¿Distraído o concentrado?

octubre 27, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

[Distracted or Focused?]

Una de las mayores dificultades que muchos enfrentamos actualmente es concentrarnos en lo más importante. Por todas partes estamos rodeados de distracciones y un aumento en las cosas que llaman nuestra atención. El ritmo de la vida. Internet. Nuestros teléfonos celulares. Las redes sociales. La tecnología en sus numerosas formas. Mantenerse al corriente no solo de lo que nos exige que le dediquemos tiempo, sino también de lo que muchos de nuestros «amigos» o conocidos hacen ahora mismo en todas las latitudes.

Cuesta ponerse a trabajar en serio y dar toda la atención a una cosa por un tiempo sin que nos distraigan los intereses opuestos. Las distracciones pueden llegar de muchas formas, y hay algo para cada persona. Puede ser Facebook. Las noticias. Leer acerca de los aparatos más modernos. Charlas con amigos. Dieta, nutrición, salud e ideas para hacer ejercicio. Mantenerse al tanto de las tendencias y la cultura. O perderse en el mundo interminable del entretenimiento en línea. Podrías ver algo en YouTube, programas de televisión, y películas 24 horas al día y nunca se acabaría el nuevo contenido. Estamos saturados de información y entretenimiento. Una selección ilimitada de ofertas reclama nuestra atención, y es muy fácil tomarse un breve descanso para ver algún enlace o responder un correo, o ver las actualizaciones de tus redes sociales. Casi sin darnos cuenta, ya pasaron 45 minutos.

Las distracciones pueden ser dominantes y poderosas, y pueden alejarnos de las cosas importantes que deberíamos estar haciendo. Daré un ejemplo personal. No me resulta fácil estudiar y escribir; tengo que esforzarme. Cuando preparo un artículo y tengo que leer y estudiar mucho texto, o cuando preparo mi primer borrador y me cuesta hacerlo, es fácil sucumbir a las distracciones. Digamos que oigo algo que pasa afuera de mi estudio, que hablan varias personas, y pienso: «dedicaré dos minutos a ver lo que pasa». Eso no tiene nada de malo, ¿verdad? Cierto, pero ocurre en el tiempo programado para escribir y cuando salgo, al final hablo y escucho de una situación en la que no era necesario que interviniera. Veinte minutos después, tal vez me tomé un buen descanso, pero también perdí 20 minutos del tiempo programado para escribir y renuncié a mi enfoque y concentración. Luego tengo que volver a mis libros, ver dónde estaba, recuperar el ritmo y volver a ponerme a escribir. Esa distracción me robó tiempo, lisa y llanamente, y yo di el consentimiento.

En particular, es fácil sucumbir a la distracción cuando se hace un trabajo difícil. Si tienes una meta, algo personal que quieres lograr, pero te has aficionado a ver una serie de televisión interesante, es posible que pienses: «Empezaré esa tarea cuando haya terminado la serie. Si veo esos últimos capítulos, entonces podré concentrarme». O tal vez uno de tus amigos está de visita en la ciudad y decides posponer un compromiso diario hasta que él o ella se vaya, pues piensas que más adelante tendrás más tiempo.

C. S. Lewis trató ese tema de esta manera:

«Si nos lo permitimos, siempre estaremos a la espera de que termine alguna distracción antes de que podamos ponernos a trabajar en serio. Las personas que logran mucho son las que desean tanto adquirir conocimientos que los buscan aunque las circunstancias todavía no sean favorables. Las circunstancias propicias nunca llegan»[1].

Siempre habrá algo más que hace falta hacer. Siempre habrá una «buena razón» para posponer algún proyecto importante. Como dijo C. S. Lewis: «Las circunstancias propicias nunca llegan». Por lo general, debemos hacer nuestro trabajo más importante en circunstancias que no son favorables, pase lo que pase. Entender esa verdad es clave para encargarnos de las distracciones frecuentes. La alternativa es permitir que las distracciones te controlen.

Tu habilidad de hacer lo que es más importante afecta enormemente cada parte de tu vida: carrera, vida espiritual, familia, amistad, salud, economía, entre otras cosas. A fin de alcanzar tus objetivos y cumplir con las responsabilidades que te ha dado Dios, necesitas disciplina de modo que te concentres en lo más importante, le dediques tiempo, te protejas de las interrupciones y resistas las distracciones.

Este tema tiene múltiples aspectos, pero incluiré solo unas cuantas ideas que he descubierto que me son útiles para resistir las distracciones, fortalecer mi concentración y hacer progresos en cuanto a dar preferencia a lo más importante para mí.

Poner primero lo más importante. El tiempo que pases con el Señor y en Su Palabra te ayudará a poner en perspectiva los otros aspectos de tu vida y a determinar y definir tu escala de prioridades.

Asigna un tiempo específico para pasarlo con Dios a diario. Busca un lugar que te agrade… sea el que sea, encuéntrate allí con Dios diariamente. Abre la Palabra de Dios, léela por quince minutos, más o menos, piensa en cómo ponerla en práctica y luego ora… Te sorprenderá el gran efecto que puede tener en tu vida ese pequeño tiempo adicional cuando se lo das a Dios[2].

Haz un programa de actividades; crea una rutina. Recuerda que cada día cuenta en lo que respecta a tus metas más grandes. Tienes que definir exactamente tus objetivos y ser claro en cuanto a las razones, lo cual te dará más motivación y aguante cuando te encuentres en momentos áridos.

John C. Maxwell, experto en el tema de dirigir, señaló: «Jamás cambiarás tu vida hasta que cambies algo que haces a diario. El secreto de tu éxito se encuentra en tu rutina cotidiana». El tiempo que dediques a preparar tu programa de actividades y en crear rutinas nuevas, positivas, es un tiempo bien empleado.

Crear un programa de actividades no es tanto para determinar lo que intentas hacer; es decidir en quién quieres convertirte. La mayoría de nosotros nos sentamos y decimos: «¡Ay! Tengo 30 tareas que debo hacer. Me meteré en un lío si no las hago todas». Luego las enumeras y tratas de poner todo eso en tu programa de actividades. Sin embargo, ese enfoque nos evita el trabajo más difícil, más profundo, de preguntarnos: «¿En quién quiero convertirme con el tiempo? ¿Qué clase de esposo? ¿Qué clase de padre? ¿Qué clase de amigo?» Y luego hacerse la pregunta de seguimiento: «¿Qué tengo que incluir en mi programa de actividades para llegar a ser esa clase de persona?»[3]

Emprende lo más difícil primero. A primera hora de la mañana, haz lo más difícil de tu lista. Una vez que hayas hecho eso, el día solo puede mejorar, y te habrás ahorrado horas de pavor. Date una recompensa por terminar una tarea difícil a fin de reforzar la concentración y llevar las cosas a término.

El tiempo sin conexión a Internet es tiempo productivo. Si no es necesario Internet para que hagas tu trabajo, desconéctate. O por lo menos, limita el tiempo que pasas en Internet, las consultas a los sitios web, o las opciones en línea que no necesitas para hacer progreso. Apaga tu teléfono móvil. Desconéctate.

Asigna un tiempo limitado a los descansos y a las distracciones. No podemos estar concentrados todo el tiempo; necesitamos descansos y momentos de renovación. Así pues, cuando necesites un descanso para tomar café o para despejar la mente, hazlo a sabiendas. Descansa cinco o diez minutos. Haz ejercicio o sal a dar un paseo corto. Disfruta una charla con un compañero de trabajo o mira tu página de facebook. Luego, vuelve a tu tarea.

Busca un mentor o un compañero a quien rendir cuentas. Es muy útil tener a alguien que sabe cuáles son tus metas y los compromisos que has hecho para alcanzarlas. Programa hacer una llamada telefónica o enviar un correo electrónico, diaria o semanalmente, para informar de tu progreso. Tener a alguien a quien rendirle cuentas motiva muchísimo y contribuye a asegurarnos de que hay continuidad.

Piensa en lo bien que te sentirás cuando hayas terminado. Gretchen Rubin escribe:

«Recuérdate a ti mismo que terminar una tarea temida es tremendamente vigorizante. Los estudios revelan que alcanzar un objetivo hace que se liberen sustancias químicas en el cerebro que proporcionan placer. Si estás deprimido, aunque no tengas ganas de hacer aquello que no te gusta, esfuérzate. Te animarás bastante»[4].

Ten presente el principio de satisfacción retrasada, que es la habilidad de resistir una tentación —en este caso es una distracción— para recibir una recompensa mayor y más duradera más tarde, como por ejemplo alcanzar tu meta. Y cuando te esfuerzas  o alcanzas un objetivo, ¡celebra! Los sacrificios para lograr una meta importante deberían estar salpicados de pequeñas recompensas por el camino.

Pide a Dios que te dé concentración y aguante, en particular para abordar y llevar a cabo lo que te resulte difícil. Cumplir con nuestros deberes, hacer un buen trabajo, ser diligentes, cumplir nuestra palabra y manifestar integridad en nuestro trabajo y horario personal, son todos aspectos de nuestro carácter cristiano. Como hijos de Dios, se nos ha concedido el derecho de buscar la ayuda de Dios en todo aspecto de nuestra vida, en objetivos y deberes.

Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible[5].

Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos, despojémonos de todo peso [distracción], y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante[6].

Se ha dicho que lo que acapara nuestra atención determina el curso de nuestra vida. Y creo que eso es cierto. Todo momento de atención que das a tus cuestiones prioritarias, a lo que te importa más, y al llamado de Dios en tu caso en particular, determina directamente el curso general de tu vida. Ese tiempo y esfuerzo se destinan a construir tu futuro. Del mismo modo, el tiempo que se va debido a las distracciones y actividades sin sentido o que no son importantes no contribuye a que mejore tu futuro ni a que logres tus metas; disminuye y demora el progreso.

Si nuestras decisiones son inteligentes, las hacemos con constancia en el tiempo, a la larga obtendremos enormes beneficios. Es el principio del efecto conjunto. El desafío es que no siempre vemos la recompensa de inmediato, en el primer día, la primera semana o hasta el primer mes. Sin embargo, a cada uno de nosotros se le ha concedido el libre albedrío y la responsabilidad de elegir a qué daremos atención diariamente, o en qué no nos concentraremos. Mucho más depende de las decisiones que tomemos día a día, hora por hora, minuto a minuto, de lo que la mayoría de nosotros nos damos cuenta.

Les dejo una reflexión: «Las decisiones están en el núcleo de todos tus resultados. Cada decisión empieza con un comportamiento que con el tiempo se convierte en una costumbre». Y: «Tu vida es el producto de las decisiones que tomas momento a momento… al cambiar esas decisiones tienes un poder increíble para cambiar tu vida»[7].


[1] C. S. LewisThe Weight of Glory y otras alocuciones (NY: Macmillan, 1949).

[2] Bill Hybels, Simplify: Ten Practices to Unclutter Your Soul (Carol Stream, IL: Tyndale, 2014), 44.

[3] Bill Hybels, “The Secret of Strategic Neglect,” Leadership Journal, 20 de enero de 2015, consultado el 11 de agosto de 2015.

[4] Six Tips for Forcing Yourself to Tackle a Dreaded Task, LinkedIn Pulse, 13 de mayo de 2013.

[5] 1 Corintios 9:25 RVR 1995.

[6] Hebreos 12:1 RVR 1995.

[7] Darren Hardy, The Compound Effect (NY: Vanguard Press, 2010).