1 Corintios: Capítulo 10 (versículos 16-33)

abril 28, 2025

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 10 (verses 16–33)]

En la segunda parte de 1ª a los Corintios 10, Pablo empieza por subrayarles a los corintios que concurrir a comidas en templos paganos y participar en la cena del Señor son incompatibles.

La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo? (1 Corintios 10:16).

La primera pregunta gira en torno a la copa de agradecimiento y el pan que comían, empleando términos similares a los relatos de la Cena del Señor (Mateo 26:26–28; 1 Corintios 11:23–26). Beber de la copa es tener comunión con la sangre de Cristo y comer el pan es comulgar con el cuerpo de Cristo. La palabra «comunión» se emplea también en el Nuevo Testamento para referirse a la comunicación y participación en común con Jesús (1 Corintios 1:9) y unos con otros (1 Juan 1:7).

Puesto que el pan es uno solo, nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo; pues todos participamos de un solo pan (1 Corintios 10:17).

Pablo destaca que, aunque los creyentes son muchos, constituyen un solo cuerpo, y que eso es cierto porque hay un solo pan que representa el cuerpo de Cristo, del que todos comulgan. En la prosa de Pablo, un solo cuerpo representa una frase técnica que alude a la unión espiritual, tanto la de los miembros con Cristo como la de los miembros unos con otros en Cristo. En Romanos, Pablo escribió: así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero todos somos miembros los unos de los otros (Romanos 12:5). Ya que los creyentes están unidos espiritualmente con Cristo, todos participan unos con otros de la unión espiritual con Él.

Consideren al Israel según la carne: Los que comen de los sacrificios, ¿no participan del altar? (1 Corintios 10:18.)

Cuando en el Antiguo Testamento se hacían ofrendas de acción de gracias o de paz, el altar era una mesa en la que se sacrificaban alimentos a Dios y los sacerdotes comían de las ofrendas (Levítico 6:17,18). Pablo recalcó que los que comían dichos sacrificios tomaban parte en la trascendencia espiritual del altar del templo. Asimismo, quienes participan en la Cena del Señor fraternizan con Dios.

¿Qué, pues, quiero decir? ¿Que lo que es sacrificado a los ídolos sea algo, o que el ídolo sea algo? Al contrario, digo que lo que los gentiles sacrifican, lo sacrifican a los demonios, y no a Dios. Y yo no quiero que ustedes participen con los demonios (1 Corintios 10:19,20).

Ya anteriormente en esta epístola Pablo había expuesto que las religiones paganas son falsas y que sus sacrificios no están consagrados a dioses verdaderos, puesto que «el ídolo nada es en el mundo» y «no hay sino un solo Dios» (1 Corintios 8:4). Al mismo tiempo matizó su argumento diciendo que existen, sí, esos a los que llaman dioses, sea en el cielo o en la tierra —y son, por cierto, muchos esos dioses y señores— (1 Corintios 8:5,6). En este versículo Pablo explica más a fondo lo que quería decir. Insinúa que algo sobrenatural sí actúa en los sacrificios paganos y que en última instancia estos están consagrados a los demonios y no a Dios. De manera que cuando la gente ofrece sacrificios a los ídolos no se puede dar por sentado que está participando en una actividad que carece de sentido.

Pablo señala que los paganos no ofrecen sacrificios a dioses que los cristianos deban temer, y que en ese sentido, un ídolo no es nada y la comida ofrendada a los ídolos tampoco es nada. No obstante, el apóstol afirma que los sacrificios de los paganos estaban dedicados a los demonios e insiste en que los creyentes de Corinto no sean partícipes de los demonios.

No pueden beber la copa del Señor y la copa de los demonios. No pueden participar de la mesa del Señor y de la mesa de los demonios (1 Corintios 10:21).

Pablo señala de nuevo la incompatibilidad del cristianismo con la idolatría. «La copa del Señor» representa la comunión que los creyentes tienen con Cristo mediante Su sacrificio en la cruz. Simbolizaba la sangre de Cristo derramada para el perdón de pecados. Esa copa es símbolo salvación. Había casos en que los cristianos quizá podían comer alimentos ofrecidos a los ídolos sin pecar, como cuando se vendía carne en el mercado. Eso, sin embargo, no debe hacerse extensivo a la participación en festivales religiosos paganos en los que se practican cultos idólatras.

¿O provocaremos a celos al Señor? ¿Seremos acaso más fuertes que Él? (1 Corintios 10:22.)

Pablo manifiesta ese argumento claramente cuando procede a preguntar a los corintios si acaso pretenden provocar a celos al Señor y si se consideran más fuertes que Él. A Dios se lo retrata en la Biblia como un marido posesivo (Jeremías 31:32; Ósea 2:1–13), que exige lealtad a Su pueblo. Los corintios debían dejar de practicar la idolatría, pues se arriesgaban a desencadenar la ira de Dios, así como lo hicieron los israelitas gobernados por Moisés.

Todo me es lícito, pero no todo conviene. Todo me es lícito, pero no todo edifica. Nadie busque su propio bien, sino el bien del otro (1 Corintios 10:23,24).

Aquí Pablo parte con un eslogan muy en boga entre los corintios de la época y que ya había mencionado en 1 Corintios 6:12: Todo me es lícito. Esa consigna encierra cierta verdad, ya que los cristianos tienen mucha libertad en Cristo. Así y todo, el dicho se debe contrapesar, lo cual hizo Pablo cuando añadió que no todas las cosas convienen o son provechosas. En este pasaje él limita la aplicación de la libertad a cosas que aprovechen o edifiquen a la comunidad cristiana y condiciona los actos de la persona a lo que procure el bien del otro. Ya antes Pablo había subrayado el principio de que los creyentes no debían buscar su propio bien, sino el bien ajeno y la promoción del evangelio (1 Corintios 9:19–23).

Coman de todo lo que se vende en la carnicería, sin preguntar nada por motivo de conciencia; porque del Señor es la tierra y su plenitud (1 Corintios 10:25,26).

Pablo enseñó que los cristianos pueden comer cualquier carne que adquieran en el mercado siempre y cuando no surja la cuestión de la idolatría. Si llegara a salir el tema del sacrificio a los ídolos, los creyentes debían entonces refrenarse de comer por consideración a otros. En las carnicerías de Grecia se vendían algunas carnes previamente dedicadas a un ídolo; otras, sin embargo, nunca habían sido consagradas. Los carniceros no siempre hacían patente esa diferencia.

Los rabinos imponían restricciones a los judíos que vivían en ciudades paganas como Corinto, y estos debían asegurarse de no comprar carne de ninguna tienda, salvo de las que se adherían a las leyes alimentarias judías. Ese, sin embargo, no era el criterio de Pablo. Su posición consistía en que los creyentes podían comer cualquier carne sin suscitar dudas en cuanto a si esta había sido sacrificada a un ídolo. Citó el Salmo 24:1, «del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella», para reafirmar que Dios es el único Dios verdadero de todas las cosas y que los ídolos son insignificantes. Los creyentes podían comer carne sin tener que preocuparse por el historial de la misma.

Si algún no creyente los invita, y quieren ir, coman de todo lo que les pongan delante, sin preguntar nada por motivo de conciencia. Pero si alguien les dice: «Esto ha sido sacrificado en un templo», no lo coman, por causa de aquel que lo declaró y por motivo de conciencia. Pero no me refiero a la conciencia tuya, sino a la del otro (1 Corintios 10:27-29a).

Luego de hablar de la carnicería, Pablo pasa a analizar situaciones en que los creyentes eran huéspedes en hogares de personas no creyentes. Los cristianos pueden comer cualquier cosa que se les sirva sin conflictos de conciencia. Sin embargo, si alguien llegara a decir que la carne se había ofrecido en sacrificio a un ídolo, los creyentes no debían comerla por razones de conciencia, es decir, por consideración a la persona que les avisó. Comer en esas circunstancias podía dar la impresión de que se aceptaba la idolatría. Según este consejo del apóstol, los cristianos deben tener cuidado de no hacer uso de su libertad en perjuicio de otros, ni para su propio reproche. Al comer y beber, y en todo lo que hagamos, nuestro objetivo debe ser la gloria de Dios, agradarlo y honrarlo.

Pues, ¿por qué ha de ser juzgada mi libertad por la conciencia de otro? Si yo participo con acción de gracias, ¿por qué he de ser calumniado por causa de aquello por lo cual doy gracias? (1 Corintios 10:29b,30.)

Pablo pregunta por qué debe hacer algo que permita que su libertad sea juzgada por la conciencia de otra persona. Los cristianos tienen la libertad para consumir carne sacrificada a los ídolos, mas no deben recurrir a esa libertad cuando ofende la conciencia de otro. Si un anfitrión incrédulo no menciona el historial de la carne, los cristianos son libres de comerla. Pablo expresa que los cristianos pueden dar gracias y comer carne posiblemente sacrificada a los ídolos. Pueden tomar parte de la comida con acción de gracias.

Por tanto, ya sea que coman o beban, o que hagan otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios. No sean ofensivos ni a judíos, ni a griegos, ni a la iglesia de Dios, (1 Corintios 10:31,32)

En ese momento el apóstol resume el argumento que expuso en este capítulo. En primer lugar, ya sea que los creyentes consuman o no la comida o la bebida, deben hacerlo todo para la gloria de Dios. La principal aspiración de los seres humanos es la gloria de Dios; honrarlo debe ser la principal preocupación de quienes lo aman. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Deuteronomio 6:5)[1].

En segundo lugar, bien si los creyentes acepten comer o no, no deben hacer tropezar o pecar a otros ni estorbar la receptividad de alguien al evangelio. Ese cuidado por los demás se aplica a judíos, griegos y a la iglesia. Pablo probablemente mencionó esos grupos porque cada uno de ellos planteaba distintas consideraciones. Tanto los judíos como los griegos eran incrédulos en cuanto a las enseñanzas de Cristo; no obstante, cada grupo tenía distintos valores morales y expectativas. Aparte eso, el principio del amor al prójimo debía también aplicarse a la iglesia aun por otros motivos.

así como yo en todo complazco a todos, no buscando mi propio beneficio sino el de muchos, para que sean salvos. Sean ustedes imitadores de mí; así como yo lo soy de Cristo (1 Corintios 10:33,11:1).

Pablo pone fin a esta sección recordando a sus lectores que no les exigiría nada que él mismo no estuviera dispuesto a hacer. Les recordó que él procuraba complacer a todos en todo. Se proponía servir a otros, no porque procurara su propio bien, sino el bien de muchos, o más concretamente, que se salvasen. El compromiso de Pablo con la salvación de los perdidos lo llevó a subestimar sus preferencias y libertades personales por el bien de los demás.

A raíz de la coherencia con que cumplía su servicio, Pablo se sentía calificado para animar a los corintios a seguir su ejemplo, así como él seguía el ejemplo de Cristo. Cristo renunció a Su libertad y honor humillándose a sí mismo hasta el punto de morir en la cruz con tal de salvar a otros (Filipenses 2:5–8). Pablo alentó a los corintios a acordarse del sacrificio de Cristo como modelo de amor y desvelo por los demás. «Sean bondadosos y misericordiosos los unos con los otros, perdonándose unos a otros como Dios también los perdonó a ustedes en Cristo. Por tanto, sean imitadores de Dios como hijos amados» (Efesios 4:32–5:1).


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Véase también Mateo 22:37.