1 Tesalonicenses: Capítulo 2 (2ª parte)

enero 31, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Thessalonians: Chapter 2 (Part 2)]

En el primer capítulo de 1ª a los Tesalonicenses Pablo recordó a los cristianos de Tesalónica que él y sus compañeros no perseguían gloria ni hicieron ninguna exigencia a aquellos nuevos creyentes. Por el contrario, trabajaban día y noche a fin de no ser una carga para ellos económicamente.

Ustedes son testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente actuamos entre ustedes los creyentes. En esto saben que fuimos para cada uno de ustedes como el padre para sus propios hijos: Les exhortábamos, les animábamos y les insistíamos en que anduvieran como es digno de Dios, que los llama a Su propio reino y gloria[1].

Como ya lo había hecho anteriormente (v. 5), Pablo convoca a dos testigos —los tesalonicenses y a Dios mismo— para dar fe de su integridad. Esos dos testigos sabían que Pablo y sus acompañantes se habían conducido con santidad y apego a los principios divinos. Declararon que había señales muy claras que demostraban que los actos de Pablo y sus condiscípulos concordaban tanto con las leyes divinas como con las humanas y que su comportamiento había sido intachable. Con ello se recalca la conducta irreprochable que Pablo exhibió «entre ustedes los creyentes».

A continuación Pablo les recuerda de qué modo procedieron con ellos él y sus compañeros. Fueron como un padre para sus propios hijos. El apóstol puso el foco en el papel de nodriza y de instructor que desempeñó en la vida de los creyentes tesalonicenses. Un autor lo explica así: Pablo se compara a sí mismo con una nodriza o con una madre cuando quiere destacar el amor y afecto que abriga por sus lectores; en cambio, se compara con un padre cuando quiere enfocarse en su labor de educar y formar a los conversos[2]. En antiguos escritos grecorromanos y judíos se solía retratar al padre como figura autoritaria a cargo del gobierno de su casa. No obstante, otros escritos contrapesan esa imagen describiendo el amor y la devoción de un padre. Es esta última representación del padre la que pone de relieve Pablo en su carta a los tesalonicenses.

El rol padre para sus hijos que cumplen Pablo y sus compañeros se expresa en tres acciones realizadas: exhortaron, animaron y les insistieron a los tesalonicenses que anduvieran como es digno de Dios. En sus epístolas a las iglesias Pablo emplea varias veces la analogía del padre con sus hijos.

No escribo esto para avergonzaros, sino para amonestaros como a hijos míos amados[3].

He aquí, estoy listo para ir a ustedes por tercera vez, y no les seré carga. Porque no busco las cosas de ustedes sino a ustedes; pues los hijos no tienen obligación de atesorar para los padres sino los padres para los hijos[4].

Hijitos míos, por quienes vuelvo a sufrir dolores de parto hasta que Cristo sea formado en ustedes[5].

Pablo también aplicó esa imagen en lo tocante a su relación con Timoteo.

Ya conocen la reputación de Timoteo, que como hijo a padre ha servido conmigo en el evangelio[6].

A Timoteo, verdadero hijo en la fe: Gracia, misericordia y paz, de Dios nuestro Padre y de Cristo Jesús, nuestro Señor[7].

Al igual que un padre, Pablo exhortó, animó y amonestó a los Tesalonicenses para que anduvieran como es digno de Dios. A lo largo de sus epístolas Pablo usa el verbo andar para indicar cómo debe conducirse (andar) la gente delante de Dios.

Digo, pues: Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne[8].

Andemos como de día, honestamente; no en glotonerías y borracheras, no en lujurias y libertinaje, no en contiendas y envidia[9].

Yo, prisionero en el Señor, les exhorto a que anden como es digno del llamamiento con que fueron llamados[10].

Por tanto, de la manera que han recibido a Cristo Jesús el Señor, así anden en Él[11].

Pablo concluye este versículo (v. 12) describiendo a Dios como el que los llama a Su propio reino y gloria. Posteriormente en esta epístola él también se refiere al llamado que Dios hace a los creyentes. Fiel es el que los llama, quien también lo logrará[12].

Nosotros también damos gracias a Dios sin cesar; porque cuando recibieron la palabra de Dios que oyeron de parte nuestra, la aceptaron, no como palabra de hombres sino como lo que es de veras, la palabra de Dios quien obra en ustedes los que creen[13].

Los fundadores de la iglesia de Tesalónica —Pablo, Silas y Timoteo— daban continuamente gracias a Dios por esas personas que reaccionaron tan favorablemente a la palabra de Dios que les habían predicado. Los tesalonicenses reconocieron que lo que habían oído era un mensaje sagrado y no una estéril filosofía o palabra de hombres. La recibieron y aceptaron como venida de Dios. Esa palabra estaba ya en acción en la vida de los integrantes de la iglesia. Si bien los fundadores de la misma no estaban ya físicamente con ellos, la palabra de Dios continuaba obrando en ellos.

El modo en que la palabra obraba en los creyentes confirmaba que la prédica de Pablo era la palabra de Dios. Los tesalonicenses acogieron la enseñanza de Pablo como palabra de Dios y sabían que esta produjo una obra divina en la vida de ellos. Él no señaló en qué consistía exactamente esa obra divina, aunque lo más probable es que se trataba de la conversión de los tesalonicenses y su abandono de la idolatría (1:9,10), y la manifestación del fruto del Espíritu en la vida de ellos. Sabían que la palabra de Dios los había transformado.

Porque ustedes, hermanos, llegaron a ser imitadores de las iglesias de Dios en Cristo Jesús que están en Judea; pues también ustedes han padecido las mismas cosas de sus propios compatriotas, como ellos de los judíos. Estos mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas, a nosotros nos han perseguido, no agradan a Dios y se oponen a todos los hombres, prohibiéndonos hablar a los gentiles a fin de que sean salvos[14].

Pabló equiparó la persecución que experimentaba la iglesia tesalonicense con la que sufrían las iglesias de toda Judea. El estaba muy al tanto de lo sufrido por los cristianos en Judea, ya que anteriormente estuvo involucrado en su persecución. Saulo —más tarde llamado Pablo— asolaba la iglesia; entrando casa por casa, arrastraba a hombres y mujeres y los enviaba a la cárcel[15].

Los cristianos de Judea habían sufrido a manos de sus propios compatriotas; y los cristianos tesalonicenses pasaban por dificultades similares. Si bien los sobresaltos en Tesalónica en un principio fueron provocados por la colonia judía, rápidamente absorbieron a la población autóctona así como a los dirigentes cívicos, funcionarios y poliarcas, que eran los gobernadores elegidos de la ciudad.

Celosos, entonces, los judíos que no creían, tomaron consigo algunos ociosos, hombres malos, con los que juntaron una turba y alborotaron la ciudad. Asaltaron la casa de Jasón, e intentaban sacarlos al pueblo, pero como no los hallaron, trajeron a Jasón y a algunos hermanos ante las autoridades de la ciudad, gritando: «Estos que trastornan el mundo entero también han venido acá, y Jasón los ha recibido. Todos ellos contravienen los decretos de César, diciendo que hay otro rey, Jesús.» Al oír esto, el pueblo y las autoridades de la ciudad se alborotaron. Pero después de obtener fianza de Jasón y de los demás, los soltaron. Inmediatamente, los hermanos enviaron de noche a Pablo y a Silas hasta Berea. En cuanto llegaron, entraron en la sinagoga de los judíos[16].

Los gentiles de Tesalónica fueron quienes persiguieron a los creyentes, aunque la persecución inicial provino de la sinagoga del lugar. No se nos entregan detalles sobre qué tipo de persecución tuvo lugar, pero es probable que incluyera ostracismo social, insultos, acusaciones y hasta quizá agresiones físicas que pudieron haber derivado en el martirio de algunos. Habiendo establecido la comparación entre la persecución sufrida por los tesalonicenses de parte de sus compatriotas y el modo en que los judíos persiguieron a las iglesias de judea, Pablo prosigue expresándose más bien negativamente sobre el pueblo judío.

En sus acusaciones contra la oposición judía, expone seis argumentos. El primero y el segundo es que fueron ellos quienes mataron tanto al Señor Jesús como a los profetas. Pese a que Jesús fue ejecutado por el procurador romano Poncio Pilato, tanto los Evangelios como el libro de los Hechos atribuyen a la colectividad judía de Jerusalén —que engloba tanto las autoridades religiosas como la población en general— responsabilidad por Su ejecución[17]. (Es menester subrayar que si bien parte de la colectividad judía de Jerusalén fue responsable de la muerte de Jesús, el judaísmo en general no lo es. Por ende, toda manifestación de antisemitismo es contraria al espíritu cristiano y errónea.) Los profetas a los que Pablo aludió eran probablemente Isaías, Miqueas y Amós, todos ellos mártires.

El tercer argumento fue que en la época de Pablo los judíos se oponían al plan de Dios, como se aprecia en la persecución que padecieron los apóstoles: a nosotros nos han perseguido. Con frecuencia Pablo y quienes predicaban el evangelio eran expulsados de las ciudades y amenazados por sus habitantes[18]. En este caso habían sido expulsados de Tesalónica.

La cuarta acusación consiste en que no agradan a Dios. Agradar a Dios era un concepto importante, así en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. Pablo lo menciona dos veces en 1ª a los Tesalonicenses[19]. En este caso el apóstol hace notar el antagonismo de los dirigentes judíos que se oponían a los mensajeros de Dios (v. 15 y 16) y además, su pecado. Añadió asimismo que se enfrentan a los que no son de su raza cuando escribió que se oponen a todos los hombres (o actúan en contra de toda la humanidad, NVI). En el libro de Hechos leemos que la colonia judía en muchas ciudades trató de impedir que Pablo y sus socios hablaran a los gentiles, y en algunas ocasiones lograron silenciarlos[20].

La quinta acusación consta de que se oponen a todos los hombres [la humanidad], prohibiéndonos hablar a los gentiles a fin de que sean salvos[21]. Pablo expone que la hostilidad de los judíos hacia todos los hombres se manifiesta en sus intentos por impedir que él y su equipo comuniquen el mensaje de salvación a los gentiles. En Tesalónica esos empeños acortaron la misión de Pablo. El apóstol pasa luego a decir que esos intentos de obstruir su misión de dar testimonio a los gentiles son la culminación del largo historial de pecado que pesa contra ellos, y que la oposición que presentan a su ministerio no es más que otro ejemplo de su resistencia a Dios. De ahí que estén padeciendo la ira divina.

Pablo concluye con una escalofriante afirmación: ¡Pero la ira de Dios viene sobre ellos hasta el extremo![22] No se refería con ello al futuro juicio, sino a una manifestación de la ira de Dios en aquel momento, en  el presente, lo cual percibirían los lectores de su carta.

Habiendo escrito sobre la receptividad de los creyentes de Tesalónica al evangelio y sobre la oposición judía a la misión de Pablo entre los gentiles, este vuelve a hablar de su relación con los tesalonicenses y la tristeza que le genera estar separado de ellos.

Pero nosotros, hermanos, apartados de ustedes por un poco de tiempo, de vista pero no de corazón, procuramos con mayor empeño y con mucho deseo verlos personalmente. Por eso quisimos ir a ustedes (yo Pablo, una y otra vez), pero Satanás nos lo impidió[23].

Aunque Pablo y sus compañeros terminaron separados de los creyentes tesalonicenses, su intención era regresar. Él había estado apartado de ellos por un poco de tiempo. En su ausencia ellos hicieron todo lo posible por demostrar a los tesalonicenses el amor que les tenían. Además hicieron todo lo posible por explicarles que si no habían regresado no era por despreocupación o falta de interés en ellos. Si bien estaban separados de la iglesia, todavía llevaban en su corazón a los tesalonicenses.

Pablo abrigaba el deseo de retornar, y sus colaboradores pusieron en ello mucho empeño, pero la oposición era fuerte. Satanás nos lo impidió. Pese a la obstrucción, pudieron mandar a Timoteo de regreso a la iglesia. Como no pudimos soportarlo más, nos pareció bien quedarnos solos en Atenas, y enviamos a Timoteo, nuestro hermano y colaborador de Dios en el evangelio de Cristo, para afirmarlos y animarlos en su fe[24]. En otro momento, mucho después, Pablo sí pudo volver a Macedonia y Tesalónica[25].

Porque, ¿cuál es nuestra esperanza, gozo o corona de orgullo delante del Señor Jesucristo en Su venida? ¿Acaso no lo son ustedes? En efecto, ustedes son nuestra gloria y gozo[26].

Pablo y sus colegas explicaron que una de las razones por las que querían ver a los tesalonicenses es que la iglesia era su fuente de alegría. Reconocieron que en el juicio final, tanto ellos como los tesalonicenses, tendrían que comparecer ante la presencia de Dios. Vislumbraban que se llenarían de gozo y recibirían una corona cuando presentaran a los tesalonicenses al Señor.

Los creyentes de Tesalónica eran la gloria y gozo de Pablo y sus colaboradores, su fuente de honor. Un autor lo expresó así: En medio de sus aflicciones y angustia, esa iglesia los colmaba de un gozo superabundante[27].

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] 1 Tesalonicenses 2:10–12.

[2] Weima, Jeffrey A. D., 1–2 Thessalonians: Baker Exegetical Commentary on the New Testament (Grand Rapids: Baker Academic, 2014), 154.

[3] 1 Corintios 4:14.

[4] 2 Corintios 12:14.

[5] Gálatas 4:19.

[6] Filipenses 2:22.

[7] 1 Timoteo 1:2. Véase también 1 Timoteo 1:18, 2 Timoteo 2:1,2.

[8] Gálatas 5:16.

[9] Romanos 13:13.

[10] Efesios 4:1.

[11] Colosenses 2:6.

[12] 1 Tesalonicenses 5:24.

[13] 1 Tesalonicenses 2:13.

[14] 1 Tesalonicenses 2:14–16.

[15] Hechos 8:3. V. también 1 Timoteo 1:13,14.

[16] Hechos 17:5–10.

[17] Marcos 3:6; 14:1; 15:14,15; Juan 5:18; 7:1; 8:59; 11:45–53; Hechos 2:23, 36; 3:13–15; 4:10; 5:30; 7:52.

[18] Hechos 9:23–25; 13:50; 14:4–6, 19,20.

[19] 1 Tesalonicenses 2:4, 4:1.

[20] Hechos 13:48–52; 14:2,19.

[21] 1 Tesalonicenses 2:15,16.

[22] 1 Tesalonicenses 2:16.

[23] 1 Tesalonicenses 2:17,18.

[24] 1 Tesalonicenses 3:1,2.

[25] Hechos 20:1–3.

[26] 1 Tesalonicenses 2:19,20.

[27] Green, Gene L., The Letters to the Thessalonians, Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 156.