Pentálogo del manejo del dinero

julio 1, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

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«Que te conceda lo que tu corazón desea; que haga que se cumplan todos tus planes»[1].

Un pastor dijo en cierta ocasión: «Conducirse bien en el terreno económico no es complicado; tal vez difícil, pero no complicado». Es difícil porque no solo consiste en aprender estrategias y técnicas de administración económica; conducirse bien en el terreno económico tiene también aspectos espirituales. Es importante tener una sana visión del dinero y utilizarlo correctamente, para la gloria de Dios.

Con frecuencia se ha malinterpretado ese versículo de la Biblia que reza: «Raíz de todos los males es el amor al dinero», como si dijera que el dinero es raíz de todos los males[2]. Lo que dice es que el amor al dinero causa todos los males, lo cual sin duda es verdad. Efectivamente es peligroso darle excesiva importancia o basar en él nuestra sensación de seguridad. Como han descubierto muchos por experiencia, la seguridad financiera puede ser pasajera; solo en el Señor hay seguridad auténtica y perdurable.

De todos modos, necesitamos dinero para vivir, mantener a nuestra familia, servir al Señor y hacer donativos. Todos queremos contribuir al bienestar de nuestros seres queridos, al desarrollo de nuestra comunidad y a la difusión del Evangelio. Todo ello se beneficia de la disponibilidad de dinero, por lo que el tema de la economía es importante para todos y afecta nuestra vida cotidiana.

Yo no soy ni asesor ni especialista financiero; pero la mayoría de los expertos en la materia concuerdan en un puñado de puntos que son clave para el buen manejo del dinero. Si buscas una fórmula que te ayude a administrar sabiamente tus recursos económicos, te recomiendo, como punto de partida, las cinco normas que expondré a continuación.

Cuando surge el tema del dinero u oyes términos como estabilidad financiera o ahorros, quizá gimes por dentro, sobre todo si la cuestión de mejorar tu situación económica es algo que te abruma. Tal vez ahora mismo andas muy justo. Posiblemente tienes deudas. Quizá en las circunstancias actuales no ves cómo vas a conseguir ahorrar algún día, o por lo menos no al ritmo que a ti te gustaría. Antes de proseguir, quiero animarte con dos pensamientos empoderadores.

El primero es: Con la ayuda de Dios, no hay nada imposible.

Y el segundo: Todo objetivo que Dios nos ponga es alcanzable… pasito a pasito.

De modo que si te falta mucho para alcanzar tus metas económicas, si tienes que lidiar con deudas, si te sientes desanimado, angustiado o hasta desesperado por tu falta de recursos, recuerda que el poder de Dios puede posibilitar lo que tú das por imposible, como tu situación pecuniaria. Si buscas al Señor, le encomiendas tus planes, descompones tus objetivos en pequeños pasos y comienzas a actuar, Dios te capacitará para cambiar tu situación económica en lo que sea preciso.

Desde esa perspectiva, examinemos ahora cinco principios prácticos fundamentales de economía personal.

Número 1: Elaborar un presupuesto y ajustarse a él.

En lo que respecta a la administración del dinero, es indispensable a) elaborar un presupuesto, y b) ajustarse a él. La segunda parte es la más difícil, pero es clave para lograr un equilibrio y avanzar en el aspecto económico.

El presupuesto es un plan de gastos. Como dice Dave Ramsey: «Ceñirse a un presupuesto es decirle al dinero a dónde debe ir en vez de preguntarse a dónde fue». Probablemente todos hemos tenido la experiencia de repasar el último mes y pensar: «¿En qué se fue el dinero?» Todos queremos evitar eso.

1 Corintios 4:2 dice: «Lo que se requiere de los administradores es que cada uno sea hallado fiel». Como administradores diligentes del dinero que Dios nos ha confiado, ya sea mucho o poco, tenemos que tener un plan de gastos y de ahorros. Para eso sirve el presupuesto.

La vida está llena de gastos, pero la mayoría son gastos fijos previsibles, ya sean semanales, mensuales, trimestrales o anuales. En el presupuesto debe incluirse todo gasto fijo o semifijo. Por supuesto que a veces surgen legítimas emergencias para las cuales era imposible prepararse y que pueden obligarnos a gastar más de lo que tenemos presupuestado. Hablaremos más de eso en el punto cuatro.

Aquí van algunas recomendaciones para elaborar un presupuesto:

  • Calcula tus ingresos reales e inclúyelos en tu presupuesto. Trabaja con los ingresos fijos con los que puedes contar. No incluyas los donativos ocasionales, las bonificaciones de fin de año ni la paga de Navidad como ingresos fijos. Prepara el presupuesto comenzando por los gastos básicos de sustento y otros pagos ineludibles, y luego asigna el dinero restante para saldar deudas y ahorrar para emergencias y necesidades de largo plazo.
  • Sé realista al hacer el cómputo de tus gastos. De nada sirve recortar los gastos legítimos que en realidad no pueden reducirse. Si asignas muy poco dinero para comida o gasolina porque esperas ahorrar o porque te gustaría gastar menos en esas categorías —a pesar de que no es realista gastar menos porque tienes que tomar el auto para ir al trabajo o al centro donde llevas a cabo tu obra social y ya eres todo lo ahorrador que se puede ser con las compras de comida—, terminarás gastando más de lo que tienes presupuestado. Eso crea presiones y va en contra del propósito por el que se elabora un presupuesto. Viene bien llevar un registro de todos los gastos por aproximadamente un mes a fin de hacerse una idea acertada de su importe real.
  • Examina cuidadosamente cada categoría; haz los ajustes que sean precisos. Si tus gastos previstos superan tus ingresos mensuales, las únicas formas realistas de equilibrar el presupuesto son conseguir más ingresos o modificar tus hábitos de consumo. Analiza mensualmente tu presupuesto para que no quede desfasado y evalúa los cambios y ajustes que haya que hacerle.
  • Lleva tu contabilidad de una manera que te resulte práctica. Se encuentran en línea programas gratuitos de contabilidad que te pueden ayudar a controlar tu dinero y tus gastos[3]. Algunas personas prefieren usar el sistema de los sobrecitos para guardar por separado lo que asignan a cada categoría; así ven muy claro en qué momento del mes ya han gastado todo lo correspondiente a un rubro en particular. El método que te resulte más práctico es el idóneo para ti, ya se trate de una planilla de cálculo, de un papel fijado a la nevera o de una libreta que siempre tengas a mano.

Como reza el dicho, si a nada apuntas, siempre aciertas[4]. Tienes que preparar anticipadamente un presupuesto, determinar y poner por escrito tus objetivos económicos y anotar qué pasos vas a dar hacia tales objetivos; de lo contrario, ¿cómo puedes tener la esperanza de alcanzarlos? Y sobre todo, tienes que esforzarte por ceñirte a tu presupuesto.

Número 2: Gastar menos de lo que se gana (vivir por debajo de las posibilidades que uno tenga).

El truco para no endeudarse es bastante sencillo: no gastar más de lo que se gana. Y la clave para ahorrar también es muy básica: vivir por debajo de las posibilidades que uno tenga, gastar menos de lo que gana. Es lo que se llama la regla económica fundamental y la única manera de contar con suficientes recursos para los gastos y además conseguir ahorrar.

De nuevo, eso subraya la importancia de ajustarse a un presupuesto. Tienes que controlar tus ingresos y egresos para estar seguro de que estás viviendo con arreglo a tus posibilidades. Si gastas sistemáticamente más de lo que ganas, es muy probable que termines en apuros.

Hay muchos factores que pueden dificultarte la tarea de vivir con arreglo a tus posibilidades. Ten presentes las siguientes recomendaciones:

  • Economiza. Los sacrificios que hagas hoy pueden redundar en beneficios más adelante, especialmente en forma de ahorros.
  • Aprende a distinguir entre lo que es lujo y lo que es indispensable. No confundas necesidades con deseos. Las personas que más logran ahorrar limitan las compras que son solo para darse un gusto. Tienen una visión a largo plazo. Prefieren ahorrar y procurar una estabilidad financiera a gastar en gustos del momento, cosas superfluas y lujos.
  • Estudia tus hábitos y rutinas. Muchas personas tienen al menos un hábito costoso. Puede ser un café con leche que te tomas todos los días, una merienda semanal que te encanta, o salir a cenar. Analiza todas tus costumbres para ver qué puedes recortar a fin de no gastar más de lo que tienes o disponer de algo de dinero para ahorrar.
    • Evita las compras impulsivas; aprende a controlarte. Cuando surja la idea de adquirir algo no previsto, date unos días para pensar si de verdad lo necesitas. Para cuidarte de gastos improvisados, haz planes con anticipación. «Antes de salir de casa, los compradores deliberados consideran con detenimiento en qué, dónde y cuánto van a gastar»[5]. Un buen amigo mío me contó que su hermano, un exitoso contador público, sigue lo que llama la regla de los tres días. Para toda compra importante espera tres días antes de tomar una decisión, suficiente tiempo para que decaiga su entusiasmo e intervenga la razón, con lo que se asegura de que esa compra sea la mejor opción. Me pareció muy sensato.
    • Busca tu alegría y satisfacción en Dios y en las relaciones con los demás, no en lo material. Es humano desear la última maravilla que ha salido; pero como bien cantaban los Beatles, «el dinero no puede comprarme amor». Tampoco compra salud, paz interior, amistad o satisfacción. Concéntrate en las auténticas riquezas de la vida, como el amor y la providencia divinos, tu familia y seres queridos, y los propósitos que tiene Dios para ti.
    • Paga en efectivo. Usar dinero contante y sonante puede ayudarte a reducir gastos. Ciertas investigaciones han demostrado que la gente es más propensa a gastar cuando compra con tarjeta de crédito; en cambio, uno se lo piensa dos veces antes de entregar un billete. Por eso, si quieres controlar más tus gastos, considera la posibilidad de pagar en efectivo.
    • Visualízate alcanzando tus objetivos. Si estás procurando reunir un fondo para emergencias, guardar dinero para una necesidad concreta o incluso ahorrar para unas vacaciones en familia, cada vez que surja la idea de hacer una compra o de tomar una decisión que signifique un gasto de dinero, piensa en la meta económica que te has propuesto. Si la compra en cuestión no te va a acercar a tu objetivo, pregúntate si puedes prescindir de ella.
    • Disfruta de lo sencillo y gratuito. En la vida hay muchísimas cosas con las que deleitarse que no cuestan un peso, ni un dólar, ni un euro, ni un yen. Explora y disfruta lo sencillo, y verás lo significativas y enriquecedoras que pueden ser ciertas actividades y experiencias compartidas que literalmente no tienen precio.

En el materialista mundo actual estamos sometidos a un bombardeo de bienes y servicios que se nos ofrecen como si fueran vitales. Es mucha la presión para comprar, adquirir, consumir y acumular. Conviene que tengamos presente esta breve frase de Jesús sobre el materialismo: «Les dijo: “[…] La vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee”»[6].

Número 3: Evitar endeudarse. Saldar las deudas.

La mejor fórmula para no endeudarse es vivir de acuerdo con las posibilidades que uno tenga. De todos modos, si en estos momentos ya tienes deudas, no te desesperes. A veces, a pesar de todos nuestros esfuerzos, por circunstancias ajenas a nosotros terminamos endeudados: una serie de emergencias, un accidente, una enfermedad grave en la familia, el fallecimiento de un pariente, una empresa que quiebra, un despido, un desastre natural, una crisis nacional, una catástrofe. Por muy difícil que sea tu situación actual, por mucho tiempo que tome, confía en que Dios es capaz de ayudarte a salir de deudas.

Para vivir libre de deudas es esencial ceñirse a un presupuesto pormenorizado. Lo mismo para salir de deudas. Me gusta esta frase de Dave Ramsey: «No construirías una casa sin hacer primero los planos; entonces, ¿por qué gastas tus ingresos sin seguir ningún plan?»[7]

Para saldar tus deudas, grandes y pequeñas, te hace falta un plan, un alto grado de compromiso y cierta medida de sacrificio. Y según a cuánto asciendan, es posible que tengas que adoptar un enfoque un tanto radical. Si tu meta es ahorrar dinero para el futuro, no tener deudas se vuelve supremamente importante, ya que muchos tipos de deudas están sujetas a altas tasas de interés. Te conviene saldar lo antes posible las deudas que tienen un interés elevado. Te resultará muy difícil, por no decir imposible, consolidar tu situación económica y ahorrar dinero si tienes deudas pendientes de pago. Eso sin hablar del alivio y la libertad que sentirás cuando te libres de ellas.

Una virtud que entra en juego cuando uno se propone saldar sus deudas o ahorrar dinero es la autodisciplina. «Disciplinarse significa actuar conforme a lo que uno piensa y no conforme a lo que siente en el instante. Para ello a menudo hay que sacrificar el placer y la emoción del momento por lo que importa más en la vida (lo que se suele llamar gratificación aplazada). Por consiguiente, es la disciplina la que lo motiva a uno a cumplir sus compromisos cuando el camino se pone empinado, por así decirlo. Si te cuesta tener autodisciplina, te animará saber que es posible cultivarla»[8].

Añadiré que si tienes deudas, y sobre todo si estas son importantes, por mucho que estos consejos generales te pueden ayudar a mejorar tu gestión económica de conjunto, te recomiendo que consultes un libro o programa que presente estrategias específicas para salir de deudas[9]. O busca un mentor o asesor de tu banco que sea entendido en temas financieros para que te ayude y te oriente.

Número 4: Ahorrar. Reunir un fondo para emergencias.

Proverbios 13:11 dice sabiamente:

«La riqueza adquirida de golpe no dura, pero el que junta poco a poco, la acrecienta».

El ahorro es importante. Aunque tengas un presupuesto bien elaborado y vivas de acuerdo con tus posibilidades, existen motivos de consideración —yo diría incluso vitales— para ahorrar. Habrás observado que en este versículo de Proverbios sobre el ahorro dice «poco a poco». Cualquier cantidad que ahorres vale la pena, y merece la pena comenzar a ahorrar a la primera oportunidad. Las personas que saben ahorrar dicen que la disciplina, la frugalidad, el sacrificio, la planificación, la perseverancia y el trabajo arduo son rasgos esenciales para ahorrar y consolidar nuestra posición económica[10].

En el tema del ahorro, algo recomendable es crear un fondo para emergencias. Todo el mundo sufre emergencias, y no hay forma de preverlas o de saber en qué momento van a surgir.

Una emergencia es un suceso económico sobre el que no tenemos ningún control y que amenaza con desbaratar por completo nuestro presupuesto mensual. Un fondo de emergencia es una suma de dinero de la que uno dispone para hacer frente a sucesos imprevistos e inevitables, como una reducción insospechada en los ingresos, una baja laboral por enfermedad, o incluso un despido, grandes gastos médicos, reparaciones domésticas impostergables, una grave avería del auto, un embarazo inesperado, la muerte de un ser querido, etc.[11]

Los expertos recomiendan esforzarse por reunir un fondo de emergencia que pueda cubrir de tres a seis meses de gastos básicos de subsistencia. No es preciso que alcance para cubrir el presupuesto normal por un período de tres a seis meses, sino lo mínimo para arreglárselas sin entrar en deudas.

Para comenzar a reunirlo, podrías añadir a tu presupuesto mensual —si eso es factible— un ítem llamado «fondo de emergencia». Aunque solo puedas separar una pequeña cantidad cada mes, gradualmente irá creciendo. Recuerda el enfoque del «poco a poco» del versículo de Proverbios. Para conservar el fondo de emergencia, tienes que atenerte a lo de «sucesos imprevistos e inevitables». No debe emplearse para nada que no sea una auténtica emergencia. Te interesa contar con él para el día en que realmente sobrevenga algo grave y lo necesites. Para eso es.

Hay otros aspectos fundamentales del ahorro que no voy a abordar aquí, como las inversiones. Existen muchos artículos y libros para ahondar en el tema de las inversiones y otras cuestiones financieras, que recomiendo que estudies. Aquí solo presento los conceptos elementales, los rudimentos para que cuentes con una sólida base financiera sobre la cual luego puedes edificar.

Número 5: Dar a Dios y al prójimo.

Dar a Dios y al prójimo es una de las leyes espirituales para disfrutar de una vida económicamente sana y bendecida. Si ahora mismo estás en aprietos o intentando ahorrar para comprar una casa, juntar un fondo de jubilación o lo que sea, te puede parecer contraintuitivo comprometerte a dar a Dios tu diezmo, el 10% de tus ingresos, y a hacer donativos a los necesitados o contribuciones benéficas aparte de tu diezmo mensual. Es natural que pienses: «¡Necesito ese dinero! No hay forma de que pueda renunciar al 10% de mis ingresos».

Comprometernos a dar a Dios mensualmente nuestro diezmo y nuestras ofrendas es un paso de fe, un paso que Él pide que demos los que creemos en Él y deseamos ajustar nuestra vida a Sus principios espirituales. El diezmo es un ítem mensual del presupuesto como cualquier otro gasto esencial; es nuestro deber para con Él, por el cual Él promete bendecirnos. Quienes nos hemos comprometido a regirnos por ese sano principio fundamental hemos comprobado su validez, que se trata de una inversión prudente que no podemos pasar por alto.

Aquí tienes unos cuantos pasajes de las Escrituras que subrayan la importancia de dar a Dios:

Hay quienes reparten y les es añadido más[12].

El que siembra generosamente, generosamente también segará[13].

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre[14].

Dad y se os dará; […] porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir[15].

Los cristianos tenemos el deber de emplear nuestros recursos económicos de formas que glorifiquen a Dios. Al diezmar manifestamos nuestra obediencia y fe, por el hecho de que damos lo primero a Dios. Es lo que en la Biblia se llama las primicias. Proverbios 3:9 dice:

«Honra al Señor con tus bienes y con las primicias de todas tus ganancias».

Sir John Templeton fue unos de los grandes inversionistas del siglo XX, así que algo sabía de dinero y de negocios, y dijo:

«En los años en que trabajé en asesoría de inversiones estuve siguiendo a 100.000 familias. Siempre noté más prosperidad y felicidad entre las que diezmaban que entre las que no lo hacían»[16].

El acto de diezmar es una demostración visible de que Dios tiene prioridad en nuestra vida, inclusive en el aspecto económico, ya sea que tengamos los bolsillos llenos o vacíos. Además nos hace acreedores a las bendiciones divinas, cosa que he comprobado personalmente en repetidas ocasiones, y como yo infinidad de cristianos que diezman. Pero diezmar no es una estrategia para enriquecerse rápidamente. Es un compromiso personal que asumimos con Dios y que atrae Sus bendiciones, las cuales suelen llegarnos gradual pero innegablemente. Te recomiendo que diezmes por un año y que veas si después de un año no estás en mejor situación económica.

Hagamos un breve repaso de los cinco puntos:

  1. Elaborar un presupuesto y ajustarse a él.
  2. Gastar menos de lo que se gana.
  3. Evitar endeudarse. Saldar las deudas.
  4. Ahorrar. Reunir un fondo para emergencias.
  5. Dar a Dios y al prójimo.

La mayoría hemos pasado —o pasaremos— por períodos de apreturas. Los cristianos contamos con la bendición de poder presentarle a Dios nuestras necesidades, inquietudes y preocupaciones. Él quiere que nos apoyemos en Él en todo aspecto de nuestra vida, incluido el económico. Es cierto que tenemos que hacer lo que está a nuestro alcance; y parte de eso consiste en presentarle en oración nuestras necesidades. Al pedirle que nos ayude económicamente, al clamar a Él y rogarle que provea en abundancia, al hacer oraciones muy concretas manifestamos nuestra dependencia de Él. Sabemos que Él nos ama porque somos Sus hijos. Él vela por nosotros y ha prometido darnos lo que necesitemos. Eso nos infunde mucha paz.

Uno de mis versículos preferidos en el tema del dinero es Mateo 6:33: «Buscad primeramente el reino de Dios y Su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas».

Para terminar, quiero contar una historia real sobre un respetable señor. Vivió en Texas a principios del siglo XX y se enriqueció gracias al petróleo. Donó grandes sumas para construir instituciones educativas y capacitar a jóvenes cristianos. Dio cantidad de dinero a su iglesia e incluso envió a su pastor a Europa para que predicara a los soldados durante la Primera Guerra Mundial. Pero en la caída de la bolsa de 1929 perdió su fortuna.

Un día, un amigo que vio lo humildemente que vivía y se acordaba de lo rico que había sido le preguntó:

—Cuando piensas en todo el dinero que donaste, ¿no te entran ganas de recuperarlo?

El hombre no vaciló en responder:

—Amigo —dijo—, lo único que me queda es lo que di[17].

Como hijo de Dios, es maravilloso que sepas que todo lo que des a Dios a lo largo de los años lo seguirás teniendo, eternamente y con intereses. ¡Mejor inversión, imposible!

Puedes leer más sobre el tema aquí.


[1] Salmo 20:4 (NVI).

[2] 1 Timoteo 6:10.

[3] Un programa en línea de gran reputación para llevar control del dinero y preparar un presupuesto es Mint, pero hay muchos más.

[4] Zig Ziglar.

[5] Francine Huff, «How Do I Avoid the Urge to Spend?», Get Rich Slowly, 9 de septiembre de 2010.

[6] Lucas 12:15.

[7] V. Lucas 14:28.

[8] Peter Clemens, «How to Build Self-Discipline», Pick the Brain, 29 de julio de 2008.

[9] Si arrastras deudas, hay libros que detallan cómo puede uno salir de deudas. Dave Ramsey —por nombrar a alguien— da buenos consejos sobre el tema.

[10] Thomas J. Stanley y William D. Danko, El millonario de al lado (Atlantida Publishing: 2009).

[11] Richard Barrington, «Why and How Do I Need to Save for Emergencies?», Get Rich Slowly, 9 de septiembre de 2010.

[12] Proverbios 11:24a.

[13] 2 Corintios 9:6b.

[14] 2 Corintios 9:7.

[15] Lucas 6:38.

[16] Lou Carlozo, «Can Tithing Make You Rich? Why Some of the World’s Wealthiest Give Away 10 Percent of Their Money», 7 de abril de 2014.

[17] Joe McKeever, «Lots of reasons to tithe (and a few reasons not to)», Baptist Press, 11 de julio de 2003.

Traducción: Jorge Solá y Antonia López.