La Epístola a los Gálatas: Capítulo 3 (versículos 1-14)

septiembre 26, 2023

Enviado por Peter Amsterdam

[The Book of Galatians: Chapter 3 (verses 1–14)]

En Gálatas, capítulo 2, luego de escribir que había sido crucificado con Cristo y que Cristo vivía en él, Pablo declara vivir por la fe en el Hijo de Dios. De ahí se traslada al capítulo 3.

¡Oh gálatas insensatos, ante cuyos ojos Jesucristo fue presentado como crucificado! ¿Quién les hechizó?[1]

Pablo regañó a los gálatas por su insensatez. Estaban a punto de negar el evangelio. No los llamó «hermanos» como lo hizo antes (1:11), sino que se dirigió a ellos bruscamente con el ánimo de llamarles la atención y recordarles la obligación que tenían con la verdad que se les había enseñado.

Los gálatas habían perdido de vista la relevancia del sacrificio de Jesús en la cruz. Poner el foco en la circuncisión y en la ley restaba importancia a la cruz.

Solo esto quiero saber de ustedes: ¿Recibieron el Espíritu por las obras de la ley o por haber oído con fe?[2]

Aquí y en los próximos versículos Pablo formula varias preguntas que ojalá harán volver a los creyentes gálatas a la realidad para que no se aparten del evangelio. Les expresa que solo quiere saber una cosa de ellos: ¿Recibieron el Espíritu por la observancia de la ley o por la confianza en Cristo?

Cuando alguien se hace cristiano recibe en su corazón la infusión del Espíritu Santo. Al darnos el Espíritu Santo, Dios nos ha inundado con Su amor el corazón[3]. El Espíritu Santo vive dentro de los que pertenecen a Cristo. Sin embargo, ustedes no viven según la carne sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en ustedes[4]. Dios es el que nos confirma con ustedes en Cristo y el que nos ungió; es también quien nos ha sellado y ha puesto como garantía al Espíritu en nuestros corazones[5].

Dado que los creyentes gentiles tenían el Espíritu de Dios, no estaban obligados a circuncidarse. Asimismo, como poseían el Espíritu, eran cristianos y pertenecían al pueblo de Dios; de modo que la circuncisión y la observancia de la ley resultaban innecesarias.

¿Tan insensatos son? Habiendo comenzado en el Espíritu, ¿ahora terminarán en la carne?[6]

Pablo se pregunta si los gálatas acaso no han exacerbado su insensatez habiendo empezado en el Espíritu y terminado por las obras. Creyeron que podían hacerlo mejor en vez de apoyarse enteramente en el Espíritu. Los atraía aquello de perfeccionarse por la carne. La palabra carne en este pasaje probablemente alude a la circuncisión, que exige precisamente cortar la carne.

Los judaizantes (cristianos que enseñaban la necesidad de combinar la gracia de Dios con el esfuerzo humano) alegaban que los gálatas debían circuncidarse para poder formar parte del pueblo de Dios. Pablo discrepaba de eso. Él consideraba que los gálatas eran cristianos porque habían recibido la infusión del Espíritu. Exigirles que se circuncidaran haría que el progreso en la vida de los cristianos dependiera de los esfuerzos de la carne en lugar de la acción del Espíritu.

¿Tantas cosas padecieron en vano, si de veras fue en vano?[7]

Teniendo en cuenta que el sufrimiento era una constante en la vida de los cristianos, es muy posible que los gálatas experimentaran discriminación y agresión verbal a causa de su fe. Pablo entonces les pregunta si lo que padecieron fue en vano, ya que de haber renunciado al evangelio de la gracia y aceptado la circuncisión como requisito para perfeccionar su fe, su sufrimiento como cristianos no tendría sentido.

En el versículo 3 Pablo asume que son cristianos y lamenta la necedad de tratar de progresar conforme a la carne. Ya en el versículo 4, no obstante, piensa en la posibilidad de que acepten la circuncisión y determina que de llegar a hacerlo, sus padecimientos habrían sido en vano.

Pablo advierte a los gálatas de los peligros de sucumbir a las tácticas empleadas por los judaizantes. Concluye el versículo con una proposición hipotética: si de veras fue en vano. No dice que los sufrimientos de los gálatas fueron en vano. Más bien, les pone una condición. En caso de seguir a los judaizantes y rechazar la verdad del evangelio, lo que padecieron como nuevos creyentes resultará inútil. Pablo abriga la esperanza de que al llamarles la atención ellos reconsiderarán su postura y se arrepentirán, de modo que obtengan la plena recompensa.

Entonces, el que les suministra el Espíritu y obra maravillas entre ustedes, ¿lo hace por las obras de la ley o por el oír con fe?[8]

El párrafo se resume en este momento con una última pregunta retórica. La obra del Espíritu se ha visto entre los gálatas. Puede ser que Pablo describiera el poderoso efecto que su ministerio tuvo entre ellos. Lo primordial es que Dios les había dado el Espíritu y que la presencia del Espíritu era manifiesta entre ellos. Los gálatas poseen el Espíritu y por tanto son miembros del pueblo de Dios. Como ya forman parte de la familia de Abraham, no están obligados a seguir la Torá.

De la misma manera, Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia[9].

Pablo afirma que la posición que Abraham tenía ante Dios se debía a su confianza en Dios. Deja claro que tanto Abraham como los gálatas desplegaban fe.

Los judaizantes probablemente apelaron a Abraham y a la circuncisión para respaldar su postura de que la circuncisión era imperativa para ser parte del pueblo de Dios[10]. Al fin y al cabo, Abraham era el padre del pueblo judío, la persona a la cual iban dirigidas las promesas de Dios.

Pablo no desestimó la obediencia de Abraham[11]. Más bien centró la atención en la fe de Abraham, que fue el aspecto fundamental de su vida. Él creyó al SEÑOR, y le fue contado por justicia[12]. En Génesis 15 Abraham pensó que Eliezer, su siervo, sería su único heredero. El Señor le prometió que su descendencia sería tan numerosa como las estrellas del cielo, y Abraham creyó lo que le dijo el Señor; confió en Él. Génesis 15 termina con el propio Dios, simbolizado por el fuego, pasando por en medio de los animales expiatorios partidos, demostrando que solo Dios cumpliría el pacto. Todo el capítulo 15 del Génesis se centra en la obra de Dios y la confianza de Abraham en Dios.

Por lo tanto, sepan que los que se basan en la fe son hijos de Abraham[13].

Pablo hace un fuerte llamado a los gálatas para que capten la verdad que hasta ese momento eludían. ¿Qué se requiere para formar parte de la familia de Abraham, para ser considerado uno de sus hijos? No la circuncisión ni otras obras exigidas por la ley. Quienes pertenecen a la familia de Abraham creen como lo hizo Abraham, ya que este vivió antes que se promulgara la ley. Fue, pues, la fe lo que lo hizo justo delante de Dios. Por consiguiente, no era preciso que los gálatas se circuncidaran para ser hijos de Abraham. Ya eran sus hijos si su fe estaba en Jesús. Pablo subraya que es la fe y solo la fe la que lo hace a uno hijo de Abraham.

Y la Escritura, habiendo previsto que por la fe Dios había de justificar a los gentiles, anunció de antemano el evangelio a Abraham, diciendo: En ti serán benditas todas las naciones[14].

Dios prometió a Abraham que todas las gentes serían benditas por medio de él. Pablo demuestra claramente que dicha bendición viene a través del evangelio y que los gentiles la reciben cuando se presentan ante Dios con fe en Jesús.

Las palabras que Pablo cita del Antiguo Testamento son una fusión de dos versos del Génesis: 12:3 y 18:18. Génesis 12:3 dice: En ti serán benditas todas las familias de la tierra. Génesis 18:18 declara: En él han de ser benditas todas las naciones de la tierra.

Al referirse a «todas las naciones» Pablo demuestra que desde el principio Dios tenía intención de bendecir a los gentiles, siempre que tuvieran la misma clase de fe que Abraham. Si creían como él recibían la bendición de Abraham.

Desde luego, los que se basan en la fe son benditos junto con Abraham, el hombre de fe[15].

El «desde luego» saca una conclusión del versículo anterior (v.8). Génesis 12:3 promete que todas las naciones serán benditas en Abraham; y en Gálatas 3:8 Pablo dice que esa bendición se hace realidad cuando los gentiles son justificados por fe. Deduce que los que creen reciben la misma bendición que recibió el creyente Abraham.

Los judaizantes aseguraban que los gálatas tenían que circuncidarse para ser parte de la familia de Abraham y recibir su bendición. Sin embargo, los versículos 3:7 y 3:9 demuestran que eso no es cierto. Los gálatas llegaron a formar parte de la familia de Abraham cuando creyeron como él creyó, y gozaron de la bendición de Abraham cuando creyeron como él.

Porque todos los que se basan en las obras de la ley están bajo maldición, pues está escrito: Maldito todo aquel que no permanece en todas las cosas escritas en el libro de la Ley para cumplirlas[16].

Pablo reafirma que los gentiles reciben la bendición de Abraham en Cristo. A la inversa, los que se basan en la Torá malditos son. Prosigue a explicar la razón por la que aquellos que se rigen por las obras de la ley están sujetos a maldición: son incapaces de cumplir todo lo que la ley exige. Como dice en Deuteronomio: Si no cuidas de poner por obra todas las palabras de esta ley, escritas en este libro […], entonces aumentará el SEÑOR asombrosamente tus plagas y las plagas de tus descendientes[17]. Los judaizantes consideraban que podían estar bien a los ojos de Dios por medio de la ley, que es el alma del legalismo. No obstante, es imposible guardar la ley de Dios a la perfección.

Desde luego, es evidente que por la ley nadie es justificado delante de Dios, porque el justo vivirá por la fe[18].

Pablo expuso con claridad que la maldición de la ley se aplicaba a los que tratan de estar bien con Dios por medio de la ley. Enseguida presenta un segundo argumento desde otro ángulo. Aduce que nadie puede alcanzar mérito delante de Dios guardando la ley. Todos son malditos a causa de la ley, por cuanto todos pecaron.

Ahora bien, la ley no se basa en la fe; al contrario, el que hace estas cosas vivirá por ella[19].

Pablo explica con mayores detalles por qué nadie puede justificarse por medio de la ley. La ley requiere una obediencia perfecta, y nadie puede lograr eso. La fe en cambio observa lo que Dios ha hecho a través de Cristo para salvación, basándose en la obra de Dios en lugar de apoyarse en su propia obra. Pablo esgrime tres argumentos (3:10-12) para explicar por qué la ley no puede salvar.

Explica que los que hacen lo que exige la ley vivirán basándose en su propia obediencia. Pero nadie puede ser justo por la ley, ya que esta demanda perfección. Pablo dice que: Todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios (Romanos 3:23). La obediencia a la ley es contraria a la fe, puesto que radica en obedecer en vez de creer para obtener la salvación; se basa en el desempeño de lo que se exige en lugar de la confianza en Cristo. Procurar ser justo mediante la observancia de la ley es lo opuesto a creer, a confiar en lo que Dios ha hecho a través de Cristo.

Cristo nos redimió de la maldición de la ley al hacerse maldición por nosotros (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)[20].

La única manera de eliminar la maldición de la ley es mediante la redención de Cristo. La maldición de la ley no solo recae sobre el pueblo judío, sino que abarca a todos los que buscan redención a través de la ley. ¿Cómo puede alguien librarse de la maldición divina, siendo que todos pecan? Pablo responde que el perdón se concreta gracias a la muerte de Jesús en la cruz. Él nos libera de la maldición que resulta de la ley.

Cristo no sufrió y murió por Sus propios pecados; murió por amor a otros. Pablo nos enseña que Cristo tomó sobre Sí mismo la maldición que merecen los pecadores. Se puso en nuestro lugar mientras asumía nuestro castigo. Cristo es el único medio por el que se puede levantar la maldición de la ley.

…para que la bendición de Abraham llegara por Cristo Jesús a los gentiles, a fin de que recibamos la promesa del Espíritu por medio de la fe[21].

La promesa de Génesis 12:3, de que todas las naciones serían bendecidas en Abraham, ha cobrado realidad en Jesús, no por la circuncisión ni por seguir la ley mosaica. La bendición de Abraham se adjudica a los que creen en Cristo (3:8,9). En contraste, la maldición de Dios recae sobre los que se apoyan en la ley para justificación (3:10-12). Mediante Su muerte sustitutiva, Jesús deshace la maldición de la ley para todos los que creen. Eso abarca a los gentiles que están incluidos en la bendición de Abraham por confiar en Cristo en lugar de guardar la Torá.

La segunda mitad de este versículo se explaya sobre la promesa de Abraham. La bendición de Abraham puede describirse como la promesa del Espíritu, que correspondería al don del Espíritu. Aquí Pablo seguramente alude a Isaías 44:3, que dice: Porque Yo derramaré aguas sobre el suelo sediento, y torrentes sobre la tierra seca. Derramaré Mi Espíritu sobre tus descendientes, y Mi bendición sobre tus vástagos.

Pablo mantiene que los gentiles que han recibido el Espíritu Santo gozan de la bendición de Abraham. Si gozan de la bendición de Abraham entonces son miembros de su familia. Si son parte de la familia de Abraham por haber recibido el Espíritu, no tienen que someterse a la circuncisión ni a la ley para formar parte del pueblo de Dios.

(Continuará.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Gálatas 3:1.

[2] Gálatas 3:2.

[3] Romanos 5:5 (BLPH).

[4] Romanos 8:9.

[5] 2 Corintios 1:21,22.

[6] Gálatas 3:3.

[7] Gálatas 3:4.

[8] Gálatas 3:5.

[9] Gálatas 3:6.

[10] Génesis 17:9–14.

[11] Romanos 4.

[12] Génesis 15:6.

[13] Gálatas 3:7.

[14] Gálatas 3:8.

[15] Gálatas 3:9.

[16] Gálatas 3:10.

[17] Deuteronomio 28:58,59.

[18] Gálatas 3:11.

[19] Gálatas 3:12.

[20] Gálatas 3:13.

[21] Gálatas 3:14.