Más como Jesús: Paciencia

junio 13, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

[More Like Jesus: Patience]

El libro del Éxodo indica que, cuando Moisés estuvo en el monte Sinaí, Dios reveló un aspecto de Su personalidad:

Moisés […] se levantó de mañana y subió al monte Sinaí […]. Descendió el Señor en la nube y permaneció allí junto a él; y él proclamó el nombre del Señor. El Señor pasó por delante de él y exclamó: «¡El Señor! ¡El Señor! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad»[1].

Decir que Dios es tardo para la ira es decir que es paciente. En el Antiguo Testamento se habla de Su paciencia con el pueblo de Israel, que continuamente pecó contra Él.

Sus corazones no eran rectos con Él ni permanecieron firmes en Su pacto. Pero Él, misericordioso, perdonaba la maldad y no los destruía; apartó muchas veces Su ira y no despertó todo Su enojo[2].

Fue paciente a lo largo de siglos.

Por mucho tiempo he guardado silencio, he estado callado y me he contenido[3].

Jesús aludió a la paciencia de Su Padre en la parábola de los arrendatarios malvados[4]. Un hombre alquiló su viñedo a unos arrendatarios, pero estos no le entregaron su parte de la cosecha. Envió a uno de sus siervos a recogerla, y los arrendatarios le dieron una paliza. De la misma manera, cuando envió a otros, los arrendatarios golpearon a unos y mataron a otros. Finalmente envió a su hijo, y los arrendatarios también lo mataron. «¿Qué creen que hará el dueño del viñedo? —preguntó Jesús—. Les diré: irá y matará a esos agricultores y alquilará el viñedo a otros». En esta parábola, Jesús se refirió al hecho de que Su Padre había enviado a profeta tras profeta para ayudar a Israel a arrepentirse, y por último había enviado a Su Hijo. Entre otras cosas, Jesús quiso poner de manifiesto la paciencia de Su Padre.

Los autores del Nuevo Testamento hablaron tanto de la paciencia de Dios como de la de Jesús. Refiriéndose a la historia de Israel, Lucas escribió:

Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan[5].

El apóstol Pablo escribió:

Por esto hallé misericordia, para que en mí, como el primero, Jesucristo demostrara toda Su paciencia como un ejemplo para los que habrían de creer en Él para vida eterna[6]. ¿Y qué, si Dios, queriendo mostrar Su ira y hacer notorio Su poder, soportó con mucha paciencia los vasos de ira preparados para destrucción? Él, para hacer notorias las riquezas de Su gloria, las mostró para con los vasos de misericordia que había preparado de antemano para gloria. A estos también ha llamado, es decir, a nosotros, no solo de los judíos, sino también de los gentiles[7].

Y el apóstol Pedro:

El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento[8].

La paciencia de Dios se aprecia claramente a lo largo de todas las Escrituras, y en numerosos pasajes del Nuevo Testamento también se nos exhorta a nosotros a ser pacientes. La paciencia es un fruto del Espíritu Santo[9]. En 1 Corintios 13, el hermoso capítulo sobre el amor, dice: «El amor es paciente»[10]. Sin duda, quienes desean ser más como Jesús y conducirse como a Dios le agrada deben aprender a ser pacientes.

En el Nuevo Testamento, hay dos palabras griegas que se traducen como «paciente» o «paciencia» y que se emplean con distinto sentido. La primera es hypomonē, palabra compuesta formada por hypó («debajo») y monē («permanecer»). Ese tipo de paciencia se refiere a la capacidad de soportar las circunstancias difíciles y encarar las presiones de la vida. Es la capacidad de perseverar, de sobrellevar, de no rendirse, de no sucumbir al atravesar épocas complicadas o circunstancias adversas. A menudo se traduce como «fortaleza», la capacidad de soportar las contrariedades, o como «perseverancia», la capacidad de hacer progresos a pesar de las dificultades. Ese tipo de paciencia consiste en reaccionar como Dios quiere ante la adversidad[11].

La adversidad presente en nuestra vida puede deberse a los malos tratos de otras personas, a aprietos que son consecuencia de ataques del Diablo, a pruebas o castigos disciplinarios que el Señor nos envía amorosamente para fortalecer nuestra fe, o a las circunstancias normales de la vida. Las Escrituras hablan de personajes bíblicos que perseveraron pacientemente en situaciones difíciles o penosas, a veces años seguidos, y que al final de su calvario fueron bendecidos por el Señor. Job, David, Jacob y José soportaron la adversidad con paciencia y confianza en Dios y constituyen un ejemplo para los creyentes.

Ese tipo de paciencia constante y perseverante está estrechamente vinculado a la esperanza. En circunstancias adversas nos mostramos pacientes porque estamos convencidos de que el Señor nos dará la gracia y nos ayudará a salir airosos en el momento que considere oportuno, como hizo con los patriarcas de la fe.

Las cosas que se escribieron antes, para nuestra enseñanza se escribieron, a fin de que, por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza[12].

Nos regocijamos […] en nuestros sufrimientos, porque sabemos que el sufrimiento produce perseverancia; la perseverancia, entereza de carácter; la entereza de carácter, esperanza. Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado Su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado[13].

Os es necesaria la paciencia, para que, habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa[14].

Aguantamos, perseveramos, porque tenemos fe en Dios y la esperanza de salir vencedores, si no en esta vida, en la eternidad. Por eso podemos ser pacientes en las adversidades.

Otro aspecto de la paciencia (hypomonē) consiste en aprender a ajustarnos al cronograma de Dios en vez de regirnos por el nuestro. Con frecuencia nos ponemos impacientes esperando una respuesta a nuestras oraciones, una curación, un cambio en las circunstancias, el cumplimiento de una promesa. Santiago, el hermano del Señor, escribió acerca de la paciencia y llamó la atención sobre «cómo el labrador espera el precioso fruto de la tierra, aguardando con paciencia hasta que reciba la lluvia temprana y la tardía. Tened también vosotros paciencia»[15]. Habló de los profetas mencionados en las Escrituras que sirvieron a Dios fiel y pacientemente, y de Job, que sufrió mucho y esperó pacientemente a que Dios lo sanara[16]. La paciencia nos lleva a confiar en el cronograma de Dios, a tener el convencimiento de que Él sabe lo que más conviene. Cuando las cosas no suceden tan rápido como nos gustaría, reconocemos que Él nos ama y procura lo mejor para nosotros, y depositamos en Él nuestra confianza.

La paciencia constante y perseverante es una paciencia que confía tanto en Dios que aguarda a que Él disponga cada cosa en su momento, y está llena de la esperanza que nace de la certeza de que Él responderá. Es una paciencia que soporta las penalidades, que persevera en medio de las dificultades.

La segunda palabra griega traducida como «paciencia» es makrothymia. Al igual que hypomonē es una palabra compuesta. Viene de makrós («largo») y thymia («ira»). Expresa la cualidad de la persona que está en condiciones de vengarse y, sin embargo, se abstiene de hacerlo. Se entiende como la capacidad de no responder a las provocaciones, de abstenerse deliberadamente de hacer o decir algo que uno podría hacer o decir. Viene a ser la paciencia con las personas. Es el vocablo traducido como «paciencia» en la lista de frutos del Espíritu[17]. Es asimismo el que usa Pablo cuando dice que «el amor es paciente»[18]. Pedro lo emplea en el versículo citado anteriormente: «El Señor no retarda Su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento»[19]. Dios es la viva imagen de la makrothymia. Podría vengarse, pero opta por no hacerlo; es paciente. Se puede entender esta forma de paciencia como la capacidad de ser tolerante o clemente con las faltas, errores, malas actitudes y a veces las acciones intencionalmente desagradables o crueles de las personas que nos rodean.

Así como hypomonē tiene relación con la esperanza, makrothymia la tiene con la misericordia. Dios es paciente con nosotros porque es misericordioso. En el encuentro con Moisés mencionado más arriba, en que Dios reveló una faceta de Su personalidad, no solo dijo que era tardo para la ira (paciente), sino también que era misericordioso.

¡El Señor! ¡El Señor! Dios fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira y grande en misericordia y verdad[20].

El apóstol Pablo se refirió a la relación entre la misericordia y la paciencia al escribir: «Dios tuvo misericordia de mí, para que Cristo Jesús me usara como principal ejemplo de Su gran paciencia aun con los peores pecadores. De esa manera, otros se darán cuenta de que también pueden creer en Él y recibir la vida eterna»[21]. Dios, misericordiosamente, tiene paciencia con nosotros. Del mismo modo, al ser nosotros pacientes con los demás es como si fuéramos misericordiosos con ellos.

Una buena ocasión de practicar la paciencia (makrothymia) es cuando alguien nos agravia. La paciencia en esos casos se considera longanimidad, en el sentido de sufrir ofensas sin llenarse de resentimiento y rencor. Jerry Bridges escribe:

«Las oportunidades de practicar esta virtud son numerosas, desde cuando sufrimos un agravio malintencionado hasta cuando somos objeto de una broma pesada aparentemente inocente. Es tanto para cuando nos ridiculizan, nos desprecian, nos insultan o nos reprenden injustificadamente como para cuando sufrimos auténtica persecución. El cristiano que es víctima de intrigas de oficina o maniobras de poder en el seno de una organización debe responder con longanimidad. El hombre o la mujer creyente que es rechazado u ofendido por su cónyuge incrédulo necesita esa clase de paciencia»[22]. (No se refiere a los casos de violencia física, la cual no se debe tolerar.)

Aunque no nos gusta que nos traten mal, cuando eso nos sucede podemos encomendarle pacientemente al Señor a la persona que nos ofendió y sus acciones, sabiendo que Él hará justicia. Podemos seguir el ejemplo de Jesús:

Cuando lo maldecían, no respondía con maldición; cuando padecía, no amenazaba, sino que encomendaba la causa al que juzga justamente[23].

Quien juzga con justicia es Dios, y bien afirman las Escrituras: «Yo pagaré, dice el Señor»[24]. Por consiguiente, cuando nos hallemos en una situación en que nos traten mal debemos ser pacientes. Eso no significa que no debamos tratar de cambiar las circunstancias, pero sí que no debemos tomar represalias ni procurar desquitarnos. La paciencia nos lleva a confiar en Dios, a rogarle que obre en las personas y cambie nuestras circunstancias, y a creer que nuestro Dios, que es equitativo, hará justicia en el momento que considere oportuno. Por difícil que sea, Jesús nos mandó: «Amad a vuestros enemigos […] y orad por los que […] os persiguen»[25].

También podemos practicar la paciencia mostrándonos tolerantes con los defectos, faltas y fallos ajenos. Todas las personas tienen defectos, incluidos nosotros. Por lo general son cositas que no es que estén equivocadas ni sean malas, ni que los demás hagan por fastidiarnos; pero a nosotros nos molestan. Las notamos sobre todo en las personas con las que más tiempo estamos: nuestro cónyuge, nuestros amigos, nuestros colegas, etc. La paciencia en ese caso consiste en tolerar los defectos ajenos que nos resultan molestos. Debemos soportar pacientemente las faltas de los demás, por amor[26].

Conviene recordar que Dios es paciente con nosotros todos los días, y no solo aguanta nuestras excentricidades, sino nuestros pecados también. No se enoja ni se molesta por causa de nuestras faltas y fallos, sino que amorosa y misericordiosamente es paciente con nosotros una y otra vez. Los que somos seguidores Suyos debemos, de manera similar, ser misericordiosos y pacientes con los demás. Es lamentable que a menudo, por familiaridad, perdamos la paciencia con las personas más allegadas a nosotros, aquellas a quienes más queremos. Nos fastidian las cositas que hacen repetidamente y que nos irritan, y a veces no somos conscientes de que nosotros también hacemos cosas que las molestan a ellas. A nadie le agrada que los demás se pongan impacientes con él; pues entonces, deberíamos tratar a los demás como nos gusta que nos traten[27].

Algo interesante de la paciencia es que está muy relacionada con otras virtudes. Cuando tratamos a alguien con paciencia, lo tratamos también con amabilidad, compasión, dulzura y humildad, todas ellas cualidades que Jesús manifiesta. Ser pacientes es clave para ir pareciéndonos cada vez más a Cristo.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] Éxodo 34:4–6.

[2] Salmo 78:37,38.

[3] Isaías 42:14 (NVI).

[4] Marcos 12:1–4 (NTV).

[5] Hechos 17:30.

[6] 1 Timoteo 1:16 (NBLH).

[7] Romanos 9:22–24.

[8] 2 Pedro 3:9.

[9] Gálatas 5:22.

[10] 1 Corintios 13:4 (NTV).

[11] Jerry Bridges, The Practice of Godliness (Colorado Springs: NavPress, 2010), 200.

[12] Romanos 15:4.

[13] Romanos 5:2–5 (NVI).

[14] Hebreos 10:36.

[15] Santiago 5:7,8.

[16] Santiago 5:9–11.

[17] Gálatas 5:22.

[18] 1 Corintios 13:4 (NTV).

[19] 2 Pedro 3:9.

[20] Éxodo 34:6.

[21] 1 Timoteo 1:16 (NTV).

[22] Bridges, The Practice of Godliness, 192.

[23] 1 Pedro 2:23.

[24] Romanos 12:19.

[25] Mateo 5:44.

[26] Efesios 4:2.

[27] Lucas 6:31.