Disciplinas espirituales: Compañerismo y confraternidad

junio 17, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

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[The Spiritual Disciplines: Fellowship]

Cuando sacamos a colación los términos compañerismo y confraternidad, la mayoría de los cristianos los asociamos con reunirse con otros cristianos para disfrutar de unos momentos de oración, culto, canto, lectura de la Biblia o escuchar un sermón, conversar, comer y por lo general interactuar en un ambiente edificante y que eleva el espíritu. Si bien esas actividades son parte integral de la fraternidad cristiana, hay un concepto bíblico más amplio de la confraternidad y el compañerismo que nos ofrece una comprensión más cabal de su significado. Antes de abordar el compañerismo o confraternidad como disciplina espiritual, presentaré ese concepto más amplio, ya que comprenderlo nos esclarece el significado de esta disciplina.

Dios y la humanidad en unión fraternal

Empezamos antes del principio. Antes que fuera creada cosa alguna, Dios existía a modo de trinidad: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Por medio de Su Palabra Dios nos ha revelado que Él consiste en un ser divino, una sola esencia, compuesta por tres entes o personas distintas. El Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios; no obstante, solo hay un Dios. Esta es una de las creencias fundacionales de nuestra fe. (El lector encontrará aquí una explicación más detallada de esta doctrina.) Las tres personas distintas —Padre, Hijo y Espíritu— coexisten en amorosa relación interpersonal. Se podría decir que han vivido juntos en eterna comunión.

Cuando Dios creó a Adán, y luego a Eva, los hizo a Su propia imagen. Fueron creados como seres relacionales. Además de la relación que mantenían entre sí, disfrutaban también de amistad y comunión con Dios. Al desobedecer a Dios, se avergonzaron y se ocultaron de Él, con lo que se quebró el compañerismo que habían tenido con Él. Sin embargo, a pesar de la desobediencia de Adán y Eva y la consiguiente caída de la humanidad, Dios se ha esforzado permanentemente por comunicarse con ella y no ha cesado de anunciar Su plan de redención. Allanó el camino para que la humanidad pudiera restablecer confraternidad con Él. Lo vemos promover Su plan a lo largo del Antiguo Testamento, para lo cual se valió de personajes destacados que hicieron las veces de eslabones en Su plan de salvación. Entre ellos, caben mencionar Enoc y Noé, que «caminaron con Dios»;[1] Abraham, que fue llamado «amigo de Dios»;[2] Moisés, con quien Dios «hablaba cara a cara» en el monte del Sinaí, «como lo hace uno con un amigo»;[3] David, de quien Dios dijo que era «un hombre conforme a Su corazón»,[4] y el pueblo de Israel, al cual adoptó y lo hizo Su pueblo.[5]

Al momento de la muerte y resurrección de Cristo, Dios modificó la esencia del compañerismo al cual tiene acceso la humanidad y estableció Su morada permanente en los corazones de los que creen. Respondió Jesús y le dijo: —El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él.[6] La fraternidad con Dios se centra ahora en la unión espiritual que tenemos con Jesús.[7] Comprenderán que Yo estoy en Mi Padre; ustedes en Mí y Yo en ustedes. El que acepta Mis mandamientos y los cumple, es el que Me ama de verdad; y el que Me ama será amado por Mi Padre, y también Yo lo amaré y me manifestaré a él.[8]

Conexión individual con Dios

El aspecto más importante de la confraternidad cristiana es nuestra comunión o conexión individual con Dios a través de Su Hijo Jesús. El factor primordial de la disciplina espiritual del compañerismo es nuestra comunión con Dios. El apóstol Juan escribió acerca de la vida de Jesús, que hemos visto y oído, para que también ustedes tengan comunión con nosotros. Y nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo Jesucristo.[9]

La comunión que los creyentes podemos gozar con Dios a la postre cobrará una nueva dimensión cuando Dios habite con Su pueblo.

Vi también bajar del cielo la ciudad santa, la nueva Jerusalén. Venía de Dios, ataviada como una novia que se engalana para su esposo. Y oí una voz poderosa que decía desde el trono: — Esta es la morada que Dios ha establecido entre los seres humanos. Habitará con ellos, ellos serán Su pueblo y Él será Su Dios.[10]

La relación y compañerismo que el creyente tiene individualmente con Dios es lo que hace posible la confraternidad entre los creyentes; es lo que sustenta el concepto de compañerismo entre los cristianos. En primera medida, Dios restablece la comunión con nosotros gracias al sufrimiento de Jesús y a la muerte que padeció por nosotros; luego, al encauzar nuestra vida de tal manera que coincida con Su Palabra, se hace posible la hermandad con otros creyentes. Juan escribió:

Si andamos en luz, como Él está en luz, tenemos comunión unos con otros.[11]

Copartícipes con nuestros compañeros en la fe

Aparte de nuestra comunión con Dios, otro aspecto de la confraternidad consiste en participar de diversos modos en nuestra fe. Al presentar la relación que los creyentes tienen entre sí, el apóstol Pablo emplea varios términos griegos. Todos ellos expresan la idea de participación común. Los principales vocablos que empleó provienen de la familia léxica κοινωνία (koinonía).Expresan el concepto de participar de algo con otra persona y se han traducido al Nuevo Testamento con los términos asociación, comunión, compañerismo, comunicación, ser partícipes, íntima armonía, generosidad, señal de compañerismo, donativo, contribución y participación. En el uso de estos términos en el Nuevo Testamento se acentúa más el sentido de participar en algo que con alguien, como se emplean más comúnmente hoy en día. Me explico:

Hoy en día las palabras confraternidad, compañerismo, etc. se suelen emplear más en el sentido de hacer algo con alguien; por ejemplo, congregarse con otros creyentes. Sin embargo, en el contexto bíblico las palabras de la familia koinonía se usan generalmente en el sentido de ser partícipes de algo o participar de ello. En los siguientes versículos vemos el concepto de ser partícipes expresado en el sentido de ser socio o tomar parte en un asunto o compartir, trátese de la obra de Dios, de bendiciones e incluso de penalidades:

Tito, es mi compañero y colaborador;[12] yo, Juan, hermano de ustedes y compañero en el sufrimiento, en el reino;[13] siendo hechos un espectáculo público en oprobios y aflicciones, y compañeros de los que eran tratados así;[14] sabemos que así como participan de nuestros sufrimientos, así también participan de nuestro consuelo;[15] tú, siendo olivo silvestre, has sido injertado en lugar de ellas y has sido hecho participante de la raíz y de la rica savia del olivo;[16] esto hago por causa del Evangelio, para hacerme copartícipe de él;[17] todos ustedes participan conmigo de la gracia;[18] por medio de estas cosas nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas lleguéis a ser participantes de la naturaleza divina.[19]

En estos versículos vemos expresado el concepto de hermandad y compañerismo en el sentido de ser partícipes, conjuntamente con otras personas, de diversos aspectos de nuestra labor y vida cristianas.

En otros versículos vemos que koinonía se emplea en el sentido de compartir, aludiendo a ser generosos con nuestras contribuciones y ayudar a otros cristianos.

Ellos honrarán a Dios por la generosa contribución (koinonía) de ustedes para ellos;[20] porque Macedonia y Acaya tuvieron a bien hacer una ofrenda para los pobres que hay entre los santos que están en Jerusalén;[21] han dado conforme a sus fuerzas, y aún más allá de sus fuerzas, pidiéndonos con muchos ruegos que les concediéramos el privilegio de participar (koinonía) en este servicio para los santos;[22] ninguna iglesia compartió (koinonía) conmigo en cuestión de dar y recibir, sino solamente ustedes.[23] el que recibe instrucción en la palabra de Dios, comparta todo lo bueno con quien le enseña.[24]

Conceptos globales del compañerismo

Como hemos visto, el sentido más amplio de compañerismo o confraternidad (koinonía) tiene que ver con una participación en el amplio espectro del Evangelio: participar de las bendiciones, las pruebas y tribulaciones, la consolación y la gracia. Es ser partícipes colectivamente de la naturaleza divina por medio de la verdad que nos reveló Dios. El concepto también está vinculado a una vivencia del Evangelio expresada por medio de la generosidad y la entrega de donaciones.

Si bien la confraternidad implica reunirse con otros cristianos, va más allá de asistir a un oficio o un evento. Incluye tu participación en el Evangelio, trabajar de algún modo con otras personas que estén difundiendo el mensaje de Dios, orar por ellas, solidarizar por cualquier vía posible con la misión que realizan. Comprende asimismo tus aportes por medio de diezmos y ofrendas, como también el apoyo económico que puedas prestar a quienes se dedican a la misión. Significa hermanarse con Dios y con otras personas con el cometido de divulgar el mensaje y anunciar la salvación.

El apóstol Pablo también empleó koinonía para referir la unidad y los lazos que deben existir entre los cristianos. Al escribir sobre el debate que tuvo lugar en Jerusalén con respecto a si los gentiles (no judíos) debían convertirse al judaísmo por medio de la circuncisión para poder ser cristianos,[25] Pablo dijo que Santiago, el hermano de Jesús, y los apóstoles Pedro y Juan dieron a él y a Bernabé «la diestra en señal de compañerismo (koinonía)».[26] Ello entrañaba que aunque los apóstoles continuarían su labor entre los judíos de Jerusalén y Pablo tendría una labor distinta atendiendo espiritualmente a los gentiles, todos ellos permanecerían unidos fraternalmente en la fe. Eso expresa la importancia de que cristianos de todas las creencias mantengan la unidad y el compañerismo aun cuando difieran en las labores que llevan a cabo o se adscriban a escuelas teológicas distintas.

Basándonos en el contexto global del sentido que posee el término en el original griego, compañerismo (comunión, confraternidad), abarca una esfera mucho más amplia de lo que se suele entender. Puede considerarse como participación en todo el sistema de la fe. Entraña nuestra interacción con Dios y con otros cristianos y en grados mucho más profundos que simplemente congregarse. Claro que congregarse también es pieza importante de la hermandad.

Reunirnos en encuentros de confraternidad cristiana, en armonía con el concepto de koinonía, tiene que ver con participar en la vida espiritual. Va más allá de socializar con otros cristianos. Naturalmente que socializar con otros hermanos en la fe es provechoso y parte necesaria de nuestra vida. Dicha socialización contribuye además a que llevemos la vida equilibrada que nos hace falta y puede representar parte de nuestra comunión espiritual. En todo caso, no es la única parte. El compañerismo espiritual incluye reunirse con otros cristianos para desahogar el corazón, hablar unos con nosotros sobre dedicar nuestra vida a Dios, dialogar sobre los problemas y las soluciones relativas a practicar nuestro discipulado, orar unos por otros y procurar consejo inspirado por Dios de parte de hermanos y hermanas. Abarca así también la lectura de las Escrituras, la alabanza, la oración y la adoración colectivas.

Dicho compañerismo se puede dar cuando se junta un grupo grande de cristianos o apenas dos o tres. Ciertos aspectos de la confraternidad pueden producirse incluso en una situación de vida social —digamos en el marco de una comida, cuando se va de compras con otro creyente, etc.— siempre que se aproveche parte del tiempo para conectar con el Señor, quizá por medio de la oración o de coloquios espirituales que giren en torno a Él, al crecimiento espiritual, cosas que se estén aprendiendo, el intercambio de peticiones de oración y otros temas semejantes, independientemente de si se trata de un grupo grande o pequeño.

Donald Whitney escribió:

Cualquiera que sea el entorno social en que tenga lugar el compañerismo, debe llevar aparejado participar de la vida de Cristo así de palabra como de hecho. Al vivir en semejanza a Cristo cuando estamos juntos, nos alentamos unos a otros en la conducta cristiana. Al hablar como Cristo de asuntos espirituales, nos estimulamos unos a otros a llevar una vida agradable a Dios.[27]

La disciplina espiritual del compañerismo y la confraternidad implica dedicar tiempo para reunirnos con otros cristianos con miras a participar juntos en nuestra vida de fe, nuestra relación con el Señor, nuestros momentos de culto y nuestra vida de oración, y fortalecernos mutuamente en Cristo. Como sucede con todas las disciplinas, la práctica de la misma requiere acción, tiempo, compromiso e intencionalidad. El autor de la epístola a los Hebreos dice:

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre...[28]

Cómo practicamos la disciplina del compañerismo

El compañerismo o comunión fraterna, en el sentido de disciplina espiritual, empieza con nuestra comunión con Dios, ya que a raíz de ello podemos mantener verdadera comunión con nuestros hermanos. Interactúa con las demás disciplinas espirituales, como la oración, la generosidad y la evangelización. Conlleva esforzarse por cultivar una fértil relación con Dios y con otros cristianos. Supone esmerarse por vivir la Palabra de Dios en relación con otros adherentes de la fe, seguir el mandamiento que dio Jesús a Sus discípulos: que se amen los unos a los otros, como Yo los he amado.[29]

El compañerismo como disciplina consiste en aplicar los principios orientadores de la Escritura a nuestras interacciones entre compañeros en la fe. He aquí algunos de ellos:

Permanezca el amor fraternal.[30]

No hagan nada por egoísmo o vanidad; más bien, con humildad consideren a los demás como superiores a ustedes mismos. Cada uno debe velar no sólo por sus propios intereses sino también por los intereses de los demás.[31]

Lleven los unos las cargas de los otros, y cumplan así la ley de Cristo.[32]

Hermanos, aun si alguien es sorprendido en alguna falta, ustedes que son espirituales, restáurenlo en un espíritu de mansedumbre.[33]

Si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.[34]

Manténganse alerta y perseveren en oración por todos los santos.[35]

La práctica de la disciplina espiritual del compañerismo en su concepto global parte por mantener un contacto íntimo con Dios. Seguidamente implica participar en diversos aspectos de la fe, como son compartir con los demás todo lo bueno con que nos bendice Dios y hermanarnos y reunirnos con nuestros correligionarios. Si llevamos a la práctica estas cosas modelaremos nuestra hermandad según las imágenes verbales empleadas para describir la camaradería y el vínculo estrecho que poseían los integrantes de la iglesia primitiva.[36] Los llamaban la familia de Dios,[37] la familia de la fe.[38] Habiendo alcanzado la condición de hijos adoptivos dentro de la familia de Dios,[39] se regían por amor, ternura, compasión y humildad.[40]

Nuestra comunión con Dios y con nuestros semejantes es parte primordial del ejercicio de nuestra fe y contribuye sustancialmente a que llevemos fruto en nuestra vida personal y en la vida de los demás. Siendo miembros del cuerpo de Cristo debemos esforzarnos por andar en la luz, así como Él está en la luz a fin de lograr una unión fraternal más plena y profunda los unos con los otros.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos proceden de la Santa Biblia, versión Reina-Valera 95 (RVR 95), © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados.


[1] Después que engendró a Matusalén, caminó Enoc con Dios trescientos años, y engendró hijos e hijas (Génesis 5:22).

Noé, hombre justo, era perfecto entre los hombres de su tiempo; caminó Noé con Dios (Génesis 6:9).

[2] Dios nuestro, ¿no expulsaste Tú a los habitantes de esta tierra delante de Tu pueblo Israel, y la diste a la descendencia de Tu amigo Abraham para siempre? (2 Crónicas 20:7).

[3] El Señor hablaba cara a cara con Moisés, como lo hace uno con un amigo (Éxodo 33:11 BLPH).

[4] El Señor ha buscado para sí un hombre conforme a su corazón, y el Señor le ha designado como príncipe sobre Su pueblo (1 Samuel 13:14 LBLA).

[5] Demarest, Bruce en W. A. Elwell and B. J. Beitzel, eds., en Baker Encyclopedia of the Bible (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1988).

[6] Juan 14:23.

[7] Ibídem.

[8] Juan 14:20,21 (BLPH).

[9] 1 Juan 1:3 (NVI).

[10] Apocalipsis 21:2–3 (BLPH).

[11] 1 Juan 1:7.

[12] 2 Corintios 8:23.

[13] Apocalipsis 1:9 (NVI).

[14] Hebreos 10:33 (LBLA).

[15] 2 Corintios 1:7 (NVI).

[16] Romanos 11:17.

[17] 1 Corintios 9:23.

[18] Filipenses 1:7 (NVI).

[19] 2 Pedro 1:4.

[20] 2 Corintios 9:13 (DHH).

[21] Romanos 15:26.

[22] 2 Corintios 8:3,4.

[23] Filipenses 4:15 (NBLH).

[24] Gálatas 6:6 (NVI).

[25] Reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo [Santiago], Cefas [Pedro] y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuéramos a los gentiles y ellos a los de la circuncisión (Gálatas 2:9).

[26] Calcada, L.; Brand, C.; Draper, C; England, A; Bond, S, y Clendenen, E. R.: «Compañeros», del Diccionario Bíblico Ilustrado, Broadman & Holman Publishers (1 Oct. 2008).

[27] Whitney, Donald S., Spiritual Disciplines for the Christian Life (Colorado Springs: NavPress, 1991), 241.

[28] Hebreos 10:24,25 (NVI).

[29] Juan 15:12.

[30] Hebreos 13:1.

[31] Filipenses 2:3,4 (NVI).

[32] Gálatas 6:2 (NBLH).

[33] Gálatas 6:1.

[34] 1 Corintios 12:26.

[35] Efesios 6:18 (NVI).

[36] Demarest, Bruce, en W. A. Elwell and B. J. Beitzel, E. R. en Baker Encyclopedia of the Bible (Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1988).

[37] Así pues, ustedes ya no son extraños ni extranjeros, sino que son conciudadanos de los santos y son de la familia de Dios (Efesios 2:19 NBLH).

[38] Según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y especialmente a los de la familia de la fe (Gálatas 6:10).

[39] Gálatas 4:4–6 (NBLH): Pero cuando vino la plenitud del tiempo, Dios envió a Su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo la ley, a fin de que redimiera a los que estaban bajo la ley, para que recibiéramos la adopción de hijos. Y porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a nuestros corazones, clamando: «¡Abba! ¡Padre!»

[40] Filipenses 2:1–4 (NBLH): Por tanto, si hay algún estímulo en Cristo, si hay algún consuelo de amor, si hay alguna comunión del Espíritu, si algún afecto y compasión, hagan completo mi gozo, siendo del mismo sentir, conservando el mismo amor, unidos en espíritu, dedicados a un mismo propósito. No hagan nada por egoísmo (rivalidad) o por vanagloria, sino que con actitud humilde cada uno de ustedes considere al otro como más importante que a sí mismo, no buscando cada uno sus propios intereses, sino más bien los intereses de los demás.