1 Corintios: Capítulo 9 (versículos 18-27)

abril 1, 2025

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 9 (verses 18–27)]

Este artículo abarca la segunda mitad de 1era a los Corintios 9.

¿Cuál es, pues, mi recompensa? Que predicando el evangelio, pueda yo presentarlo gratuitamente, para no abusar de mi derecho en el evangelio (1 Corintios 9:18).

Para muchos intérpretes de la Escritura lo que Pablo declara en este pasaje es que su predicación era de por sí una recompensa, que predicar el evangelio gratuitamente y no hacer uso de sus derechos a recibir pago era retribución suficiente. No obstante, a la luz del versículo anterior, en el que Pablo afirmó que si lo hacía de su propia voluntad tendría recompensa y que si no, de todos modos un encargo se le había confiado (1 Corintios 9:17), parecería conveniente considerar las palabras del apóstol desde otra óptica. La segunda interpretación de este pasaje consiste en que Pablo sabía que un día recibiría recompensa por haber predicado sin recibir pago a cambio. Cristo lo premiaría por no haber buscado su propio provecho.

A pesar de ser libre de todos, me hice siervo de todos para ganar a más [personas a Cristo] (1 Corintios 9:19).

Dado que vivía en el mundo mediterráneo, Pablo estaba acostumbrado a interactuar con muchas culturas. En esas situaciones tan versátiles se comprometió a no ejercer su derecho a reivindicar las normas de sus propias inclinaciones culturales, además de no insistir en las libertades a las que tenía derecho bajo el evangelio.

Partió con una firme aseveración: ser libre de todos. Al invocar su condición de libre, Pablo declaró que no tenía que conformarse a las preferencias de otros. Aun así, voluntariamente se hizo siervo de todos. Se privó de su derecho a sus propias preferencias a fin de servir a otras personas. Lo hizo para poder ganar a tantos como fuera posible y así propagar el reino de Cristo.

Para los judíos me hice judío, a fin de ganar a los judíos. Aunque yo mismo no estoy bajo la ley, para los que están bajo la ley me hice como bajo la ley, a fin de ganar a los que están bajo la ley. A los que están sin la ley, me hice como si yo estuviera sin la ley (no estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo), a fin de ganar a los que no están bajo la ley (1 Corintios 9:20,21).

Para demostrar hasta qué punto estaba dispuesto a seguir su norma de actuación, Pablo describe los dos aspectos contrastantes de su labor multicultural: Atendía espiritualmente tanto a los que estaban bajo la ley —los judíos que se regían por la Ley Mosaica— como a los que estaban sin la ley —los gentiles—. En aquella época las diferencias entre esos dos grupos podían ser abismales. Las creencias religiosas, los modos de proceder en el aspecto moral, los usos culturales, las costumbres familiares, los sistemas legales, la indumentaria, los días festivos y los hábitos alimenticios diferían enormemente entre judíos y gentiles. Esa diversidad exigía que Pablo ejercitara mucha flexibilidad, a la cual se abrazó pues quería ganar a gente de ambos grupos y traerla a Cristo.

El término «bajo la ley» se refería al modo de vida judío gobernado por la Ley Mosaica. El propio Pablo era étnicamente judío, pero entendía que, gracias al sacrificio y muerte de Jesús en la cruz, Dios había creado un pueblo nuevo, Su iglesia, en la que no había distinción entre el judío y el gentil (Gálatas 3:28). El antiguo pacto quedó invalidado y desde entonces los creyentes se rigen por lo que Pablo llama aquí la ley de Cristo. A fin de comunicar el mensaje al pueblo judío, Pablo accedió a adoptar temporalmente los aspectos de los usos y costumbres judíos que fueran necesarios para darles a conocer el evangelio.

Él sabía que esos ritos y costumbres quedaron derogados tras la muerte de Jesús en la cruz, toda vez que Dios anuló el acta que había contra nosotros, que por sus decretos nos era contraria, y la ha quitado de en medio al clavarla en Su cruz(Colosenses 2:14). Pablo, sin embargo, les tenía tanto cariño a las colonias judías que cuando estaba con ellas observaba sus costumbres y sus leyes a fin de que el evangelio echara en ellas raíz.

Por otra parte, estar sin ley significaba que los gentiles quedaban «apartados de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la promesa, estando sin esperanza y sin Dios en el mundo» (Efesios 2:12). Para adorar a Dios no contaban con la guía que proporciona la enseñanza de la Escritura; seguían más bien ritos paganos y estilos de vida exentos de las restricciones de la ley y costumbres judías. Aunque Pablo no avalaba estilos de vida paganos, sí observaba sus usos y costumbres y sus leyes cuando estaba con ellos, de modo que el evangelio pudiera divulgarse entre los gentiles.

Era flexible mientras se trasladaba de una congregación a otra, pero sabía sus límites. Cuando se hallaba entre judíos religiosos se acordaba de que ya no estaba sujeto a la ley (aunque yo mismo no estoy bajo la ley). De igual manera, cuando se encontraba entre gentiles no observantes de las leyes de la Escritura, Pablo, en muchos aspectos, amoldaba su modo de conducirse externamente al de ellos. Claro que tampoco se desviaba hacia el paganismo, ya que su objetivo era llevar a la gente al conocimiento del único Dios verdadero. Si bien era libre de observar las costumbres culturales y modos de vida de los lugareños, estaba sujeto a guardar la ley de Cristo (no estando yo sin la ley de Dios, sino en la ley de Cristo).

«La ley de Cristo» no es antagónica con la Ley Mosaica. El propio Jesús dijo: «No piensen que he venido para abrogar la Ley o los Profetas. No he venido para abrogar, sino para cumplir»(Mateo 5:17). Cuando Pablo alude a la ley de Cristo hace referencia a las enseñanzas morales de todas las Escrituras tal como las ilustraron Cristo y Sus apóstoles. Pablo solía afirmar que la ley de Dios se concibió como una guía para los cristianos (Romanos 2:25–29; 1 Timoteo 1:8). No obstante, aquí dio a entender claramente que la ley divina para los cristianos se interpreta a la luz de la venida de Cristo y por tanto se transformó en la ley de Cristo.

Me hice débil para los débiles, a fin de ganar a los débiles. A todos he llegado a ser todo, para que de todos modos salve a algunos (1 Corintios 9:22).

Pablo añade otro grupo de personas, además de los judíos y los gentiles, uno que puso de relieve su preocupación por la iglesia de Corintio: los débiles. La gente fuerte y culta dentro de la iglesia de Corinto rehusaba hacer concesiones a personas que consideraban débiles entre ellos. Los fuertes argumentaban que tenían libertad para comer carnes sacrificadas a los ídolos, puesto que estos no tienen verdadera existencia; sin embargo, al hacerlo pecaban contra hermanos y hermanas más débiles que tropezaban con esa conducta (1 Corintios 8:4–7).

Por contraste, Pablo se hizo débil adaptando de buen grado su conducta a la de los débiles. Al poner límites a su libertad se aseguró de no hacer caer en pecado a hermanos y hermanas más débiles. Los fuertes y entendidos de Corinto se hacían cargo de sus derechos, pero se habían olvidado de la importancia de amar a los demás. Desdeñar a los débiles de la iglesia de Corinto, a la postre acarrearía el juicio de Dios.

Pablo procede a expresar que él ha llegado a ser de todo a todos. Renunció a su derecho a procurar sus propias preferencias y se sometió a otros con el objeto de traerlos a la salvación. Su principal preocupación era edificar el reino de Cristo haciendo llegar el mensaje a los perdidos y trayéndolos a la fe y a vida nueva en Cristo. No permitió que sus propias libertades interfirieran con su objetivo de llevar a otros a seguir el camino de Cristo, así se tratara de los que estaban bajo la ley o de los que no lo estaban.

Y todo lo hago por causa del evangelio, para hacerme copartícipe de él (1 Corintios 9:23).

El propósito y llamamiento de Pablo era transmitir a la gente las buenas nuevas de la salvación por medio de Cristo. Su aspiración era que el reino de Dios llegara con pleno poder, y se hizo siervo de todos con el fin de alcanzar esas metas. Pablo sabía que Dios lo recompensaría y sacrificó sus propios derechos para hacerse partícipe de las bendiciones de Dios.

¿No saben que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, pero solo uno lleva el premio? Corran de tal manera que lo obtengan. Y todo aquel que lucha se disciplina en todo. Ellos lo hacen para recibir una corona corruptible; nosotros, en cambio, para una incorruptible (1 Corintios 9:24,25).

Pablo recurre a la analogía de una carrera atlética para sacar a relucir la gran importancia de ejercer dominio propio con el objetivo de llevar a cuanta gente sea posible a Cristo. Dado el auspicio que los corintios brindaban a los Juegos Ístmicos y el vínculo que tenían con ellos, la referencia a una competencia atlética constituía una adecuada metáfora con la que los corintios podían identificarse. Pablo pasa entonces a establecer varias comparaciones entre la vida cristiana y una carrera poniéndose a sí mismo como ejemplo.

La primera es que no todos ganarán el premio, así como no todos los que inician la vida cristiana perseveran hasta el fin. Los cristianos deben abordar su carrera con un solo objetivo y «empeñados en hacer el bien» (Tito 2:14). Expresan su fe esforzándose por andar como es digno del Señor a fin de agradarle en todo; de manera que produzcan fruto en toda buena obra y que crezcan en el conocimiento de Dios (Colosenses 1:10).

La segunda es que todo atleta se somete a un riguroso entrenamiento y aprende a ejercitar dominio propio en todo a fin de alcanzar su meta y terminar la carrera. Los cristianos deben consagrarse a seguir a Cristo, optando por actos que edifiquen el cuerpo de Cristo, Su pueblo, y promover su propio desarrollo espiritual y autodisciplina (Efesios 4:12).

La tercera es que, a diferencia de los atletas que luchan por obtener una guirnalda honorífica que no perdura, los cristianos reciben una corona que durará para siempre (2 Timoteo 4:8; 1 Pedro 5:4). Pablo se refería aquí a galardones eternos como la vida imperecedera y la gloria inmortal que recibirán los cristianos «que por su perseverancia en las buenas obras buscan gloria, honra e incorrupción» (Romanos 2:7; 2 Timoteo 2:10).

Por eso yo corro así, no como a la ventura; peleo así, no como quien golpea al aire. Más bien, pongo mi cuerpo bajo disciplina y lo hago obedecer; no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo venga a ser descalificado (1 Corintios 9:26,27).

De esa analogía Pablo hizo algunas inferencias morales para su vida. En primer lugar, él no llevaba su vida cristiana como quien corre a la ventura. Tenía una meta muy clara —ganar el premio— y corrió para obtenerlo.

En segundo lugar, comentó que no peleaba como quien golpea el aire. Más adelante, en una carta a Timoteo, Pablo vuelve a escribir metafóricamente sobre correr y boxear con el objeto de obtener una corona (2 Timoteo 4:7,8). Aquí señala el cuidado que tiene para no errar el golpe en sus «puñetazos espirituales».

En tercer lugar, disciplinaba su cuerpo. Usó una metáfora que ilustraba el rigor de su vida espiritual. Se condicionó espiritualmente, negándose a sí mismo como los atletas que se niegan a sí mismos para triunfar en la competencia.

Pablo concluye su analogía atlética reiterando cuál era su meta. Se esforzaba para cerciorarse de que, tras haber predicado el evangelio a otros, él no fuera descalificado del premio. No se refería a perder la salvación, pero sí era consciente de que hasta él mismo podía marginarse de Cristo. Sabía que el premio solo lo reciben los que perseveran hasta el fin (Santiago 1:12).

En general Pablo aludía aquí a toda su vida espiritual y a su atención totalmente focalizada en la meta de comunicar el evangelio al mundo. Para conseguirlo, practicaba el autocontrol en todo aspecto de su vida, tal como lo hace un atleta. No obstante, en este capítulo también se dedicó a explicar que había renunciado a sus derechos y libertades por amor a otras personas y que se había hecho siervo de todos para poder ganar a más gente a Cristo (1 Corintios 9:19). Negarse a sí mismo en servicio al prójimo era un sacrificio, pero Pablo sabía que era necesario. Se puso a sí mismo como ejemplo a seguir para los corintios. Ya que él, siendo apóstol, estuvo dispuesto a hacer tales sacrificios, los corintios debían estar dispuestos a hacer lo mismo.


Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.