1 Corintios: Capítulo 10 (versículos 1-15)

abril 8, 2025

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 10 (verses 1–15)]

Luego de departir sobre la vida cristiana recurriendo a la analogía de una carrera atlética para sacar a relucir la determinación y autodisciplina que se requieren para obtener el premio, Pablo continúa su exhortación a los creyentes de Corinto.

No quiero que ignoren, hermanos, que todos nuestros padres estuvieron bajo la nube, y que todos atravesaron el mar. Todos en Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar (1 Corintios 10:1,2).

El apóstol emplea aquí la palabra «hermanos» para demostrar su preocupación por los Corintios. Era firme con ellos, pues los amaba y velaba por ellos. Los corintios que comían carne consagrada a los ídolos tenían cierto grado de conocimiento de que el ídolo nada es y no hay sino un solo Dios (1 Corintios 8:4). Con todo, Pablo temía que desconocieran las lecciones que dejaba la historia del Antiguo Testamento y los peligros que acarreaba la idolatría.

Explicó dichos peligros estableciendo dos comparaciones entre las experiencias de los corintios y los erráticos desplazamientos de los israelitas en el desierto. Dios proporcionó una nube para guiar a Israel en su éxodo de Egipto (Éxodo 13:21,22) y se valió de Moisés para dividir el Mar Rojo y salvar a Su pueblo (Éxodo 14:21–31). Pablo refirió esos acontecimientos interpretando que todos los israelitas se habían bautizado en Moisés para demostrar que, de forma muy similar, los creyentes de Corinto se habían bautizado en Cristo. Estableció esa analogía para asociar a Israel con los corintios y así aplicar las lecciones de Israel a Corinto.

Todos comieron la misma comida espiritual. Todos bebieron la misma bebida espiritual, porque bebían de la roca espiritual que los seguía; y la roca era Cristo (1 Corintios 10:3,4).

Al referirse a la comida y a la bebida en sentido espiritual, Pablo habló del maná del cielo que Dios proveyó para Israel durante cuarenta años (Éxodo 16:12–35) y del agua que hizo brotar de una roca por lo menos en dos ocasiones (Éxodo 17:6; Números 20:11). El apóstol vincula simbólicamente a Cristo con el suministro de agua: la roca era Cristo. Al hacerlo, retrata a Cristo como «la Roca» —uno de los nombres de Dios en el Antiguo Testamento— que seguía a los israelitas (Deuteronomio 32:4, Salmo 18:2).

Sin embargo, Dios no se agradó de la mayoría de ellos; pues quedaron postrados en el desierto (1 Corintios 10:5).

Enseguida Pablo señala su principal preocupación. Cinco veces en cuatro versículos menciona que «todos» los israelitas compartían experiencias comunes (1 Corintios 10:1-4). A los israelitas los unían sus vivencias de la gracia de Dios, así como a los corintios los unía el bautismo cristiano y la cena del Señor.

Pese a que todo Israel gozaba de la gracia divina, Dios no estaba contento con la mayoría de ellos. Por eso la mayoría murió en el desierto y no tuvo licencia para entrar en la Tierra Prometida. Pablo mencionó aquello para llamar la atención hacia una situación parecida que se daba dentro de la iglesia de Corinto. Si bien todos en la iglesia de Corinto habían emprendido un viaje espiritual en Cristo y todos habían participado dentro de ella en el bautismo y en la Cena del Señor, eso no quería decir que tenían la libertad para tomar parte en conductas que desagradaban a Dios y que otrora derivaron en severos escarmientos para el pueblo de Israel.

Estas cosas sucedieron como ejemplos para nosotros, para que no seamos codiciosos de cosas malas, como ellos codiciaron (1 Corintios 10:6).

Los corintios no debían tener el corazón puesto en cosas malas. Es posible que Pablo aludiera a (Números 11:4–6), episodio en que los israelitas valoraron más las comidas que su lealtad a Dios. Fueron tantos los pecados cometidos por Israel que todos salvo dos de los adultos que salieron de Egipto murieron en el desierto (Números 32:11–13). Ni al propio Moisés se le permitió entrar en la Tierra de Promisión (Números 20:12).

Pablo realzó esos ejemplos para advertir a los corintios sobre la naturaleza de las bendiciones de Dios. Si se empeñaban en desobedecer a Dios, Él quizá los castigaría como castigó a Israel. Pablo quería que los corintios se resistieran a que sus deseos caprichosos predominaran sobre su lealtad a Dios.

No sean idólatras, como algunos de ellos, según está escrito: Se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó para divertirse (1 Corintios 10:7).

En el segundo ejemplo, Pablo advirtió a los creyentes que no fueran idólatras, como evidentemente lo eran algunos. En ese momento contemplaba Éxodo 32:6, y lo citó para que se entendiera claramente lo que decía. Mientras Moisés recibía los Diez Mandamientos en el monte Sinaí, Israel empezaba a gozar de un jolgorio pagano ante un becerro de oro fabricado por el mismo pueblo. Entre otras cosas tenía lugar allí un festín en que se consumían alimentos de culto pagano parecidos a los que ingerían los corintios en templos idólatras. Por semejante idolatría Dios casi destruye a la nación hebrea. Fue así que, por orden Suya, Moisés mandó matar a tres mil hombres (Éxodo 32:27-28). De ahí que Pablo previniera a los corintios de que tomaran seriamente la tentación de consumir comidas idolátricas.

Ni practiquemos la inmoralidad sexual, como algunos de ellos la practicaron y en un solo día cayeron veintitrés mil personas (1 Corintios 10:8).

En el tercer ejemplo, Pablo advirtió contra la inmoralidad sexual, aludiendo a un incidente narrado en Números cuando veintitrés mil israelitas murieron tras participar en ritos de fertilidad e idolatría (Números 25:1–9). El relato de Números declara que veinticuatro mil personas murieron por castigo de Dios azotadas por una plaga a causa de esos pecados. El número que detalla Pablo varía un poco, pero su argumento es claro: muchos murieron por participar en ritos paganos de fertilidad.

Los practicantes de las religiones de fertilidad creían que tomar parte en actos de prostitución religiosa y orgías traía consigo salud, fertilidad y prosperidad. La idolatría practicada en Corinto durante la época de Pablo llevaba aparejada tales actos de fertilidad. La advertencia de Pablo era clara: consumir comidas sacrificadas a los ídolos en templos paganos y tomar parte de sus ritos podía conducir a inmoralidad sexual, algo a lo que los corintios eran proclives (1 Corintios 6:15,16).

Ni tentemos a Cristo, como algunos de ellos le tentaron y perecieron por las serpientes (1 Corintios 10:9).

En el cuarto ejemplo Pablo aleccionó a los Corintios para que no pusieran a prueba al Señor, como lo hicieron algunos israelitas en el pasado, cuando el pueblo blasfemó contra Dios desdeñando el maná que les concedió (Números 21:4–9). Pablo recurrió a esa parábola porque algunos en Corinto no estaban contentos con lo que Dios les había dado en Cristo. Al igual que los israelitas de otros tiempos que desearon otras comidas aparte del maná, los corintios tenían tal apetito por las carnes que desestimaban todas las demás consideraciones. El escarmiento impuesto por Dios a los antiguos israelitas puso sobre aviso a los corintios en contra de esas costumbres.

Ni murmuren, como algunos de ellos murmuraron y perecieron por el destructor (1 Corintios 10:10).

La quinta admonición de Pablo a los corintios fue que no murmuraran, como lo hacían algunos. La queja contra Dios y Sus dirigentes fue algo recurrente en el desierto (Éxodo 15:24; Deuteronomio 1:27). Si bien la Escritura no menciona un determinado momento en que el destructor, exterminador (NVI) o ángel destructor (CBS) se apareció a los israelitas en el yermo, conceptos semejantes sí aparecen en distintas partes del Antiguo Testamento[1]. El concepto expresado por Pablo está muy claro: Murmurar y quejarse de Dios redundó en el castigo divino contra ellos y en su destrucción.

Estas cosas les acontecieron como ejemplos y están escritas para nuestra instrucción, para nosotros sobre quienes ha llegado el fin de las edades (1 Corintios 10:11).

Pablo nuevamente señala que los pecados y escarmientos de los israelitas en el desierto les acontecieron como ejemplos y quedaron registraron en el Antiguo Testamento para que nos sirvieran de advertencia a los cristianos. Esos sucesos no se relataron solo por consideración al pueblo de Dios del Antiguo Testamento; la iglesia neotestamentaria también se benefició de esas enseñanzas. Los seguidores de Cristo siempre corren el peligro de aprovecharse de sus vivencias cristianas de gracia como licencia para pecar; no obstante, el ejemplo dado del Antiguo Testamento prohíbe tal licencia.

Los exégetas mantienen diversas opiniones con respecto a lo que quiso expresar Pablo al referirse a los creyentes como quienes ha llegado el fin de las edades. Hay quienes consideran que lo que él declara en esa frase es que con la venida de Cristo y Su redención las edades anteriores habían llegado a su fin. El texto también parece ser una referencia escatológica, similar a expresiones empleadas por varios autores del Nuevo Testamento, como «en los últimos tiempos» (1 Pedro 1:20,21), «ya es la última hora» (1 Juan 2:18) y «en los últimos días» (2 Timoteo 3:1).

Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga (1 Corintios 10:12).

Cristianos que están excesivamente seguros de sí mismos y creen estar firmes deben cuidarse de no caer como cayeron los israelitas en el desierto. Con ello Pablo no quería decir que la salvación podía perderse; lo dijo más bien como advertencia para los que creían equivocadamente que podían permitirse ciertas conductas prohibidas por Dios.

Es probable que el comentario paulino estuviera dirigido a los que creían que tenían la libertad para comer en templos dedicados a los ídolos. Por mucho que actuaran con la confianza de que al tomar parte en ello no caerían, corrían peligro de caer en idolatría y en inmoralidad sexual. Es posible que Pablo estuviera pensando en los hermanos y hermanas más débiles que adquirieron confianza para comer en templos paganos viendo a otros hacer lo mismo. Ya él había expresado su preocupación de que esos hermanos y hermanas pudieran acabar destruidos por dichas actividades.

No les ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, quien no los dejará ser tentados más de lo que ustedes pueden soportar, sino que juntamente con la tentación dará la salida, para que la puedan resistir (1 Corintios 10:13).

La palabra tentación en este verso se usa en un amplio sentido que alude tanto a pruebas como a tentaciones. Otro autor lo explica así: «La imaginería aquí es la de un ejército atrapado en terreno escabroso que logra escapar de una situación imposible por un paso de montaña»[2].

La afirmación que hace Pablo en este verso da a entender claramente que los cristianos no afrontaremos ninguna tentación que no podamos resistir. En primer lugar, señala que todas las tentaciones que enfrentan los cristianos, incluida la idolatría, son comunes a todos. La tentación que afrontaban los corintios de transigir consumiendo comidas que se sabían sacrificadas a los ídolos no era infrecuente; de hecho, era bien común. Tampoco era una tentación o prueba que no pudieran superar. Otros cristianos habían resistido la atracción de inclinarse a la idolatría y para los corintios también era factible hacerlo.

En segundo lugar, Dios es fiel y no desertará a Su pueblo. Se puede confiar en que Él no permitirá tentaciones que resulten insoportables para los cristianos. Dios siempre ofrecerá una vía de escape a la tentación de tal manera que los creyentes puedan adoptar una actitud firme contra ella y no caer en pecado. Dios mismo no tienta a nadie (Santiago 1:13) y a causa del gran amor que abriga por Sus hijos no permite tentaciones que sean tan fuertes como para superar a los creyentes. Más bien los cristianos caen en pecado cuando no adoptan una actitud clara contra ello y no buscan la salida que facilita Dios.

Por tanto, amados míos, huyan de la idolatría (1 Corintios 10:14).

Pablo se dirigió cordialmente a los corintios calificándolos de amados míos. Su consejo fue simple, pero elocuente: huyan de la idolatría. En otras partes de sus epístolas conminó a sus lectores a «huir» del pecado cuando se vieran en peligro (1 Timoteo 6:11; 2 Timoteo 2:22). Como lo demuestran los versículos anteriores, la idolatría es cosa seria. Los cristianos no deben jugar con ella. La única manera sensata de proceder cuando se trata del pecado es no tener nada que ver con él, sino más bien huir de él.

Como a sensatos les hablo; juzguen ustedes lo que digo (1 Corintios 10:15).

El apóstol consideró que los corintios eran gente sensata y quiso que juzgaran el asunto por sí mismos. Pensó que el buen sentido de los argumentos que presentaba los convencería de la postura asumida por él.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.



[1] Véase, por ejemplo, Éxodo 12:23, 1 Crónicas 21:15 y Salmo 78:49.

[2] Leon Morris, 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, vol. 7, Tyndale New Testament Commentaries (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1985), 142.