Jesús, Su vida y mensaje: Persecución

septiembre 11, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Persecution]

En el Evangelio de Mateo, Jesús habló a Sus discípulos de la oposición y persecución con que se encontrarían cuando salieran a anunciar el evangelio. En el capítulo 10, envió a Sus discípulos con instrucciones de que evitaran a los gentiles y no entraran en ninguna ciudad samaritana, sino que se concentraran en predicar a sus compatriotas judíos, a los que se refirió con el término «las ovejas perdidas de la casa de Israel»[1]. La prédica a los gentiles vendría después de Su muerte y resurrección[2]. Mandó a Sus discípulos que proclamaran: «El reino de los cielos se ha acercado». Les dijo: «Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios»[3]. No debían llevar consigo provisiones ni quedarse en casa de nadie que no fuera digno[4]. También les dio una instrucción que trascendía el alcance de su misión inmediata en Israel, una que aplicarían más adelante: «Haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado»[5].

Les dijo: «Yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas»[6]. Quiso que Sus discípulos entendieran que a veces estarían en peligro, como ovejas, o incluso como corderos, como dice en el Evangelio de Lucas, que están aún más indefensos[7]. Las ovejas no están preparadas para defenderse, y por lo general se ven impotentes ante predadores como los lobos. Además son tímidas, nerviosas, asustadizas y no muy inteligentes que digamos, todo lo cual contribuye a su indefensión. Jesús quiso que quedara claro que la prédica del evangelio pondría a los discípulos en situaciones en las que se sentirían vulnerables.

Como en el relato de Adán y Eva del Génesis se describe a la serpiente como astuta, las serpientes eran consideradas taimadas o sagaces. El término griego traducido aquí como «prudente» se vierte a veces como «sagaz», «sensato», «receloso» o «taimado». Las palomas eran consideradas un símbolo de virtud, por la antigua creencia de que no tenían bilis. Además, las palomas, que eran de las aves más comunes en Palestina en aquel tiempo, son herbívoras, por lo que son siempre presa en vez de predador[8]. Jesús dijo a Sus discípulos que en su forma de conducirse debía haber un equilibrio entre la astucia de la serpiente y el carácter inofensivo de la paloma.

Seguidamente, Jesús pasó de la metáfora de las ovejas y los lobos a decirles claramente a los discípulos con qué se encontrarían en el futuro.

Guardaos de los hombres, porque os entregarán a los concilios y en sus sinagogas os azotarán; y aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa Mía, para testimonio a ellos y a los gentiles[9].

Los discípulos deben ser precavidos con algunas personas. Se infiere que son las que tengan autoridad y puedan llevarlos ante funcionarios que los castiguen.

En tiempos de Jesús, las ciudades judías tenían concilios religiosos compuestos por 23 personas, que se encargaban de mantener el orden público. Entre otras cosas, tenían autoridad para juzgar infracciones y castigar con azotes a los culpables. El apóstol Pablo escribió:

De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno[10].

La flagelación era un castigo habitual en Israel. Las reglas sobre los azotes se hallan en Deuteronomio:

Si el delincuente merece ser azotado, entonces el juez lo hará echarse en tierra y lo hará azotar en su presencia; según su delito será el número de azotes. Se le podrán dar cuarenta azotes, no más; no sea que, castigándolo con muchos más azotes que estos, se sienta tu hermano envilecido delante de tus ojos[11].

Más adelante, el límite de azotes se fijó en treinta y nueve, para asegurarse de que nadie, por error, excediera el máximo permitido por la ley. Los látigos para dar azotes estaban hechos de piel de becerro. Se aplicaba un tercio de los azotes en el pecho y dos tercios en la espalda.

Los azotes se daban en la sinagoga local, que aparte de ser un lugar de culto era también un centro de instrucción, y era donde los 23 miembros del concilio presidían el tribunal judío local. El juicio se celebraba en la sinagoga, y allí mismo se aplicaba la pena. Aparte de la persona que daba los latigazos, se requería la presencia de tres jueces: el primero para leer pasajes de las Escrituras, el segundo para contar los azotes, y el tercero para dar la orden antes de cada golpe. Cuando Jesús dijo que los discípulos serían entregados a los tribunales y azotados, se refería a los tribunales y a los castigos judíos, no al sistema judicial romano, que permitía castigar a alguien con la ejecución.

A continuación, predijo lo que pasaría más adelante, cuando el cristianismo se expandiera más allá de Palestina, por tierras gentiles.

Aun ante gobernadores y reyes seréis llevados por causa Mía, para testimonio a ellos y a los gentiles[12].

Jesús habló de futuras persecuciones por parte de las autoridades de gobierno gentiles, que darían a los cristianos la oportunidad de testificar a importantes gobernadores y a los gentiles en general.

En el libro de los Hechos, a Pedro y a Juan (que representan a todos los discípulos) se los califica de «hombres sin letras y del vulgo»[13], ya que eran simples pescadores. Probablemente a los discípulos les resultó bastante desconcertante oír decir a Jesús que comparecerían ante gobernadores y reyes. Él les dijo que de todos modos no se preocuparan.

Cuando os entreguen, no os preocupéis por cómo o qué hablaréis, porque en aquella hora os será dado lo que habéis de hablar, pues no sois vosotros los que habláis, sino el Espíritu de vuestro Padre que habla en vosotros[14].

En un pasaje anterior de este evangelio, Jesús ya exhortó a los discípulos a no preocuparse ni afanarse por sus necesidades materiales —comida, agua y ropa— y les aseguró que Dios cuidaría de ellos[15]. Ahora les dice que Dios también estará con ellos en las persecuciones que sufran en el futuro.

Cuando los persigan, los detengan o los lleven ante las autoridades, deben tener paz, sabiendo que no tendrán necesidad de recurrir a su limitada capacidad retórica, ya que el Espíritu Santo les dará las palabras apropiadas y hablará por medio de ellos. En otros pasajes de los evangelios Jesús también dijo que el Espíritu Santo descendería sobre los discípulos y los guiaría e inspiraría.

El Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en Mi nombre, Él os enseñará todas las cosas y os recordará todo lo que Yo os he dicho[16].

Cuando venga el Consolador, a quien Yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, Él dará testimonio acerca de Mí[17].

Cuando venga el Espíritu de verdad, Él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por Su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir[18].

El cumplimiento de la promesa de que el Espíritu Santo guiaría a los apóstoles se observa en versículos como estos:

Mientras Pedro pensaba en la visión, le dijo el Espíritu: «Tres hombres te buscan»[19].

Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió[20].

Jesús continuó describiendo la persecución que vendría.

El hermano entregará a la muerte al hermano, y el padre al hijo. Los hijos se levantarán contra los padres y los harán morir. Seréis odiados por todos por causa de Mi nombre; pero el que persevere hasta el fin, este será salvo[21].

Este pasaje refleja lo que está escrito en el libro de Miqueas:

El hijo deshonra al padre, la hija se levanta contra la madre, la nuera contra su suegra, y los enemigos del hombre son los de su casa[22].

En Miqueas, el texto se refiere a la desintegración de la familia y al desprecio mutuo que puede existir entre los integrantes de la misma; pero no se habla de matar a nadie. Jesús añadió que algunos harían matar a sus propios parientes. La expresión «los harán morir» indica que serán las autoridades de gobierno las que ejecuten a los cristianos una vez que sus propios familiares los entreguen.

Sin duda hubo persecuciones en tiempos de la Iglesia primitiva. En el año 64 d. C., el gobierno de Roma, dirigido por el emperador Nerón, persiguió oficialmente a los cristianos. Desde ese momento y hasta el año 250 d. C., siguió habiendo persecuciones, pero no en todo el Imperio romano. En el año 250 d. C., durante el reinado del emperador Decio, la persecución se agudizó. Después continuó a intervalos, hasta llegar a un período de diez años en el que fue muy intensa; es lo que se conoce como la Gran Persecución. En el año 313 d. C., dos emperadores romanos, Constantino y Licinio, promulgaron un documento conocido como el Edicto de Milán, que puso fin oficialmente a la persecución de los cristianos y permitió que cada uno siguiera los dictados de su conciencia en lo referente a la religión. Por supuesto, los cristianos han continuado sufriendo persecución a lo largo de los siglos, pero por lo general no con la misma intensidad que en tiempos de Roma.

Jesús exhorta a los que padezcan persecución a perseverar, a mantenerse firmes en la fe y no dejar de ser fieles a pesar de la persecución. Aunque sufran martirio, si permanecen fieles a Jesús mientras dure la prueba serán «salvos». Es posible que pierdan la vida, pero los fieles estarán para siempre en presencia del Señor.

Cuando os persigan en una ciudad, huid a otra. De cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre[23].

Jesús dijo a los discípulos que no tenían ninguna obligación de permanecer en un lugar donde los persiguieran, que debían marcharse y dirigirse a ciudades más receptivas. En el libro de los Hechos se observa que el apóstol Pablo hizo eso en numerosas ocasiones[24]. A los discípulos no se les pidió que permanecieran en un ambiente hostil, expuestos a maltratos y a la muerte.

La segunda frase de este versículo —«de cierto os digo que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel antes que venga el Hijo del hombre»— es algo difícil de comprender, y los biblistas expresan distintas opiniones. Algunos sostienen que alude al regreso de Jesús, cuando se produzca el arrebatamiento. Otros comentan que está relacionada con la destrucción del Templo de Jerusalén en el año 70 d. C., mientras que otros consideran que se refiere a la entronización celestial de Jesús después de Su ascensión, por lo que le dijo al sumo sacerdote antes de Su crucifixión.

Os digo que desde ahora veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del poder de Dios y viniendo en las nubes del cielo[25].

Cierto autor escribe:

La variedad de opiniones pone de relieve que es no es fácil llegar a una decisión sobre el significado de las palabras. Quizá la postura más convincente es que se refieren, de una forma poco habitual, al clímax de la misión de Jesús, a Su regreso de los muertos tras haber sido rechazado por la gente. Ese regreso es triunfal, y es cuando se les encarga a los discípulos una misión más: la de llevar el mensaje por toda la Tierra. Si se interpreta de esa manera, Jesús estaba diciendo que los discípulos debían seguir realizando la tarea para la que los había enviado, y por otra parte que desde luego no la terminarían antes de que Su labor en la Tierra alcanzara su clímax[26].

Jesús indicó claramente que los que anuncien el evangelio padecerán persecución, tal como le pasó a Él.

Si el mundo os odia, sabed que a Mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes Yo os elegí del mundo, por eso el mundo os odia. Acordaos de la palabra que Yo os he dicho: «El siervo no es mayor que su señor». Si a Mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado Mi palabra, también guardarán la vuestra[27].

También dijo que los que sufran persecución son bienaventurados.

Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados seréis cuando por Mi causa os insulten, os persigan y digan toda clase de mal contra vosotros, mintiendo. Gozaos y alegraos, porque vuestra recompensa es grande en los cielos, pues así persiguieron a los profetas que vivieron antes de vosotros[28].

Padecer persecución por causa de nuestras creencias no nos hace ninguna ilusión; pero cuando suceda, tengamos la misma actitud admirable que tenía el apóstol Pablo y que expresó con estas palabras:

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro o espada? Como está escrito: «Por causa de Ti somos muertos todo el tiempo; somos contados como ovejas de matadero». Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni ángeles ni principados ni potestades, ni lo presente ni lo por venir, ni lo alto ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro[29].


Nota

Todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Mateo 10:6.

[2] Hechos 1:8.

[3] Mateo 10:8.

[4] Lucas 10:5–7.

[5] Mateo 28:19,20.

[6] Mateo 10:16.

[7] Lucas 10:3.

[8] R. T. France, The Gospel of Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 2007), 191, nota al pie de página 14.

[9] Mateo 10:17,18.

[10] 2 Corintios 11:24.

[11] Deuteronomio 25:2,3.

[12] Mateo 10:18.

[13] Hechos 4:13.

[14] Mateo 10:19,20.

[15] Mateo 6:25–34.

[16] Juan 14:26.

[17] Juan 15:26.

[18] Juan 16:13.

[19] Hechos 10:19.

[20] Hechos 16:6,7.

[21] Mateo 10:21,22.

[22] Miqueas 7:6.

[23] Mateo 10:23.

[24] Hechos 13:45–51; 14:5–7,19,20; 17:5–10,13–15.

[25] Mateo 26:64.

[26] Leon Morris, The Gospel According to Matthew (Grand Rapids: Eerdmans, 1992), 258.

[27] Juan 15:18–20.

[28] Mateo 5:10–12.

[29] Romanos 8:35–39.