Jesús, Su vida y mensaje: Juan 14: El Consolador

junio 15, 2021

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: John 14: The Helper]

El capítulo 14 de Juan, que comenzamos a estudiar en el artículo anterior, continúa con Jesús hablando a Sus discípulos justo antes de Su detención y juicio. Antes les había dicho que creyeran en Él y también les había hecho una maravillosa promesa:

Todo lo que pidáis al Padre en Mi nombre, lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si algo pedís en Mi nombre, Yo lo haré[1].

Continuando con Sus enseñanzas a Sus discípulos, en el versículo 15 cambia de tema y comienza a hablarles del Espíritu Santo:

Si me amáis, guardad Mis mandamientos. Y Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros[2].

Jesús empieza este breve segmento con una frase condicional: «Si me amáis, guardad Mis mandamientos»[3]. Les recuerda a Sus discípulos que, si de veras lo aman, ese amor se manifestará en la observancia de Sus mandamientos. En el versículo 21 insiste en lo mismo. El lenguaje que emplea es similar al que usa Dios en el Antiguo Testamento cuando dice: «Hago misericordia por millares a los que me aman y guardan Mis mandamientos»[4].

Yo rogaré al Padre y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre[5]

Pronto Jesús iba a dejar de estar físicamente con los discípulos; en Su lugar el Padre enviaría otro Consolador que permanecería todo el tiempo con ellos. En esta traducción (la RVR 95, pero también en la NVI y la NBLA) dice que el Padre enviará un Consolador; otras versiones hablan de un Consejero (PDT), un Abogado (BLP) o un Defensor (DHH). El Consolador estará para siempre con los creyentes; el Espíritu Santo no les será quitado.

…el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no lo ve ni lo conoce; pero vosotros lo conocéis, porque vive con vosotros y estará en vosotros[6].

A ese Abogado se le llama aquí «el Espíritu de verdad». Es interesante, porque Jesús se acaba de describir a Sí mismo como «la verdad», y en un pasaje anterior de este evangelio dice que «Dios es Espíritu, y los que lo adoran, en espíritu y en verdad es necesario que lo adoren»[7]. La verdad está ligada a la Trinidad.

Seguidamente, Jesús compara la actitud del mundo con la de los discípulos en lo referente al Espíritu. El mundo no ve —es decir, no percibe— ni es capaz de aceptar el Espíritu. No es consciente del actuar, la presencia o la existencia del Espíritu Santo, por lo que no tiene ninguna relación con Él. En cambio, los creyentes sí lo conocen, ya que vive en ellos.

A continuación, Jesús habla de cómo se manifestará a Sus discípulos.

No os dejaré huérfanos; volveré a vosotros. Todavía un poco, y el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis; porque Yo vivo, vosotros también viviréis. En aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí y Yo en vosotros[8].

Tres veces en este evangelio Jesús ha anunciado que se irá y dejará a Sus discípulos[9]. Al principio de este capítulo dijo que, después de irse, volvería. «Si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo esté, vosotros también estéis»[10]. En este caso, se entiende que ese regreso es una alusión a Su segunda venida. Sin embargo, cuando dice que «el mundo no me verá más, pero vosotros me veréis» se refiere a Su resurrección, a Su regreso de la muerte. Aunque iba a morir, luego resucitaría y estaría de nuevo físicamente con Sus discípulos.

Al decir «todavía un poco», Jesús indica que no se refiere a algo que ocurrirá en un futuro distante, sino a algo que está a punto de suceder. Después de Su inminente crucifixión, el mundo no lo verá más. Sin embargo, «en aquel día», después de Su resurrección, Sus discípulos sí lo verán. El libro de los Hechos narra que Jesús, después de resucitar, «se presentó vivo con muchas pruebas indubitables, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles acerca del reino de Dios»[11].

La resurrección de Jesús fue una garantía de que Sus discípulos (y todos los futuros creyentes) no serían vencidos por la muerte. «Porque Yo vivo, vosotros también viviréis». Como Jesús resucitó, todos los creyentes vivirán para siempre, algo que Jesús ya había indicado en un pasaje anterior de este evangelio. «Así como me envió el Padre viviente y Yo vivo por el Padre, también el que me come vivirá por Mí»[12].

Al decir «en aquel día vosotros conoceréis que Yo estoy en Mi Padre, y vosotros en Mí y Yo en vosotros», Jesús se refería literalmente al día de Su resurrección. Después que los discípulos vieran a Jesús resucitado y pasaran 40 días con Él, entenderían más plenamente cómo habita Cristo en el Padre y cómo es la mutua habitación de Cristo en los creyentes y de estos en Él. Jesús estaba en el Padre y los discípulos estaban en Jesús, así como Él en ellos.

El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por Mi Padre, y Yo lo amaré y me manifestaré a él[13].

Quienes interiorizan los mandamientos de Jesús, quienes los aceptan en su corazón y su alma, son los que lo aman. Habla no solo de tener los mandamientos, sino también de guardarlos. Eso pone de relieve la importancia de seguir las enseñanzas de Jesús e incorporarlas a nuestra vida cotidiana. Quienes hacen eso son los que lo aman; y los que lo aman son amados por el Padre. A esos dice Jesús que se manifestará. No da más explicaciones, pero indica que de alguna manera se manifestará a los que lo aman.

Le dijo Judas (no el Iscariote): «Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros y no al mundo?»[14]

De acuerdo con dos listas de discípulos (Lucas 6:14–17 y Hechos 1:13), este Judas era hermano o hijo de un tal Jacobo. Algunos comentaristas sostienen que podría ser la misma persona que Tadeo, a quien se menciona en otras listas de los apóstoles[15]. Este Judas preguntó algo que probablemente preocupaba también a los demás. Quería saber qué significaba eso de que Jesús se manifestaría a los discípulos y no al mundo. Es probable que Judas, como era habitual entre los judíos, esperara que el Mesías manifestara Su gloria ante toda la gente, y le dio la impresión de que algo había cambiado.

Respondió Jesús y le dijo: «El que me ama, Mi palabra guardará; y Mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él»[16].

Jesús ya había señalado que el amor verdadero se expresa con hechos.

Si me amáis, guardad Mis mandamientos[17].

El que tiene Mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama[18].

Los que aman a Jesús guardan Su palabra, es decir, rigen su vida cotidiana por lo que ella prescribe en vez de limitarse a conocerla. También declaró que los que lo aman y guardan Su palabra serán amados por el Padre, y que tanto el Padre como el Hijo «harán morada» con ellos. Esa morada no es un alojamiento temporal, sino una vivienda permanente. Jesús está diciendo que los creyentes contarán con la presencia de Dios en su vida.

El que no me ama no guarda Mis palabras; y la palabra que habéis oído no es Mía, sino del Padre que me envió[19].

Jesús también señala la otra cara de la moneda o el lado negativo. Los que no aman a Jesús no guardarán Sus palabras, Sus enseñanzas. Este evangelio entiende el amor como algo práctico, no emocional. El amor implica obediencia. Jesús insiste en que Sus palabras, Sus enseñanzas, no son Suyas, sino del Padre. Lo ha dicho varias veces en este evangelio.

Mi doctrina no es Mía, sino de aquel que me envió[20].

Nada hago por Mí mismo, sino que, según me enseñó el Padre, así hablo[21].

Yo no he hablado por Mi propia cuenta; el Padre, que me envió, Él me dio mandamiento de lo que he de decir y de lo que he de hablar[22].

El Hijo, a quien el Padre envió, transmite el mensaje del Padre.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Juan 14:13,14.

[2] Juan 14:15–17.

[3] Juan 14:15.

[4] Éxodo 20:6.

[5] Juan 14:16.

[6] Juan 14:17.

[7] Juan 4:24.

[8] Juan 14:18–20.

[9] Juan 13:33, 36; 14:2–4.

[10] Juan 14:3.

[11] Hechos 1:3.

[12] Juan 6:57.

[13] Juan 14:21.

[14] Juan 14:22.

[15] Mateo 10:3, Marcos 3:18.

[16] Juan 14:23.

[17] Juan 14:15.

[18] Juan 14:21.

[19] Juan 14:24.

[20] Juan 7:16.

[21] Juan 8:28.

[22] Juan 12:49.