Jesús, Su vida y mensaje: Milagros (5ª parte)

marzo 21, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

Milagros sabáticos (2ª parte)

[Jesus—His Life and Message: Miracles (Part 5). Sabbath Miracles (Part 2)]

Aparte de la curación del hombre de la mano paralizada (que ya vimos en la 4ª parte de Milagros), los Evangelios contienen otros relatos de curaciones realizadas en sábado. En este artículo veremos dos. Ambas —la de la mujer encorvada y la del hidrópico— se encuentran únicamente en el Evangelio de Lucas.

La mujer encorvada

Jesús estaba enseñando en una de las sinagogas un día de reposo, y había allí una mujer que durante dieciocho años había tenido una enfermedad causada por un espíritu; estaba encorvada, y de ninguna manera se podía enderezar. Cuando Jesús la vio, la llamó y le dijo: «Mujer, has quedado libre de tu enfermedad». Y puso las manos sobre ella, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.

Pero el oficial de la sinagoga, indignado porque Jesús había sanado en día de reposo, reaccionó diciendo a la multitud: «Hay seis días en los cuales se debe trabajar; vengan, pues, en esos días y sean sanados, y no en día de reposo». Entonces el Señor le respondió: «Hipócritas, ¿no desata cada uno de ustedes su buey o su asno del pesebre en día de reposo y lo lleva a beber? Y esta, que es hija de Abraham, a la que Satanás ha tenido atada durante dieciocho largos años, ¿no debía ser libertada de esta ligadura en el día de reposo?» Al decir Él esto, todos Sus adversarios se avergonzaban, pero toda la multitud se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él[1].

Tal como se advierte en este y en otros relatos de curaciones, así como en otros versículos de los Evangelios, Jesús acostumbraba ir a la sinagoga los sábados[2]. En este pasaje dice que está enseñando en una sinagoga en la que hay una mujer que necesita ayuda. También explica que ella ha estado 18 años enferma y que su dolencia se debe a la influencia del demonio. Eso no significa necesariamente que ella estuviera poseída. Hay otros pasajes del Nuevo Testamento en los que se atribuyen enfermedades a la influencia de Satanás:

Estaba Jesús echando fuera un demonio, que era mudo; y aconteció que, después de salir el demonio, el mudo habló y la gente quedó maravillada[3].

Para que la grandeza de las revelaciones no me exaltara, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca[4].

Por culpa de su enfermedad, la mujer es incapaz de enderezarse. Al igual que otras veces, Jesús inicia la curación, le pide que se acerque, le dice que es libre de su dolencia y le impone las manos. Al instante ella es capaz de enderezarse por primera vez en casi dos decenios. Aquí se evidencia la autoridad de Jesús y también Su poder, sobre todo cuando Él aclara que Satanás la tenía atada. Jesús la libra de su dolencia y de la causa raíz de su cautiverio: Satanás. La palabra griega traducida como «se enderezó» es una forma pasiva del verbo; por lo tanto, enfatiza el hecho de que la curación vino de Dios. Así lo entiende la mujer, que reacciona glorificando a Dios.

Al ver esto, el «oficial de la sinagoga» se indigna. El oficial era responsable de que la gente fuera fiel a las enseñanzas de la Ley y observara debidamente los mandamientos. Está claro que le parece que la curación de la mujer enferma contraviene la regla de no trabajar los sábados, que literalmente decía:

Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día es de reposo para el Señor, tu Dios. Ninguna obra harás tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu sierva, ni tu buey, ni tu asno, ni ningún animal tuyo, ni el extranjero que está dentro de tus puertas, para que tu siervo y tu sierva puedan descansar como tú[5].

El hombre se enoja y, en vez de decirle algo a Jesús, se dirige a los que están presentes en la sinagoga. Tal gesto equivalía a cuestionar la autoridad de Jesús como maestro y recalcar ante los que estaban reunidos que él era el intérprete autorizado de las Escrituras[6]. Para él, sanar es un trabajo, y eso se pone de manifiesto en lo que dice: «Hay seis días en los cuales se debe trabajar; vengan, pues, en esos días y sean sanados, y no en día de reposo». Su razonamiento es que la mujer lleva mucho tiempo en ese estado, y su vida no corre peligro; por tanto, su curación puede esperar hasta el día siguiente. No debe ponerse por encima de las reglas sobre el sábado.

La respuesta de Jesús es rápida y punzante. Su reprensión —«hipócritas»—, en plural, da a entender que Él sabe que otros de los presentes están de acuerdo con la postura del oficial. Así, pues, dirige la respuesta a todos. Les hace notar que los sábados cada uno de ellos hace el trabajo de desatar sus bueyes o sus burros y llevarlos a tomar agua. La interpretación oral de la ley mosaica (que posteriormente se escribió en lo que se llama la Mishná) permitía conducir a las bestias a otro sitio en sábado siempre y cuando no llevaran ninguna carga. Podían caminar hasta 900 metros para ir a pastar, y sus dueños podían desatarlas. Asegurarse los sábados de que los animales tuvieran comida y agua era un trabajo, pero también un acto de compasión. Jesús hace una pregunta retórica sabiendo que cada uno de ellos es consciente de que hace algo de trabajo los sábados por el bienestar de sus bestias, sin considerar que eso constituye una contravención del mandamiento sobre el día santo.

Seguidamente, Jesús presenta un argumento a fortiori[7]: Si uno en sábado hace el trabajo de desatar un animal y llevarlo a beber, con mucha más razón merece una mujer, una judía como ellos, una hija de Abraham que lleva dieciocho años cautiva, quedar libre de su atadura en sábado. Jesús les pregunta cómo es que en el día de reposo se preocupan más de un animal que de un ser humano. Deja claro que al liberar a la mujer de su atadura no ha quebrantado el mandamiento sobre el sábado, sino que ha obrado de conformidad con el propósito del día de reposo. Por consiguiente, el oficial de la sinagoga y los que se alinean con él están en un error.

El oficial de la sinagoga ha querido avergonzar a Jesús dando a entender que malentiende las Escrituras, pero la respuesta de Jesús cambia las tornas. «Todos Sus adversarios se avergonzaban». Habiendo visto el acto de compasión de Jesús, la gente que ha presenciado el milagro y oído la respuesta que le ha dado al oficial de la sinagoga «se regocijaba por todas las cosas gloriosas hechas por Él». Jesús una vez más ha demostrado que Su concepto del sábado es el correcto.

El hidrópico

Más adelante en el Evangelio de Lucas vemos a Jesús insistiendo nuevamente en lo mismo:

Aconteció un día de reposo, que habiendo entrado para comer en casa de un gobernante, que era fariseo, estos le acechaban. Y he aquí estaba delante de Él un hombre hidrópico. Entonces Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: «¿Es lícito sanar en el día de reposo?» Mas ellos callaron. Y Él, tomándole, le sanó, y le despidió. Y dirigiéndose a ellos, dijo: «¿Quién de vosotros, si su asno o su buey cae en algún pozo, no lo sacará inmediatamente, aunque sea en día de reposo?» Y no le podían replicar a estas cosas[8].

Esta vez Jesús ha sido invitado a comer en casa de un gobernante que es fariseo. Siendo este una persona importante, es probable que todos los presentes fueran también personas destacadas que observaban las mismas leyes de pureza religiosa que los fariseos. Tales leyes dictaban por una parte lo que se podía comer y por otra con quién podía comerse. Se menciona que asisten también otros fariseos e intérpretes de la Ley. Intérprete de la Ley es una expresión que aparece principalmente en el Evangelio de Lucas (cinco veces, frente a una sola vez en el Evangelio de Mateo, y ninguna en los de Marcos y Juan) para referirse a alguien que era una autoridad en la ley mosaica. En los Evangelios se utiliza con el mismo sentido que escriba o maestro de la Ley. Lucas no deja bien parados a los intérpretes de la Ley[9]. Dice que los fariseos e intérpretes de la Ley «le acechaban». La palabra griega empleada aquí significa «observar insidiosa o escondidamente».

Está presente un hombre hidrópico. «Hidrópico es un término casi obsoleto para referirse a una persona que sufre de edema generalizado, que tiene el cuerpo hinchado debido a un exceso de líquido. La hidropesía no constituye en sí una enfermedad, sino una señal de un mal funcionamiento del organismo, por lo general de insuficiencia cardíaca congestiva o enfermedad del riñón»[10]. No se nos explica por qué el hidrópico está ahí. Parece estar fuera de lugar en una reunión de fariseos, entre los que se exigía pureza ritual. Un hidrópico era considerado impuro, sobre todo porque algunas personas religiosas de la época opinaban que la enfermedad era un castigo por los pecados cometidos.

Aunque no se nos explica por qué está ahí el hombre, la redacción del texto, con la expresión he aquí («Y he aquí estaba delante de Él un hombre hidrópico») podría indicar sorpresa, que el hombre se ha presentado sin haber sido invitado. La misma expresión aparece antes en el Evangelio de Lucas cuando una mujer, sin haber sido convidada, se coloca a los pies de Jesús cuando Él está reclinado a la mesa.

Y he aquí una mujer que había sido pecadora en la ciudad, cuando entendió que estaba a la mesa en casa de aquel fariseo, trajo un alabastro de ungüento, y estando detrás a Sus pies, comenzó llorando a regar con lágrimas Sus pies, y los limpiaba con los cabellos de su cabeza; y besaba Sus pies, y los ungía con el ungüento[11].

Kenneth Bailey escribe:

En Oriente Medio, cuando se celebra una comida tradicional en un pueblo, los marginados de la comunidad no son excluidos. Se sientan calladamente en el piso contra la pared, y al final de la comida se les sirven alimentos. Su presencia halaga al anfitrión, que de esa manera queda como muy noble, tanto que hasta da de comer a los parias de la comunidad. Los rabinos insistían en que, cuando se celebraba una comida, la puerta quedara abierta, para que no «faltara comida» (es decir, para no cerrar la puerta a las bendiciones de Dios)[12].

Por consiguiente, tal vez este hombre es uno de los pobres a los que se les permite estar presentes.

Darrell Bock propone otra posibilidad:

¿Invitaron a este hombre a la comida para tenderle una trampa a Jesús, o simplemente se presentó (era propio de la cultura del país que llegaran personas sin haber sido invitadas)? El relato, sin embargo, no da ninguna indicación de que el hombre no estuviera ya en la casa. En este orden de ideas, la sorpresa [«he aquí»] está motivada por el hecho de que haya una persona así en la comida. Si se combina eso con los ojos acechantes de los líderes, este versículo probablemente sugiere que se trataba de una trampa, sobre todo porque en [Lucas] 11:54 se indica que al terminar la comida anterior los líderes habían resuelto apresar a Jesús[13].

En cualquier caso, el hombre está ahí, y Jesús va a ayudarlo. Aunque no consta que los fariseos o los intérpretes de la Ley hayan dicho nada, Jesús sabe lo que están pensando y toca el tema. «Jesús habló a los intérpretes de la ley y a los fariseos, diciendo: “¿Es lícito sanar en el día de reposo?”» Ellos no responden.El texto dice que entonces Jesús cura al hombre y lo despide.

Si bien los fariseos y los intérpretes de la Ley no dicen nada, los lectores sabemos por otros pasajes de las Escrituras que no veían con buenos ojos que Jesús curara en sábado. Jesús, sabiendo lo que piensan, menciona algunas prácticas sabáticas aceptadas, es decir, lo que haría cualquiera, incluidos los presentes, si su hijo o su buey cayera en un pozo en un día de reposo. Por supuesto que intervendrían, incluso en sábado, en vez de dejarlos allí hasta el día siguiente.

Una vez más Jesús, enseñando con autoridad, muestra cómo se debe entender el día de reposo: ese día es una bendición de Dios, para hacer el bien, para liberar a los que son esclavos de enfermedades, para restaurar, para participar en la redención que Dios ofrece. Jesús los invita a cambiar su forma de pensar y a adoptar los valores del reino de Dios.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Lucas 10:13–17 (NBLH).

[2] Encontrarás más información sobre las sinagogas y el culto sabático en Jesús, Su vida y mensaje: La sinagoga y el sábado.

[3] Lucas 11:14.

[4] 2 Corintios 12:7.

[5] Deuteronomio 5:13,14.

[6] Green, The Gospel of Luke, 523.

[7] El argumento a fortiori es una forma de argumentación lógica con la que se demuestra que, si una cosa es cierta, se puede inferir que otra lo es todavía más. Se trata de una técnica didáctica empleada por los rabinos judíos para enseñar de menor a mayor, en el sentido de que si una conclusión se aplica a un caso menor, también se aplica a uno más importante. Los argumentos de menor a mayor se reconocen porque el texto dice algo así como: «Si… cuánto más…»

[8] Lucas 14:1–6 (RVR 1960).

[9] Lucas 7:30; 11:45,46,52,53.

[10] Green, The Gospel of Luke, 547.

[11] Lucas 7:37,38 (JBS).

[12] Bailey, Jesús a través de los ojos del Medio Oriente.

[13] Bock, Luke 9:51–24:53, 1256–57.