
1 Corintios: Capítulo 15 (versículos 1-19)
diciembre 16, 2025
Enviado por Peter Amsterdam

1 Corintios: Capítulo 15 (versículos 1-19)
1era a los Corintios 15 es el capítulo más largo de las epístolas de Pablo a los corintios y el tercero más largo del Nuevo Testamento. Este capítulo cubre detalladamente el tema de la resurrección. Dada su magnitud y la importancia del tema en cuestión, lo presentaré en tres secciones.
Además, hermanos, les declaro el evangelio que les prediqué y que recibieron y en el cual también están firmes; por el cual también son salvos, si lo retienen como yo se los he predicado. De otro modo, creyeron en vano (1 Corintios 15:1,2).
En este capítulo Pablo escribe con el objeto de aclarar algunos malentendidos que había en la iglesia de Corinto respecto a la resurrección. Es muy probable que estos temas controvertibles le fueron presentados a Pablo en una carta dirigida a él por los corintios (1 Corintios 7:1). Para abordar el tema, en el primer versículo él parte pidiéndoles que piensen en el evangelio tal como se los predicó cuando fundó la iglesia de Corinto. Les recordó que habían recibido el evangelio, el mensaje de la gracia de Dios a través de Cristo, y que son salvos gracias al evangelio que él predica.
Cuando Pablo habla de la salvación emplea los tiempos pasado, presente y futuro. Los que están en Cristo han sido salvos (Efesios 2:8 blph), o sea que nuestros pecados están perdonados y tenemos asegurado nuestro lugar en la eternidad. Son salvos (1 Corintios 15:2); en este momento Dios nos está santificando para que nos asemejemos a Cristo. Seremos salvos (Romanos 10:9,10) cuando llegue la hora en que comparezcamos ante Dios por la eternidad y seamos libres de todo pecado.
Porque en primer lugar les he enseñado lo que también recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras (1 Corintios 15:3,4).
Pablo les repasó a los corintios las creencias fundamentales que habían recibido y tenido por ciertas acerca del evangelio, predicadas a ellos por los apóstoles y la iglesia primitiva. Esta sección nos proporciona el resumen más claro y adelantado —año 53 d. C. aproximadamente— del evangelio apostólico, que Pablo describe como de primerísima importancia[1].
Explicó además por qué era importante que los Corintios entendieran y creyeran su enseñanza sobre la resurrección. Insistió en que esta era un elemento sustancial del mensaje del evangelio. ¿Por qué se consideraba tan importante?
Pablo manifestó que el evangelio se reducía a dos asuntos principales: la muerte y la resurrección de Cristo. Estas dos tuvieron lugar «conforme a las Escrituras». Él repite esa frase para recalcar la importancia del testimonio bíblico y de la resurrección. Según el entendimiento que Pablo tenía del evangelio, nada era más fundamental o más importante que dichas enseñanzas[2].
Habló primero de la muerte de Cristo, declarando «que Cristo murió por nuestros pecados». Su muerte a beneficio de los creyentes propició la reconciliación con Dios y la salvación eterna para todos los que lo recibieran y creyeran en Su nombre (Juan 1:12). Cuando Pablo afirmó que la muerte de Cristo era conforme a las Escrituras probablemente tenía en mente la predicción que hizo Isaías de que el hijo de David sufriría a favor del pueblo de Dios (Isaías 53:1–12).
Pablo se refiere entonces a la resurrección, narrando que Cristo «fue sepultado y que resucitó al tercer día». No enseñó que Cristo se resucitó a Sí mismo, sino que Dios Padre lo levantó de los muertos[3]. En otra parte, escribió: «Pablo, apóstol —no de parte de hombres ni por medio de hombre, sino por medio de Jesucristo y de Dios Padre, quien lo resucitó de entre los muertos—» (Gálatas 1:1).
Que apareció a Pedro y después a los doce. Luego apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven todavía; y otros ya duermen. Luego apareció a Jacobo, y después a todos los apóstoles (1 Corintios 15:5-7).
Pablo afirma que tres días después de la resurrección de Cristo este se le apareció a Pedro (otras versiones usan «Cefas», el nombre arameo de Pedro) y luego a los doce. Después que se reveló a los discípulos, en una oportunidad Jesús se les apareció a más de 500 creyentes. Luego se le manifestó a Santiago, hermano de Jesús, que a la postre llegaría a ser dirigente de la iglesia de Jerusalén (Hechos 21:18). Por último, se apareció «a todos los apóstoles».
Pablo dejó claro que la mayoría de esos creyentes seguían vivos al momento de escribir esta epístola. Sobre este punto, el teólogo Leon Morris comentó: «La insistencia de Pablo en que la mayoría de ellos todavía estaban vivos demuestra la confianza con la que podía recurrir al testimonio de ellos. Se los podía interrogar y obtener los hechos»[4]. Con ello Pablo establecía la fiabilidad histórica de la muerte y resurrección de Jesús y sentaba las bases de su argumento en pro de la resurrección de todos los cristianos fenecidos[5].
Y al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo, me apareció a mí también. Pues yo soy el más insignificante de los apóstoles, y no soy digno de ser llamado apóstol, porque perseguí a la iglesia de Dios (1 Corintios 15:8,9).
Pablo expuso que Cristo se le había aparecido en el camino a Damasco, «al último de todos, como a uno nacido fuera de tiempo». Varias interpretaciones se han planteado en cuanto a los términos empleados por Pablo cuando dijo al último de todos. Algunos exégetas proponen que cronológicamente él quizá fue la última persona en ver a Cristo resucitado. Otros, en cambio, aducen que la frase está relacionada con lo que expresó de sí mismo, describiéndose como «el más insignificante de los apóstoles».
Uno de los requisitos para calificar como apóstol era haber presenciado al Salvador (1 Corintios 9:1). No obstante, el ingreso de Pablo al apostolado fue distinto al de los primeros 12 discípulos, puesto que Cristo se le apareció de manera milagrosa después de Su ascensión. De ahí que Pablo se considerara a sí mismo «como uno nacido fuera de tiempo». Estos términos no aparecen sino en este pasaje del Nuevo Testamento y presentan cierta dificultad de traducción. Un exégeta bíblico escribió: «En un esfuerzo por expresar su humildad, Pablo se comparó con un niño nacido fuera de tiempo, lo que denota cierto grado de inferioridad frente a los que habían vivido con Jesús durante la labor misional de este en la Tierra»[6].
Pablo se consideraba «el más insignificante de los apóstoles» por haber perseguido a los creyentes y a la iglesia antes de su encuentro con Jesús en el camino a Damasco. Encima, tampoco conoció a Jesús durante la vida y misión de este en la Tierra.
Pero por la gracia de Dios soy lo que soy, y Su gracia para conmigo no ha sido en vano. Más bien, he trabajado con afán más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios que ha sido conmigo (1 Corintios 15:10).
Pablo prosiguió a defender su autoridad señalando que Dios lo había escogido a pesar de sus antecedentes. Dado su historial de perseguidor de la iglesia, no tenía dudas de que solo «por la gracia de Dios» Cristo lo había elegido apóstol. Estimaba que su conversión y apostolado eran un don de Dios completamente inmerecido (Efesios 3:7,8). En otra parte Pablo enseñó que la vida cristiana empieza por gracia y continúa mediante la gracia de Dios recibida por fe. Como escribió un autor:
Al decir por la gracia de Dios, Pablo subraya la conciencia que tenía de la extraordinaria generosidad demostrada por Dios en todo el trato que había tenido con él, pese a ser totalmente indigno de ello. Dicha gracia, sin embargo, no se había desaprovechado en Pablo, sino que fue eficaz para vigorizar sus labores y sufrimientos por sobre los otros apóstoles (2 Corintios 11:22–29)[7].
El don de la gracia de Dios recibido por Pablo lo llevó a trabajar «con afán más que todos ellos» y su dependencia de Dios hizo que fuera uno de los apóstoles más efectivos.
Porque ya sea yo o sean ellos, así predicamos, y así han creído (1 Corintios 15:11).
Pablo reiteró el punto que expuso con anterioridad a los corintios, y es que había un evangelio que él recibió y les transmitió, a saber: que Cristo murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó (1 Corintios 15:3,4). Era indispensable que los corintios creyeran en la resurrección de Cristo, un elemento primordial del evangelio. Todos los apóstoles siguieron predicando este mensaje, y en su momento, cuando se hicieron cristianos, los corintios lo habían creído.
Ahora bien, si Cristo es predicado como que ha resucitado de entre los muertos, ¿cómo es que algunos entre ustedes dicen que no hay resurrección de muertos? Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo ha resucitado (1 Corintios 15:12,13).
A partir de ahí Pablo argumenta en favor de la futura resurrección de los creyentes basada en el hecho de que Cristo se levantó de los muertos. Empezó a desafiar a los que se negaban a creer en la resurrección de los muertos: Si Cristo resucitó de los muertos —y los corintios se habían suscrito a ello—, ¿cómo podían negar la resurrección de los muertos?
En cuanto a los corintios que dudaban de la resurrección de los muertos, no está claro exactamente qué creían que les pasaría a los cristianos después de morir. Quizá suponían que todos los beneficios de la fe en Cristo se experimentarían en esta vida y que luego el alma simplemente dejaría de existir. Muchos en la era grecorromana creían que la muerte era el fin, que después no había otra vida. Otros estimaban que la muerte del cuerpo liberaba a la persona para que llevara una existencia puramente espiritual.
Sea que los corintios se dejaron influir por falsas enseñanzas o sea que mezclaron la verdad cristiana con creencias culturales de la región, Pablo procedió a hacer uso de la lógica para corregir la idea que se habían formado. Primeramente estableció un vínculo directo entre la resurrección de Cristo de entre los muertos y la futura resurrección de los cristianos. Un especialista en textos bíblicos lo explicó de la siguiente manera:
En lo que a Pablo se refería, todo argumento que se opusiera a la resurrección del cuerpo impugnaba la resurrección corporal de Cristo. Dado que la resurrección eterna de los creyentes y la de Jesús son de la misma índole, la una no puede ser posible y la otra imposible. Si la gente no puede resucitar en cuerpo, entonces Jesús tampoco resucitó. El hecho comprobado de la resurrección de Cristo invalidó toda objeción filosófica que se pudiera contraponer a la posibilidad de la resurrección[8].
La conclusión a la que llega Pablo en el sentido de que si no existe una resurrección corporal de los muertos entonces Cristo mismo no pudo haber resucitado de entre los muertos, expresa claramente que los cristianos sin duda deben creer en la resurrección de los muertos. La negación de la resurrección de los creyentes por parte de los corintios equivalía en última instancia a negar la resurrección de Cristo, por más que pretendieran creer que Jesús había resucitado.
Y si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes. Y aun somos hallados falsos testigos de Dios, porque hemos atestiguado de Dios que resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si se toma por sentado que los muertos no resucitan (1 Corintios 15:14,15).
Pablo nuevamente recurre a la lógica para explicar las consecuencias del concepto que tenían los corintios: De no haber resurrección del cuerpo, la prédica de los apóstoles y por ende la fe de los corintios, sería en vano, o como lo expresa la traducción nvi, no serviría para nada. Eso a su vez haría que el testimonio de los apóstoles resultara falso, lo que los inculparía de enseñar una mentira y «desvirtuar a Dios» dando falso testimonio de Él. De negarse la resurrección corporal, se inferiría que el cristianismo es una religión sin sentido y que la fe de los creyentes es en vano.
Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo ha resucitado; y si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados. En tal caso, también los que han dormido en Cristo han perecido.¡Si solo en esta vida hemos tenido esperanza en Cristo, somos los más miserables de todos los hombres! (1 Corintios 15:16-19).
Pablo se sintió obligado a reiterar por cuarta vez en este capítulo que si no se puede resucitar a los muertos, Cristo tampoco ha resucitado. De ser así, la fe de los corintios sería «inútil», término parecido al que empleó anteriormente, es decir «en vano». En ese caso, sin embargo, no solo su fe estaría privada de todo beneficio, sino que continuarían en sus pecados y serían «los más dignos de lástima de todos los mortales» (lbla). El que Cristo resucitara de los muertos demostró que Su muerte era el sacrificio substitutorio por el pecado, razón por la que Pablo se remitió a que la muerte de Jesús por nuestros pecados y Su resurrección ocupaban el «primer lugar» en importancia (1 Corintios 15:3,4).
«Si Cristo no ha resucitado» entonces Su muerte no pagó por nuestros pecados, y «si solo en esta vida hemos tenido esperanza», no abrigamos expectativa de vida eterna en el Cielo con Dios. Las implicaciones de dicha creencia serían que los cristianos que ya han muerto no recibirían la vida eterna prometida por Jesús: «Yo les doy vida eterna, y no perecerán jamás» (Juan 10:28). Por ende, vemos lo sustancial que es la resurrección respecto al mensaje del evangelio. «La resurrección de Cristo fundamentada en la verdad de la que dieron testimonio los testigos oculares (1 Corintios 15:4–8) lo cambia todo»[9].
(Continuará.)
[1] Johnson, Alan F. 1 Corinthians, The IVP New Testament Commentary Series (IVP Academic, 2004), 284.
[2] Pratt, Richard L. Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians. Vol. 7 (B&H Publishing Group, 2000).
[3] Pratt, Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians.
[4] Morris, Leon. 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, Vol. 7, Tyndale New Testament Commentaries (InterVarsity Press, 1985), 180.
[5] Crossway, ESV Study Bible (Crossway Bibles, 2008).
[6] Pratt, Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians.
[7] Johnson, 1 Corinthians, 287.
[8] Pratt, Holman New Testament Commentary—1 & 2 Corinthians.
[9] Crossway, ESV Study Bible (Crossway Bibles, 2008).
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