1 Corintios: Capítulo 2 (versículos 1-8)

abril 30, 2024

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 2 (verses 1-8)]

Pablo continúa su epístola a la iglesia de Corinto en el capítulo 2.

Así que, hermanos, cuando yo fui a ustedes para anunciarles el misterio de Dios, no fui con excelencia de palabras o de sabiduría[1].

Aquí se refiere a su primera visita a Corinto. A diferencia de los filósofos y sofistas de la época, que se expresaban con vistosidad y asomos de superioridad, Pablo llegó sin ninguna pretensión y sin darse aires. Proclamó un testimonio (el evangelio) que había recibido de Dios acerca de Cristo crucificado.

Porque me propuse no saber nada entre ustedes, sino a Jesucristo, y a Él crucificado[2].

Pablo hace alusión al testimonio de Dios que él proclama. Había tomado la determinación de que cuando proclamara el mensaje se centraría en un solo tema: Jesucristo, y este crucificado. Me propuse no saber nada indica que en su modo de hablar y en las palabras que empleaba Pablo era cristocéntrico, centrado en la cruz, y que su vida estaba enfocada en Cristo.

Y estuve entre ustedes con debilidad, con temor y con mucho temblor[3].

Pablo dice que era débil y temeroso. No se daba aires de confianza en sí mismo. Su confianza más bien radicaba en Dios y en el mensaje del evangelio. Sabía que su estilo y su personalidad de por sí no atraerían multitudes de creyentes.

Sabía que no era un gran orador. No hablaba con elocuencia al estilo griego. Pero sí sabía que Dios lo había llamado a predicar el evangelio a pesar de sus debilidades, temores y defectos. Reconocía que Dios lo había elegido para que se oyera a Cristo y no al mensajero.

Este pasaje no entra en explicaciones sobre el temor y temblor de Pablo, pero en el libro de los Hechos leemos un recuento de la primera visita del apóstol a Corinto, en el que Lucas manifiesta claramente que aquel encuentro estuvo marcado por la adversidad. Le contradecían y blasfemaban, y de allí se trasladó a la casa de Tito Justo, adorador de Dios, cuya residencia quedaba al lado de la sinagoga[4]. Pablo estaba físicamente asustado, y con toda razón, ya que los judíos lo atacaron unánimemente y lo llevaron al tribunal[5]. Junto a él, prendieron a Sóstenes, el principal de la sinagoga, al que también golpearon[6].

Dios tuvo que intervenir transmitiendo a Pablo una visión en la que se pronunció contra el miedo de que hombres lo atacaran. Entonces el Señor dijo a Pablo de noche, por medio de una visión: «No temas, sino habla y no calles; porque Yo estoy contigo, y nadie pondrá la mano sobre ti para hacerte mal; porque Yo tengo mucho pueblo en esta ciudad»[7]. A consecuencia de ello, Pablo permaneció 18 meses en la ciudad[8].

Ni mi mensaje ni mi predicación fueron con palabras persuasivas de sabiduría, sino con demostración del Espíritu y de poder[9].

Pablo prosigue señalando que junto con su debilidad, temor y temblor, su predicación no fue con palabras persuasivas de humana sabiduría o como dice en otras versiones, con gran oratoria y discursos ingeniosos. Con ello se refería al arte de la persuasión valiéndose de recursos lingüísticos o retóricos. Evidentemente en sus escritos era capaz de hacerlo, pero lo evitó.

…para que su fe no esté fundada en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios[10].

Dios dispuso que la fe no se basara en agudos argumentos inventados por seres humanos. Pablo demostró claramente este punto cuando escribió a los tesalonicenses: Nuestro evangelio no llegó a ustedes solo en palabras, sino también en poder y en el Espíritu Santo, y en plena convicción[11]. Todo es obra de la gracia. La fe radica en la confianza en Cristo y el compromiso que se asume con Él.

Pablo pone fin a su ejemplo y reorienta todo hacia Dios y Su poder. Fue ejemplo de cómo Dios interviene en cada etapa para atraer a la gente hacia Él. Demuestra que un mensaje que para muchos es locura y necedad y para otros piedra de tropiezo, ha sido presentado de tal manera que refleja la verdad sin retóricas artificiosas, refinamientos o señales portentosas. Además, el mensajero era débil y medroso. De ahí que los logros de la visita de Pablo solo son atribuibles al poder de Dios y la acción del Espíritu Santo.

Hablamos sabiduría entre los que han alcanzado madurez; pero una sabiduría, no de esta edad presente, ni de los príncipes de esta edad, que perecen[12].

A Pablo le preocupaba que los corintios tuvieran en alta estima lo que él llamaba la sabiduría del mundo. Juzgaban a la gente y tomaban decisiones acerca de su posición en la comunidad basados en ese criterio en lugar de hacerlo según el compromiso que las personas tuvieran con Cristo. Por eso Pablo tuvo que aclarar la calidad de la verdadera sabiduría.

Expuso entonces el tipo de sabiduría que predicaba. Es evidente que la sabiduría de Dios engloba mucho más que simplemente creer en Cristo. Toda la sabiduría y el plan de Dios implican un entendimiento de la consecuencia práctica de esa creencia y que la iglesia se comporte de manera que ejemplifique las enseñanzas de Cristo.

Continúa diciendo que su sabiduría no es la de la edad presente ni la de los dirigentes del momento. Pablo contrasta la sabiduría de Dios con lo que concierne a esa edad o era, que como él lo indica es lo que sostienen los príncipes de esta edad. La cruz ha sentenciado a esa edad, y los que pertenecen al mundo perecerán. Los que perecen —o en versión TLA, los condenados a desaparecer— no consideran que la sabiduría divina sea sabiduría. El contraste que hace Pablo es pues entre los de aquella era o edad que van desapareciendo y «nosotros que somos salvos»[13].

Al hablar de los príncipes muy probablemente se refería a los líderes políticos de la época. Eso habría incluido a quienes estuvieron asociados con la crucifixión, así como también a los dirigentes judíos y gentiles, y abarcaría desde los fariseos hasta Herodes, Pilato y el mismo César. En otras partes del Nuevo Testamento se vincula a los gobernantes con la crucifixión[14]. Es posible que el apóstol estuviera asestando un golpe a personas influyentes y de renombre que la sociedad corintia admiraba, pero que habían rechazado a Cristo.

Más bien, hablamos la sabiduría de Dios en misterio, la sabiduría oculta que Dios predestinó desde antes de los siglos para nuestra gloria[15].

Al decir que habla la sabiduría de Dios en misterio, Pablo no dice que esté hablando misteriosa o encubiertamente de modo que solo la élite espiritual entienda lo que está diciendo. Más bien declara que la sabiduría de Dios es «un misterio» y que está «oculta» a los de «esta edad».

En los escritos de Pablo la palabra «misterio» o su plural «misterios» aparece 20 veces en diversos contextos y generalmente expresa el hecho de que el camino de la salvación divina ha sido revelado «en Cristo». El «misterio», según lo entiende Pablo, ha sido declarado por el propio Dios en Cristo. Por tanto está dotado del poder de Dios para librar a los que creen y deshacer la sabiduría de los sabios. El misterio revelado incluye la salvación divina del pueblo en Cristo, no solamente el conocimiento teórico.

La palabra oculta, al igual que la frase en misterio, califican la «sabiduría». Pablo informa de las consecuencias de la sabiduría de Dios revelada en la muerte de Jesús en la cruz. Tal sabiduría está oculta, no porque Pablo sólo la haya puesto a disposición de unos pocos, sino porque los de «esta edad» no han entendido. Los creyentes tienen el privilegio de que esos misterios se los ha revelado el Espíritu Santo. Ningún grupo de cristianos puede alegar que haya recibido más cosas ocultas que ningún otro.

Pablo dice que Dios decretó esa sabiduría y programó por anticipado la muerte de Jesús en la cruz. Subraya esto añadiendo «antes de los siglos». Fue la gran sabiduría de Dios desde «antes de la fundación del mundo»[16], ahora revelada a todos los que creen, la que lo llevó a agraciar a la gente con amor, misericordia y perdón en Cristo. Eso estuvo «oculto» desde el principio hasta el momento en que Cristo fue revelado.

Ninguno de los príncipes de esta edad conoció esta sabiduría; porque si ellos la hubieran conocido, nunca habrían crucificado al Señor de la gloria[17].

El hecho de que los dirigentes del momento crucificaron al «Señor de la gloria» revela que no entendieron esa sabiduría en Cristo. Al catalogar a Jesús de «Señor de la gloria» Pablo toma un término que normalmente se hubiera aplicado a Dios, «Yahvé», y lo aplica a Cristo. Para los que aman a Dios el camino de la cruz es el camino de la gloria, el camino de la verdadera sabiduría.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] 1 Corintios 2:1.

[2] 1 Corintios 2:2.

[3] 1 Corintios 2:3.

[4] Hechos 18:6,7.

[5] Hechos 18:12.

[6] Hechos 18:17.

[7] Hechos 18:9,10.

[8] Hechos 18:11.

[9] 1 Corintios 2:4.

[10] 1 Corintios 2:5.

[11] 1 Tesalonicenses 1:5.

[12] 1 Corintios 2:6.

[13] 1 Corintios 1:18.

[14] Lucas 23:35; Hechos 3:17, 4:8.

[15] 1 Corintios 2:7.

[16] Efesios 1:4.

[17] 1 Corintios 2:8.