1 Corintios: Capítulo 6 (versículos 1-20)

enero 24, 2025

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 6 (verses 1–20)]

¿Cómo se atreve alguno de ustedes, teniendo un asunto contra otro, a ir a juicio delante de los injustos y no, más bien, delante de los santos? (1 Corintios 6:1)

Para Pablo fue chocante enterarse de que los creyentes de Corinto demandaran a otros creyentes ante los tribunales. Era inconcebible para él que un cristiano recurriera a los injustos para dirimir una disputa legal con otro creyente en lugar de comparecer ante los santos. Por supuesto que a veces los creyentes tienen legítimos desacuerdos con otros creyentes, los cuales requieren un dictamen jurídico; lo que dejó atónito a Pablo fue que en esos casos los cristianos recurrieran a jueces incrédulos.

¿O no saben que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por ustedes, ¿son indignos de juzgar pleitos tan pequeños? ¿No saben que hemos de juzgar a los ángeles? ¡Cuánto más las cosas de esta vida! (1 Corintios 6:2,3)

Pablo en un tono algo sarcástico les pregunta a los corintios si se han olvidado de que los santos han de juzgar al mundo. Jesús enseñó que Sus seguidores actuarían de jueces al final de los tiempos (Mateo 19:28, Apocalipsis 20:4). A juicio de Pablo eso indicaba que la iglesia debería ser capaz de resolver esas cuestiones entre sus propios fieles.

Les recuerda a los corintios que los creyentes juzgarán a los ángeles. Muchos ángeles cayeron de categoría cuando se rebelaron contra Dios (2 Pedro 2:4). Los seguidores de Cristo pronunciarán juicio contra esos ángeles caídos cuando Cristo retorne. Los creyentes de Corintios, por tanto, deberían poder emitir juicio en asuntos de menor importancia.

Por tanto, en caso de haber pleitos con respecto a las cosas de esta vida, a los que para la iglesia son de poca estima, ¿a estos ponen para juzgar? (1 Corintios 6:4)

Pablo no entiende por qué los creyentes corintios, en calidad de «santos» —el pueblo santo de Dios— debieran requerir dictámenes judiciales de paganos o incrédulos. Pablo se muestra sorprendido de que los corintios hayan presentado sus agravios ante magistrados de poco o ningún crédito en la iglesia, o lo que es peor, incrédulos.

Para avergonzarlos lo digo. Pues, ¿qué? ¿No hay entre ustedes ni un solo sabio que pueda juzgar entre sus hermanos? Pero hermano va a juicio contra hermano, ¡y esto ante los incrédulos! (1 Corintios 6:5,6)

Pablo sugiere que dicha sabiduría existe entre los creyentes; los corintios, sin embargo, no habían logrado reconocer a esa persona. En cambio, habían hecho lo impensable: presentarse ante la ley en disputa unos contra otros, y además delante de incrédulos.

Existían dos problemas: Primero, que los cristianos apelaban ante la ley en disputas civiles entre ellos mismos; y segundo, que se demandaban unos a otros ante los incrédulos. Pablo establece claramente que la ley secular del país, promulgada por incrédulos, era inferior a la sabiduría divina para dirimir disputas entre los creyentes. Los cristianos son hermanos y hermanas entre sí, forman parte de la misma familia espiritual. Ese vínculo debiera tener más peso que sus motivos de queja por injusticias.

Sin lugar a duda, ya es un fracaso total para ustedes el que tengan pleitos entre ustedes. ¿Por qué no sufrir más bien la injusticia? ¿Por qué no ser más bien defraudados? Sin embargo, ustedes hacen injusticia y defraudan, ¡y esto a los hermanos! (1 Corintios 6:7,8.)

Pablo expresó así su pesar acerca de las demandas civiles que los creyentes entablaban contra otros creyentes. Los procesos civiles entre cristianos perjudicaban el testimonio y reputación de la iglesia. El daño que los creyentes corintios se hacían a sí mismos menoscabando a la iglesia de esa manera era mayor que el que sufrían al ser perjudicados por otros cristianos. Fuere cual fuere el veredicto del tribunal de justicia, el solo hecho de tomar parte en el proceso legal ya habría significado una derrota para los cristianos.

Tener litigios judiciales dentro de la iglesia evidenciaba que los corintios habían perdido de vista los principios por los que debían vivir en condición de cristianos. Cristo enseñó a los miembros de la iglesia a amarse unos a otros. Si de veras cumplen la ley real conforme a las Escrituras: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, hacen bien (Santiago 2:8). Sírvanse los unos a los otros, se ordena a los creyentes(Gálatas 5:13). Todo integrante de la iglesia debe trabajar en armonía con los demás (Efesios 4:16). Por esos motivos sería en general mejor que te perjudicaran o te estafaran que pelearte con otros creyentes.

Los corintios no solo se equivocaban al exigir justicia y compensación, sino que además erraban al no poner la otra mejilla. No resistan al malo. Más bien, a cualquiera que te golpea en la mejilla derecha, vuélvele también la otra (Mateo 5:39). Al que quiera llevarte a juicio y quitarte la túnica, déjale también el manto (Mateo 5:40). Eran infractores que se engañaban y perjudicaban unos a otros.

¿No saben que los injustos no heredarán el reino de Dios? No se engañen: que ni los inmorales sexuales ni los idólatras ni los adúlteros ni los afeminados ni los homosexuales ni los ladrones ni los avaros ni los borrachos ni los calumniadores ni los estafadores, heredarán el reino de Dios (1 Corintios 6:9,10).

Pablo les recuerda qué personas no heredarán el Reino de Dios: los injustos, los impíos y los que hacen el mal. Da ejemplos de los que son injustos y los distingue según los pecados que adoptan. La mayoría de esos pecados eran comunes en la cultura grecorromana de la época.

Menciona los pecados sexuales: (1) Los que se enfrascan en relacione sexuales pre o extramatrimoniales; (2) los idólatras, aludidos por el vínculo estrecho que existe entre la inmoralidad sexual y las religiones paganas; (3) los adúlteros, que practican relaciones sexuales fuera del matrimonio; (4) los prostitutos, hombres que se ofrecían en ritos religiosos sexuales paganos y practicaban relaciones homosexuales.

Esta lista de pecados es muy similar a la de 1 Corintios 5:10,11. Pablo daba a entender que los creyentes que llevaban esos estilos de vida debían cuestionarse si realmente estaban en la fe. Expuso además la insensatez de acudir en pleitos judiciales ante esa clase de personas, ya que esos impíos no eran capaces de emitir juicios justos entre cristianos.

Y esto eran algunos de ustedes, pero ya han sido lavados, pero ya son santificados, pero ya han sido justificados en el nombre del Señor Jesucristo y en el Espíritu de nuestro Dios (1 Corintios 6:11).

Muchos de los creyentes de Corinto habían llevado una vida de pecado. No obstante, se lavaron y depuraron de sus pecados por medio de la fe en Cristo y fueron declarados inocentes delante de Dios. Se habían separado del mundo y habían entablado una relación con Dios. Esta bendición llega a los creyentes en el nombre del Señor Jesucristo a medida que claman a Él y confían en Él para su salvación. También les llega en el Espíritu de nuestro Dios en cuanto este aplica la obra de Cristo a los creyentes.

Todas las cosas me son lícitas, pero no todo me conviene. Todas las cosas me son lícitas, pero yo no me dejaré dominar por ninguna (1 Corintios 6:12).

La frase todas las cosas me son lícitas la emplea Pablo en otra parte de esta epístola (10:23). Por lo visto ese dicho, que probablemente era un eslogan de uso común entre los corintios de la época, se usaba para justificar varias actividades ilegítimas. En este caso amparaba la inmoralidad sexual; más adelante aparece en referencia a consumir carnes ofrecidas a los ídolos.

Pablo rebate el eslogan con dos respuestas. Por una parte señala que no todo es provechoso. Sean cuales sean las libertades de que gozan los creyentes, las preferencias de estos se deben ponderar cuidadosamente según el beneficio espiritual que aporten. Muchos usos y costumbres, por más que sean lícitos para los cristianos, tendrían un efecto negativo en la relación del creyente con Cristo, en la vida de los demás o en la iglesia. Eso debe tenerse en cuenta cada vez que los creyentes estén considerando una línea de conducta.

Pablo también declara que no se dejará dominar por ninguna cosa. Los apetitos sexuales son buenos y sanos en el contexto del matrimonio. Sin embargo, los corintios se habían hecho víctimas de sus propios deseos. Perdieron control de su cuerpo al verse envueltos en inmoralidad sexual. Los deseos sexuales los dominaron. Los creyentes en Cristo deben permanecer libres de los deseos mundanos para poder servir al Señor fielmente.

La comida es para el estómago, y el estómago para la comida, pero Dios destruirá tanto al uno como a la otra. El cuerpo no es para la inmoralidad sexual, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo (1 Corintios 6:13).

Este segundo eslogan empleado para avalar la inmoralidad sexual probablemente también estaba muy en boga en aquellos tiempos. A tenor de la respuesta de Pablo, da la impresión de que los corintios sacaron ese dicho de la cultura de su entorno y se lo apropiaron para racionalizar la idea de que los deseos sexuales existen para ser saciados, así como la comida se concibió para comerla. Según esa lógica, defendían la inmoralidad sexual aduciendo que esta constituía el curso natural de la biología, un deseo o antojo físico que era natural y permisible satisfacer. Puesto que Dios creó al hombre como criatura sexual, dicho razonamiento consistía en que el sexo es correcto y bueno y un deseo natural que se debe satisfacer. Naturalmente, ese concepto encierra cierta verdad. El goce de la sexualidad es natural y forma parte del designio divino. Dicha verdad en todo caso no convierte en legítima toda forma de placer sexual.

Pablo impugnó la aplicación de ese eslogan recordando a los corintios que Dios tiene la autoridad para limitar y conducir el modo en que vivimos. Declaró que pese al orden natural de la comida para el estómago, Dios destruirá ambos. Es decir, el hecho de que un día Dios destruirá el orden natural como ahora se lo conoce demuestra que las funciones biológicas no determinan las obligaciones morales del hombre. Dios es la autoridad suprema en lo que respecta a determinar cómo se deben comportar los seres humanos. Él es en última instancia maestro sobre toda la naturaleza, y Su Palabra regula cómo debemos vivir los seres humanos.

Para hacer más explícito el argumento, Pablo replica con un proverbio que se asemeja al eslogan de los corintios. La inmoralidad sexual no se puede justificar como ejercicio biológico natural, ya que el cuerpo humano no fue concebido para ello, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo. La revelación de Dios en Cristo da a entender claramente que el orden natural de esto es muy distinto de lo que se hace patente por mera observación biológica. Existe una relación entre nuestros cuerpos y Cristo. Hemos de servirle con nuestro cuerpo (Romanos 12:1), y Cristo redime nuestros cuerpos.

Pues como Dios levantó al Señor, también a nosotros nos levantará por medio de Su poder (1 Corintios 6:14).

Pablo recuerda a sus lectores la resurrección de Cristo. Dios no simplemente levantó el espíritu de Cristo de los muertos; mediante el poder el Espíritu Santo (Romanos 1:4), Dios resucitó el cuerpo de Cristo. Asimismo, en el día del juicio final, Él levantará de los muertos los cuerpos de todos los creyentes. La esperanza que albergan los cristianos en la futura resurrección del cuerpo demuestra que el orden natural de las cosas consiste en que los cuerpos de los cristianos pertenecen a Cristo y han de emplearse para Su servicio.

¿No saben que sus cuerpos son miembros de Cristo? ¿Quitaré, pues, los miembros de Cristo para hacerlos miembros de una prostituta? ¡De ninguna manera! (1 Corintios 6:15).

Pablo les recuerda que sus cuerpos son miembros de Cristo. Sus palabras dejan bien sentado que los creyentes no solo están unidos espiritualmente a Cristo. También están íntimamente ligados a Él en todo estrato de su ser; de modo que hasta sus cuerpos físicos están unidos a Él, por ser partes del cuerpo de Cristo en la Tierra. Los corintios habían desestimado la importancia de la inmoralidad sexual sobre la base de que Dios destruiría el cuerpo y por ende el cuerpo no tenía valor (6:13).

Pablo enseñó que los cuerpos de los creyentes son valiosos, pues ya forman parte de Cristo. Estos no solo tienen significación eterna, sino también temporal. Es más, dado que los cuerpos de los creyentes están unidos a Cristo, cuando tomaban parte en relaciones sexuales con prostitutas implicaban a Cristo en sus actos. Esa unión física con Cristo hace inconcebible que la unión con una prostituta sea legítima. Los miembros de Cristo no deben unirse con una prostituta.

¿O no saben que el que se une con una prostituta es hecho con ella un solo cuerpo? Porque dice: Los dos serán una sola carne (1 Corintios 6:16).

Pablo señala lo que aquellos creyentes ya sabían, que cuando un hombre se ayunta a una prostituta se hace uno con ella en cuerpo. Tales relaciones no son tan casuales como parecieran. Por esa razón Pablo apoya su afirmación refiriéndose al Antiguo Testamento.

Génesis 2:24 describe a Adán y Eva en unión sexual como «una sola carne». Desde una perspectiva bíblica, incluso las relaciones sexuales fuera de los límites del matrimonio crean una unión carnal entre los participantes. Puesto que la carne de un creyente está unida a Cristo, cuando el creyente se hace una sola carne con una prostituta, une sexualmente a Cristo con ella. Si bien eso no compromete la santidad de Cristo, sí pone de manifiesto lo impropio que es que los creyentes vivan como incrédulos.

Pero el que se une con el Señor, un solo espíritu es (1 Corintios 6:17).

Habiendo dicho ya que los cuerpos de los creyentes «son miembros de Cristo» mismo (6:15), Pablo añade que la unión de ellos con el Señor los lleva a ser uno con Él en espíritu.

Huyan de la inmoralidad sexual. Cualquier otro pecado que el hombre cometa está fuera del cuerpo, pero el inmoral sexual peca contra su propio cuerpo (1 Corintios 6:18).

Pablo remata esta sección con un mandato: Huyan de la inmoralidad. Es muy probable que tuviera en mente el ejemplo dado por José cuando huyó de la esposa de Potifar (Génesis 39:7–12). Pablo instruyó similarmente al joven pastor Timoteo (2 Timoteo 2:22). En vez de una débil resistencia a la inmoralidad, Pablo insistió en una ruptura con el pecado.

Su consejo radicaba en la singularidad del pecado sexual. En contraste con otros pecados, siendo que la unión sexual posee un componente espiritual, la inmoralidad sexual es un pecado excepcional, así contra Cristo como contra nuestro propio cuerpo. Muchos pecados como la toxicomanía, la glotonería y el suicidio tienen efectos perjudiciales sobre el cuerpo. Las palabras de Pablo no se refieren a la enfermedad u otros daños causados por el pecado. Más bien sus palabras están ligadas a lo que se discutía anteriormente en el capítulo 6:12-17. Ahí Pablo estableció que los cuerpos de los cristianos están unidos a Cristo y por tanto se transforman en miembros del propio Cristo.

La inmoralidad sexual viola el propio cuerpo de uno, ya que lo lleva a una unión indebida de «una sola carne» y se mofa de la unión mística con Cristo. En ese sentido la inmoralidad sexual resulta ser un pecado singular contra el cuerpo. Quebranta el hecho más significativo acerca de la existencia física de los creyentes: que sus cuerpos pertenecen a Cristo.

¿O no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, que mora en ustedes, el cual tienen de Dios, y que no son de ustedes? Pues han sido comprados por precio. Por tanto, glorifiquen a Dios en su cuerpo (1 Corintios 6:19,20).

Pablo apela nuevamente a la enseñanza que ha impartido a los corintios. El cuerpo del cristiano es templo del Espíritu Santo. El Espíritu reside en los creyentes, por lo cual el cuerpo de estos es un lugar santo concebido para que more allí la presencia de Dios. El hecho de que el Espíritu Santo resida en los creyentes es indicativo de la naturaleza nueva del cuerpo de estos, santificada y pura, por estar en unión con Cristo. Cuando una persona en Cristo se ve envuelta en inmoralidad sexual, va a contrapelo de la nueva naturaleza e identidad de su cuerpo. El cristiano ha sido redimido para buenas obras (Efesios 2:10); por eso debe emplear su cuerpo para buenas obras y para la justicia, no para el pecado.

Pablo les recuerda a los corintios que no tienen derechos sobre su propio cuerpo. No son libres de hacer uso de él para lo que les dé la real gana. El apóstol insiste en que Cristo los compró por precio: Su propia sangre. Los compró —en cuerpo y alma— a costa de Su propio sufrimiento y muerte en la cruz por sus pecados. Dado que le pertenecen, lo creyentes no tiene derecho a rebelarse contra Él empleando su cuerpo en conductas que el Señor ha prohibido. Siendo que esa compra deviene en redención y salvación, les debiera inspirar gratitud y obediencia, no rebelión.

Pablo instruye a los corintios a honrar a Dios con su cuerpo. En lugar de limitarse a resistir el pecado, los creyentes deben autopercibirse como templos de Dios, adquiridos por Cristo. Ya que Cristo murió por los creyentes y los redimió, tenemos con Él una deuda de obediencia y honra. Debemos buscar fórmulas para dar gloria a Dios empleando nuestro cuerpo en los sentidos en que Él ha indicado.

Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.

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