Corazones sedientos en lugares interesantes
diciembre 19, 2015
Enviado por María Fontaine
Corazones sedientos en lugares interesantes
[Hearts Among the Sights]
Tuve un sueño. Dos personas y yo caminábamos por un lugar donde no habíamos estado antes. Parecía como que explorábamos una zona grande, como un parque. El terreno era rocoso, estéril y semidesértico. Encontramos una cueva grande que se había convertido en una especie de atracción. En el interior había diversos objetos expuestos. Sin embargo, había muy pocas personas.
Lo siguiente que recuerdo es que estaba en una habitación grande, como del tamaño de una cueva. Observaba a unos niños y niñas preadolescentes que practicaban gimnasia, dirigidos por un chico que también parecía tener esa edad. Parecía que el chico era dueño de la situación. Varios chicos adolescentes estaban de pie en la zona que rodeaba el campo de juego; hablaban entre ellos y estaban pendientes de los niños que practicaban.
Tuve la impresión de que eran los hermanos mayores de los que estaban en la clase. El chico que dirigía la clase era bastante carismático, sereno, y seguro de sí mismo a pesar de ser más o menos de la misma edad que los otros, hasta el punto de ser un poquito presumido. De todos modos, parecía interesado en que todos trabajaran juntos y no solo eso, sino que lo hicieran felices. Mi impresión fue que él era bastante sensato para su edad.
Los observé por un rato hasta que, habiendo terminado la sesión de entrenamiento, los chicos empezaron a alejarse en pequeños grupos, conversando unos con otros. El líder joven del equipo se acercó a mí con aire despreocupado y se presentó como Del. Como me había impresionado, quise decírselo. Pero como aparentaba estar muy seguro de sí mismo, tuve la tentación de ser menos entusiasta, por pensar que a él tal vez le parecería un poco exagerado.
Sin embargo, me dio la impresión de que el Espíritu del Señor me recordaba que las cosas no siempre son lo que parecen. Como hice una pausa para pedir a Jesús que me diera más asesoramiento, Él me indicó que solo debía decir lo que sentía sin retener nada. Incluso si tal vez me equivocaba en algunas cosas, así lo veía yo, y para él sería alentador.
Así que le dije lo impresionada que había estado al verlo, que vi en él muchas posibilidades, y que me parecía que llegaría muy lejos en lo que sea que quisiera hacer. Luego señalé que él tenía aptitudes y cualidades valiosas. Era bueno en los deportes, líder de sus compañeros, tenía presencia y confianza en sí mismo. Le dije que era evidente, por la manera en que se había acercado a mí, que era cortés y que podía relacionarse bien no solo con los más jóvenes, sino también con los de más edad.
Después de escucharme agradecido y con mucha atención, empezó a abrir su corazón y me contó que su madrastra no los quería a él ni a su hermano mayor, que también se encontraba en el lugar. La madrastra tenía dos hijos pequeños a quienes adoraba. El chico expresó con tristeza que le parecía que a su madrastra le molestaba la presencia de él y su hermano y no los quería cerca. Hacía todo lo posible por complicarles la vida.
No recuerdo los detalles de lo que hizo la madrastra para que ellos se sintieran así, solo uno. Pensé que era extraño que yo recordara ese detalle y ninguno de los otros, porque no parecía que fuera algo tan terriblemente malo en la mayoría de las situaciones. Del contó: «Nos hizo aprender su idioma, pero no quiso aprender el nuestro». Me di cuenta que la situación con su madrastra era para él una pesada carga.
Del preguntó con vacilación si podía sentarse a mi lado. Se sentó y me pareció que yo debía ponerle un brazo alrededor del hombro. Lo hice y de inmediato se apoyó en mí como lo haría un niño pequeño con su madre. En cierto modo parecía sorprendente que Del fuera tan receptivo a que le diera ánimo y un abrazo. Era como si Del fuera todavía un niño pequeño emocionalmente, alguien que nunca había tenido satisfecha esa necesidad de consuelo y sensación de seguridad que pueden dar los brazos de una madre. De algún modo, en ese momento yo satisfacía esa necesidad, o tal vez el Señor lo hacía por medio de mí. ¿Cómo podía decir que no a ese pobre chico que había sufrido tanto rechazo?
El sueño cambió un poquito después. Me encontraba de pie y hablaba con Del y su hermano Mick. Les decía que incluso si no tenían a nadie en este mundo con quien sintieran cercanía o a quien recurrir además de el uno al otro, que podía presentarles a un Amigo que siempre los acompañaría. Les dije que Jesús había venido a la Tierra, que había nacido, que vivió y murió, que resucitó y ahora está en el Cielo, y que Él siempre estaría a su lado.
Expliqué que Jesús había muerto por todo el mundo y por cada uno de nosotros individualmente. Por medio de Su muerte Jesús abrió el camino para que recibiéramos el perdón por nuestros pecados si creemos en Él y lo recibimos en nuestro corazón. Jesús fue al Cielo a preparar un lugar para nosotros donde todos los males de esta vida se arreglarán y no solo desaparecerán para siempre nuestras heridas y dolor, sino que serán más que compensados con gozo y satisfacción que serán mayores de lo que podríamos imaginarnos.
Dije: «Sé que en este momento eso no lo arregla todo. Todavía es difícil sentirse rechazados por los que deberían amarlos y cuidar de ustedes. Pero saber que esos tiempos pasarán puede motivarlos a aprovechar al máximo las circunstancias difíciles, porque llegarán mejores cosas. Saber que tienen un amigo increíble que está ahí para ayudarlos, aunque no puedan verlo, puede hacer más soportables las situaciones muy difíciles».
Traté de darles tanto ánimo como me fue posible en el poco tiempo que tenía. Les dije que averiguaran todo lo que pudieran de Jesús por medio de Su Palabra, que oraran juntos y hablaran con Jesús juntos e individualmente. También les dije que si pedían a Jesús que los ayudara a encontrar a otras personas que fueran amigas de Él con quienes pasar tiempo, eso sería una ventaja. Les dije también que sabía que Dios había planeado ese encuentro para que les ofreciera el magnífico regalo de la salvación y el amor de Jesús, porque Él los ama muchísimo. Oré con ellos. Y entonces desperté.
A medida que reflexionaba y oraba acerca de ese sueño, vi que el terreno rocoso, la frialdad y la oscuridad de las cuevas y el desierto eran significativos, como las múltiples circunstancias difíciles y situaciones poco hospitalarias que muchísimas personas del mundo enfrentan a diario. A veces vemos una parte de su sufrimiento, pero aunque las personas se vean muy centradas exteriormente, y parezcan confiadas y seguras, a menudo hay mucho que nunca vemos y que tal vez nunca conozcamos en esta vida: el dolor silencioso de sentir que no son amadas o que no se les presta atención, o la confusión, la ira y la frustración de no sentirse satisfechas con lo que son. Recordé lo importante que es que no basemos nuestros juicios en las máscaras exteriores de seguridad.
Creo que en ese sueño el Señor hizo que hablara con preadolescentes y adolescentes porque quiere que ponga especial interés en ese grupo etario. Llevar el mensaje a los que están en esos años de preadolescencia y adolescencia y ayudarles a establecer un fundamento de fe y una comunicación activa con Jesús puede tener repercusiones para toda la vida. Dedicar tiempo a entender su corazón y ofrecerles respuestas puede influir en las decisiones que tomen e influir en gran medida en quiénes quieren llegar a ser.
Esa situación es un ejemplo del peligro del resentimiento y que este puede obstruir el flujo del amor. Además, el que la madre no estuviera dispuesta a aprender el idioma de los chicos parecía ser un símbolo de que se negaba a ponerse en su lugar, a sentir empatía por ellos y abrirles su vida. A fin de entregar el mensaje debemos estar dispuestos a aprender el idioma de las personas, por así decirlo, y a identificarnos con ellas a partir de ahí.
Esta vida está llena de cosas interesantes que observar y aprender. Sin embargo, la transformación de un corazón lleno de tristeza y desesperación a un corazón lleno de esperanza y alegría es una experiencia que no se compara con nada de este mundo terrenal. Así pues, a medida que pasamos por esta vida y descubrimos nuevos lugares e información, asegurémonos de pedir a Jesús que nos guíe a quienes lo buscan a Él, a los corazones sedientos que están en los lugares interesantes.