Los beneficios de la perseverancia

septiembre 28, 2010

Enviado por Peter Amsterdam

Con el correr de los años he visto que el Señor bendice extraordinariamente a amigos que aprecio mucho. Algunos seres queridos y colaboradores han pasado por lo que parece ser una serie de épocas de increíbles pruebas. Enfrentaron grandes dificultades y desaliento;  tuvieron sueños y deseos que no lograron cumplir. De vez en cuando comenté a María: «Será muy satisfactorio verlos verdaderamente felices». Y es una maravilla porque en la actualidad casi todos son felices.

Hace poco asistí a la ceremonia nupcial de una amiga. Se había casado unos meses antes en otro país. Ella y su esposo celebraron de nuevo su matrimonio con algunos de nosotros que no pudimos asistir a su boda. Sentí una gran alegría al verlos a ellos y a su hermosa nena. Por muchos años, ella tuvo grandes deseos de formar una familia, pero eso no ocurría. Claro, para ella fue una gran prueba; pero no dejó de aferrarse al Señor y no dejó de confiar. Ahora, después de años de espera, el Señor le dio al hombre indicado. Y a él le dio la mujer indicada. Aunque le fue difícil la espera de muchos años, bien valió la pena. Ahora tiene un esposo estupendo y una hermosa nena. María y yo estamos muy contentos de verlos felices.

Verla tan feliz —además de pensar en otras personas con las que María y yo hemos tenido cercanía y que han esperado por largo tiempo o que pasan por pruebas—, aumenta mi fe para confiar en Dios en épocas malas, o cuando paso por un período difícil. Cada uno de esos seres queridos que me vienen a la mente han pasado por un «valle de sombra de muerte»[1] lleno de dificultades, desaliento y circunstancias que no se podían cambiar fácilmente. En algunos casos, lo único que se podía hacer era esperar, y confiar en que, con el tiempo, la situación mejoraría. Lo mejor que podían hacer era pasar por la experiencia; y eso suponía confiar en Dios mientras pasaban por ese valle. Pedían asesoramiento y aunque tratábamos de darles buenos consejos, los consolábamos y orábamos por ellos, no había nada que pudiéramos hacer para ayudarlos de manera práctica.

Cada uno de ellos perseveró pese a las dificultades. Se aferraron al Señor con fe y oración. No se rindieron. Cruzaron el valle y salieron por el otro lado. Esas dificultades a la larga terminaron. Hoy, su situación es muy distinta y son mucho más felices. Bien valió la pena el que confiaran y tuvieran fe en el Señor.

Además de la alegría que me dio verlos felices, también los admiro mucho. Pasar por esos valles llevó mucho tiempo; años, en algunos casos. Algunos salieron heridos de esas batallas y necesitaron tiempo para que sanaran las heridas. Sin embargo, todos esperaron. No se rindieron; y como resultado de ello son mejores y más felices.

Hoy recordé una época de abatimiento, cuando enfrenté dificultades de índole personal; fueron las pruebas más extremas que había tenido hasta ese momento. No podía hacer nada para remediar la situación, excepto orar y confiar a Dios el resultado, y que Él haría que cambiara la situación o me daría la gracia para salir adelante. Gracias a Dios, hizo las dos cosas.

En esas semanas traumáticas, una persona muy amiga mía me dio un cuaderno que tenía pegados varios versículos de la Biblia. Fue mi salvación. A veces todo lo que podía hacer era acurrucarme en la cama y leer esos versículos. Ninguna otra cosa me ayudaba. Esa libreta llena de versículos fue mi cuerda de salvamento en aquella época de pruebas.

Con el tiempo crucé todo ese valle. Hace varios años presté ese cuaderno a otra amiga que pasaba por épocas turbulentas. Hoy me devolvió el cuaderno. Cuando lo hizo, recordé el proceso por el que ha pasado en varios años, que ha madurado y cambiado y ahora tiene mucha más tranquilidad.

Esos eventos de los últimos días me han hecho ver la importancia de confiar en el Señor en épocas difíciles. La mayoría de las pruebas y las tribulaciones no pasan de inmediato; a veces duran mucho tiempo. Al encontrarse en una situación así, es posible que uno se sienta que está hecho pedazos; y a veces todo lo que se puede hacer es rogar a Jesús y aferrarse con toda el alma a las promesas de Su Palabra. Todo lo que se puede hacer es luchar para sobrevivir.

Ver a mi amiga que se casó hace poco, a la que me ha devuelto mi cuaderno de supervivencia y pensar en otros que al pasar por su valle pensaron que jamás volverían a ser felices y que ahora lo son, me hizo recordar que hay una nueva vida después de pasar por lo que parecía un valle de muerte. Y que vale la pena aferrarse, vale la pena esperar, vale la pena luchar.


[1] Salmo 23:4