Virtudes de los seguidores de Cristo: mansedumbre
noviembre 5, 2024
Enviado por Peter Amsterdam
Virtudes de los seguidores de Cristo: mansedumbre
La mansedumbre, el octavo fruto del Espíritu en la lista, es una virtud que se suele enfatizar menos que las otras. A lo largo de las Escrituras se alude a ella con relación a Jesús y Su Padre.
La mansedumbre de Dios se aprecia en Su perdón de nuestros pecados, en la misericordia que nos prodiga y en la enorme paciencia e inquebrantable fidelidad que nos demuestra. Él es benigno y tierno con nosotros. Es «Padre de misericordias y Dios de toda consolación»[1].
Ser manso es manifestar activamente bondad y afabilidad a los demás y tratarlos con delicadeza, de una manera que denote interés y cariño. Es ser considerados con los demás, tener con ellos una actitud amable, tratarlos con ternura y gentileza. La persona mansa es apacible, atenta y amigable. No usa la fuerza para lograr sus propósitos; más bien demuestra una bondad humilde y sincera en sus relaciones y su trato con los demás.
La mansedumbre de Jesús se aprecia en episodios como Su conversación con la samaritana junto al pozo de Jacob[2]. Jesús no la censuró, sino que la trató con amor y respeto. Al leer el relato de la mujer sorprendida en adulterio, vemos que Él tampoco la condenó, sino que la amó y la perdonó con dulzura[3]. Ante la áspera actitud de Marta con su hermana María, abordó la situación con suavidad[4].
Hay temas en los que nos corresponde adoptar una actitud firme y no transigir ni renunciar a nuestras convicciones. No obstante, podemos plantear nuestra postura con delicadeza, aun cuando se trate de defender un principio moral. Si deseamos volvernos más como Jesús, es preciso que se nos conozca por nuestro carácter afable. Jesús dijo: «Lleven Mi yugo sobre ustedes, y aprendan de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallarán descanso para su alma»[5].
Si aspiramos a volvernos más mansos, conviene que dediquemos algunos ratos a meditar sobre Dios y a alabarlo por la benignidad y bondad que nos manifiesta día tras día. Eso nos recordará que también nosotros debemos ser benignos con los demás, como lo es Él con nosotros.
El apóstol Pablo dio estas instrucciones: «Les exhorto a que lleven una vida en consonancia con el llamamiento que han recibido. Sean humildes, amables, comprensivos. Sopórtense unos a otros con amor. No ahorren esfuerzos para consolidar, con ataduras de paz, la unidad, que es fruto del Espíritu»[6]. Asimismo, instó a los creyentes: «A nadie difamen, […] no sean amigos de contiendas, sino amables, mostrando toda mansedumbre para con toda la humanidad»[7].
Conviene recordar que Dios ha sido infinitamente benigno con cada uno de nosotros. Él nos ama. Envió a Su Hijo a morir por nosotros y nos obsequió Su salvación. No tuvimos que hacer méritos ni esforzarnos para ganárnosla; fue un don que Él gentilmente nos concedió. Que la mansedumbre y benignidad de Jesús brillen a través de nosotros y reflejemos Su persona y Su amor ante los demás.
Los siguientes artículos ofrecen definiciones y explicaciones útiles sobre el fruto de la mansedumbre y sobre cómo cultivarlo en nuestro trato con los demás.
Cultivemos un espíritu manso
La Biblia retrata a Jesús como un cordero[8], una gallina[9] y un tierno y atento pastor[10]. Él dijo de Sí mismo: «Soy manso y humilde de corazón»[11]. No obligó a nadie a creer en Él ni a seguirlo. Se mostró compasivo y atrajo mansamente a la gente a Su reino celestial con Su amoroso ejemplo. Si quieres conducir a otras personas al Señor, haz como Él. «Para esto fueron llamados, porque Cristo sufrió por ustedes y les ha dado ejemplo para que sigan Sus pasos»[12].
Todo cristiano ha sido llamado a ser amable, «bondadoso con todos» y «paciente con las personas difíciles»[13]. Eso no es nada fácil, dirás. No te preocupes. Dios puede ayudarnos a todos a parecernos más a Jesús en ese sentido, si dejamos que Su Espíritu Santo obre a través de nosotros. Rafael Holding[14]
Calma que se contagia
«Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca. No se preocupen por nada» (Filipenses 4:5,6, NVI).
El vocablo griego que se traduce como amabilidad hace alusión a un temperamento veterano y maduro. Da a entender una actitud adecuada para la situación, sensata y moderada. Esa amabilidad es «evidente a todos». Los parientes toman nota. Los amigos perciben la diferencia. Los colegas se benefician de ella.
La persona amable es sobria y piensa con claridad. Quien tiene una calma contagiosa les recuerda a los demás: «Dios está al mando». Cultiva esa amabilidad. El Señor está cerca, no estás solo. Podrás sentirte solo. Podrás pensar que estás solo. Pero en ningún momento tendrás que hacer frente a la vida sin ayuda. Dios está cerca. ¡No te inquietes por nada! Max Lucado[15]
Practica la mansedumbre
¿Qué es la mansedumbre? Si nos basamos en la palabra griega utilizada en el original del Nuevo Testamento, significa literalmente «fuerza controlada». El término se utilizaba para describir a un semental salvaje que había sido amansado o domado. El semental amansado seguía teniendo tanta fuerza y energía como cuando era salvaje, pero podía ser controlado y resultar útil para su amo. […]
La mansedumbre es importante por muchísimas razones. Calma conflictos. Desarma a los que nos critican. Es persuasiva. Es atractiva. Comunica amor.
Y lo que es más importante, la mansedumbre te vuelve más como Jesús. En Mateo 11:28,29, Jesús dice: «Vengan a Mí todos ustedes que están cansados y agobiados; Yo les daré descanso. Carguen con Mi yugo y aprendan de Mí, pues Yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus almas» (NVI).
¿Te sientes hoy cansado y agobiado? ¿Quieres hallar descanso y tener paz? El descanso y la paz vienen de ser como Jesús, de ser manso.
Es imposible salir a la calle y obligarse a ser manso. La mansedumbre tiene que ser un proceso interno. Tiene que ser fruto del Espíritu de Dios en ti. Jesús es manso y, si caminas con Él, tú también aprenderás a serlo.
Durante más de 30 años, he hecho casi todos los días la misma oración: «Señor, ayúdame a tratar a los demás como Tú lo harías». ¿Por qué? Porque por naturaleza no soy una persona mansa, así que tengo que dejar que Dios produzca en mí mansedumbre.
Aquí tienes tres sencillas maneras de practicar la mansedumbre con la ayuda de Dios esta semana:
1. Cuando alguien te atienda, sé comprensivo, no exigente. La próxima vez que hayas tenido que hacer una larga fila en una oficina del Gobierno o en una cafetería, sé considerado —sé comprensivo— con la persona que al final te atienda.
2. Cuando alguien esté en desacuerdo contigo, sé amable sin claudicar. Enojándote nunca conseguirás que te entiendan. No es preciso que renuncies a la verdad de Dios, pero aun así puedes tratar a los demás con gentileza y respeto.
3. Cuando alguien te decepcione, sé considerado, no juzgues. Efesios 4:32 lo dice así: «Sed bondadosos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo».
Si caminas con Jesús y pones esto en práctica todos los días, ya verás que te volverás más manso y más como Jesús. Rick Warren[16]
Optar por la mansedumbre
En la Biblia, la palabra para decir apacible se traduce a veces como manso. Seguramente llegar a ser manso no es algo a lo que aspiren la mayoría de las personas. Para nuestra forma de pensar, mansedumbre es casi equivalente a debilidad. Pero la verdadera mansedumbre tiene más de fortaleza que de debilidad.
Las personas mansas podrían ser groseras u orgullosas, pero han decidido deliberadamente no comportarse de esa manera. Han optado intencionadamente por la mansedumbre. Eso requiere más fortaleza que tratar a los demás con dureza. Desatar nuestra ira suele ser más fácil que contenerla. Así que la mansedumbre no tiene nada de debilidad. La decisión de no tomar represalias puede tener visos de inacción, pero en realidad es fruto de la humildad. Lo que parece falta de asertividad es una sólida acción espiritual.
En su libro Gracia para todo momento, Max Lucado propone un compromiso que todos podríamos hacer: «Nada se consigue por la fuerza. Opto por ser manso…»
Esas palabras muestran lo difícil que puede ser optar por la mansedumbre. Pero estamos en condiciones de hacerlo porque hemos conocido el tierno amor del Señor. Podemos confiar en que Él nos dará en abundancia las fuerzas que necesitamos para ser mansos. Su mansedumbre es mayor que nuestra debilidad. Peter Hoytema[17]
La fuerza de la mansedumbre
Mi padre era muy corpulento. Ni siquiera cuando me hice adulta conseguía rodear su antebrazo con mis manos. Su tamaño y su fuerza eran intimidantes. Recuerdo una vez en que él (que era propietario/operador de la sucursal local de la Dr Pepper Bottling Company) vino a mi instituto, se echó la máquina expendedora a la espalda y la cambió de lugar. Él solo. Más tarde me dijo que lo había hecho más que nada como advertencia para los chicos. Supongo que funcionó, porque más de uno me confesó que no se atrevía a invitarme a salir por temor a él. Solo veían su fuerza, no su mansedumbre.
En mi mente y en mi corazón, mi padre era un gigante manso. Sí, tenía autoridad. Era protector, pero también mimoso, y solía tener buen humor. Sus enormes manos eran portadoras de una dulzura que me resulta difícil describir. […]
La muerte de Jesús en la cruz fue el summum de la mansedumbre. ¡Podría haber llamado a una hueste de ángeles que lo sacara de la cruz! Me imagino a esos seres celestiales con las espadas desenvainadas, inclinados hacia delante, sufriendo por el trato que estaba recibiendo Cristo, esperando una orden Suya, la cual no llegó a dar debido a Su profundo amor por nosotros.
Pero el mismo Hijo de Dios que había limpiado el templo y volcado las mesas optó por la mansedumbre como forma de reparar la ruptura en nuestra relación con Su Padre. Él mismo se describe como manso en Mateo 11:29: «Aprended de Mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso». […]
También se aprecia en Colosenses 3:12,13 (NVI): «Como pueblo escogido de Dios, santo y amado, revístanse de afecto entrañable y de bondad, humildad, amabilidad y paciencia, de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes». ¡Qué grandes principios por los que regir nuestra vida! Kathy Shaull[18]
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En el mundo, la mansedumbre se suele ver como señal de debilidad. Sin embargo, en realidad es energía que se encauza y se usa con prudencia y amor. Cuando una persona mansa da la cara por la verdad y los principios divinos, lo hace con humildad y cortesía. Cuando testificamos y enseñamos o explicamos nuestra fe, debemos hacerlo con mansedumbre.
«Honren en su corazón a Cristo como Señor. Estén siempre preparados para responder a todo el que pida razón de la esperanza que hay en ustedes. Pero háganlo con gentileza y respeto» (1 Pedro 3:15, NVI).
«El siervo del Señor no debe ser amigo de contiendas, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe corregir con mansedumbre a los que se oponen» (2 Timoteo 2:24,25).
Necesitamos el poder del Espíritu Santo para expresarnos con mansedumbre, sobre todo cuando se produce un enfrentamiento o hay opiniones dispares. En momentos así es fácil perder los estribos y soltar palabras airadas, crueles o desdeñosas. Pero el fruto de la mansedumbre nos ayuda a responder con sensibilidad y actuar con amor, tal como se expone en los siguientes pasajes:
Un creyente siempre debe estar listo para dar a conocer la buena nueva de la salvación que Jesús compró con Su muerte y resurrección (1 Corintios 15:2–4). […] Todos los cristianos deben estar preparados para responder o presentar defensa si alguien les pregunta el motivo de la esperanza que tienen. […]
Para responder adecuadamente a quien le pregunta acerca de su fe, el cristiano debe hacerlo «con gentileza y respeto, manteniendo la conciencia limpia» (1 Pedro 3:15,16). En la vida de un cristiano no hay lugar para la aspereza o la falta de respeto, sobre todo cuando representa a Cristo y da una respuesta para explicar su fe. Pedro exhorta a los creyentes a responder a los incrédulos con suavidad, con respeto y con su propio ejemplo (cf. Colosenses 4:6). Los creyentes deben conducirse de acuerdo con la enseñanza de Cristo sobre la mansedumbre y «hablar la verdad con amor» (Efesios 4:15, NTV).
El mandamiento de estar «siempre preparados para responder a todo el que pida razón de la esperanza» que hay en nosotros da por sentada una fe que nos haga vivir nuestra esperanza en Cristo de manera visible ante los demás. Viendo los incrédulos la gran esperanza de un cristiano frente a la persecución o el sufrimiento, naturalmente querrán conocer la razón de esa esperanza (Mateo 5:16). Debemos estar preparados para comunicar el evangelio de una manera amable y respetuosa. Got Questions[19]
Palabras tiernas
Es interesante pensar en la nueva era de amor que Jesús instauró. Por supuesto que ya había ternura en el mundo antes de que Él viniera. […] No obstante, el mundo en general estaba plagado de crueldad. Los ricos oprimían a los pobres. Los fuertes pisoteaban a los débiles. Las mujeres eran esclavas y los hombres, tiranos. No se les tendía la mano con amor a los enfermos, los lisiados, los ciegos, los ancianos, los deformes, los locos, ni se cuidaba de las viudas, los huérfanos y los indigentes.
Hasta que llegó Jesús, y durante treinta y tres años anduvo entre los hombres haciendo cosas buenas. Tenía un corazón tierno, lo cual se manifestaba en Sus palabras. […] Jamás había duda alguna sobre los sentimientos detrás de las palabras que brotaban de los labios de Jesús. Emanaban comprensión y ternura.
La gente sabía siempre que Jesús era su amigo. Su vida estuvo llena de actos de lo más serviciales. No hubo maldad ni crueldad que le hiciera perder Su mansedumbre. Repartía bondad donde sea que fuera. […] Tal como uno podría echar un puñado de especias a un mar salobre y endulzar así sus aguas, esas enseñanzas de Jesús cayeron sobre la vida falta de cariño y de bondad de las personas del mundo, y enseguida empezaron a transformar su existencia en dulzura. En todos los lugares a los que ha llegado el evangelio se han difundido los dichos del gran Maestro, y han caído en los corazones de las personas, dejando en ellos bendiciones de ternura. J. R. Miller
Oración para pedir mansedumbre
Padre celestial,
Venimos ante Ti agradecidos por todo lo que eres, por todo lo que nos has dado, por Tu misericordia y gracia para con nosotros, por Tu presencia y fidelidad. Nos creaste para que reflejáramos Tu imagen y así te glorificáramos. […]
Jesús, vemos en Ti lo que más falta hace en nuestra vida y en el mundo. Nos dices que aprendamos de Ti, porque eres manso y humilde de corazón (Mateo 11:29). Fuiste un modelo de mansedumbre y humildad aquí en la tierra. Nos has tratado con dulzura a pesar de nuestros pecados. Ayúdanos a aprender de Ti y seguir Tu ejemplo.
La mansedumbre es un rasgo de carácter reconfortante, una apacibilidad derivada de la fortaleza. Reconocemos que nos hace falta, Jesús. Tantas personas necesitan unas palabras amables, un gesto de compasión, una voz tranquila y sensata, unas frases suaves de estímulo, una tierna caricia. Ayúdanos, Jesús, a ser pacificadores. Ayúdanos a ser amables. Ayúdanos a ser cuidadosos con nuestras respuestas e interacciones con los demás. Ayúdanos a ser de los que calman las tormentas que azotan este mundo. […]
Padre, te pedimos que Tu Espíritu cultive y haga crecer en nosotros la mansedumbre. Sabemos que no podemos dar fruto si no estamos conectados a Ti; por eso nos aferramos a Ti, Jesús. Al seguir de cerca los pasos de nuestro Rabí, buscamos emularte […] para reflejar Tu mansedumbre y así glorificarte. Amén. Ashley McCullough[20]
Reflexiones
«Que su amabilidad sea evidente a todos. El Señor está cerca» (Filipenses 4:5, NVI).
«No solo debemos hablar con dulzura a nuestro prójimo, sino que nuestro corazón y nuestra alma deben estar llenos de dulzura.» San Francisco de Sales
«Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de bondad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia. Soportaos unos a otros y perdonaos unos a otros, si alguno tiene queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros» (Colosenses 3:12,13).
«La mansedumbre incluye cualidades envidiables como la de dominar nuestras energías, guardar la calma y un talante apacible cuando los ánimos están acalorados, tener un efecto tranquilizador en los que están furiosos o fuera de sí y poseer cierto tacto y gentil cortesía que motive a los demás a conservar su autoestima y dignidad.» Charles R. Swindoll
(Más sobre la virtud de la mansedumbre en Más como Jesús: Benignidad. Continuará.)
Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.
[1] 2 Corintios 1:3.
[2] Juan 4:4–29.
[3] Juan 8:1–11.
[4] Lucas 10:40–42.
[5] Mateo 11:29 (RVC).
[6] Efesios 4:1–3 (BLPH).
[7] Tito 3:2.
[8] Juan 1:29; Isaías 53:7.
[9] Lucas 13:34.
[10] Juan 10:14,15.
[11] Mateo 11:29.
[12] 1 Pedro 2:21 (NVI).
[13] 2 Timoteo 2:24 (NTV).
[14] La maravilla de la amabilidad (adaptado), Áncora, noviembre de 2018.
[16] Rick Warren, El poder de Dios para transformar su vida (Vida, 2018).