1 Corintios: Capítulo 3 (versículos 3:18-4:5)
julio 23, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
1 Corintios: Capítulo 3 (versículos 3:18-4:5)
En esta entrega recorreremos los últimos seis versículos de 1era a los Corintios 3 y continuaremos con los primeros cinco versos del capítulo 4, que tocan el mismo tema.
Nadie se engañe a sí mismo. Si alguno entre ustedes cree ser sabio en esta edad presente, hágase necio para llegar a ser sabio[1].
Pablo se dirige a miembros de la iglesia de Corinto, sabiendo que estos se creen sabios. No obstante, ser sabio a los ojos de Dios implica hacerse necio en esta edad presente.
El apóstol parte desafiando a los creyentes de Corinto. Les señala que puede que se consideren sabios, pero en realidad se engañan a sí mismos. Dios ve las cosas desde una óptica muy distinta a la de ellos. Como cristianos, es necesario que tengan la mente de Cristo[2].
Anteriormente en este capítulo Pablo dejó claro que la iglesia no se debe construir sobre ningún otro cimiento que no sea Cristo. Habló asimismo de la sentencia que recaería sobre los que edifican mal y la recompensa que obtendrían los que lo hacen como es debido, en el día postrero durante el juicio del Señor. De ahí que engañarse uno a sí mismo acerca de la posición o estatus que tiene delante de Dios debe considerarse una falta grave. Llegar al día del juicio y creer que uno está en buena posición cuando en realidad no lo está sería un pasmoso descubrimiento.
Pablo prosigue diciendo: Porque la sabiduría de este mundo es locura delante de Dios, pues está escrito: Él prende a los sabios en la astucia de ello; y otra vez: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos[3].
Pablo presenta aquí la otra cara de la moneda con respecto a lo que expuso antes, cuando escribió que «la sabiduría de Dios [Cristo crucificado] es locura para el mundo»[4]. En esta parte dice: «La sabiduría de este mundo es locura delante de Dios». Quedando ya de manifiesto que su sabiduría es necedad, se insta entonces a los corintios a adoptar la perspectiva divina, dado que su «sabiduría» es locura.
La primera parte de la cita proviene de Job 5:13: Él atrapa a los sabios en sus argucias. Ahí Elifaz alega (equivocadamente) que nadie puede ser justo delante de Dios. Y expresa (correctamente) que los que no son justos delante de Dios perecerán «sin sabiduría»[5]. Manifiesta que al «necio» (el que no hace la voluntad de Dios) lo mata la angustia[6]. Luego dice que el Señor «frustra los planes de los astutos […], atrapa a los sabios en sus argucias»[7]. Elifaz exhorta a Job a encomendar su causa a Dios, exactamente lo que Pablo les dice en este pasaje a los que se engañan a sí mismos.
Pero entonces el apóstol emplea una segunda cita, esta vez del Salmo 94:11, con una ligera modificación gramatical. El Salmo dice: El Señor conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad[8]. Pablo escribe: El Señor conoce los pensamientos de los sabios, que son vanos. Señala lo inútiles que son todos los planes y opiniones del hombre, que como Dios bien sabe no consiguen nada que tenga valor duradero. La sabiduría y planes de Dios contrastan con los pensamientos, planes y sabiduría de este mundo.
Así que nadie se gloríe en los hombres[9].
Toda jactancia debe hacerse siempre en el Señor mismo para quienes han entendido el mensaje de Cristo crucificado. Pablo apunta hacia la unidad, pero para ello es necesario un adecuado entendimiento de Dios y Sus caminos. Toda dependencia en la sabiduría humana debe eliminarse del pensamiento de quienes son de Dios.
Pues todo es de ustedes—sea Pablo, sea Apolos, sea Pedro, sea el mundo, sea la vida, sea la muerte, sea lo presente, sea lo porvenir—, todo es de ustedes, y ustedes de Cristo, y Cristo de Dios[10].
Pablo vuelve a enumerar a los dirigentes que mencionó anteriormente en 1 Corintios 1:12. Aquí, sin embargo, lo que destaca es la amplitud de la lista. Pablo mueve a sus lectores a no pensar en sus dirigentes particulares sino en la herencia total del pueblo de Dios. En lugar de pensar que «yo soy de Pablo» o de Apolos o de Pedro, se le enseña a la iglesia que «todo es de ustedes».
Para realzar, Pablo ha empleado el nombre de «Dios» cinco veces en los versículos 3:16 y 17. Por eso es oportuno que termine esta sección de su epístola con «Dios»: Cristo [es] de Dios. Él es el Hijo de Dios y el Mesías, el que vino a la Tierra por amor a la iglesia. La iglesia es de Cristo. Ya que todas las cosas pertenecen a Dios y a Su Hijo, todas son para provecho de los creyentes. Estos son de Cristo.
En el capítulo 4 Pablo prosigue, diciendo: Que todo hombre nos considere como servidores de Cristo y mayordomos de los misterios de Dios[11].
El apóstol escribe que los creyentes de Corinto debieran considerar a Pablo, Apolo y otros como siervos de Cristo. Él los ha descrito como labradores a quienes se les encomendó una tarea particular en el huerto del maestro[12]. Hace hincapié en esto para pedir encarecidamente a los de Corinto que dejen de dividirse en bandos basados en lealtad a determinados mentores cristianos. Pablo quiere que ante todo sigan a Cristo y no a hombres como él o Apolo.
Ahora bien, lo que se requiere de los mayordomos es que cada uno sea hallado fiel[13].
En este pasaje Pablo se describe a sí mismo y otros dirigentes de la iglesia como mayordomos o administradores de los misterios de Dios. «Mayordomo» es el que administra algo que no le pertenece, tal como cuando una persona adinerada le encarga el manejo de sus bienes a un siervo de confianza. Alguien al que se le concede tal grado de confianza debe ser una persona veraz, fiel y de integridad. Pablo expone su argumento de que es necesario que él y otros maestros cristianos sean hallados fieles por Dios para poder desempeñarse como administradores de los misterios divinos. Deben ser dignos de confianza, ejemplos de integridad.
Para mí es poca cosa el ser juzgado por ustedes o por cualquier tribunal humano; pues ni siquiera yo me juzgo a mí mismo[14].
Pablo es consciente de que los corintios y otros habían juzgado la valía de él, de Apolo y de otros dirigentes de la iglesia. Desestimó su dictamen aduciendo que poco le preocupaba ser juzgado por ellos o por cualquier tribunal humano. Con ello, sin embargo, no infiere que por el cargo que tiene de apóstol está por encima del juicio de ellos. En el versículo siguiente deja muy claro que los juicios de ellos no importan, puesto que no son el juez.
Pablo prosigue diciendo que él no está cualificado para juzgarse a sí mismo. Si no él no se puede juzgar a sí mismo, ¿por qué habría de preocuparse por las opiniones de los demás?
No tengo conocimiento de nada en contra mía, pero no por eso he sido justificado; pues el que me juzga es el Señor[15].
Cuando Pablo piensa en su mayordomía no está al tanto de que haya nada contra él, ninguna falta de integridad o ningún incumplimiento de sus deberes. Con todo, eso no significa que sea inocente. Conoce bien la verdad de Jeremías 17:9, que dice: Engañoso es el corazón, más que todas las cosas, y sin remedio. ¿Quién lo conocerá? Pablo sabe que no es perfecto o infalible. Lo que dice es que la opinión de ningún ser humano, ni siquiera la que tienen estos de sí mismos, importa en comparación con la de Dios.
Así que, no juzguen nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, quien a la vez sacará a la luz las cosas ocultas de las tinieblas y hará evidentes las intenciones de los corazones. Entonces tendrá cada uno alabanza de parte de Dios[16].
En el día postrero el juicio del Señor lo develará todo. Revelará si una persona perteneció de veras al Señor, pero además desvelará el valor perdurable o perecedero de la obra de un dirigente. Dios inspeccionará la fidelidad de un administrador, auscultando las honduras del corazón, sus pensamientos y sus intenciones, y revelará la persona que realmente es.
Pablo menciona estos hechos sobre el juicio futuro para que los corintios desistan de juzgarlo a él y a otros. Les dice a los cristianos de Corinto que dejen de juzgar la calidad del servicio que otras personas prestan al Señor. Más bien deben esperar a que venga el Señor, ya que Él pronunciará el veredicto. El dictamen que emita Dios es el único que cuenta, y Él es el único calificado para evaluar lo que hay dentro de una persona. Basado en el juicio divino, cada creyente recibirá de Dios su recompensa.
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.
[1] 1 Corintios 3:18.
[2] 1 Corintios 2:16.
[3] 1 Corintios 3:19,20.
[4] 1 Corintios 1:18–25.
[5] Job 4:21.
[6] Job 5:1,2.
[7] Job 5:12,13.
[8] Salmo 94:11.
[9] 1 Corintios 3:21.
[10] 1 Corintios 3:21–23.
[11] 1 Corintios 4:1.
[12] 1 Corintios 3:5–9.
[13] 1 Corintios 4:2.
[14] 1 Corintios 4:3.
[15] 1 Corintios 4:4.
[16] 1 Corintios 4:5.