenado». Lo has oído; míralo todo. Y ustedes, ¿no lo declararán? Desde este momento te hago oír cosas nuevas y ocultas que no conocías[32].

Cuando se encarnó en Jesús también anunció cosas que iban a suceder: dijo a Sus discípulos que sería entregado en manos de personas que lo matarían, y luego resucitaría; mandó a Pedro que fuera al mar y atrapara un pez para pagar un impuesto; declaró que Judas lo iba a traicionar, y predijo que los discípulos serían expulsados de las sinagogas, perseguidos y muertos.

Enseñaba a Sus discípulos, y les decía: «El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y lo matarán; pero, después de muerto, resucitará al tercer día»[33].

Ve al mar, echa el anzuelo y toma el primer pez que saques, ábrele la boca y hallarás una moneda. Tómala y dásela por Mí y por ti[34].

Cuando se sentaron a la mesa, mientras comían, dijo Jesús: «De cierto os digo que uno de vosotros, que come conmigo, me va a entregar». Entonces ellos comenzaron a entristecerse y a decirle uno tras otro: «¿Seré yo?» Y el otro: «¿Seré yo?» Él, respondiendo, les dijo: «Es uno de los doce, el que moja conmigo en el plato»[35].

Os expulsarán de las sinagogas, y aun viene la hora cuando cualquiera que os mate pensará que rinde servicio a Dios[36].

Ciencia media o condicionada

Dios conoce todo lo que ocurre —pasado, presente y futuro—, así como los pensamientos y las intenciones de los seres humanos. En teología eso se expresa como el conocimiento de las cosas reales. Dios conoce todas las cosas reales. También conoce todas las cosas posibles, o sea, lo que ocurriría o podría ocurrir en ciertas circunstancias, pero no ocurre; es decir, los contingentes condicionados. Esto es lo que algunos llaman ciencia condicionada.

Veamos un ejemplo. Cuando David huía de Saúl, en cierto momento le avisaron que los filisteos estaban atacando la ciudad de Keila. Consultó al Señor, el cual le dijo que se enfrentara a los filisteos y liberara la ciudad. David y sus hombres hicieron eso y salvaron a los habitantes de Keila.

Posteriormente Saúl se enteró de que David estaba en Keila y dijo: «Dios lo ha entregado en mis manos, pues él mismo se ha encerrado al entrar en una ciudad con puertas y cerraduras»[37]. Así que convocó a su gente para ir a la guerra y sitiar a David y sus hombres. Cuando David lo supo, oró:

«Señor, Dios de Israel, Tu siervo tiene entendido que Saúl intenta venir a Keila para destruir la ciudad por causa mía. ¿Me entregarán los vecinos de Keila en sus manos? ¿Descenderá Saúl, como ha oído Tu siervo? Señor, Dios de Israel, te ruego que lo hagas saber a Tu siervo». El Señor dijo: «Sí, descenderá». Dijo luego David: «¿Me entregarán los vecinos de Keila a mí y a mis hombres en manos de Saúl?» El Señor respondió: «Os entregarán». Entonces David partió con sus hombres, que eran como seiscientos, salieron de Keila y anduvieron de un lugar a otro. Llegó a Saúl la noticia de que David se había escapado de Keila y desistió de salir[38].

Dios sabía lo que iba a pasar si David y sus hombres permanecían en Keila, y se lo reveló a David. Sabía que en esa situación los hombres de Keila entregarían a David en manos de Saúl. Eso no sucedió porque David se fue de Keila; pero si no lo hubiera hecho, lo habrían entregado.

Veamos otro pasaje en que queda claro que Dios conoce las cosas posibles. Cuando Jesús reprendió a las ciudades de Corazín, Betsaida y Capernaúm porque no se arrepintieron después que había hecho en ellas tantos milagros, dijo:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que en vestidos ásperos y ceniza se habrían arrepentido. Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para vosotras. Y tú, Capernaúm, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades serás abatida, porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy[39].

Jesús dijo que si Él hubiera hecho Sus milagros en Tiro, en Sidón y en Sodoma, esas ciudades se habrían arrepentido, y Sodoma todavía existiría. Por supuesto que Jesús no hizo Sus milagros y hechos portentosos en Tiro, ni en Sidón, ni en Sodoma; no obstante, Dios sabe lo que habría sucedido en esas ciudades si la situación hubiera sido distinta.

Esos ejemplos muestran que Dios no solo sabe lo que ocurre y lo que ocurrirá, sino también lo que ocurriría en cada situación si intervinieran otros factores. Conoce todas las cosas, reales y posibles. Es lo que se conoce como ciencia condicionada o ciencia media.

Wayne Grudem explica:

El hecho de que Dios conoce todas las cosas posibles también se puede deducir del pleno conocimiento que tiene de Sí mismo. Si se conoce plenamente a Sí mismo, sabe todo lo que es capaz de hacer, en lo que se incluye todas las cosas que son posibles. Eso es algo realmente asombroso. Dios ha hecho un universo increíblemente complejo y variado. No obstante, hay miles y miles de otras variaciones o clases de cosas que Dios podría haber creado, y no creó. El conocimiento infinito de Dios comprende el conocimiento detallado de lo que cada una de esas posibles creaciones pudiera haber sido y lo que habría sucedido en cada una de ellas. «Conocimiento tan maravilloso rebasa mi comprensión; tan sublime es que no puedo entenderlo» (Salmo 139:6). «Mis caminos y Mis pensamientos son más altos que los de ustedes; más altos que los cielos sobre la tierra» (Isaías 55:9)[40].

William Lane Craig presenta una ilustración muy útil de lo que es la ciencia condicionada o ciencia media:

Creo que una de las mejores ilustraciones de esto se halla en la novela Un cuento de Navidad, de Charles Dickens, cuando a Scrooge se le aparece el fantasma de las Navidades futuras y le muestra cantidad de cosas horribles, como la muerte de Tiny Tim y su propia tumba. Esas visiones, esas sombras, impresionan tanto a Scrooge que cae a los pies del espectro y dice: «Dime, espíritu, ¿estas son sombras de cosas que serán o tan solo de cosas que podrían ser?» Lo que el fantasma le mostraba no eran sombras de cosas que iban a ser. Conociendo cómo termina la novela, sabemos que Tiny Tim no muere y que Scrooge se arrepiente. De modo que el espectro no le estaba enseñando sombras de las cosas que iban a ser; está claro que no le estaba mostrando el futuro. Pero tampoco le estaba enseñando cosas que podían suceder; no le estaba mostrando tan solo posibilidades. Por supuesto que todo es posible: Scrooge podía haber abierto una florería en Covent Garden; eso sería una posibilidad. Pero lo que el espíritu le estaba enseñando era un contingente condicionado, lo que sucedería si no se arrepentía. Eso fue lo que le comunicó. No le transmitió la presciencia del futuro, sino el conocimiento de un futurible, de lo que ocurriría si no se arrepentía[41].

William Lane Craig lo explica más a fondo:

En terminología filosófica, el fantasma le estaba revelando a Scrooge ciertos conocimientos contrafactuales. Una frase contrafactual es una declaración condicional que usa el modo subjuntivo, por ejemplo: «Si yo fuera rico, compraría un Mercedes»; «Si se lo preguntaras, te diría que sí». Las frases contrafactuales representan una parte enorme y significativa de nuestro lenguaje corriente y son indispensables en nuestros procesos decisorios. Por ejemplo: «Si me metiera ahora en el tráfico, no llegaría». Evidentemente, tomamos a diario decisiones de vida o muerte basándonos en la presunta veracidad de declaraciones contrafactuales[42].

La omnisciencia de Dios, como otros de Sus atributos, no resulta plenamente comprensible para nuestro entendimiento humano. Sus pensamientos son más altos que los nuestros, como cabría esperar del Ser infinito, que creó el mundo y todo lo que hay en él, que vive en la eternidad y conoce el pasado, el presente y el futuro.

En el siguiente artículo sobre la omnisciencia de Dios examinaremos la cuestión del libre albedrío humano y cómo se entiende con referencia a la omnisciencia de Dios. ¿Acaso el hecho de que Dios conoce las decisiones que todos vamos a tomar significa que estamos obligados a tomarlas? ¿La omnisciencia de Dios anula nuestro libre albedrío? (Continuará en la 2ª parte.)


Notas

A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. También se citan versículos de la Nueva Versión Internacional (NVI), de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), de la versión Dios Habla Hoy (DHH) y de la Nueva Traducción Viviente (NTV).


[1] Job 37:16 (NBLH).

[2] 1 Juan 3:20.

[3] Job 21:22 (NVI).

[4] Romanos 11:34 (DHH).

[5] Salmo 147:5.

[6] Isaías 55:8,9.

[7] Romanos 11:33.

[8] Keathley, Kenneth: Salvation and Sovereignty, B & H Publishing Group, 2010, p. 16.

[9] Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996, vol. 1, p. 231.

[10] Craig, William Lane: The Doctrine of God, charla 6 de la serie «Defenders».

[11] 1 Corintios 2:10,11 (NBLH).

[12] Mateo 10:29,30 (NTV).

[13] Hebreos 4:13 (NTV).

[14] Job 28:24.

[15] Salmo 139:1–6.

[16] Salmo 139:13–16 (NBLH).

[17] Salmo 33:13–15 (NVI).

[18] Job 34:21.

[19] Proverbios 15:3.

[20] Salmo 69:5.

[21] Job 31:4.

[22] Salmo 119:168.

[23] 1 Samuel 16:7.

[24] 1 Reyes 8:39.

[25] Lucas 16:15.

[26] Jeremías 17:10 (NVI).

[27] Proverbios 15:11 (NTV).

[28] Proverbios 16:2 (DHH).

[29] Lewis, Gordon R., y Demarest, Bruce A.: Integrative Theology, Zondervan, Grand Rapids, 1996, vol. 1, p. 231.

[30] Isaías 46:9,10.

[31] Isaías 45:21 (NVI).

[32] Isaías 48:3–6 (NBLH).

[33] Marcos 9:31.

[34] Mateo 17:27.

[35] Marcos 14:18–20.

[36] Juan 16:2.

[37] 1 Samuel 23:7.

[38] 1 Samuel 23:10–13.

[39] Mateo 11:21–23.

[40] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007, pp. 196 y 197.

[41] Craig, William Lane: The Doctrine of God, charla 7 de la serie «Defenders».

[42] Craig, William Lane: «The Middle Knowledge View», capítulo del libro Divine Foreknowledge, InterVarsity Press, 2001. p. 120.

Traducción: Jorge Solá. Revisión: Felipe Mathews y Gabriel García V.