Motivo para celebrar
mayo 6, 2014
Enviado por Peter Amsterdam
Motivo para celebrar
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El tema de hoy es la celebración y está bastante relacionado a la gratitud y la alabanza.
A lo largo de la historia, la humanidad ha celebrado los grandes avances, las victorias y las ocasiones memorables; algunos aún continúan celebrándose. Se celebran eventos culturales y laicos que todos conocemos, como los cumpleaños, los aniversarios, las graduaciones, los ascensos, etc. Algunos ejemplos cristianos serían la Pascua de Resurrección y la Navidad.
Para nosotros los cristianos, conocer a Dios como nuestro Creador, Salvador y Redentor nos da una alegría profunda y duradera. ¡Nuestra gratitud y felicidad debe resultar en celebración! Tenemos una causa constante y eterna para celebrar. Es más, celebraremos eternamente en el Cielo.
Además del estupendo regalo de la salvación, hay muchas otras razones para celebrar. Aunque sean detalles pequeños vale la pena celebrarlos, porque la celebración levanta la moral. Genera unidad y levanta el ánimo. La celebración no tiene que ser algo complicado ni requerir de mucho tiempo ni ser costosa. Y además de la diversión, hay un gran valor en el acto de celebrar, que es de lo que quiero hablar.
Aquí tienen cinco puntos que resaltan las ventajas de celebrar.
1. La celebración reconoce y da testimonio de la bondad del Señor.
Isaías 63:7 dice: «Recordaré el gran amor del SEÑOR, y Sus hechos dignos de alabanza, por todo lo que hizo por nosotros, por Su compasión y gran amor. Sí, por la multitud de cosas buenas que ha hecho […]»[1]
Es espiritualmente sano pensar en lo bueno. La Biblia nos enseña que concentremos los pensamientos en lo bueno. Este es un versículo excelente acerca del tema.
Filipenses 4:8 dice: «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo digno, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo honorable, si hay alguna virtud o algo que merece elogio, en esto mediten».
Celebrar es una buena forma de reconocer la bondad del Señor. Nos recuerda a nosotros y a otras personas lo mucho que hace el Señor.
Nuestra vida es acelerada, con numerosos desafíos, y a medida que pasamos de una cosa a la siguiente, puede ser fácil pasar algo por alto u olvidar lo bueno, lo estupendo y notable que sucede y que podemos celebrar. Es fácil verse atrapado en los muchos asuntos rutinarios, y perder de vista la bondad del Señor. Si se quedan en esa vena mucho tiempo, ¡dentro de poco les parecerá que se encuentran en una febril competitividad a fin de sobrevivir!
Cada uno de nosotros tiene tantas cosas en nuestra lista de tareas pendientes que es probable que jamás llegue a su fin. Alguien me dijo hace poco: «Cuando marco algo de mi lista porque ya lo hice, ¡otras tres cosas toman su lugar!» Eso es verdad. La tentación es apresurarse más y tratar de acomodar más cosas en la jornada. Sin embargo, esa no es la solución. Eso hará que se consiga hacer algunas cosas más de la lista, pero tal vez terminarán enfermos, en cama, o abrumados o rendidos porque se esforzaron demasiado y no se cuidaron bien.
Se dice que: «La vida es un maratón, no una carrera a toda velocidad». Las celebraciones ayudan a salir adelante en el maratón de la vida.
Celebrar las buenas noticias, los logros, las victorias y milagros aumenta la fe para el futuro. También sirve de testimonio de las maravillas que Dios hace por ustedes y por otros. No solo glorifica al Señor, sino que anima a otros. Las personas (la mayoría, en todo caso) son felices al ver que a otros les va bien. Y la Biblia dice que deberíamos regocijarnos en las alegrías y en la buena fortuna de otros[2].
2. Al celebrar se reconocen los logros y los hitos de otras personas y de ustedes.
Cuando han logrado una de sus metas, es importante contárselo a alguien. Puede ser tan sencillo como decírselo a un amigo por teléfono o en una conversación, o poner la buena noticia en Facebook. Es importante contar a otros la victoria, y es parte del logro. Hace que la victoria sea más agradable.
Cuando puedan, celebren con otros. Debido a que todos tienen un programa apretado, es posible que eso sea más sencillo decirlo que llegar a hacerlo.
Alguien me dijo hace poco que un amigo dio un gran paso en su vida y que tuvieron una pequeña celebración cuando los dos conversaron por Skype esa noche. Celebraron juntos, aunque físicamente se encontraban a miles de kilómetros de distancia. No les costó dinero, solo un rato, y fue una forma significativa de celebrar un suceso importante en la vida de alguien.
A veces, me entero que amigos o conocidos míos hacen bastante progreso, algo que marca un hito en su vida. Sé que les cuesta mucho pues para llegar ahí han trabajado con ahínco. Espero que se detengan para respirar profundamente y apreciar su éxito, y reconocer el gran esfuerzo y sacrificio que ellos, u otras personas, han hecho para que eso ocurra.
Todo el mundo necesita reconocimiento y aprecio por los esfuerzos que ha hecho. Es importante. Vale la pena detener el ritmo acelerado de la vida para celebrar un triunfo de ustedes o de un ser querido. Vale la pena dedicar un rato a reconocer y apreciar lo que alguien ha logrado. O lo que ustedes han ganado.
3. La celebración proporciona una pausa natural entre una tarea y otra en el ajetreo de nuestra vida.
La celebración ayuda a reflexionar, a detenerse y apreciar lo lejos que se ha llegado. Si no hacen una pausa para apreciar y celebrar cuando han terminado un trabajo, o han logrado algo en particular, antes de que se den cuenta, habrá empezado la siguiente tarea y la alegría del triunfo o del logro habrá quedado enterrada en la nueva lista de asuntos pendientes. Esa victoria prácticamente se pierde o pasa desapercibida.
Cuando se trabaja arduamente para conseguir algo, antes de emprender una nueva misión, estudio, trabajar en algo más grande, ayudar a los hijos a lograr un objetivo, o lo que sea el caso, deberían detenerse a disfrutar por lo menos un poco mientras son conscientes de haber terminado la tarea. Lo hicieron. ¡Lo lograron! Alcanzaron el objetivo y al celebrar lo más probable es que se den cuenta de que valió la pena todo lo que invirtieron en cuanto a tiempo, energía, falta de sueño, trabajo arduo, dinero, etc. Su inversión valió la pena. Al reconocerlo, es más probable que la próxima vez que se requiera que hagan sacrificios parecidos les parezca que esos también merecerán la pena.
4. Clasifiquen sus éxitos y victorias.
Cuando se sube una montaña y ya han transcurrido horas o hasta un par de días, y uno se encuentra cansado y adolorido, de todos modos puede parecer que falta mucho para llegar a la cumbre. Llegado ese momento, puede ser útil mirar hacia abajo y ver el recorrido que ya se ha hecho. Medir o marcar el progreso da satisfacción y una sensación de haber terminado algo. Además, refuerza la confianza de que se llegará al siguiente punto y que a la larga se alcanzará la meta.
Es bastante fácil recordar lo que se hizo la semana pasada o el mes pasado. Sin embargo, cuando han pasado meses, puede ser muy difícil recordar todos los escollos que se han salvado para alcanzar el objetivo. Sin embargo, esos escollos que se han salvado son las victorias que merecen ser celebradas, porque al esforzarse por avanzar se llega a la meta. Vale la pena recordar esos hitos y para algunos de nosotros, por lo menos, la forma de recordar algo es… escribirlo.
Si escriben esos logros, aunque sea solo un renglón, y los dejan en un cuaderno, al cabo de varios meses o de un año, probablemente les sorprenderá ver todo lo que han hecho. La fe aumentará al enumerar y agradecer lo que se tiene y las victorias o los pasos de progreso.
Es bueno deleitarse en un triunfo, aunque sea pequeño. Y cuando reconocen que algo que hicieron ustedes u otra persona salió bien y fue un éxito, eso les da más confianza en ustedes mismos y autoestima para lo siguiente que emprendan. En particular, eso es importante cuando se trata de logros y progresos de los niños, sin mencionar que a los chicos les encantan las celebraciones probablemente más que a nadie.
5. La celebración es el incentivo que se puede esperar con ilusión cuando se termine una tarea o se alcance un objetivo.
Esperar algo con ilusión deja huella. Si saben que van a celebrar, esperar esa alegría o diversión les dará un poco más de energía, la que les haga falta para llegar a la meta.
Algunas personas deciden por anticipado las recompensas e incentivos que tendrán, algo que les gusta mucho y que pueden esperar con ilusión mientras se dedican al trabajo agotador o a una parte de la tarea.
Digamos que el equipo de ustedes tiene una meta de recaudación de fondos para su labor misionera y trabajan arduamente para recaudar ese dinero con la finalidad de construir otra ala en el centro comunitario. Todo marcha con lentitud, pero continúan la labor. Es posible que decidan con anticipación que cuando logren recaudar el 30%, van a celebrar juntos con una cena especial y una noche relajada. Al tener el 60%, sus familias y colegas de la labor misionera irán a un parque temático por un día y al alcanzar el 100% de la meta, celebrarán juntos con un fin de semana de vacaciones, lejos del hogar. La celebración genera un espíritu comunitario, inspiración y hasta creatividad.
Tengo unos amigos a los que por naturaleza les gusta celebrar. Al estar junto a ellos he descubierto que por naturaleza no me gusta celebrar. Me he sentido agradecido porque a lo largo de los años otros se han encargado de llevar la antorcha de las celebraciones, por así decirlo, porque en muchos casos no habría pensado en celebrar un logro en particular, ni se me habría ocurrido dedicar tiempo, reflexión y oración para planificarlo. Pero cuando alguien prepara una celebración, ¡es muy agradable y la verdad es que la disfruto mucho! Ya sean 15 minutos o varias horas, es sano hacer una buena pausa y pensar en lo que se ha logrado. Y una vez que estoy en la celebración, o después de ella, me doy cuenta de que a mí también me hacía falta.
Dios hizo a los seres humanos para celebrar. Les dijo que lo alabaran, que lo glorificaran por las maravillas que Él había hecho, que exaltemos Su nombre con alabanza. ¡Esa es una orden de celebrar!
Hasta Dios celebra. En la Biblia dice que cuando creó el mundo: «Dios vio todo lo que había hecho; y era bueno en gran manera. […] Dios bendijo el séptimo día y lo santificó, porque en él reposó de toda la obra que Él había creado y hecho»[3].
Eso suena como que Dios hizo una pausa y contempló todo lo que había hecho, Su logro. Había terminado la tarea de la creación, por así decirlo, y le pareció algo «bueno en gran manera». Seguidamente, descansó. Si hasta Dios puede dedicar tiempo a observar lo que ha hecho y descansar de Sus labores, sin duda también nosotros podemos dedicar tiempo a hacerlo, ¿no les parece?
Así pues, ¿qué deberíamos celebrar? En realidad, podría ser cualquier cosa, pero algunos ejemplos serían…
- Logros de los niños, como terminar un grado escolar; toda la práctica que se requiere para una actuación; dominar una nueva técnica; victorias en el deporte que practiquen
- Metas personales. Por ejemplo: hacer ejercicio tres veces por semana durante dos meses; mantener una dieta elegida todos los días de un mes, etc.
- Hacer progreso en los estudios; llegar al final de un semestre; aprobar un examen importante; conseguir un certificado en una carrera.
- Terminar una tarea: mejoras de la casa, reconstruir el motor del auto, coser nuevos trajes para la actuación de los niños, o terminar de escribir un libro
Es posible que se pregunten: ¿Y si la cosa no va bien? Aunque no tengan nada monumental que celebrar, pueden observar con más detenimiento para encontrar alguna joya oculta por la que celebrar, aunque sea algo que ocurra con regularidad y que no hayan tenido tiempo de celebrar en concreto. Por ejemplo:
- Otro mes en el que han pagado todas sus cuentas.
- Su hijo de edad preescolar aprendió a leer otras 25 palabras este mes.
- No se contagiaron de gripe cuando los que los rodeaban se estaban enfermando.
- El Señor los libró de emergencias que podrían haber costado mucho, como reparaciones del auto, accidentes o enfermedades.
- Les llegaron buenas noticias de sus amigos o compañeros misioneros.
- Aprendieron a usar un nuevo programa de computadora.
- El Señor hizo que se pudieran hacer estudios de la Biblia en la sede del club comunitario.
- Ustedes —u otra persona— adelgazaron varios kilos.
- El resultado de las pruebas médicas fue bueno.
Leí un artículo hace poco con un relato que me llamó la atención, contado por Mike Robbins. Esta es la historia:
Hace años estaba en un taxi de Houston. Me dirigía al aeropuerto después de haber dado una charla en un evento para Chevron. El taxista y yo teníamos una conversación interesante acerca de la vida, la familia y la cultura de los Estados Unidos. El taxista me dijo que era de Etiopía, pero ya llevaba unos veinte años viviendo en los EE.UU.
Le pregunté: «¿Cuál es su opinión de la cultura estadounidense, dado que usted no creció aquí». Después de una larga pausa, me preguntó: «¿Puedo ser franco con usted?» Le respondí: «Claro». Seguidamente, respondió: «Creo que la mayoría de las personas en esta cultura se comportan como niños malcriados».
«¿Por qué dice eso?», le pregunté, un poco sorprendido por su respuesta. Dijo: «Mike, soy de Etiopía… aquí cada día es bueno. No entiendo por qué la gente no camina con las manos en alto y dice: “¡GRACIAS! “¡GRACIAS! “¡GRACIAS!”»[4]
¿No les parece cierto? En particular, los que conocemos al Señor deberíamos andar con los brazos en alto dándole las gracias al Señor una y otra vez porque tenemos tantas bendiciones.
Siete consejos prácticos al celebrar algo:
1. Una celebración puede no costar nada o ser bastante económica; no tiene que ser costosa.
Podría ser un baño caliente y relajante; sentarse afuera para disfrutar de un vaso de un jugo que nos guste; disfrutar de un vaso de vino con un amigo; una llamada por teléfono para celebrar; ver una película antigua en casa, acompañada de palomitas de maíz; o demostrar aprecio durante una comida.
2. Una celebración puede ser sencilla; no hace falta que sea algo elaborado ni que lleve mucho tiempo planificarla.
No permitan que los asuste la palabra «celebración». No se le tiene que dedicar mucho tiempo, trabajo, esfuerzo ni dinero. No tiene que ser un evento muy grande ni elaborado. Puede ser tan sencillo como hacer un reconocimiento, como brindar en la cena en honor de una persona o cuando se alcanza una meta colectiva.
3. Celebren en una fecha lo más cercana posible al suceso; no dejen que pase mucho tiempo.
4. Procuren hacer la celebración cuando no estén muertos de cansancio.
Disfrutarán más de ese tiempo y estarán más concentrados y serán mejor compañía para otros asistentes.
5. Tomen fotos del evento, así tendrán un recuerdo visual del hito. Más adelante atesorarán esos recuerdos.
6. Hagan algo que disfruten ustedes o la persona con la que celebran.
Una celebración debería ser divertida, agradable y relajante. No debería añadir estrés a la persona o al grupo de las personas que celebran. No debería hacerlos sentirse nerviosos. Eso va en contra de lo que se pretende lograr.
7. Cuando tengan una meta que sea bastante grande o que tome meses o años llegar a cumplirla, planifiquen pequeñas celebraciones en varias etapas importantes.
Un escritor lo expuso de esta manera: «No esperen hasta que hayan terminado TODO lo que se proponen hacer a fin de celebrar. Celebren los incrementos; eso da firmeza a sus metas y les da energía para continuar»[5].
El acto de celebrar es un hábito que se forma. Así pues, si no se les da bien, no se preocupen, pueden mejorar. Sé que puedo mejorar y pienso mejorar… ¡y tengo intenciones de que haya más celebraciones en mi vida!
Notas
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos están tomados de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy, © The Lockman Foundation, 2005. Utilizados con permiso. Derechos reservados.
[1] NVI.
[2] «Gócense con los que se gozan y lloren con los que lloran» (Romanos 12:15).
«A fin de que en el cuerpo no haya división, sino que los miembros tengan el mismo cuidado unos por otros. Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él; y si un miembro es honrado, todos los miembros se regocijan con él» (1 Corintios 12:25-26).
[3] Génesis 1:31a; 2:3.
[4] Mike Robbins es un notable orador, motivador y coach. Más información aquí (en inglés).
[5] Tom Gunnels, Keep Your Lights On (Thomas More Publishing, 1998).
Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.