Tomar decisiones que honren a Dios, 1ª parte: Averiguar la voluntad divina

marzo 25, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

Uno de los rasgos de la humanidad, como seres creados a imagen de Dios, es el libre albedrío, que incluye la capacidad de tomar decisiones y el responsabilizarnos de las consecuencias de las mismas. Aprender a tomar decisiones que glorifiquen a Dios y que cumplan Su voluntad en nuestra vida puede resultar muy difícil a veces; el proceso de descubrir Su voluntad y esperar a que nos comunique soluciones y guía pone a prueba nuestra fe y la hace crecer.

La decisión más importante de nuestra vida es la de recibir a Jesús como Salvador y aceptar la salvación que Él nos regala, pues determina nuestra relación eterna con Dios y Su reino. Esa decisión debería orientar las decisiones que tomemos el resto de nuestra vida con respecto a nuestro modo de vivir, nuestro trato con los demás y nuestra relación con Dios. Se trata de una decisión fundamental que define nuestro presente y nuestro futuro, además de redefinir nuestro pasado al anular los cargos contra nosotros, que nos eran adversos, «clavándolo[s] en la cruz»[1].

La decisión de aceptar a Cristo como Salvador solo la podíamos tomar nosotros; invitar a Jesús a entrar en nuestro corazón y participar en nuestra vida fue una decisión voluntaria. Sin embargo, con la salvación no se acaba todo: después que entregamos nuestra vida al Señor, nos enfrentamos a diario a numerosas decisiones sobre cómo alimentar nuestra fe por medio del estudio de Su Palabra y vivir según Sus mandamientos y guía. Tras establecer una relación con Dios, es lógico que queramos incluirlo en el proceso de toma de decisiones; es más, aprender a tomar decisiones que lo glorifiquen es una de las principales habilidades que adquirimos durante el tiempo que estamos en la Tierra.

Para los cristianos, tomar decisiones debe ser un proceso relacional en el que intervenga Dios; para ello le presentamos todas nuestras ansiedades, sabiendo que Él cuida de nosotros[2]. Jesús ha prometido que Él y Su Padre harán morada en todo el que lo ame y guarde Su Palabra[3]. Nos ha dicho que nos acerquemos a Él y «razonemos»[4], con lo que expresa Su deseo de conversar con nosotros. Quiere estar presente y participar en la conversación cuando tomamos decisiones, y ha prometido que Su Espíritu en nosotros nos guiará a toda la verdad[5].

Como cristianos, a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a decisiones trascendentales que influyen en nuestro futuro: está la elección de una profesión, de la persona con quien nos casaremos, de la forma de criar a nuestros hijos, del país en que viviremos, y las decisiones sobre nuestro grado de compromiso con nuestra fe y de participación en la obra de Dios. Uno de los pasos más importantes para averiguar la voluntad divina y tomar decisiones acertadas consiste en tener presente a Dios y encomendarle nuestros caminos.

Confía en el Señor con todo tu corazón y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos y Él hará derechas tus veredas[6].

Encomienda al Señor tu camino, confía en Él, que Él actuará[7].

Para aprender a tomar decisiones que honren a Dios y estén en consonancia con Su voluntad y mandamientos suele ser necesario pasar por períodos de reflexión, de oración ferviente y de pruebas. A veces cuesta determinar cuál es la voluntad de Dios en cierta situación o qué decisión conducirá a los mejores resultados. En esos casos, es posible que deseemos que un rayo ilumine el cielo, o que alguna fuerza nos tire al suelo, como le ocurrió al apóstol Pablo, a fin de disponer de una señal precisa, infalible. Sin embargo, muy a menudo la voz de Dios es tan suave que si no nos tranquilizamos, abrimos nuestra mente y prestamos oído, puede pasar inadvertida.

El Señor le ordenó: «Sal y preséntate ante Mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí». Como heraldo del Señor vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el Señor tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el Señor tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo[8].

¡El Dios de piedad se apiadará de ti cuando clames pidiendo ayuda! Tan pronto como te oiga, te responderá. […] Ya sea que te desvíes a la derecha o a la izquierda, tus oídos percibirán a tus espaldas una voz que te dirá: «Este es el camino; síguelo»[9].

¿En qué consiste nuestra función en el proceso de toma de decisiones? ¿Cómo podemos hacer todo lo posible por tomar decisiones acertadas, acallar nuestro espíritu para oír la voz de Dios y determinar la mejor opción en decisiones que de algún modo vayan a alterar el curso de nuestra vida? Hace varios años publicamos una vez más una lista de siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, y la voy a incluir aquí porque contiene buenos consejos prácticos sobre dónde buscar orientación a fin de tomar decisiones que honren a Dios:

1) La Palabra de Dios. La Palabra de Dios —la Biblia— es el primer lugar en que debemos buscar Su voluntad. El Señor no nos pedirá que hagamos algo que vaya en contra de los principios fundamentales que Él ha sentado en Su Palabra escrita.

2) La voz de la Palabra. Un pasaje de las Escrituras te llama la atención y te habla de forma personal, como si hubiera sido escrito exclusivamente para ti.

3) Revelaciones. Es cuando el Señor te habla por medio de revelaciones venidas directamente de Él: una profecía, un sueño o una visión que aclaren cuál es Su voluntad.

4) Consejos inspirados por Dios. Aunque nadie puede saber cuál es la voluntad de Dios para ti, a menudo son útiles los consejos y el asesoramiento de personas que tengan mucha fe y experiencia de seguir al Señor. «Sin consulta, los planes se frustran, pero con muchos consejeros, triunfan»[10].

5) Puertas abiertas o cerradas. A veces la situación o las circunstancias pueden ser un indicio de la voluntad del Señor. ¿En qué dirección parece que Dios te guía? ¿Qué oportunidades se han presentado? ¿Cuáles ya no son viables? ¿En qué dirección parece que Dios está abriendo camino y proporcionando los medios?

6) Convicción profunda. A veces, cuando tienes la profunda impresión o convicción de que cierta decisión es la acertada y eso es exactamente lo que debes hacer, puede ser una señal de que en efecto es la voluntad del Señor. Uno está seguro de que algo es la voluntad divina y convencido de que eso es lo que debe hacer.

7) Vellones. Esto es en alusión a un pasaje de la Biblia sobre Gedeón; es cuando le pides al Señor que haga algo para manifestar Su voluntad[11]. «Si haces esto, entonces sabré que esta otra cosa es Tu voluntad». Cuando Gedeón quiso averiguar la voluntad de Dios, puso en el suelo el vellón de una oveja esquilada y dijo: «Señor, si por la mañana el vellón está mojado de rocío, y toda la tierra está seca, entenderé que eres Tú quien me guía»[12].

En la mayoría de los casos, cuando se trata de decisiones importantes que afectarán nuestra vida o la de nuestros seres queridos es prudente emplear varios de estos métodos de averiguar la voluntad de Dios, para confirmar que nuestra inclinación en cierto asunto es la correcta. Si después de dar el primer paso de encomendarle al Señor nuestro camino, reconocerlo y pedirle que nos guíe y nos dé sabiduría, empleamos algunos de los métodos descritos anteriormente, podemos tener la confianza de que vamos bien encaminados para determinar Su voluntad y tomar una decisión prudente.

Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios, quien da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada[13].

No hemos cesado de orar por ustedes, pidiendo que sean llenos del conocimiento de Su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que anden como es digno del Señor, haciendo en todo, lo que le agrada, dando fruto en toda buena obra y creciendo en el conocimiento de Dios[14].

¿Cuál es nuestro papel en el proceso de toma de decisiones? Por un lado, las Escrituras dicen: «Separados de Mí nada pueden hacer»[15]; y por otro: «Todo lo puedo en Cristo que me fortalece»[16]. El primer versículo indica que sin Dios somos incapaces de hacer nada; y en el segundo se nos asegura que podemos lograr todo lo que nos propongamos siempre que sea la voluntad de Dios y que se lo encomendemos a Cristo. Creo que esos dos versículos se aplican en igual medida a la hora de tomar decisiones. Debemos encomendarnos a Dios y confiarle cada aspecto de nuestra vida, sabiendo que sin Su ayuda somos incapaces de producir algo de valor eterno[17]; y al mismo tiempo debemos actuar con confianza, convencidos de que Él nos puede dar fuerzas para hacer cualquier cosa. En cada caso, lo primero es amar a Dios de todo corazón, con toda el alma y con toda nuestra mente. 

Él nos creó a Su imagen, somos seres racionales capaces de tomar decisiones voluntarias y de optar por poner a Dios en el centro de nuestra vida. Esa es una forma de amar a Dios con toda nuestra mente: tomar reflexivamente la decisión de amarlo, de permitir que ocupe un lugar central en nuestra vida y nuestros deseos, y de procurar glorificarlo en todas nuestras decisiones y acciones. Si amamos a Dios de esa manera, racionalmente, con una mente resuelta y con el compromiso interior de seguirlo a donde sea que nos lleve, estamos en condiciones de verificar la voluntad de Dios, tal como Pablo explica en Romanos:

Transfórmense mediante la renovación de su mente, para que verifiquen cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno y aceptable y perfecto[18].

El vocablo griego que se tradujo como verificar, dokimazō, tiene en muchos casos el sentido de averiguar el valor de algo empleándolo o probándolo[19]. Ese versículo indica que a menudo puede ser necesario probar algo para determinar por medio de la experiencia si es la voluntad de Dios. Es posible que la decisión que tengamos delante no esté lo suficientemente clara como para saber con absoluta certeza cuál es el mejor camino. Quizá tenemos que decidir si vamos a invertir en un negocio, o iniciar una nueva modalidad de evangelización, o poner a nuestros hijos en tal colegio, o mudarnos a un nuevo barrio. Hemos acudido al Señor para que nos dé sabiduría y orientación. Hemos evaluado las ventajas y desventajas. Hemos hecho un análisis minucioso de la situación. Hemos pedido asesoramiento a personas que están en condiciones de darnos buenos consejos. Sin embargo, es posible que aun así no estemos cien por cien seguros de la decisión, pese a que se está acabando el plazo para tomarla. En situaciones como esa, es posible que sientas que Dios te está empujando a dar un paso y tomar una decisión preliminar, al tiempo que te dejas un espacio para la etapa de verificación y te reservas el derecho de alterar el rumbo si la dirección propuesta no resulta ser la voluntad de Dios en tu caso.

A veces nuestras decisiones dependen también de las que tomen otras personas. En esos casos, tu decisión inicial es solo el primer paso. Después de dar ese paso de tomar una decisión preliminar, a menudo sucederá que el Señor la confirmará, o bien surgirán nuevos factores que arrojarán luz sobre la situación. En cada nueva encrucijada en que te encuentres en la ruta hacia la decisión final, es posible que tengas que volver a examinar las circunstancias y orar de nuevo antes de dar el siguiente paso. Es posible que tengas que ajustar el rumbo que te has trazado cuando veas que las coordenadas de tus decisiones originales, a pesar de hallarse en términos generales en la dirección correcta, deben afinarse para apuntar directamente a tu destino final. Tomar decisiones es a menudo un proceso en el que intervienen muchas decisiones, no solo una; y cada decisión sienta las bases para las siguientes.

La mayoría preferiríamos que Dios nos diera instrucciones que no dejaran lugar a dudas. Sin embargo, parece que Él a menudo quiere que hagamos el trabajo de buscar de todo corazón Su voluntad, investigar, analizar, evaluar y aprovechar todos los medios que estén a nuestro alcance para tomar decisiones prudentes que lo honren. Parece ser que Él rara vez hace por nosotros lo que somos capaces de hacer por nosotros mismos. Yo he comprobado que las mejores decisiones que tomo suelen ser las que tomo en conjunción con Él, cuando hago la tarea preparatoria de analizar las posibilidades y opciones, de sopesar las ventajas y desventajas de cada una, al tiempo que busco Su guía y Su opinión orando y escuchándolo.

Tomar decisiones que honren y glorifiquen a Dios es una forma de demostrarle que lo amamos con todo nuestro corazón, cuerpo, alma y mente. Aunque a la mayoría nos cuesta asumir la seria responsabilidad de tomar decisiones que se ajusten a Su voluntad, estas constituyen una oportunidad de glorificarlo. Si le reservamos un lugar central en nuestra vida, lo reconocemos en todos nuestros caminos y nos encomendamos a Él, podemos tener la confianza de que nos guiará y nos ayudará a discernir cuál es Su voluntad y a tomar decisiones prudentes.

En la 2ª parte de «Tomar decisiones que honren a Dios» hablaremos de la cuestión de responsabilizarnos de nuestras decisiones cuando Dios no nos da una respuesta terminante.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos están tomados de la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy, © The Lockman Foundation, 2005. Utilizados con permiso. Derechos reservados.


[1] Colosenses 2:13,14.

[2] 1 Pedro 5:7.

[3] Juan 14:23.

[4] Isaías 1:18.

[5] Juan 16:13.

[6] Proverbios 3:5,6 (RVR 95).

[7] Salmo 37:5.

[8] 1 Reyes 19:11,12 (NVI).

[9] Isaías 30:19,21 (NVI).

[10] Proverbios 15:22.

[11] Jueces 6:36–40.

[12] Adaptación de Siete maneras de averiguar la voluntad de Dios, de David Brandt Berg.

[13] Santiago 1:5.

[14] Colosenses 1:9,10.

[15] Juan 15:5.

[16] Filipenses 4:13.

[17] Las notas sobre Juan 15:5 de la versión inglesa ESV indican: «No significa “absolutamente nada”, pues está claro que los que no son creyentes llevan a cabo sus actividades cotidianas a pesar de vivir separados de Cristo. Más bien se refiere a una incapacidad de producir cosas de valor eterno o dar fruto espiritual».

[18] Romanos 12:2.

[19] Notas de la versión inglesa ESV.

Traducción: Patricia Zapata N. y Jorge Solá.