Practiquemos todas las virtudes
diciembre 23, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
Practiquemos todas las virtudes
Ahora que llegamos al final de esta serie, pensé que sería útil ver cómo podemos cultivar las nueve virtudes de Gálatas 5:22,23 —amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio— y crecer en la práctica de estos frutos del Espíritu.
Clave para crecer en estas virtudes es nuestra relación con el Señor. El amor que le tenemos concita en nosotros el deseo de forjar una profunda relación con Él e invertir tiempo y esfuerzo en fortalecer esa relación, leyendo Su Palabra, comunicándonos con Él por medio de la oración y siguiendo el ejemplo de Jesús.
Cuando entendemos el amor que siente Dios por cada uno de nosotros, nos volvemos conscientes de que Él desea entablar una relación con otras personas también. Y al captar lo inquebrantable que es Su amor por quienes aún no lo conocen, nos sentimos impulsados a hacer todo lo posible por contarles que existe un Ser que los ama profundamente y quiere formar parte de su vida. Dar a conocer a toda la humanidad el mensaje del amor de Dios se convierte entonces en nuestra misión, y nuestra pasión es volvernos más como Cristo.
El amor que abrigamos por Cristo nos lleva a amarlo fervientemente —de todo corazón, con toda el alma, con toda nuestra mente y todas nuestras fuerzas— y a cultivar una relación estrecha con Él. Nos impulsa a esmerarnos por ser como Él, emular Sus cualidades y transmitir el amor de Dios a nuestros semejantes para que ellos también lo conozcan[1].
Como seguidores de Jesús, una de nuestras metas es imitarlo. Queremos adoptar Su manera de ser y Sus atributos. A medida que nuestra relación con Él se va desarrollando, manifestamos los frutos de Su Espíritu: tenemos actitudes sanas, una conducta ética, obramos con integridad, vivimos Sus palabras. Cuando nos volvemos más como Él, dejamos que Él brille a través de nosotros; y al observar cómo lo emulamos, los demás tienen oportunidad de ver a Dios en acción.
Tras las huellas de Cristo
El gran evangelizador estadounidense Dwight L. Moody tenía un adagio para describir la integridad: «La integridad es lo que eres en la oscuridad».
Todos los cristianos queremos crecer en madurez espiritual y semejanza con Cristo. Aspiramos a ser todo lo que podemos llegar a ser con Su ayuda, apartar de nosotros el pecado y lo que somos en nuestros peores momentos, y sustituir esas conductas por otras que evidencien los frutos del Espíritu: amor, bondad, benignidad, dominio propio, etc.
En definitiva, queremos volvernos como Jesús, pensar como Él pensaba y comportarnos como se comportaba Él. La Biblia nos anima a procurar seguir las pisadas de Cristo: «Los que dicen que viven en Dios deben vivir como Jesús vivió» (1 Juan 2:6, NTV). Queremos que nuestro carácter dé testimonio de la verdad de Dios aun en nuestros momentos más sombríos y penosos.
Los rasgos virtuosos no se aprenden de los libros ni escuchando sermones. No se adquieren a base de fuerza de voluntad o empeño. No son automáticos, ni accidentales, ni repentinos. No se alcanzan con puro tesón y determinación. Son el fruto de una transformación que obra la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
En 1 Pedro 2:21 dice: «Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo para que sigáis Sus pisadas». El apóstol Pablo amplió el concepto cuando escribió que Dios se puede valer incluso de los problemas y las dificultades para fortalecer nuestra fe y lograr que nos volvamos más como Cristo: «También nos alegramos al enfrentar pruebas y dificultades porque sabemos que nos ayudan a desarrollar resistencia. Y la resistencia desarrolla firmeza de carácter, y el carácter fortalece nuestra esperanza segura de salvación» (Romanos 5:3,4, NTV). Ronan Keane[2]
Poder divino para dar fruto
Necesitas más poder que el que te da la simple fuerza de voluntad. Te hace falta el poder de Dios. El fruto del Espíritu son las cualidades de las que Dios te imbuye cuando el Espíritu Santo habita en ti: «Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio» (Gálatas 5:22,23, NBLA).
¿Cómo produce Dios ese fruto en ti? No por la fuerza de voluntad. Podrías salir y decir: «Voy a ser más paciente», pero eso no significa que vaya a resultar.
El Espíritu Santo tiene que hacer crecer el fruto desde dentro. Si te propones: «Voy a ser más paciente. Voy a ser más amoroso», es como atar naranjas a un eucalipto y llamarlo naranjo. Eso no funciona. El fruto del Espíritu solo puede venir del interior, del Espíritu de Dios que vive a través de ti.
¿Cómo actúa el Espíritu Santo en ti? La respuesta es gradualmente: «El Señor, quien es el Espíritu, nos hace más y más parecidos a Él a medida que somos transformados a Su gloriosa imagen» (2 Corintios 3:18, NTV). Rick Warren[3]
Cómo se cultivan los frutos del Espíritu
El primer paso para cultivar los frutos del Espíritu es entregarse a Dios. En Mateo 16:24–26, Jesús dice: «Si alguien quiere venir en pos de Mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame, porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de Mí, la hallará. ¿De qué le servirá al hombre ganar todo el mundo, si pierde su alma?» Entregarse a Dios significa renunciar a nuestros deseos y planes y someter nuestra vida a Su voluntad.
El segundo paso para cultivar los frutos del Espíritu es andar en el Espíritu. Gálatas 5:16,17 dice: «Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne, porque el deseo de la carne es contra el Espíritu y el del Espíritu es contra la carne; y estos se oponen entre sí». Andar en el Espíritu significa dejar que el Espíritu Santo —no nuestros propios deseos— dirija nuestra vida.
El tercer paso para cultivar los frutos del Espíritu es permanecer en Cristo. En Juan 15:4,5 Jesús dice: «Permaneced en Mí, y Yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en Mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en Mí y Yo en él, este lleva mucho fruto, porque separados de Mí nada podéis hacer». Permanecer en Cristo significa mantenerse unido a Él por medio de la oración, la lectura de la Biblia y la adoración. Errick Ruffin[4]
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Me pareció que el siguiente artículo y reflexión de Max Lucado encaja con esta serie. Sigamos todos creciendo en todos los dones del Espíritu para que «mirando la gloria del Señor» seamos «transformados de gloria en gloria en Su misma imagen, por la acción del Espíritu del Señor»[5].
Yo elijo
Dentro de unos momentos amanecerá. […] La calma de la soledad dará paso al ritmo palpitante de la especie humana. El refugio de la madrugada será invadido por decisiones que tomar y plazos que cumplir. En las próximas doce horas estaré expuesto a las exigencias del día. Ahora es cuando debo tomar una decisión. Gracias al Calvario, tengo libertad para escoger. Y por eso elijo.
Elijo el amor. No hay situación que justifique el odio; no hay injusticia que justifique el rencor. Elijo amar. Hoy amaré a Dios y a lo que es objeto de Su amor.
Elijo el gozo. […] Me negaré a considerar cualquier problema como otra cosa que una oportunidad de ver a Dios.
Elijo la paz. Viviré perdonado. Perdonaré para vivir.
Elijo la paciencia. Pasaré por alto los inconvenientes del mundo. […] En lugar de quejarme por tener que esperar mucho, le daré gracias a Dios por unos momentos para orar. En lugar de cerrar el puño cuando me asignen otra tarea, la encararé con alegría y valentía.
Elijo la benignidad. Seré amable con los pobres, pues están solos; con los ricos, pues tienen miedo; y con los que no son amables, pues así me ha tratado Dios.
Elijo la bondad. Andaré sin un centavo antes que aceptar dinero doloso. Preferiré pasar inadvertido que presumir. Confesaré antes que acusar. Elijo ser bueno.
Elijo la fidelidad. Hoy cumpliré mis promesas. Mis acreedores no lamentarán su confianza en mí. Mis socios no pondrán en duda mis palabras. Mi esposa no dudará de mi amor. Y mis hijos nunca temerán que su padre no vaya a volver a casa.
Elijo la mansedumbre. Nada se gana por la fuerza. Elijo ser apacible. Si levanto la voz, que sea solo en alabanza. Si cierro el puño, que sea solo en oración. Si pongo exigencias, que me las ponga solo a mí mismo.
Elijo el dominio propio. Soy un ser espiritual. Cuando este cuerpo muera, mi espíritu remontará el vuelo. Me niego a dejar que lo corrompible mande sobre lo eterno. Elijo controlarme. Me embriagaré solo de gozo. Me apasionaré solo por mi fe. Me dejaré influenciar solo por Dios. Cristo será mi único maestro. Elijo el dominio propio.
Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio. Esas son las virtudes a las que consagro este día. Si tengo éxito, daré gracias. Si fracaso, buscaré la gracia de Dios. Y cuando acabe el día, dejaré caer mi cabeza sobre la almohada y descansaré. Max Lucado[6]
Oración para dar los frutos del Espíritu
Querido Padre celestial:
Hoy me acerco a Ti con profunda gratitud y un corazón rebosante de amor. Gracias por las palabras que nos diste en Gálatas 5, que nos recuerdan los frutos del Espíritu que guían nuestra vida. Tu sabiduría, Señor, es un don precioso. Yo deseo vivir de acuerdo con Tus enseñanzas.
Señor, te ruego que me ayudes a dar estos frutos, pues sé que reflejan cómo eres Tú. Padre, llena mi corazón de amor, para que ame a los demás como Tú me has amado. Ayúdame a difundir gozo y a ser fuente de paz en un mundo lleno de crisis. Concédeme paciencia y benignidad para con las personas con quienes me relacione, y que siempre me esfuerce por hacer el bien como testimonio de Tu gracia.
Te pido fidelidad, Señor, para permanecer firme en mi devoción a Ti, confiando en Tus promesas incluso en la adversidad. Te ruego que me concedas un espíritu manso, que busque elogiar a los demás en lugar de denigrarlos, y que me hagas capaz de ejercer dominio propio en todos los aspectos de mi vida, rindiendo mis deseos a Tu voluntad.
Tú nos animas a vivir según el Espíritu. Te pido que Tu Espíritu Santo me guíe en mi peregrinar por fe. Ayúdame a andar por Tus caminos, a vivir según Tu Palabra y a confiar en Tus fuerzas.
Señor, te confieso mis defectos y te pido perdón y transformación. Anhelo dar los frutos de Tu Espíritu, no solo en beneficio propio, sino para ser una luz que resplandezca en este mundo, que refleje Tu amor y Tu gracia. Amén. Rich Bitterman[7]
Reflexiones
«Lo que también han aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto practiquen, y el Dios de paz estará con ustedes» (Filipenses 4:9, NBLA).
«Si oramos para que Dios nos ayude a crecer en los frutos del Espíritu, podemos estar 100% seguros de que lo hará. A Él le encanta ayudar a Sus hijos a volverse más como Jesús. Así que pídele al Espíritu Santo que te llene hoy de nuevas fuerzas, […] que te ayude a crecer en los frutos del Espíritu.» Love Worth Finding
«Como pueblo escogido de Dios, santo y amado, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia» (Colosenses 3:12, NVI).
«A menudo intentamos exhibir los frutos del Espíritu con la esperanza de ser escogidos, amados y favorecidos por Dios, cuando en realidad es al revés. Porque hemos sido escogidos, santificados y favorecidos, ahora somos capaces de dar esos frutos, ya que Jesús se ha instalado en nuestro corazón.» Kelly Minter
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] 2 Corintios 5:14.
[2] Ronan Keane, «El formador del carácter» (adaptado), Conéctate, julio de 2019.
[4] https://medium.com/@littlepreacher68/the-secret-to-cultivating-the-fruits-of-the-spirit-steps-to-develop-a-christ-like-character-a609d745b2ef
[5] 2 Corintios 3:18.
[7] https://medium.com/@richbitterman/fruits-of-the-spirit-prayer-galatians-5-d471e3e2cb2c
Categorías: frutos del espíritu, peter amsterdam, virtudes de los seguidores de cristo
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