1 Tesalonicenses: Capítulo 4 (2ª parte)

marzo 14, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Thessalonians: Chapter 4 (Part 2)]

Luego de tratar el tema de la inmoralidad sexual en los versículos 3-8[1], Pablo aborda otro problema que había surgido en la iglesia tesalonicense.

Con respecto al amor fraternal, no tienen necesidad de que les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados de Dios que se amen los unos a los otros. De hecho, lo están haciendo con todos los hermanos por toda Macedonia[2].

Pablo parte elogiando a los creyentes de Tesalónica por su amor fraternal. Normalmente el amor fraternal se usa para describir los lazos afectuosos entre los miembros de una familia; no se aplicaría a personas ajenas al círculo familiar. Sin embargo, Pablo usa la frase para describir la relación que existe entre cristianos que han llegado a ser hermanos (y hermanas) dentro la comunidad de fe. Pablo califica a los creyentes de hermanos 17 veces en la primera epístola a los tesalonicenses.

El término amor fraternal empleado en el Nuevo Testamento describe la relación que mantienen entre sí los creyentes cristianos a raíz de la fe que comparten en Cristo. He aquí algunos otros ejemplos que presenta el Nuevo Testamento:

Amándose los unos a los otros con amor fraternal[3].

Permanezca el amor fraternal[4].

Habiendo purificado la vida de ustedes en obediencia a la verdad para un amor fraternal no fingido, ámense los unos a los otros ardientemente y de corazón puro[5].

El mandamiento de amarse unos a otros fue un elemento clave de las enseñanzas de Jesús, que apeló a Sus discípulos a imitar el mismo amor que Él les había demostrado.

Un mandamiento nuevo les doy: que se amen los unos a los otros. Como los he amado, ámense también ustedes los unos a los otros. En esto conocerán todos que son Mis discípulos: si tienen amor los unos por los otros[6].

Este es Mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como Yo los he amado[7].

Esto les mando: que se amen unos a otros[8].

El precepto de Jesús, que debemos amarnos unos a otros, fue un tema que Sus discípulos enseñaron repetidamente.

Este es el mensaje que ustedes han oído desde el principio: que nos amemos los unos a los otros[9].

Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo[10].

Este es Su mandamiento: que creamos en el nombre de Su Hijo Jesucristo y que nos amemos unos a otros, como Él nos ha mandado[11].

Amados, amémonos unos a otros, porque el amor es de Dios. Y todo aquel que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios[12].

Amados, ya que Dios nos amó así, también nosotros debemos amarnos unos a otros[13].

Ya que esta enseñanza estaba al alcance de los tesalonicenses, Pablo podía decir propiamente: Ustedes mismos han sido enseñados de Dios que se amen los unos a los otros[14].

De hecho, lo están haciendo con todos los hermanos por toda Macedonia; pero les exhortamos, hermanos, a que sigan progresando aún más[15].

El segundo motivo por el que los tesalonicenses no necesitaban recibir ninguna instrucción suplementaria sobre el amor fraternal es porque no solo se lo estaban demostrando a sus conciudadanos de Tesalónica, sino que además lo transmitían a los cristianos que vivían en toda la región de Macedonia. Lo estaban difundiendo más allá de su propia iglesia, la de su ciudad, a otras iglesias de la zona, probablemente a Filipos, Berea y quizá también a Anfípolis y Apolonia[16].

Pablo no especifica de qué manera los tesalonicenses han manifestado ese amor mutuo a todos los creyentes macedonios. Puede que se refiriera al apoyo económico que proporcionaron a los cristianos necesitados de su región. En 2ª a los Corintios el apóstol escribe:

Ahora, hermanos, les hacemos conocer la gracia de Dios que ha sido concedida a las iglesias de Macedonia; que en grande prueba de tribulación, la abundancia de su gozo y su extrema pobreza abundaron en las riquezas de su generosidad. Porque doy testimonio de que espontáneamente han dado de acuerdo con sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos la gracia de participar en la ayuda para los santos[17].

Volviendo al capítulo 4:

Tengan por aspiración vivir en tranquilidad, ocuparse en sus propios asuntos y trabajar con sus propias manos, como les hemos mandado; a fin de que se conduzcan honestamente para con los de afuera y que no tengan necesidad de nada[18].

Aquí Pablo pone el foco en los miembros de la iglesia que dependían de mecenas (patrocinadores) para su subsistencia económica. Muchos de estos mecenas eran miembros adinerados de la comunidad de creyentes que tradicionalmente brindaban apoyo económico a sus protegidos y que en algunos casos eran ellos mismos integrantes de la iglesia. Los protegidos o clientes se afiliaban al mecenas o patrocinador con la esperanza de obtener de él beneficios tales como alimentos y representación a cambio de rendirle honores y ofrecerle apoyo público. Cuantos más patrocinados tenía un patrocinador, más importante se le consideraba.

Pablo propuso firmemente que en lugar de adscribirse al mecenazgo como estilo de vida, los creyentes tesalonicenses debían dedicarse a su propio trabajo a fin de no tener que depender de otros para su sustento. Debían trabajar con sus propias manos mientras se ocupaban de sus propios asuntos de modo que pudieran procurarse sus propias necesidades.

Eso era precisamente lo que hacían Pablo y sus compañeros. Si bien Pablo era misionero, también fabricaba tiendas de campaña. Aunque pudo haber vivido de los donativos de las personas a las que servía espiritualmente, optó por no aprovecharse de ese derecho. En el libro de Hechos Pablo indicó claramente que se mantenía con su oficio, el cual consistía en fabricar tiendas.

No he codiciado ni la plata ni el oro ni el vestido de nadie. Ustedes saben que estas manos proveyeron para mis necesidades y para aquellos que estaban conmigo[19].

A fin de que se conduzcan honestamente para con los de afuera y que no tengan necesidad de nada. Debido a que algunos de los creyentes tesalonicenses estaban comprometidos en los asuntos de la ciudad y dependían económicamente de sus mecenas, no contribuían con las necesidades de la iglesia y de la comunidad cristiana. Para solucionar el problema Pablo les propuso que se distanciaran de participar en los asuntos de la ciudad, prescindieran del sistema de mecenazgo y más bien se consiguieran un trabajo honrado que los liberara de la dependencia de sus mecenas. El apóstol llamó a los cristianos tesalonicenses a conducirse de tal modo que les reportara respeto en lugar de estar en deuda con un patrocinador. Era recomendable que se los considerase miembros serios y responsables de la colectividad y que se condujesen como ciudadanos íntegros. Al mismo tiempo, Pablo los indujo a no depender de otras personas para su mantenimiento.

Hasta ese punto del capítulo Pablo se había referido a cosas que los creyentes ya sabían. Ya saben cuáles son las instrucciones que les dimos de parte del Señor Jesús[20]. Les hemos dicho y advertido[21]. No tienen necesidad de que les escriba, porque ustedes mismos han sido enseñados de Dios que se amen los unos a los otros[22]. En ese momento, sin embargo, Pablo pasa a hablar de otro tema: la cuestión de qué ocurrirá a «los muertos en Cristo».

Tampoco queremos, hermanos, que ignoren acerca de los que duermen, para que no se entristezcan como los demás que no tienen esperanza[23].

Diríase que los creyentes de Tesalónica no tenían un conocimiento muy claro acerca de sus compañeros ya fallecidos. Es probable que no hubieran recibido suficiente instrucción sobre ese tema y que le plantearan a Pablo ciertas preguntas con respecto a los cristianos que ya habían partido. Pablo emplea la metáfora los que duermen para referirse a los que habían muerto; pero varios versículos después (en muchas de las versiones) menciona a los que han partido y los llama los muertos. Los muertos en Cristo resucitarán primero[24].

La razón por la que Pablo quería que los creyentes estuvieran informados sobre los cristianos fallecidos era que no se entristecieran como los demás que no tienen esperanza. No es que Pablo sugiriera que los creyentes no debían llorar la partida de sus seres queridos; más bien, como escribió un autor:

Su pena y dolor se debían atenuar e iluminar mediante la esperanza que abrigaban basada en la resurrección de Cristo y la promesa de Su venida[25].

Pablo prosigue diciendo:

Porque si creemos que Jesús murió y resucitó, de la misma manera Dios traerá por medio de Jesús, y con Él, a los que han dormido[26].

Una de las creencias fundamentales de la iglesia era y es que Jesús murió y resucitó. Pablo en esa oportunidad probablemente citaba un credo que circulaba entre los creyentes y que se empleaba en la iglesia tesalonicense de la época. La muerte y resurrección de Cristo se presentaba como garantía de la resurrección de los creyentes[27].

Les decimos esto por palabra del Señor: Nosotros, que vivimos, que habremos quedado hasta la venida del Señor, de ninguna manera precederemos a los que ya durmieron[28].

Pablo comienza esta oración afirmando que dicha enseñanza fue inspirada por Jesús —«por palabra del Señor»— y que por ende es autoritativa para los creyentes cristianos. En el Antiguo Testamento la «palabra del Señor» generalmente aludía a los oráculos proféticos. Enseguida algunos ejemplos:

Vino la palabra del SEÑOR al sacerdote Ezequiel[29].

Vino a mí [Jeremías] la palabra del SEÑOR[30].

La palabra del SEÑOR que vino a Oseas hijo de Beeri[31].

Pese a ello, en el Nuevo Testamento, la palabra del Señor no se usa así. Se refiere más bien al mensaje del evangelio que se proclama.

Así continuó por espacio de dos años, de manera que todos los que habitaban en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra del Señor Jesús[32].

Y la palabra del Señor se difundía por toda aquella provincia[33].

Por algún motivo era relevante que los tesalonicenses supieran que cuando volviera Jesús, los creyentes que estuvieran vivos no tendrían precedencia sobre los que ya habían muerto. Pablo declara que los muertos en Cristo resucitarán primero; luego los vivos, en conjunto con los muertos resucitados, serán arrebatados para ir al encuentro del Señor. Eso habría sido reconfortante para los tesalonicenses que lloraban a sus muertos.

Porque el Señor mismo descenderá del cielo con aclamación, con voz de arcángel y con trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero[34].

En el versículo anterior Pablo menciona el advenimiento del Señor. La palabra griega alusiva a ello era parusía, un término que por lo general significaba el glorioso «advenimiento» de un soberano —sumo gobernante— que visitaba una ciudad. Tales visitas eran motivo de grandes celebraciones, que incluían banquetes, discursos de elogio para los visitantes, actividades religiosas, competencias, sacrificios y la consagración de estatuas, así como la construcción de arcos y edificios nuevos. En esas ocasiones los funcionarios y habitantes de la ciudad se vestían con elegantes atuendos y salían del perímetro urbano para recibir al soberano y escoltarlo hasta la ciudad.

Pablo se valió del concepto de parusía para describir la venida de Jesús y la gloria y la pompa que acompañarán Su regreso. Paralelamente quería tranquilizar a los tesalonicenses asegurándoles que todos los cristianos, tanto los vivos como los ya fallecidos, tomarían parte en ese extraordinario acontecimiento. El regreso de Jesús no será en secreto: Primero, sonará una voz de mando. No se nos dice quién la emite, pero puede que se trate de Dios Padre, que pronuncia la orden de que los muertos en Cristo se levanten.

El regreso de Jesús vendrá acompañado por una voz de arcángel. No se nos revela el nombre de este arcángel; sin embargo, en el Nuevo Testamento no se nombra sino a uno. Se refiere al arcángel Miguel mencionado en Judas 1:9.

Cuando el arcángel Miguel luchaba con el diablo disputándole el cuerpo de Moisés, no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él, sino que dijo: «El Señor te reprenda»[35].

En el Nuevo Testamento solo se menciona por nombre a otro ángel, el ángel Gabriel, enviado a María, la madre de Jesús[36]. Así y todo, hay 83 alusiones a ángeles en el Nuevo Testamento.

El tercer sonido estruendoso es el de la trompeta de Dios. En la época de Pablo las trompetas no se utilizaban principalmente como instrumentos musicales; más bien se tocaban en ejercicios militares y en eventos como las procesiones fúnebres. En este caso los muertos oirán el potente clamor de trompeta de Dios y responderán a su orden de resucitar. Tanto en este pasaje como en 1 Corintios 15:52, la trompeta de Dios corresponde al llamado para la resurrección de los muertos. En Mateo 24:31, la trompeta de Dios es el instrumento que convoca al pueblo disperso de Dios.

Cuando se oiga la voz de trompeta de Dios, los muertos en Cristo resucitarán primero. No todos los muertos resucitan en ese momento; únicamente los que hayan recibido, antes de morir, la salvación por medio de Cristo. Pablo quería aclararle a los tesalonicenses que los creyentes ya fallecidos se levantarían y participarían del segundo advenimiento del Señor. No se perderán la oportunidad de estar presentes cuando retorne Jesús.

Luego nosotros, los que vivimos y habremos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para el encuentro con el Señor en el aire; y así estaremos siempre con el Señor[37].

Una vez que los muertos resuciten, estos se unirán a los cristianos que estén vivos, y juntos se irán al encuentro con el Señor en el momento de su parusía. A este glorioso suceso generalmente se lo denomina el rapto o arrebatamiento. La referencia que hace Pablo cuando dice nosotros, los que vivimos indica que él y sus compañeros esperaban estar vivos durante la parusía. Desde la perspectiva de Pablo, el grupo primordial lo constituían los resucitados, a los que luego seguían los vivos. Al unirse los dos grupos, todos serán arrebatados. Enterarse de que tanto los muertos como los vivos serían arrebatados en las nubes debió de haber sido una revelación para los tesalonicenses. Un autor expresa:

Jamás se había previsto un acontecimiento tan glorioso[38].

El encuentro con el Señor en el aire refleja la costumbre de enviar una delegación fuera de la ciudad para recibir a dignatarios que venían de visita. El libro de Hechos nos ofrece un ejemplo de ello cuando Lucas describe que una delegación de cristianos de Roma salió a recibir a Pablo y sus compañeros que se aproximaban a la ciudad.

Al oír de nosotros, los hermanos vinieron hasta la plaza de Apio y las Tres Tabernas para recibirnos[39].

Cuando escribe sobre el encuentro con el Señor en el aire, Pablo manifiesta claramente que son los cuerpos de los creyentes resucitados y de los creyentes vivos y no solo sus almas los que se encontrarán con el Señor en el aire. No explica cómo ocurrirá eso; empero, a partir de este y otros escritos suyos hace patente que él da por segura la transformación del cuerpo humano a un estado de inmortalidad.

Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo. Él transformará nuestro cuerpo mortal en un cuerpo glorioso semejante al Suyo, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas[40].

Pero preguntará alguno: «¿Cómo resucitarán los muertos? ¿Con qué cuerpo vendrán?» Necio, lo que tú siembras no vuelve a la vida si no muere antes. Y lo que siembras no es el cuerpo que ha de salir, sino el grano desnudo, sea de trigo o de otro grano[41].

El fin de este proceso, la resurrección y el arrebatamiento en las nubes, se consigna en la frase final: y así estaremos siempre con el Señor. La Escritura nos dice que las almas de los creyentes se unirán al Señor al momento de morir.

Me siento presionado por ambas partes. Tengo el deseo de partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor[42].

Sabiendo que entre tanto que estamos en el cuerpo, estamos ausentes del Señor (porque por fe andamos, no por vista). Pero estamos confiados, y más aún queremos estar ausentes del cuerpo y presentes al Señor. Por tanto, procuramos también, o ausentes o presentes, serle agradables[43].

Por tanto, aliéntense los unos a los otros con estas palabras[44].

Los tesalonicenses lloraron la muerte de algunos miembros de su comunidad. Además de la pena que los embargaba, hay que añadir que les preocupaba que los muertos resultaran excluidos del encuentro con el Señor a Su regreso. Pablo en esta epístola les relató una revelación que les servía para consolarse mutuamente. Al retorno de Cristo, todos los creyentes, muertos o vivos, se unirán a Jesús, nuestro Rey y Salvador, y así estaremos siempre con el Señor. ¡Qué maravilla!


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Véase 1 Tesalonicenses: Capítulo 4 (1ª parte)

[2] 1 Tesalonicenses 4:9,10.

[3] Romanos 12:10.

[4] Hebreos 13:1.

[5] 1 Pedro 1:22. V. también 2 Pedro 1:7.

[6] Juan 13:34,35.

[7] Juan 15:12.

[8] Juan 15:17.

[9] 1 Juan 3:11.

[10] Gálatas 6:2.

[11] 1 Juan 3:23.

[12] 1 Juan 4:7.

[13] 1 Juan 4:11.

[14] 1 Tesalonicenses 4:9.

[15] 1 Tesalonicenses 4:10.

[16] Hechos 17:1.

[17] 2 Corintios 8:1–4.

[18] 1 Tesalonicenses 4:11,12.

[19] Hechos 20:33,34.

[20] 1 Tesalonicenses 4:2.

[21] 1 Tesalonicenses 4:6.

[22] 1 Tesalonicenses 4:9.

[23] 1 Tesalonicenses 4:13.

[24] 1 Tesalonicenses 4:16.

[25] Green, Gene L., The Letters to the Thessalonians, Pillar New Testament Commentary (Grand Rapids: Eerdmans, 2002), 219.

[26] 1 Tesalonicenses  4:14.

[27] Romanos 8:11; 1 Corintios 6:14; 2 Corintios 4:14.

[28] 1 Tesalonicenses  4:15.

[29] Ezequiel 1:3.

[30] Jeremías 1:4.

[31] Oseas 1:1.

[32] Hechos 19:10.

[33] Hechos 13:49.

[34] 1 Tesalonicenses 4:16.

[35] Judas 1:9.

[36] Lucas 1:26,27.

[37] 1 Tesalonicenses 4:17.

[38] Green, The Letters to the Thessalonians, 226.

[39] Hechos 28:15.

[40] Filipenses 3:20,21.

[41] 1 Corintios 15:35–37.

[42] Filipenses 1:23.

[43] 2 Corintios 5:6–9.

[44] 1 Tesalonicenses 4:18.