
1 Corintios: Capítulo 11 (versículos 2-16)
mayo 20, 2025
Enviado por Peter Amsterdam

1 Corintios: Capítulo 11 (versículos 2-16)
[1 Corinthians: Chapter 11 (verses 2–16)]
La siguiente sección de la Primera Epístola de Pablo a los Corintios refleja las relaciones entre hombres y mujeres y las expectativas culturales reinantes en la Corinto del siglo primero. Se presenta la relación entre maridos y mujeres en el contexto del mundo de hace dos mil años y las costumbres de la época. Hoy en día el papel de la mujer, las normas de vestir contemporáneas y el concepto de la igualdad de la mujer difieren mucho de los de la antigüedad. No obstante, tratándose de un comentario escrito en la época de Pablo para la gente de ese periodo, refleja las actitudes y expectativas de esos tiempos.
Los alabo porque en todo se acuerdan de mí y retienen las enseñanzas transmitidas tal como yo se las entregué (1 Corintios 11:2).
Fue probablemente un alivio para los corintios oír las palabras iniciales de Pablo elogiándolos por acordarse de él en todo. Por lo visto le complacía saber que los creyentes seguían muchas de sus enseñanzas. Alabó a la iglesia de Corinto por retener las enseñanzas o tradiciones, en alusión a las enseñanzas orales acerca de Jesús transmitidas a Pablo por los primeros discípulos como Pedro y retransmitidas luego por Pablo a ellos.
En este capítulo Pablo lidiaba con un tema polémico relacionado con la adoración pública. Al parecer algunos de la iglesia de Corinto rechazaban la costumbre de que las mujeres casadas se cubrieran la cabeza mientras participaban en el culto. Pablo sabía que muchas de ellas practicaban esa norma cultural de la época, pero al mismo tiempo sintió la obligación de explicarles por qué debían seguir guardando dicha costumbre. Además, le preocupaba la interacción que tenían hombres y mujeres entre sí durante la adoración pública y cómo la verían personas ajenas a la iglesia. Pablo también se enfocó en la oración y la profecía, la enseñanza y la prédica de la Palabra de Dios (1 Corintios 11:4,5), las cuales se acostumbraba a realizar cuando los creyentes se reunían.
Pero quiero que sepan que Cristo es la cabeza de todo hombre, y el hombre es la cabeza de la mujer, y Dios es la cabeza de Cristo (1 Corintios 11:3).
Pablo describe aquí tres formas de dirección o jefatura: Cristo es la cabeza de todo hombre; los maridos son la cabeza de su mujer; Dios es la cabeza de Cristo. En este pasaje, sin embargo, Pablo no describe los roles de los hombres ni de las esposas ni de Cristo.
Los griegos de antaño solían emplear el término cabeza para referirse a la fuente u origen de lo que algo procede; y en este versículo Pablo menciona que «el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre» (1 Corintios 11:8). Algunos intérpretes consideran que cabeza en este caso significa «origen» o «fuente», así como la «cabeza» de un río es la fuente de la que manan las aguas que abastecen el río. Según este modo de ver, Cristo es el origen de los varones, en el sentido de que Él creó a Adán del polvo (Génesis 2:7). Asimismo, a los hombres se los considera la fuente u origen de las mujeres en el sentido de que Eva fue creada a partir de Adán (Génesis 2:22). Dios Padre es la cabeza de Cristo, porque Cristo salió del Padre (Juan 16:27,28nbla).
Otros exégetas bíblicos sostienen que la cabeza implica que la cadena de autoridad discurre del Padre a Cristo, a los maridos y a sus esposas. Esta perspectiva se basa principalmente en el uso de la palabra hebrea cabeza en el Antiguo Testamento, ligada al liderazgo y la autoridad.
Todo hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta, afrenta su cabeza (1 Corintios 11:4)…
Pablo se dirige primero a los varones y declara que cada hombre que ora o profetiza con la cabeza cubierta deshonra a Cristo, que es la cabeza de todo hombre. En el Imperio romano los hombres habitualmente se cubrían la cabeza con sus togas cuando realizaban cultos paganos. Existen muchas posibilidades de que dicha costumbre hubiera influido al pueblo de Corinto; de ahí que Pablo condenara la adopción de la misma.
Es probable que Pablo por lo menos advirtiera a los creyentes sobre la adopción de dicha costumbre en la iglesia. Que un hombre se cubriera la cabeza durante el culto a Cristo equivalía a adorar de la misma manera que los hombres paganos rendían culto a sus dioses. Imitar esa costumbre incorporaba una falsa religión en el culto a Cristo, lo que lo deshonraba. Al escribir eso, Pablo no planteaba que aquello fuera un mandamiento para todos los creyentes. Se trataba más bien de una observación explícita a los corintios manifestándoles su deber de evitar cualquier vinculación con costumbres paganas, tal como lo expresó en capítulos anteriores.
…pero toda mujer que ora o profetiza con la cabeza no cubierta, afrenta su cabeza, porque da lo mismo que si se hubiese rapado. Porque si la mujer no se cubre, que se corte todo el cabello; y si le es vergonzoso cortarse el cabello o raparse, que se cubra (1 Corintios 11:4-6).
Dirigiéndose específicamente a las esposas, Pablo afirmó que las mujeres podían orar o profetizar en los cultos públicos. Pese a que Pablo no permitía que las mujeres prestaran servicio en cargos de ordenación, tipo pastor, dirigente o maestro (1 Timoteo 2:12), no privó a las mujeres de hablar la verdad de la Palabra de Dios, orar y profetizar durante el rito público.
No obstante, Pablo insistió en que toda esposa que orara o profetizara en público debía hacerlo con la cabeza cubierta. En esos tiempos se interpretaba que si una mujer hablaba durante el culto con la cabeza destapada, deshonraba su cabeza. Aunque es posible que Pablo se refiriera a la cabeza física de una mujer, es más probable que quiso decir que deshonraría a su esposo, al que el versículo 3 alude como cabeza de la mujer. Pablo argumentó que si para el marido es una vergüenza que la mujer se haga rapar la cabeza, esta debe entonces cubrírsela durante la adoración pública.
El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre (1 Corintios 11:7).
Pablo respalda aquí su punto de vista con textos de la Escritura. Parte por exponer que un hombre no puede imitar la costumbre pagana de cubrirse la cabeza, ya que él mismo es la imagen y la gloria de Dios. En el Génesis leemos que tanto Adán como Eva fueron creados a imagen de Dios (Génesis 1:27).
¿Qué quería decir entonces Pablo al afirmar que el hombre es la imagen de Dios en contraste con la mujer? Probablemente daba a entender que Adán tenía una particular jerarquía (gloria) a imagen de Dios por el hecho de que fue creado primero. Dios lo formó directamente del polvo mientras que a Eva la hizo a partir del cuerpo de Adán. Eso otorgó a Adán y a sus descendientes masculinos una función singular en la tierra que las mujeres no poseían de igual forma. Claro que el mundo ha cambiado desde los tiempos de Pablo, y las expectativas culturales para los papeles que cumplen los hombres y las mujeres también han cambiado. Pese a que mantuvo roles distintos para cada sexo, Pablo reafirmó la igualdad entre hombres y mujeres en Gálatas 3:28: «Ya no hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay varón ni mujer; porque todos ustedes son uno en Cristo Jesús».
El teólogo Wayne Grudem escribió:
Cuando en 1 Corintios 11:7 Pablo dice: «El hombre no ha de cubrir su cabeza, porque él es la imagen y la gloria de Dios; pero la mujer es la gloria del hombre», no niega que la mujer fue creada a imagen de Dios. Simplemente acredita que existen diferencias permanentes entre hombres y mujeres que se deben reflejar en su modo de vestir y actuar cuando se congregan. […] Aun así, en ambos casos, Pablo pasa a destacar la interdependencia que existe entre ambos (véanse los vs. 11,12)[1].
Pablo prosiguió diciendo que la mujer es la gloria del hombre. Con ello no sugería que la mujer no fuera la gloria de Dios, ya que toda la creación es para la gloria de Dios (Romanos 11:36). Más bien lo que probablemente quería decir es que la mujer es la gloria tanto del hombre como de Dios, y no solo de Dios. Pablo llamó a las mujeres la gloria de sus maridos toda vez que esa es una de las funciones singulares que cumplen en el orden de la creación. Según Génesis 2 Dios creó a Eva para posibilitar que la raza humana cumpliera la tarea encomendada a Adán. Por ese motivo se califica a Eva de ayuda idónea de Adán (Génesis 2:18). El vocablo hebreo que expresa ayuda no significa «inferior», sino «colaborador» o «asistente». Eva era la gloria de Adán de un modo muy especial.
Porque el hombre no procede de la mujer, sino la mujer del hombre. Además, el hombre no fue creado a causa de la mujer, sino la mujer a causa del hombre (1 Corintios 11:8,9).
Pablo continúa su explicación de que la mujer es la gloria del hombre apelando a otro aspecto de la creación. Les recuerda a sus lectores que el hombre no procede de la mujer y que tampoco fue creado para la mujer. Dio a entender que los maridos no son la gloria de las mujeres. Más bien la mujer procede del hombre y fue creada para él. Por cuanto fue creada a partir del hombre y para el hombre, la esposa debe acarrearle gloria a su esposo.
Sobre este punto, Leon Morris comenta:
Pablo indica claramente que lo que ha dicho no apunta a una indebida subordinación de las mujeres. Existe una sociedad entre los sexos, y en el Señor ninguno de los dos existe sin el otro. […] El hombre no debe exagerar la relevancia de que fue creado primero. Hay una igualdad fundamental[2].
Por lo cual, la mujer debe tener una señal de autoridad sobre su cabeza por causa de los ángeles (1 Corintios 11:10).
Este versículo presenta varias dificultades. No está claro cuál es la señal de autoridad sobre su cabeza ni qué papel desempeñan los ángeles y por qué. Ninguno de los elementos informativos a los que recurrí mientras redactaba estos artículos ofrecía una explicación clara de este verso. Al parecer existe una amplia gama de opiniones sobre el significado del mismo, muchas de las cuales resultan contradictorias. Si bien los destinatarios de esta epístola de Pablo muy probablemente sí entendieron lo que quiso decir, hoy el significado no es muy claro, por lo menos para mí, por lo que me pareció mejor no incluir comentario alguno al respecto.
No obstante, en el Señor ni el hombre existe aparte de la mujer ni la mujer existe aparte del hombre. Porque así como la mujer proviene del hombre, así también el hombre nace de la mujer; pero todo proviene de Dios (1 Corintios 11:11,12).
Habiendo declarado el deber que tienen esposos y esposas de honrar su cabeza en el culto, Pablo temía que sus instrucciones se interpretaran como una afirmación cerrada sobre las relaciones entre hombres y mujeres. Por eso aclaró lo que dijo, anteponiendo a su comentario la locución no obstante. Empezó con la expresión en el Señor, frase que empleó en otras instancias para vincular a personas con el cuerpo de Cristo (Romanos 16:8, 1 Corintios 4:17). Pablo quería dejar muy claro que dichas suposiciones no tenían lugar en sus enseñanzas.
Puso en primer plano dos consideraciones. Primero, que ni los esposos ni sus mujeres son independientes los unos de los otros. Reafirmó que la mujer —una esposa— no es independiente del hombre —un esposo—, un principio que se hace evidente en los versículos 3 al 10 de este capítulo. La autoridad de ella siempre tuvo por objeto complementar la autoridad del hombre, por lo que no debe creerse autónoma. Seguidamente Pablo añade que el hombre —un marido— no es independiente de la mujer —una esposa—. Los maridos no deben pensar que su dirección o jefatura implica independencia de sus esposas o superioridad sobre ellas.
Para apoyar esta afirmación Pablo alude a la interdependencia entre el hombre y la mujer. Si bien es cierto que la mujer provino del hombre cuando Dios formó a Eva de la costilla de Adán (Génesis 2:22), también es cierto que el hombre nace de la mujer. Todo hombre tiene una madre, un hecho que rebate toda tentación del hombre de creerse libre de su obligación de honrar a las mujeres. «Honra a tu padre y a tu madre, como el Señor tu Dios te ha mandado, para que tus días se prolonguen y te vaya bien en la tierra que el Señor tu Dios te da» (Deuteronomio 5:16).
Juzguen por ustedes mismos: ¿Es apropiado que la mujer ore a Dios con la cabeza no cubierta? (1 Corintios 11:13.)
No es que Pablo, con estas palabras, alentara a los corintios a desestimar su enseñanza; su intención era hacerles saber que no debían obedecer ciegamente sus instrucciones, sino considerar las cosas con detenimiento. Lo dijo porque estaba convencido de que los creyentes de Corinto eran capaces de razonar debidamente sobre el asunto y esperaba que llegaran a las mismas conclusiones que él. Pablo les traspasó el asunto a ellos preguntándoles si era apropiado que durante el culto público las mujeres oraran con la cabeza descubierta. Optó por argumentar a partir de lo que era apropiado y no de lo recto y virtuoso. Apeló a las nociones propias de los corintios. Conociendo su cosmovisión, contaba con que coincidirían con su opinión.
¿Acaso no les enseña la naturaleza misma que le es deshonroso al hombre dejarse crecer el cabello, mientras que a la mujer le es honroso dejarse crecer el cabello? Porque le ha sido dado el cabello en lugar de velo (1 Corintios 11:14,15).
Esta parte del argumento de Pablo es difícil de entender. Continuó expresando su postura respecto a las prendas que usaban las mujeres casadas para cubrirse el cabello y para ello formula otra pregunta en la que les pide que consideren las normas culturales relativas al largo del cabello de hombres y mujeres. Sin embargo, el sentido exacto de la pregunta es enigmático. Se han planteado varias explicaciones, aunque ninguna parece adecuada.
Pablo confiaba en que los corintios reconocieran que los hombres debían llevar el cabello corto y las mujeres el cabello largo, probablemente con motivo de las normas culturales imperantes en Corinto en aquella época. También daba por seguro que entenderían que la gloria del cabello largo de las mujeres ratificaba la costumbre que tenían las casadas de cubrirse la cabeza en el culto público. Las tocas con que las mujeres se cubrían la cabeza en la sociedad romana del siglo primero eran señal de matrimonio y una expectativa cultural para las esposas de la época.
Con todo, si alguien quiere ser contencioso, nosotros no tenemos tal costumbre, ni tampoco las iglesias de Dios (1 Corintios 11:16).
Pablo estaba seguro de que su parecer encontraría cierta resistencia. Admitió que algunos creyentes de Corinto —que podrían ser hombres o mujeres— discutirían ese asunto. Quiso, pues, zanjar el tema apelando a la costumbre ampliamente extendida en la iglesia, diciendo que nosotros no tenemos tal costumbre. Con ello quería decir que él y los demás dirigentes de la iglesia, además de las iglesias de Dios, no tenían otra costumbre que hacer que las mujeres se cubrieran la cabeza durante el culto público.
Un comentarista ofreció los siguientes pensamientos en cuanto a la aplicación de la primera mitad de 1 Corintios 11:
Esta sección de la epístola plantea la eterna pregunta sobre la relación que existe entre las costumbres sociales actuales y la moralidad y modos de proceder cristianos. Pablo dice que detrás de todo eso yace el principio de que los cristianos deben actuar siempre de manera correcta y apropiada: «hágase todo decentemente y con orden» (1 Corintios 14:40). La aplicación de este principio al Corinto del siglo primero da paso a que las mujeres deben llevar la cabeza cubierta durante el culto. El principio tiene validez permanente; nosotros, sin embargo, podríamos estimar que su aplicación al ámbito contemporáneo no tiene por qué producir el mismo resultado. Es decir que, a la luz de nuestras costumbres sociales totalmente distintas, bien podríamos sostener que la plena aceptación de los principios que subyacen en este capítulo no exige que en tierras occidentales del siglo veinte las mujeres deban usar sombrero cuando rezan[3].
Como nota al margen, hasta 1983 la Iglesia católica exigía que durante la misa las mujeres se cubrieran la cabeza con una toga o velo. De ahí en adelante ese uso se descontinuó.
(Continuará.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] Grudem, Wayne: Teología sistemática: Una introducción a la doctrina bíblica, Vida, 2007.
[2] Morris, Leon, 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, vol. 7, Tyndale New Testament Commentaries (InterVarsity Press, 1985), 153.
[3] Morris, 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, 154,155.