Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (La protección de la vida humana, 4ª parte)

Enviado por Peter Amsterdam

mayo 7, 2019

Eutanasia

[Living Christianity: The Ten Commandments (Safeguarding Human Life, Part 4). Euthanasia]

(Partes de este artículo provienen del libro Christian Ethics de Wayne Grudem[1])

Ninguno de nosotros sabe cuándo nos llegará la muerte; además, siendo cristianos creemos que la hora de nuestra muerte está en manos de Dios[2]. Me imagino que la mayoría de nosotros aspira a gozar de una larga vida y que cuando hayamos llegado a una vejez digna tengamos una muerte indolora en presencia de nuestros seres queridos para poder expresarles cuánto los queremos y despedirnos de ellos. Obviamente que muchas muertes no resultan así. Con frecuencia las personas experimentan diversos grados de dolor y dificultad a medida que envejecen y se acerca la hora de su muerte.

En algunos países —principalmente occidentales— se han aprobado leyes que permiten que quienes padecen un dolor insufrible a raíz de una enfermedad incurable puedan optar por poner fin a su vida mediante un procedimiento médico con el objeto de acabar con un prolongado sufrimiento. Este procedimiento se denomina eutanasia. La palabra eutanasia proviene del griego efthanasía formada por eu, que significa bien y tanatos que significa muerte; por ende, representa el buen morir. El tema de la eutanasia generalmente surge en casos de personas que padecen enfermedades terminales, sufren dolores crónicos y han perdido el deseo de vivir. También entra en el debate en casos de personas que han perdido buena parte de sus capacidades mentales a causa de la demencia o que se encuentran en permanente estado de coma. En casos así, ¿es moralmente correcto intervenir para poner fin a la vida de una persona si esta lo solicita? O, de no estar el afectado en condiciones de solicitarlo, ¿está bien que los familiares o el médico decidan realizar acciones tendentes a provocarle la muerte?

Una de las cuestiones esenciales al deliberar sobre la moralidad de la eutanasia es: ¿Qué valor tiene la vida humana? La perspectiva cristiana se basa en que la vida es don de Dios. La vida humana posee una dignidad y un valor intrínsecos por cuanto fue creada por Dios a imagen Suya[3]. Por ende, la vida humana vale en sí y por sí misma. Los ancianos, los enfermos, los que padecen alguna discapacidad física o mental, los que se encuentran en estado vegetativo persistente o están próximos a morir, todos ellos tienen el mismo valor que cualquier otro ser humano. Puesto que todas las criaturas humanas poseen un valor intrínseco, el cristianismo no se adscribe al concepto de que sería un acto moral aplicarle eutanasia a una persona. La Escritura expresa No matarás[4], y eso abarca la opción de poner término a la vida para poner término al sufrimiento.

Hay quienes aducen que los derechos del individuo están por encima de todo y por tanto este tiene derecho a poner fin a su vida en caso de que esté enfermo, de que padezca dolores extremos o no pueda gozar de determinada calidad de vida. O que si el afectado se encuentra en permanente estado comatoso y no ha dejado instrucciones claras sobre la atención médica que recibirá en la etapa final de su vida[5], entonces otra persona previamente autorizada podrá tomar la decisión en su lugar.

Algunos de los argumentos que esgrimen los que consideran legítima la eutanasia son:

Las personas tienen libre albedrío. De ahí que cada individuo tiene el derecho a elegir en asuntos que atañen a su propio cuerpo, entre ellos poner fin a su vida.

La persona tiene el derecho moral a morir con dignidad. La gente debería tener la facultad de optar por una muerte digna. Una muerte lenta y dolorosa no es digna y por tanto los individuos debieran tener derecho a la eutanasia.

Privarse de la vida es preferible a una vida de sufrimiento. Dado que el sufrimiento puede afectar gravemente la calidad de vida, es mejor poner fin a la vida que vivir con tormento.

Es un acto de misericordia para con el sufriente. Si una persona se encuentra en estado vegetativo permanente, lo compasivo es poner fin a su vida para que acabe su suplicio.

Es un acto de misericordia para con la familia del sufriente. La persona enferma no es la única que sufre. A menudo los integrantes de su familia sufren consecuencias sociales y sicológicas.

Exime a la familia de duras presiones económicas. Una enfermedad grave puede suponer una enorme carga económica susceptible de afectar los bienes de la familia.

Libra a la sociedad de una gran carga. Los gastos destinados a la asistencia médica de los adultos mayores pueden ser onerosos para la sociedad.

En algunos países y en algunos estados de los EE.UU. la eutanasia es legal. Ya que es legal se deduce que es moralmente permisible.

El cristianismo aborda el tema desde una perspectiva muy distinta:

Una persona no tiene el derecho moral a matarse a sí misma ni matar a nadie más basándose en una afección médica. El sexto mandamiento declara: No matarás[6]. La Escritura enseña que el momento de nuestra muerte está en manos de Dios.

Yo hago morir y hago vivir [...]; no hay quien pueda librar de Mi mano[7].

Al enterarse de la muerte de sus hijos, Job exclamó:

«Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. El SEÑOR dio, y el SEÑOR quitó. ¡Sea bendito el nombre del SEÑOR!»[8]

No es un acto de misericordia. Matar a los que sufren no evita el tormento humano; impone más bien el tormento de la muerte. Quitar la vida de un enfermo no es un acto de bondad o justicia; la Escritura enseña que es un acto vil.

Mucho se puede aprender del sufrimiento. El apóstol Pablo escribió:

Nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia, y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza[9].

En el libro de Santiago leemos:

Hermanos míos, considérense muy dichosos cuando tengan que enfrentarse con diversas pruebas, pues ya saben que la prueba de su fe produce constancia. Y la constancia debe llevar a feliz término la obra, para que sean perfectos e íntegros, sin que les falte nada[10].

La vida humana es de inmenso valor. No hay valor material que se pueda atribuir al valor espiritual de una vida labrada a imagen de Dios. Jesús dijo:

¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero y perder su alma?[11]

Expresó también el valor de la vida humana cuando dijo:

Miren las aves del cielo, que no siembran ni siegan ni recogen en graneros; y su Padre celestial las alimenta. ¿No son ustedes de mucho más valor que ellas?[12]

La idea de que uno deba poner fin a su vida humana debido a la carga económica que supondrá para los demás o para el Estado no se condice con el verdadero valor que tiene cada ser humano desde la óptica divina.

Aunque la eutanasia esté legalizada en algunos países, eso no significa que sea moralmente correcta. Las leyes de los países no siempre concuerdan con las leyes de Dios. A los cristianos se nos pide que nuestras elecciones y decisiones sean acordes con lo que enseña la Escritura. De ahí que la eutanasia no es un procedimiento moralmente legítimo para un cristiano.

Cabe hacer una distinción entre realizar, por una parte, una acción que acelere o produzca la muerte del enfermo —eutanasia— y por la otra, permitir que alguien fallezca de muerte natural a causa de su enfermedad sin interferir en el proceso. Si bien sería inmoral negar los medios de subsistencia como comida y agua —incluso los suministrados por tubos— a quien padece una grave enfermedad, no necesariamente sería inmoral desconectar los mecanismos de auxilio no naturales como un respirador o sistema mecánico de soporte vital que mantienen bombeando el corazón, pero que resultan inútiles para ayudar a la persona a recuperarse de su enfermedad y no hacen otra cosa que prolongar su muerte. Cuando los medios artificiales de alargar la vida interfieren con el proceso natural de la muerte no es moralmente obligatorio seguir aplicándolos. Si una persona en estado de coma se halla en proceso irreversible de muerte no hay impedimento moral para aceptar que el proceso natural de muerte siga su curso. En caso de que la persona haya firmado una orden de no reanimación, esta debe respetarse.

Cuando alguien sufre intensamente y no está en condiciones de comunicar sus deseos con respecto a su medicación es moralmente correcto proporcionarles medicamentos fuertes para aliviar el dolor. Esto se refleja en el libro de los Proverbios: Den licor al que va a perecer[13]. Al enfermo terminal se le deben aplicar remedios para paliar el dolor. Medicamentos como la morfina o drogas clasificadas como opioides le evitan a la gente continuos y extremos sufrimientos a medida que se aproxima a la muerte. No obstante, esas drogas a veces también apresuran la muerte. ¿Es moralmente admisible suministrarlas en esos casos? En algunos casos sería moralmente aceptable toda vez que el objeto con que se administra la droga es aliviar los dolores agudos, no matar al paciente.

Un autor lo explica así:

En esos casos se puede invocar el principio del doble efecto. En circunstancias en que dos efectos —uno bueno y uno pernicioso— deriven de la misma acción es nuestra obligación moral disponer el bueno. El efecto pernicioso no es más que un elemento necesario y concomitante [que actúa conjuntamente] de la buena acción que se realiza; no hay por ello culpabilidad moral. Por ejemplo, cuando es necesario amputar una pierna gangrenada, se dan dos efectos. Primero, que se puede salvar la vida del individuo. Segundo, que el cuerpo será mutilado y quedará minusválido. Sin embargo, esta consecuencia perniciosa se compensa con el hecho de salvar una vida. Asimismo, a veces el dolor es tan grande que la medicina requerida para contrarrestarlo acelerará al mismo tiempo la muerte. Los pacientes a veces mueren por una cirugía; empero, los beneficios potenciales contrapesan los riesgos[14].

El coautor de otro libro de ética escribió:

Recomendamos lo siguiente en el caso de una persona que esté sufriendo terriblemente a consecuencia de una enfermedad terminal: Hagan lo que sea moralmente aceptable para paliar el dolor y no obliguen al paciente a someterse a procedimientos o tomar remedios que ya han resultado ineficaces o que no suponen beneficios previsibles. Sin embargo, debido al mandamiento que nos conmina a no quitar vidas inocentes, no maten al paciente ni lo asistan en un suicidio. En caso de que los analgésicos precipiten la muerte pero su intención sea aliviar el dolor, administrar calmantes es moralmente aceptable. Se aplica el principio del doble efecto[15].

Pese a que la muerte es parte inevitable de la vida, la hora de nuestra muerte está en manos de Dios. Su mandamiento, no matarás, abarca no solamente asesinar a otros, sino también quitarse la propia vida por vía del suicidio o la eutanasia. Hay veces en que la vida se torna sumamente difícil, cuando poner fin a la vida pareciera ser la mejor fórmula para lidiar con las adversidades o sufrimientos que experimentamos; no obstante, el amor, la gracia y la fortaleza de Dios siempre están a nuestra disposición.

Dios es fiel y no permitirá que ustedes sean sometidos a una prueba más allá de lo que puedan resistir, sino que junto con la prueba les dará la salida, para que puedan sobrellevarla[16].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).

[2] Salmo 31:15.

[3] V. «A imagen y semejanza de Dios», 1ª y 2ª parte:

https://directors.tfionline.com/es/post/lo-esencial-la-humanidad-2/
https://directors.tfionline.com/es/post/lo-esencial-la-humanidad-3/

[4] Éxodo 20:13.

[5] En el siguiente enlace encontrarán mayor información sobre los poderes notariales permanentes para la atención médica en las últimas etapas de la vida. https://www.lawhelp.org/dc/es/resource/frequently-asked-questions-about-durable-powe

[6] Éxodo 20:13.

[7] Deuteronomio 32:39.

[8] Job 1:21.

[9] Romanos 5:3,4.

[10] Santiago 1:2–4 (NVI).

[11] Marcos 8:36 (NBLH).

[12] Mateo 6:26.

[13] Proverbios 31:6.

[14] Geisler, Norman L., Christian Ethics, Contemporary Issues & Options (Grand Rapids: Baker Academic, 2010), 177–78.

[15] Feinberg, John S. y Feinberg, Paul D., Ethics for a Brave New World (Wheaton: Crossway, 2010), 224.

[16] 1 Corintios 10:13 (RVC).

 

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