Jesús, Su vida y mensaje: Dos curaciones peculiares

septiembre 1, 2020

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Two Unique Healings]

El Evangelio de Marcos narra cómo sanó Jesús a dos hombres que necesitaban curación, uno de ellos sordo y tartamudo, y el otro ciego. A ambos Jesús los curó empleando un método bastante peculiar.

Marcos 7:31–37

En este primer caso, Jesús se hallaba muy al norte, puesto que tanto Sidón como Tiro están bastante al norte del mar de Galilea.

Volviendo a salir de la región de Tiro, vino por Sidón al Mar de Galilea, pasando por la región de Decápolis[1].

La Decápolis era una región situada al sureste del mar de Galilea. Se la llamaba así porque agrupaba diez ciudades grecorromanas.

Jesús se encontró allí con un hombre que necesitaba curación.

Le trajeron un sordo y tartamudo, y le rogaron que pusiera la mano sobre él[2].

Este hombre no oía; podía hablar, pero mal. Diversas traducciones de la Biblia dicen que «hablaba con dificultad» (LBLA), «tenía un defecto del habla» (NTV) o «casi no podía hablar» (NVI). Puede que su dificultad para hablar estuviera relacionada con su sordera, ya que el hecho de no poder oír cómo suenan las palabras dificulta su correcta pronunciación.

Es evidente que los que le llevaron a Jesús a este hombre —probablemente sus amigos o familiares— se preocupaban por él y querían que se curara. Fueron ellos los que le imploraron a Jesús que le impusiera las manos. En todo el libro de Marcos se emplea la expresión «poner las manos» sobre alguien para referirse al acto de curar[3].

Y tomándolo aparte de la multitud, metió los dedos en sus orejas, escupió y tocó su lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y le dijo: «¡Efata!» (esto es: Sé abierto)[4].

Esta es una de las dos ocasiones en este evangelio en que Jesús se lleva a alguien aparte para curarlo en privado. (La segunda la estudiaremos más abajo.)

La curación de este hombre requirió seis acciones: Jesús se lo llevó aparte, le metió los dedos en las orejas (para curar su sordera), escupió, le tocó la lengua (para sanar su defecto del habla), suspiró y dijo: «Sé abierto»[5]. Las dos que suscitan más interrogantes son el que escupiera y el que suspirara. No se menciona el motivo por el que Jesús escupió, ni dónde lo hizo. ¿Fue en el suelo, en Sus dedos o en la lengua del hombre? La única otra ocasión en que Jesús escupe en este evangelio es cuando escupe en los ojos de un ciego para curar su ceguera. En otras versiones de la Biblia este pasaje se traduce así: «Escupiendo, le tocó la lengua con la saliva» (LBLA, NBLA). Otra dice: «Después escupió sobre Sus propios dedos y tocó la lengua del hombre» (NTV).

Al tocar la lengua del hombre, levantó los ojos al cielo, «suspiró y le dijo: “¡Efata!” (esto es: Sé abierto)». El suspiro se entiende como un gesto emotivo, a modo de oración, o una señal de profunda congoja que conduce a la oración. Efata era probablemente una palabra aramea. Jesús y Sus discípulos hablaban principalmente arameo, el lenguaje tradicional de Judea en el siglo I d. C. En los evangelios, Jesús dice varias frases en arameo: «¡Talita cumi!»[6], «Elí, Elí, ¿lama sabactani?»[7] y «¡Abba!»[8] A raíz de la orden de Jesús —«Sé abierto»—, el sordo se curó y pudo oír. Además, «se desató la ligadura de su lengua y hablaba bien», o sea, que era capaz de hablar sin su anterior defecto del habla.

Y les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más les mandaba, tanto más y más lo divulgaban[9].

Dos veces más en este evangelio Jesús manda a personas que se han curado que no digan nada[10]. En uno de esos casos, un hombre que se había curado de la lepra no se quedó callado, sino que «al salir, comenzó a publicar y a divulgar mucho el hecho, de manera que ya Jesús no podía entrar abiertamente en la ciudad»[11]. En esta ocasión en particular, no está claro a quién se refiere cuando dice que Jesús les mandó que no se lo dijeran a nadie. Quizá se refiere a los que le habían llevado a Jesús al sordo, o quizás a toda la muchedumbre. En cualquier caso, a pesar de que Jesús encargó a los presentes que no dieran a conocer el milagro, ellos propagaron entusiastamente la noticia. Robert Stein comenta:

No obstante, el mandamiento de silencio —al igual que el deseo de Jesús de que no se conozca Su paradero (Marcos 7:24)— no puede cumplirse. Jesús no puede esconderse. Sus palabras y obras no pueden ocultarse[12].

Y en gran manera se maravillaban, diciendo: «Bien lo ha hecho todo; hace a los sordos oír y a los mudos hablar»[13].

Al ver que el hombre sordo podía oír y que su defecto del habla se había curado, la reacción fue de sumo asombro. La afirmación de que Jesús «bien lo ha hecho todo» nos recuerda lo que se dice de Dios en el libro del Génesis:

Vio Dios todo cuanto había hecho, y era bueno en gran manera[14].

La declaración de que Jesús «hace a los sordos oír y a los mudos hablar» es como lo que diceen Isaías 35:5,6:

Entonces los ojos de los ciegos serán abiertos y destapados los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como un ciervo y cantará la lengua del mudo[15].

Marcos 8:22–26

La segunda curación peculiar tuvo lugar en las afueras de Betsaida, el pueblo natal de los apóstoles Pedro, Andrés y Felipe[16]. Era un pueblito de pescadores situado en el extremo nororiental del mar de Galilea. El Evangelio de Lucas narra que Jesús envió a los doce apóstoles a «predicar el reino de Dios y a sanar a los enfermos»[17]. Cuando ellos regresaron, Jesús, «tomándolos, se retiró aparte, a un lugar desierto de la ciudad llamada Betsaida»[18]. Parece que Betsaida terminó por no aceptar el mensaje de Jesús, puesto que Él dice en el Evangelio de Mateo:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!, porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que en vestidos ásperos y ceniza se habrían arrepentido. Por tanto os digo que en el día del juicio será más tolerable el castigo para Tiro y para Sidón que para vosotras[19].

El Evangelio de Marcos narra una curación que hizo Jesús en este pueblo.

Vino luego a Betsaida, y le trajeron un ciego, y le rogaron que lo tocara[20].

Como sucedió con el sordo de Marcos 7:32, fueron otras personas las que le llevaron este ciego a Jesús. Esas personas que se lo trajeron le «rogaron» que «lo tocara», o sea, le pidieron que lo sanara.

Entonces [Jesús], tomando la mano del ciego, lo sacó fuera de la aldea; escupió en sus ojos, puso Sus manos sobre él y le preguntó si veía algo[21].

Aunque otras personas le habían traído a este ciego, Jesús lo tomó de la mano y se lo llevó fuera del pueblo. Por lo visto quería hacer ese milagro a solas. Tras salir del pueblo, le escupió en los ojos y le impuso las manos. Seguidamente, le preguntó si veía algo. Esta pregunta y la respuesta del hombre son únicas en un milagro de curación, ya que por lo general las personas a las que Jesús curaba quedaban totalmente bien. Este relato de curación es también el único de los evangelios en que Jesús hace una pregunta para averiguar cuál ha sido el resultado de uno de Sus milagros. La contestación del ciego muestra que la curación había comenzado, pero no terminado.

Él, mirando, dijo: «Veo los hombres como árboles, pero los veo que andan»[22].

En ese momento, el hombre veía, pero no claramente. Jesús, al escuchar su respuesta, «le puso otra vez las manos sobre los ojos, y le hizo que mirara; y fue restablecido, y vio de lejos y claramente a todos»[23]. Nuevamente, Jesús puso una mano sobre cada ojo. Después de eso, el hombre recuperó totalmente la vista. Había quedado completamente curado.

Jesús lo envió a su casa, diciendo: «No entres en la aldea, ni lo digas a nadie en la aldea»[24].

Jesús le mandó al hombre que volviera a su casa, pero evitando ir a Betsaida o pasar por ella. No se nos explica por qué le recomendó que no regresara al pueblo. Sin embargo, esa instrucción cuadra con las que contienen otros pasajes del Evangelio de Marcos en que Jesús ordena estrictamente a Sus discípulos que no lo den a conocer. Por ejemplo:

Él les ordenó terminantemente que no dijeran quién era Él[25].

Mientras descendían del monte, les mandó que a nadie dijeran lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre hubiera resucitado de los muertos. Por eso guardaron la palabra entre sí[26].

Es interesante observar que la curación de ciegos por parte de Jesús fue algo único en toda la historia de Israel.

En el Antiguo Testamento no hay relatos que hablen de dar vista a los ciegos. Hay ciertas pruebas de que algunos maestros del judaísmo temprano consideraban que dar vista a un ciego era aún más milagroso que resucitar a un muerto, algo que solo Dios o Su Ungido podían hacer[27].

Al sanar a sordos y ciegos, Jesús realizó la obra de Su Padre y cumplió promesas sobre lo que había de venir.

El Señor abre los ojos a los ciegos; el Señor levanta a los caídos[28].

En aquel tiempo los sordos oirán las palabras del libro y los ojos de los ciegos verán en medio de la oscuridad y de las tinieblas. Entonces los humildes volverán a alegrarse en el Señor, y aun los más pobres de los hombres se gozarán en el Santo de Israel[29].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Marcos 7:31.

[2] Marcos 7:32.

[3] Marcos 5:23; 6:5; 8:23,25.

[4] Marcos 7:33,34 (RVA-2015).

[5] Stein, Mark, 360.

[6] Marcos 5:41.

[7] Mateo 27:46; Marcos 15:34.

[8] Marcos 14:36.

[9] Marcos 7:36.

[10] Marcos 1:44,45, 5:41–43.

[11] Marcos 1:45.

[12] Stein, Mark, 361.

[13] Marcos 7:37.

[14] Génesis 1:31.

[15] Isaías 35:5,6.

[16] Juan 1:44.

[17] Lucas 9:2,

[18] Lucas 9:10.

[19] Mateo 11:21,22. También Lucas 10:13,14.

[20] Marcos 8:22.

[21] Marcos 8:23.

[22] Marcos 8:24.

[23] Marcos 8:25.

[24] Marcos 8:26.

[25] Marcos 3:12 (NVI).

[26] Marcos 9:9,10.

[27] Witherington, The Gospel of Mark, 239.

[28] Salmo 146:8.

[29] Isaías 29:18,19.