Fuera de tu zona segura

julio 2, 2011

Enviado por María Fontaine

Todos tenemos una zona segura, ese espectro de circunstancias dentro de las cuales nos sentimos cómodos o personas con las cuales aprendimos a interactuar con facilidad y sin tener que hacer demasiado esfuerzo. Los límites de esa zona por lo general son determinados por nuestros temores, y lo que pensamos que será aceptado por los demás en nuestra conducta, y en lo que excede los límites cómodos de esfuerzo de nuestra parte.

La zona segura es agradable y cómoda. El problema es que si le permitimos que rija nuestras decisiones, puede terminar por dejar poco espacio al crecimiento y el desarrollo. Puede ahogar la posibilidad de experimentar todo aquello que la vida nos ofrece, y a menos que sigamos estirándonos más, existirá el riesgo de que nos convirtamos en personas satisfechas de sí mismas en todos los sentidos.

El peligro de permanecer dentro de nuestra zona segura personal si el Señor está tratando de expandir nuestros horizontes es que gradualmente puede que seamos llevados hacia una existencia mediocre donde no exploraremos nuestro potencial. Podemos perder la habilidad de descubrir cuánto podemos lograr, al punto en que ya no daremos esos emocionantes pasos de fe.

Es incómodo traspasar esos límites porque existen riesgos, porque no sabremos con qué nos iremos a encontrar. Pero la satisfacción, el sentirse realizado y la emoción de conocer nuevas personas, nuevas ideas y nuevas oportunidades, todo eso forma parte de lo que nos hace seres más profundos, impulsados por nuevos propósitos. Jamás alcanzaremos todo nuestro potencial a menos que estemos dispuestos a estirarnos más allá de lo que pensamos que son nuestros límites.

Peter me contaba que una vez, cuando visitó un centro de rehabilitación física observó a un hombre que estaba aprendiendo a caminar otra vez. Ese hombre solo daba pequeños pasitos sin coordinación, pero el terapeuta había decidido que ya era hora de que avanzara un poco más. El hombre protestó, temiendo que sería imposible y que se caería. Sin embargo, con un terapeuta a cada lado, prácticamente obligándolo a caminar más rápido, se dio cuenta de que sí podía hacerlo. Él nunca habría tomado esos pasos por sí mismo.

La naturaleza del Señor es tal que Él a veces nos saca de nuestra zona segura y nos lleva hacia nuevos desafíos en nuestra vida para obligarnos a mirar bien los límites que nosotros mismos nos impusimos, de modo que podamos rebasarlos. Y al hacerlo, solemos darnos cuenta de que en realidad no es tan incómodo como pensábamos, y muchas veces encontramos un nuevo mundo de oportunidades y potencial que antes ni pensábamos que era posible.