1 Corintios: Capítulo 5 (versículos 1-13)
noviembre 12, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
1 Corintios: Capítulo 5 (versículos 1-13)
Este capítulo está dividido en dos partes: En la primera (versículos 1-8), Pablo aborda el tema de la inmoralidad sexual, concretamente un caso de incesto, que a su juicio constituía un asunto de enorme preocupación. Que eso se tolerara en la iglesia de Corinto era grave, por lo que Pablo quería erradicarlo de la iglesia expulsando al culpable de dicho acto. En la segunda sección de su carta (versículos 9-13), Pablo insiste en que la santidad es uno de los distintivos vitales del pueblo de Dios.
Ciertamente, se oye que hay entre ustedes inmoralidad sexual, y una inmoralidad tal como ni aun entre los gentiles se tolera; tanto, que hay quien tiene la esposa de su padre (1 Corintios 5:1).
En los capítulos 5, 6 y partes del 7 de esta epístola, el apóstol alude a la «inmoralidad sexual». Se manifiesta conmocionado de que al parecer esos actos se admitan en la iglesia de Corinto. Al decir ciertamente se oye demuestra lo conmocionado que ha quedado al enterarse de la noticia. A menos que empiecen a comportarse como pueblo de Dios, puede que él tenga que ir a verlos vara en mano (1 Corintios 4:21).
Al momento de escribirse esta epístola de Pablo, lo que se consideraba «inmoral» en la cultura corintia difería del código de conducta establecido en el Antiguo Testamento. Si bien el matrimonio entre un hombre y una mujer estaba amparado por la ley, existía también la impresión general de que las relaciones sexuales fuera del matrimonio eran naturales, necesarias y justificables. Incluso a los hombres casados se les permitían los actos sexuales extraconyugales siempre que no fueran con una mujer casada.
En cambio, conforme a la Escritura, la «inmoralidad sexual» se refería a cualquier comportamiento sexual fuera del matrimonio heterosexual. Así lo determinaba la ley mosaica. La ley bíblica definía con claridad qué actividades sexuales fuera del matrimonio eran aceptables y cuáles no, lo que difería de los códigos de conducta del mundo romano. De ahí la profunda inquietud de Pablo por lo que pasaba entre los corintios y que ello se tolerara. Para cristianos con formación judía esa actividad probablemente sería una infamia; sin embargo, ni aun entre los creyentes gentiles serían aceptables dichos actos. Pablo remata diciendo que ni aun entre los gentiles se tolera dicha conducta.
Pablo da a entender claramente en su alocución a los corintios que la Escritura es concluyente en ese asunto. En el libro de Levítico (capítulo 18) se prohíben las relaciones incestuosas, particularmente en 18:8, que declara que no descubrirás la desnudez de la mujer de tu padre.
Pablo prosigue diciendo:
¡Y ustedes están inflados de soberbia! ¿No habría sido preferible llorar, para que el que ha cometido semejante acción fuera expulsado de entre ustedes? (1 Corintios 5:2)
Reprende a los creyentes por no tomarse seriamente ese pecado. Antes, el orgullo y la confianza que tenían en sí mismos por su categoría y prestigio, los llevaron a cerrar los ojos ante el mal que tenía lugar entre ellos. Pablo les pregunta si no habría sido preferible «llorar». Los de la iglesia hubieran debido más bien lamentarse del pecado que acontecía entre ellos e instar a la pareja al arrepentimiento. Los corintios hubieran debido reaccionar con penitencia en nombre de toda la comunidad. Los que cometieron ese pecado debían ser expulsados de la congregación cristiana de Corinto dada la naturaleza de su pecado.
Aunque por cierto estoy ausente en el cuerpo, estoy presente en el espíritu. Ya he juzgado, tal como si estuviera presente, a aquel que ha hecho semejante cosa (1 Corintios 5:3).
Aunque Pablo no estaba presente físicamente en Corinto, se consideraba espiritualmente presente en la iglesia por medio de su epístola. Estimaba que su carta, leída delante de la iglesia, acarreaba el poder del Espíritu.
El hombre de la iglesia de Corinto aquí descrito mantenía una aventura amorosa con la esposa de su padre. Era un caso de incesto, no tolerado ni por los adeptos judíos de la ley ni por la sociedad romana. Y sin embargo, los cristianos de Corinto permitían que eso siguiera ocurriendo entre ellos sin ponerle freno.
Pablo escribió que debían actuar con prontitud. Era preciso apartar inmediatamente a ese hombre de las reuniones que celebraban. Esa no era una simple recomendación suya. Él reclama su autoridad como apóstol de Jesucristo. Declara su presencia espiritual entre ellos, a través de su epístola y de la unidad que comparten en Cristo. Por lo visto no había duda de que el hombre se acostaba con la esposa de su padre. Los miembros de la iglesia sabían que eso ocurría. Pablo se vale de su autoridad para emitir juicio sobre aquel hombre. En los siguientes versículos explica los motivos de su juicio:
En el nombre de nuestro Señor Jesús, reunidos ustedes y mi espíritu con el poder de nuestro Señor Jesús, entreguen al tal a Satanás para la destrucción de la carne, a fin de que su espíritu sea salvo en el día del Señor (1 Corintios 5:4,5).
Cuando la iglesia de Corinto estuviese reunida con Pablo en espíritu y en el nombre y el poder del Señor, él esperaba que llegaran a la misma conclusión. Así pues, contaba con que le prohibirían la entrada a la iglesia por haber cometido incesto.
En este pasaje Pablo amplía la idea de «ir a la iglesia» y la lleva más allá de una simple agrupación de gente de ideas afines que asisten a una reunión en el nombre del Señor Jesús. La congregación física de los creyentes no era meramente una opción o sugerencia, sino un mandato. Aclara además que la razón por la que se proscribió a esa persona de la iglesia era con la esperanza de que se arrepintiera y a la larga se la reintegrara.
La jactancia de ustedes no es buena. ¿No saben que un poco de levadura leuda toda la masa? Límpiense de la vieja levadura, para que sean una nueva masa, como lo son en realidad sin levadura; porque Cristo, nuestro Cordero pascual, ha sido sacrificado (1 Corintios 5:6,7).
Al afirmar que no es buena la jactancia de ellos, Pablo expresa su preocupación de que el modo en que abordan ellos la inmoralidad está equivocado. El problema no reside solo en la persona, sino más bien en toda la comunidad. Pablo hace la pregunta retórica: ¿No saben que…? La respuesta lógicamente es «claro que sí». (Esa pregunta la plantea diez veces en esta epístola.)
Pablo los instruye para que «se limpien» de la vieja levadura. Cada año durante la Pascua —época en que conmemoraban su liberación de Egipto— el pueblo judío retiraba toda levadura que hubiera en las casas y las mantenía libre de levadura por siete días. Pablo apremia a la iglesia de Corinto a que del mismo modo purgue la vieja levadura representativa de la conducta pecaminosa que existe entre ellos. Él considera que esa purificación es necesaria para que lleguen a constituir una nueva masa, simbólica de una comunidad pura y santa.
Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con pan sin levadura, de sinceridad y de verdad (1 Corintios 5:8).
La razón para sacar de la iglesia la vieja levadura, representada por aquella persona inmoral, radica en la importancia que tiene la muerte de Cristo. Él es nuestra Pascua. Al igual que el cordero que fue sacrificado durante la primera Pascua en los días de Moisés (Éxodo 12:21) y cada año en lo sucesivo (Éxodo 12:42), Cristo fue sacrificado en la cruz. Su sangre protege a los creyentes de la ira de Dios, tal como la sangre esparcida en la entrada de los hogares israelitas en Egipto los escudó de las plagas (Éxodo 12:7, 13).
No tener levadura durante la Pascua era un recordatorio de la apresurada liberación del pueblo hebreo, exonerado de sus dificultades en Egipto (Éxodo 12:33,34, 39). Asimismo, Pablo insta a los corintios a acordarse de que debían retirar de su iglesia la vieja levadura de la inmoralidad, ya que vivían en la era del sacrificio pascual de Cristo. En ese sentido, la iglesia debe guardar el Festival de la Pascua todos los días.
Les he escrito por carta que no se asocien con inmorales sexuales (1 Corintios 5:9).
Pablo quiere asegurarse de que no haya malentendido con respecto a lo que les escribió anteriormente y les dice: Para formar parte de la comunidad cristiana se requiere santidad, que incluye no asociarse con los sexualmente inmorales.
Más adelante él aclara que eso no significa que los creyentes deban desvincularse completamente de todos los incrédulos. Lo que les está diciendo es que los cristianos no deben acoger en su comunidad a personas envueltas en inmoralidad sexual. A los tesalonicenses les escribió algo parecido: Si alguno no obedece nuestra palabra por carta, a ese señálenlo y no tengan trato con él, para que le dé vergüenza.Pero no lo tengan por enemigo sino amonéstenlo como a hermano (2 Tesalonicenses 3:14,15).
No me refiero en forma absoluta a los que de este mundo son inmorales sexuales, avaros, estafadores o idólatras, pues en tal caso les sería necesario salir del mundo (1 Corintios 5:10).
En ese momento Pablo esclarece lo que les quiso decir en la epístola anterior. Es probable que en una carta anterior a los Corintios, hoy perdida, Pablo se haya referido a esa complicada situación. Aquí clarifica que no quiere decir que los creyentes no deban asociarse con los no creyentes. De no asociarse nunca los cristianos con ningún «pecador» tendrían que abstraerse del mundo. Pablo sostiene que el pecado debe tomarse con seriedad y que quienes pecan intencional, abierta y reiteradamente no deben formar parte de la iglesia.
Pero ahora les escribo que no se asocien con ninguno que, llamándose hermano, sea inmoral sexual, avaro, idólatra, calumniador, borracho o estafador. Con tal persona ni aun coman (1 Corintios 5:11).
Enseguida Pablo aconseja a los creyentes que no se asocien estrechamente con quienes se dicen creyentes pero incurren en conductas pecaminosas, seis de las cuales enumera aquí. Da una pauta sobre cómo responder cuando otros cristianos intervienen en actos claramente pecaminosos, como en este caso, tener relaciones con la esposa de su padre. Pablo instruye a los creyentes de Corinto para que separen a la persona de la comunidad. Añade que los integrantes de la iglesia ni siquiera deben comer con ella. Más adelante escribe: «Las malas compañías corrompen las buenas costumbres» (1 Corintios 15:33).
Pues, ¿por qué tengo yo que juzgar a los que están afuera? ¿No juzgan a los que están adentro? Pues a los que están afuera Dios los juzgará. Pero quiten al malvado de entre ustedes (1 Corintios 5:12,13).
Pablo concluye diciendo que él y los creyentes de Corinto no tienen ningún derecho de juzgar a los que están fuera de la iglesia. No son cristianos ni pretenden serlo. Dios los juzgará. No obstante, en lo que atañe a los creyentes de Corinto, la iglesia sí los juzga. Quienes están en la iglesia se someten a la autoridad de la misma. La iglesia debe intervenir cuando sus miembros quebrantan descaradamente los preceptos de Cristo. Por más que la iglesia de Corinto no quería actuar, tuvo que expulsar a aquel hombre y tratarlo como incrédulo.
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.