Amar. Vivir. Predicar. Enseñar. La introducción
octubre 11, 2011
Enviado por Peter Amsterdam
Amar. Vivir. Predicar. Enseñar. La introducción
Esta serie de artículos nace de las charlas que di a lo largo de 2011. A lo largo de los artículos haré referencia a versículos de la Biblia[1].
Son las palabras que transformaron el mundo. Son las palabras que, tras ser plantadas en el corazón de los discípulos, los motivaron e impulsaron a difundir el Evangelio por todo el mundo. Las palabras que dirigió Jesús a Sus amigos son las palabras que contienen Su corazón, Su ideal y la misión que encomienda a quienes lo siguen. Expresan los principios fundamentales que guían nuestra vida espiritual. Nos indican lo que podemos y debemos ser como personas. Son las palabras del espíritu. Son las palabras de vida[2].
Estas palabras nos conectan con la esencia de las enseñanzas de Jesús. Contienen la misión que nos encomendó. Nos encaminan hacia Él y nos conectan con Él. Son las palabras que determinan nuestro objetivo central: la misión; nuestras creencias fundamentales: nuestra fe; nuestros valores fundamentales: la manera en que vivimos y nos relacionamos con los demás, así como la base que empleamos para tomar decisiones. Son las semillas de las palabras de Jesús las que permitirán que crezcamos y llevemos fruto. Como dijo Jesús:
Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno[3].
Esta serie abordará principios que son cruciales para cada uno de los que amamos a Dios, queremos servirlo, deseamos vivir de acuerdo a Sus enseñanzas, queremos ser discípulos Suyos y deseamos predicar el Evangelio y hacer discípulos de todas las naciones.
¿Qué es un discípulo?
He estado meditando recientemente sobre lo que significa ser discípulo de Jesús. En mis lecturas y reflexiones al respecto, he llegado a la conclusión de que el discípulo cuenta con cuatro elementos fundamentales, los cuales se pueden expresar en cuatro palabras: amar, vivir, predicar, enseñar. Eso significa que debemos amarlo, vivirlo, predicarlo y enseñarlo.
No estaba seguro de si debía emplear la palabra discípulo en esta serie, pues la definición de la misma cambia según la persona, y a lo largo de los años LFI le ha dado distintas interpretaciones. Decidí emplearla y explicar lo que quiero decir cuando empleo el término discípulo.
La palabra «discípulo» tiene varias acepciones en el diccionario y el contexto bíblico:
- Seguidor de una persona o idea.
- Persona que se adhiere firmemente a las enseñanzas de un líder, filosofía o religión y procura actuar de acuerdo a las mismas.
- Persona que abraza las enseñanzas de otro y asiste en la difusión de las mismas.
- Partidario activo de un movimiento o filosofía.
Un discípulo es quien sigue las enseñanzas de otro, las acepta, procura actuar de acuerdo a ellas y asiste en su difusión.
Por ende, un discípulo de Jesús es alguien que acepta y sigue Sus enseñanzas, es un partidario activo que las aplica a su vida y que asiste en algún sentido, ya sea mediante la participación o la facilitación, en la difusión de las buenas nuevas de la salvación; el mensaje de Jesús.
Ser discípulo implica más que simplemente creer en Jesús. Todos los discípulos son creyentes, pero no todos los creyentes son discípulos. No es que uno sea mejor que otro; es solo un hecho. Los creyentes aceptan las enseñanzas de Jesús como verdad; creen en Él, creen que es el Salvador y son salvos. Jesús dejó claro que para alcanzar la salvación bastaba con creer en Él. Se expresa claramente en Juan 3:16: «Para que todo aquel que en Él crea no se pierda, más tenga vida eterna.» ¡Ser creyente es maravilloso! ¡Va acompañado de la vida eterna, de la eternidad con Dios!
Recorrer la senda del discípulo significa tomar la determinación de añadir acción a la creencia. Implica ir más allá de la aceptación de las enseñanzas y optar por seguir las enseñanzas, aplicándolas a la vida cotidiana. Es la senda que conduce a la participación activa en la difusión de las enseñanzas.
La palabra discípulo en griego es mathetes, que significa aprendiz. En el Nuevo Testamento, el término discípulo se emplea solo en los Evangelios y el libro de los Hechos. Pone de manifiesto el contraste entre el maestro y el aprendiz. También da a entender que el aprendiz es un adherente de las enseñanzas del maestro, que acepta sus enseñanzas no solo a modo de creencias, sino que las pone por obra, al aplicarlas y seguirlas.
No todos los creyentes pasan a ser discípulos. No obstante, los discípulos son la clave para la difusión del cristianismo, para cumplir con la misión que encomendó Jesús a Sus primeros discípulos, los primeros en recibir la tarea de transmitir la buena nueva al mundo de su época. Por ser los discípulos de la actualidad, tenemos la tarea de transmitir el Evangelio al mundo de nuestra época.
He estado pensando en la función que cumplieron otros en mi conversión al cristianismo, tanto las personas que me hablaron cuando no me mostraba receptivo, como las que me testificaron un tiempo después y me condujeron al Señor. Me di cuenta de que en el caso de cada una de las personas que tuvo que ver con mi salvación, ya fuera al plantar la semilla, regarla o conducirme al Señor, también hubo otros que hicieron lo mismo por ellas. La situación de ustedes seguramente es parecida. Nuestra salvación se dio gracias a que otros nos hablaron de Jesús o nos enseñaron algo sobre Él, y quienes nos lo dijeron seguramente se lo deben a otra persona que les transmitió el mensaje en algún punto de su vida.
Cada caso en que una persona conduce a otra a Jesús, y ella a su vez transmite el mensaje a otra persona, constituye un microcosmos de la historia del cristianismo. El cristianismo sigue en existencia porque los discípulos colaboran en la difusión de las enseñanzas de Jesús. El linaje o la genealogía espiritual se transmite de una persona a otra, de una generación a otra, gracias a los que creen la enseñanza, la siguen y la difunden.
Hay personas cuya genealogía conocida se remonta a siglos atrás. Otros, sobre todo los de la realeza, saben quienes fueron sus antepasados incluso hace mil años. Nuestra genealogía cristiana tiene sus inicios hace dos milenios. Cada cristiano es un pariente espiritual lejano de los primeros cristianos, de los que conocieron en persona a Jesús, de los primeros en difundir la buena nueva. Ellos predicaron el Evangelio, instruyeron a otros, los afirmaron en la fe y el proceso se repitió una y otra vez a lo largo de los siglos. El cristianismo existe hoy en día porque a lo largo de la historia los discípulos han hecho lo que Jesús les enseñó a los primeros discípulos: predicar el Evangelio y hacer discípulos. Por ende, para que el cristianismo siga existiendo es indispensable que siga habiendo discípulos en el mundo. Para un testigo fiel es imposible saber el fruto que llevará años e incluso generaciones después.
Estoy seguro de que la mayoría de ustedes ha oído hablar de Billy Graham, un hombre que condujo a millones de personas al Señor a través de su ministerio. Me pregunto cuántos habrán oído hablar de Edward Kimball. Me topé con un artículo que explicaba un aspecto un tanto especial de la vida de Edward Kimball.
Un hombre laico llamado Edward Kimball condujo a Moody a Cristo. Dwight se convirtió en uno de los mayores predicadores de la historia moderna. D.L. Moody tuvo impacto en la vida de F.B. Meyer y Meyer influyó en Wilbur Chapman. Chapman formó equipo con Billy Sunday y Billy Sunday tuvo un gran impacto en Mordecai Ham. Mordecai Ham consideró que había fracasado en su ministerio y decidió abandonarlo. No obstante, se sintió motivado a llevar a cabo una última gira de reavivamiento. Un joven de dieciséis años que tenía poco interés en la gira, fue convencido a asistir a uno de los últimos encuentros. Ese muchacho era Billy Graham[4].
Edward Kimball condujo a Dwight L. Moody al Señor en 1885. 49 años después, en 1934, Billy Graham se salvó en una de las reuniones de reavivamiento de Mordecai Ham.
A los 17 años, cuando Dwight necesitaba un empleo, su tío lo contrató, pero le puso la condición de que fuera a la iglesia a fin de que no se metiera en líos. Dwight comenzó a ir a la iglesia todos los domingos, a pesar de que aún no era salvo. Kimball, su maestro de catequesis, sintió la profunda convicción de que debía hablar más con Dwight. Se dirigió a la tienda de zapatos en la que trabajaba, aunque le preocupaba que el hecho de dirigirse a él durante las horas de trabajo le fuera a causar problemas. No obstante, tomó la decisión de ir a hablarle, y gracias a ello Dwight se salvó. Kimball era un discípulo. Hizo lo que hace un discípulo y así pasó a formar parte del linaje que ha permitido que el Evangelio se predique a cientos de millones de personas.
Billy Graham, Billy Sunday, D.L. Moody, y otros como ellos, fueron evangelistas muy reconocidos y tuvieron ministerios de gran trascendencia. Ellos y los evangelistas que los precedieron, llegando hasta el apóstol Pablo, quien seguramente fue el evangelista más influyente de todos, tuvieron un impacto enorme. Su ministerio fue muy público y se hicieron conocidos en su época y en los años posteriores, por su entrega a la difusión del Evangelio. Los admiro enormemente.
Sin embargo, también admiro a los discípulos desconocidos, los que, como Edward Kimball, creen, siguen y hablan a los demás de Jesús sin llamar la atención, pero con constancia. Son las personas de las que rara vez se oye hablar, sobre las cuales no se han escrito libros y que tampoco escribieron libros. Son los padres y madres que conducen a sus hijos al Señor y los crían en Su disciplina y amonestación[5]. Es el discípulo que testifica fielmente y que tiene un grupito de personas que se reúnen con él para estudiar la Biblia y tener comunión espiritual. Es el pastor que semana tras semana instruye a sus feligreses. El misionero que trabaja incansablemente en un país ajeno, tendiendo la mano a los que padecen necesidad, física y espiritualmente. Es quien le testifica a la persona que está sentada a su lado en el bus. Son las personas que me testificaron a mí y las que te testificaron a ti. La razón por la que soy cristiano en la actualidad es que, afortunadamente, me topé con un discípulo, quien se tomó el tiempo para darme a conocer a Jesús.
Desde los inicios del cristianismo hasta la actualidad, los discípulos de todo el mundo han vivido de acuerdo a su fe y la han comunicado a otros. No obstante, en su mayoría viven su fe y la transmiten sin armar gran aspaviento, sin que se les reconozca el mérito y sin obtener fama. Si uno se lo piensa bien, la verdad es que no sabemos mucho de la mayoría de los doce apóstoles. Sabemos más de algunos que de otros, como Pedro, Juan y Mateo, ya que ellos escribieron libros o se escribió sobre ellos. Pero ¿cuánto sabemos de lo que hicieron Andrés, Felipe, Bartolomé, Judas o Simón para cumplir la misión que les encomendó el Señor? Sabemos muy poco, y lo que se sabe se considera mayormente parte de la tradición de la iglesia, sin que haya pruebas tangibles. La tradición cristiana señala que predicaron el Evangelio y murieron como mártires debido a ello. Se dirigieron a diversas regiones, predicaron sobre la crucifixión y resurrección de Jesús, y captaron discípulos que a su vez siguieron transmitiendo el mensaje a otros.
Un discípulo es alguien, famoso o no, carismático o no, conocido o desconocido, que cree en las enseñanzas de Jesús y se esfuerza por ponerlas en práctica en su propia vida, lo cual incluye difundir y enseñar el Evangelio por algún medio. Los discípulos son sumamente importantes, pues son ellos quienes hacen posible que otras personas conozcan a Jesús y la salvación. Es gracias a ellos que crece el cristianismo y que el Evangelio es predicado en todo el mundo.
En los siguientes artículos de esta serie, cada vez que se empleen las palabras discípulo, discípulos o discipulado, será en el contexto de la definición y explicación plasmadas aquí.
[1] A menos que se indique otra cosa, los versículos citados proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso..
[2] Juan 6:63: El Espíritu es el que da vida, la carne para nada aprovecha. Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida.
[3] Marcos 4:20.
[4] Esta cita es de un artículo que leí hace un tiempo en internet, pero no conseguimos hallar el nombre del autor original.
[5] Efesios 6:4.
Traducción: Cedro Robertson
Revisión: Antonia López