Virtudes de los seguidores de Cristo: bondad
octubre 1, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
Virtudes de los seguidores de Cristo: bondad
La bondad es la sexta virtud en la lista de frutos del Espíritu de Gálatas 5. La bondad, que es muy similar a la benignidad, se menciona en muy pocos pasajes de los escritos de Pablo. La bondad es un atributo de Dios y forma parte de Su esencia, tal como dicen los Salmos:
«Él ama la justicia y el derecho; de la misericordia [bondad] del Señor está llena la tierra»[1].
«El Señor es bueno con todos; Él tiene misericordia de todas Sus obras»[2].
El Nuevo Testamento habla de la maravillosa bondad ejemplificada por Jesús cuando vino a la Tierra y murió por nuestros pecados: «Cuando se manifestó la bondad de Dios, nuestro Salvador, y Su amor para con la humanidad, nos salvó, no por obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por Su misericordia, por el lavamiento de la regeneración y por la renovación en el Espíritu Santo»[3].
Los cristianos llenos del Espíritu de Dios reciben fuerzas para emular Su bondad y vivir con una bondad y una belleza moral que alumbran a este mundo tan necesitado, tal como señalan los siguientes artículos.
La bondad, fruto ejemplar
Se espera que los cristianos sean buenas personas. Es más, muchos que no son creyentes esperan más de los cristianos de lo que se exigen a sí mismos o a cualquier otro. El propio Jesús dijo a Sus primeros seguidores: «Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio, la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en la casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre celestial»[4].
Sin duda es un objetivo ambicioso y difícil de alcanzar. Lamentablemente, los cristianos podemos llegar a pensar erróneamente que debemos ser perfectos, cuando por supuesto nadie lo es ni lo puede ser. Mucho más aconsejable es admitir nuestras faltas y errores con humildad y franqueza y darle a Dios la gloria por todo lo bueno que hacemos. «Dios es quien produce en ustedes tanto el querer como el hacer para que se cumpla Su buena voluntad»[5].
Si procuras dar ejemplo de bondad, confiando en que Él obrará en ti y por medio de ti, Su bondad resplandecerá. Rafael Holding[6]
¿En qué consiste la auténtica bondad?
Cuando éramos niños nos decían muchas veces que «fuéramos buenos». Ser bueno era tal vez ayudar a mamá con las tareas domésticas o sacar buenas notas en el colegio. Sin embargo, creo que a menudo se nos pasa por alto el verdadero significado de la palabra bondad. La bondad es acción; y no solo por ser virtuosos.
Cuando nos esforzamos por ser buenos buscando solo nuestro propio beneficio, no es realmente bondad lo que tenemos. En griego, la palabra bondad, «agathosune», significa «rectitud de corazón y de vida»[7].
Cuando actuamos con verdadera bondad nacida del corazón y manifestamos ese fruto del Espíritu, acatamos los mandamientos de Dios y buscamos el beneficio del otro. Nuestras acciones son consecuencia de nuestro altruismo, y anteponemos las necesidades ajenas a las nuestras.
La vida de Jesucristo es un ejemplo perfecto de bondad, ya que murió en la cruz por los pecados de la humanidad para concedernos vida eterna. Su ministerio y sacrificio ejemplifican la bondad de Dios para con la humanidad. A fin de cuentas, la palabra evangelio significa «buena nueva».
Pedro, discípulo de Jesús, habla de la bondad del ministerio de Jesús en Hechos 10:38: «Dios ungió a Jesús de Nazaret con el Espíritu Santo y con poder, y […] Él anduvo haciendo el bien y sanando a todos los que estaban oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con Él». Además, las Escrituras llaman a Jesús el «buen pastor», porque dio Su vida por Sus ovejas.
Los cristianos hemos sido llamados a vivir de una manera que refleje el modo de ser de Cristo. Mateo 5:16 dice: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».
Ser bueno no consiste en hacer cosas rebuscadas para obtener reconocimiento. Los pequeños gestos de bondad que hacemos a lo largo del día suelen ser los que más significan para los demás. ¿Un amigo tuyo lo está pasando mal hoy? Escríbele una nota para que sepa cuánto te preocupas por él. ¿Alguien te ha estado criticando? Reza por él.
Con esos actos de bondad reflejamos la manera de ser de Cristo y demostramos tener el fruto del Espíritu. Aunque te parezca que nadie ve esos gestos, Dios sí los ve. En última instancia, al actuar con bondad glorificamos Su nombre. Lauren Abraham[8]
El fruto de la bondad
El sexto fruto del Espíritu es la bondad. ¿Qué es exactamente la bondad? Empleamos la palabra bueno con tanta frecuencia a diario que ya casi no significa nada. Por ejemplo, ¿cuántas veces al día decimos «buenos días», «buena suerte» o «buen trabajo»? Pero la Biblia enseña que la palabra bueno significa en realidad santo, puro y justo. Literalmente, bondad es piedad.
La bondad se suele reflejar en nuestras acciones, aunque nuestro corazón también tiene que ser puro. Cada día debemos expresar la bondad de Cristo con nuestra manera de vivir. El Salmo 23:6 dice: «Seguro estoy de que la bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida; y en la casa del Señor habitaré para siempre».
Dios nos pide que estemos llenos de bondad y que la exterioricemos, que seamos santos en lo que hacemos y decimos porque el corazón de todo cristiano debe buscar la bondad. No debemos limitarnos a hacer buenas obras, porque hacer buenas obras sin un buen corazón no significa nada. La bondad como fruto del Espíritu no es un mero comportamiento moral; es excelencia de carácter. Tal bondad solo es posible por la gracia y la misericordia de Dios.
A menudo decimos: «Dios es bueno en todo tiempo. En todo tiempo Dios es bueno». ¿Quiere eso decir que nuestra vida siempre anda bien? No, claro que no. Quiere decir que […] Dios es bueno y que desea que cultivemos el fruto de la bondad para que disfrutemos de una vida plena, rebosante de amor justo. Kelly Wise Valdes[9]
Dios en acción
Hacemos el bien con la intención de bendecir o beneficiar al prójimo cuando el Espíritu Santo vivifica nuestro espíritu. Son actos que nacen de lo profundo de nuestra alma o ser. Nadie es bueno, sino solo Dios (Marcos 10:18), de modo que es el propio Dios habitando en el creyente quien suscita buenas acciones.
La Biblia deja bien claro que, por nosotros mismos, los seres humanos somos incapaces de ser buenos o hacer el bien (Isaías 64:6; Tito 3:5; Eclesiastés 7:20). Es Dios quien obra en la vida del creyente para que se vuelva más como Jesús (Gálatas 5:16). Tal es el objetivo del fruto del Espíritu (Gálatas 5:22,23): convertirnos en imagen de Cristo.
Cuando el rasgo de la bondad se va desarrollando en un creyente, este actúa conforme al amor de Dios ayudando al prójimo. La bondad brota de dentro del corazón, por lo que el creyente lo hace todo de corazón (con toda el alma), como para el Señor (Colosenses 3:23). Eso solo puede ocurrir cuando el Espíritu Santo vive en nosotros. […]
Dios por naturaleza es intrínsecamente bueno. Es el máximo exponente de bondad (Salmo 34:8). […] La bondad de Dios se evidencia en todas Sus creaciones y actos (Génesis 1:31). Nosotros no podemos ganarnos ni merecernos Su bondad. Nos beneficiamos de ella por ser Dios quien es (Salmo 145:9). Y la bondad de Dios es personal. Él es bueno con cada uno de nosotros personalmente, de maneras que satisfacen nuestras necesidades individuales (Salmo 119:68).
Dios es nuestro modelo perfecto. Ser bueno y hacer el bien con el propósito de beneficiar a los demás es lo que Dios ha hecho con toda la humanidad (Romanos 5:8). […] La bondad no es una cualidad que podamos cultivar solitos (Santiago 1:17), por nosotros o para nosotros. La cultivamos dejando que el Espíritu Santo nos guíe. Cuando los demás ven nuestras buenas obras, alaban a nuestro Padre celestial (Mateo 5:16).
El Espíritu Santo que mora en nosotros nos permite experimentar la plenitud de la bondad de Dios (Salmo 84:11) en la plenitud de Su tiempo. Cuando el Espíritu Santo mora en nosotros, nos sella y hace crecer Su fruto en nuestro interior, podemos afirmar con el apóstol Pablo que estamos llenos de bondad (Romanos 15:14). Es Él quien es bueno.
Es Él quien puede hacernos buenos. Es el fruto del Espíritu el que nos permite actuar con celosa bondad para ayudar y beneficiar a los demás, de modo que se fortalezca su relación con el propio Dios. Randy DeVaul[10]
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Vemos en estos artículos que la virtud de la bondad no está basada en algo nuestro, sino en la bondad de Dios. Reflejar Su bondad es parte de nuestro testimonio, de ser la sal y la luz que Él nos ha pedido que seamos para acercar a las personas a Jesús y transformar el mundo que nos rodea, como destacan los siguientes extractos de la serie Fuerza positiva que escribí hace algún tiempo.
Lo fundamental para convertirnos en una fuerza positiva es manifestar el amor de Dios a las personas que a diario Él pone en nuestro camino. Como dijo el apóstol Pablo: «El amor de Cristo nos obliga»[11]. Sean cuales sean las formas particulares de promover el bien que nos indique el Señor para comunicar Su amor en nuestra parte del mundo, Él nos llama, como cristianos, a ser «la luz del mundo». Nos ha pedido: «Hagan brillar su luz delante de todos, para que ellos puedan ver las buenas obras de ustedes y alaben a su Padre que está en los cielos»[12]. Hacer brillar esa luz de manera que los demás aprecien nuestras buenas obras y las interpreten como un reflejo del amor de Dios es lo principal del concepto de constituirnos en una fuerza positiva en nuestra comunidad, en nuestro vecindario y en la vida de los demás.
A lo largo de los siglos, desde los albores del cristianismo, un método frecuente de evangelización empleado por los cristianos ha sido el de volverse conocidos como una fuerza positiva en sus respectivas comunidades. Aun cuando los demás no abrazaran la fe cristiana ni comprendieran del todo su religión, o los persiguieran y difamaran, sus actos de amor y sus buenas obras resplandecían delante de todos, haciendo que la gente quisiera saber por qué eran tan diferentes de gran parte de la sociedad. Como dijo el apóstol Pedro en una de sus epístolas: «Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios»[13].
Si todos procuramos divulgar la buena nueva, brindar asistencia —de índole espiritual, práctica o de ambos tipos— a las personas que el Señor pone en nuestro camino y esforzarnos por comunicar el amor de Dios y mejorar la calidad de vida de los demás en la medida de nuestras posibilidades, nuestro testimonio y nuestras obras se multiplicarán y serán como una «lámpara en el candelero» que emita Su luz, como una «ciudad en lo alto de una montaña» que atraiga a otros hacia Él[14].
En definitiva, cambiar nuestro rincón del mundo es ayudar al prójimo (tanto si vive cerca como si no) y traducir nuestra fe en acciones concretas y en buenas obras que demuestren nuestro amor e interés. Es poner de manifiesto nuestra fe y el amor de Dios predicando con el ejemplo. Es dar a conocer a nuestros vecinos, colegas y a toda la comunidad que nos interesamos sinceramente por ellos, con actos que sean significativos para ellos y que expresen de forma tangible nuestra fe y nuestros valores, que constituyan una aplicación práctica de lo que predicamos[15].
Para cultivar la virtud de la bondad debemos comenzar por reflexionar sobre la bondad de Dios y Sus maravillosas obras en nuestra vida y en el mundo que nos rodea, como ponen de manifiesto los siguientes pasajes:
De vez en cuando conviene dedicar unos ratos tranquilos a repasar nuestra vida y ver hasta qué punto estamos en deuda con Dios por Su bondad y misericordia. Por supuesto, no hay dos vidas iguales. Pero todos podemos hacer nuestras las palabras de David en el Salmo 23:6: «Seguro estoy de que la bondad y el amor me seguirán todos los días de mi vida». Si confiamos en Jesucristo, esas pocas palabras sintetizan toda nuestra experiencia en la vida. Vernon Grounds
La alabanza consiste en amar a Dios, asombrarse de Su bondad, reconocer Sus dones y verlo en todo lo que nos da e incluso en lo que nos niega, de manera que contemplemos toda nuestra vida a la luz de Dios y, viéndola, lo bendigamos, lo adoremos y lo glorifiquemos. Henry Edward Manning
La bondad de Dios nos imparte lo que no merecemos. Su misericordia nos libra de lo que sí merecemos. En tiempos de dolor y tristeza, nuestro Padre celestial satisface fielmente nuestras necesidades, nos consuela y nos da fuerzas para soportar nuestras cargas. Aun siendo creyentes, seguimos pecando, y no logramos cumplir los santos principios establecidos por Su Hijo, Jesucristo. Sin embargo, cuando confesamos nuestros pecados Él sigue derramando Su perdón en nuestra alma. Aunque nos consideremos personas decentes, debemos admitir que «no hemos hecho cosas que debíamos haber hecho, y hemos hecho otras que no debíamos hacer» (El Libro de Oración Común).
Que la gratitud llene continuamente nuestro corazón, porque la bondad y la misericordia de Dios nos seguirán hasta la gloria. Estamos en deuda con Él para siempre. Vernon Grounds
Oración para encarnar la bondad de Dios
Amoroso Salvador:
Ayúdame a encarnar cada día Tu bondad y amabilidad. Recuérdame que mis acciones expresan quién soy incluso más que mis palabras. Que ame como Tú amas. Que haga el bien a los que me quieren mal, perdone a quienes necesitan perdón y trate con gentileza a todas las personas con las que me encuentre, de manera que sientan el incondicional amor de Dios. Enciende nuestro corazón con el deseo de agradarte. Amén[16].
Reflexiones
«¡Alaben la misericordia del Señor y Sus maravillas para con los hijos de los hombres!» (Salmo 107:8).
«Deberíamos estar atónitos ante la bondad de Dios, estupefactos de que Él se moleste en llamarnos por nuestro nombre, boquiabiertos ante Su amor, perplejos de que en este mismísimo momento estemos pisando tierra santa.» Brennan Manning
«Sigue la justicia [la auténtica bondad, la emulación de los atributos morales de Dios], la piedad [el temor de Dios], la fe, el amor, la paciencia, la mansedumbre» (1 Timoteo 6:11).
«A nosotros nos resulta imposible volvernos buenos. Tenemos que permanecer en Jesús, depender del poder del Espíritu Santo que vive en nosotros. El Espíritu puede transformar nuestro ser interior para que brote de nosotros la bondad de Dios.» Joel Kime
(Continuará.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] Salmo 33:5.
[2] Salmo 145:9 (NVI).
[3] Tito 3:4,5.
[4] Mateo 5:14–15 (NTV).
[5] Filipenses 2:13 (NVI).
[6] «El fruto ejemplar: la bondad» (adaptado), Conéctate, julio de 2013.
[7] Thayer’s Greek-English Lexicon of the New Testament (Peabody, EE.UU.: Hendrickson Publishers, 1995).
[11] 2 Corintios 5:14 (NVI).
[12] Mateo 5:16 (NVI).
[13] 1 Pedro 2:12 (NVI).
[14] Mateo 5:15,14 (NVI).
[15] Tomado del artículo «Convertirnos en una fuerza positiva» (adaptado), Áncora, mayo de 2013.