Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (3ª parte)

diciembre 18, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[Living Christianity: The Ten Commandments (Part 3)]

El cuarto mandamiento es el último de los diez que se centra en el deber de la humanidad para con Dios. Acuérdate del día sábado para santificarlo. Seis días trabajarás y harás toda tu obra, pero el séptimo día será sábado para el SEÑOR tu Dios. No harás en él obra alguna, ni tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu esclavo, ni tu esclava, ni tu animal, ni el forastero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días el SEÑOR hizo los cielos, la tierra y el mar, y todo lo que hay en ellos, y reposó en el séptimo día. Por eso el SEÑOR bendijo el día sábado y lo santificó[1].

Siendo los israelitas una sociedad agraria, trabajaban duro para poner comida en la mesa. Dios les ordenó guardar el sábado con el objeto de que cada semana se tomaran un día para reposar de sus labores. Dios bendijo el día sábado e hizo que fuera un motivo de bendición para el pueblo. No se estableció como una carga ni para imponer restricciones sobre sus actividades. El libro de Isaías dice que el sábado es una «delicia».

Si apartas tu pie por respeto al sábado, para no hacer tu capricho en mi día santo; si al sábado llamas delicia, consagrado al SEÑOR y glorioso; y si lo honras, no haciendo según tus propios caminos ni buscando tu propia conveniencia ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en el SEÑOR. Yo te haré cabalgar sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer de la heredad de tu padre Jacob. Porque la boca del SEÑOR ha hablado[2].

Con el tiempo la tradición judía adoptó interpretaciones legalistas del sábado y añadió reglas pormenorizadas respecto a qué actividades se permitían o no se permitían. Ya en la época de Jesús esas reglas eran parte de la tradición oral que más tarde se consignó por escrito en la Mishná judía y posteriormente en el Talmud. He aquí dos ejemplos que dan una idea de las detalladas normas en las que derivó:

Si un gentil enciende una lámpara, un israelita puede hacer uso de la luz; pero si la encendió en beneficio del israelita, está prohibido. Si llena de agua [un abrevadero] para dar de beber a su ganado, un israelita puede abrevar su propio ganado después de él; pero si el gentil lo hizo para el israelita, está prohibido[3].

Si se halla una piedra en la boca de un jarro, este se puede inclinar hacia un costado para que la piedra caiga. Si el jarro estaba entre otros jarros, se puede levantar y luego inclinar hacia un costado para que la piedra caiga[4].

Los fariseos habitualmente acusaban a Jesús y Sus discípulos de quebrantar el cuarto mandamiento. Hacen lo que no está permitido hacer en sábado[5], denunciaban. Sin embargo, en cada uno de esos episodios no estaban desobedeciendo el sentido original del mandamiento, sino más bien las reglas suplementarias añadidas por los dirigentes religiosos.

A lo largo de la Historia ha habido cristianos que consideran el domingo equivalente al sábado del Antiguo Testamento. En ese sentido, piensan que el domingo es un día en que deben cesar en el trabajo, el empleo y en algunos casos en la recreación, y dedicar más bien la jornada al culto público o privado. Los que asumen esa postura por lo general se autodenominan sabatarios, toda vez que se adhieren a los códigos sabáticos del Antiguo Testamento, con la diferencia de que guardan el domingo en lugar del sábado. Profesan que es una obligación moral establecida por Dios en Génesis 2:2,3 cuando Él descansó en el séptimo día y lo bendijo y santificó. Asimismo, en Éxodo 20 el motivo esgrimido para observar el sábado es que Dios reposó en el séptimo día.

Por eso el SEÑOR bendijo el día sábado y lo santificó[6].

Los sabatarios también sostienen que como el cuarto mandamiento es parte de los Diez Mandamientos, representa —al igual que todos los demás— una obligación moral permanente. Consideran que no hay nada en el Nuevo Testamento que derogue el mandamiento sabatino del Antiguo Testamento.

La mayoría de los cristianos no son sabatarios y no observan el sábado prescrito en el Antiguo Testamento, aunque tradicionalmente se ha considerado el domingo un día de culto y muchos cristianos de todas partes del mundo asisten a una iglesia o a encuentros fraternales ese día. En todo caso la mayoría no cree que sea una falta moral ni un pecado si por algún motivo no pudo asistir a la iglesia o le tocó realizar un trabajo imperativo el domingo.

Como lo explicamos en «Vivir el cristianismo: La antigua y la nueva alianza», nueve de los Diez Mandamientos se ratifican en el Nuevo Testamento, siendo el cuarto la única excepción. Esto indica que guardar el sábado no era una ley moral instituida para todos los pueblos de todos los tiempos, sino más bien una ley explícita para el pueblo de Israel que vivía bajo el régimen de la Ley Mosaica. El apóstol Pablo escribió que el sábado era una sombra que se había cumplido en Cristo.

Así que nadie los juzgue a ustedes por lo que comen o beben, o con respecto a días de fiesta religiosa, de luna nueva o de reposo. Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo[7].

En la epístola a los Romanos el apóstol Pablo escribió que los creyentes deben respetar mutuamente las decisiones de los demás en cuanto a la observancia o no de los días festivos.

Uno hace diferencia entre día y día, mientras que otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido de lo que piensa. El que distingue un día de otro, lo hace para el Señor; y el que no distingue el día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y también da gracias a Dios[8].

Pese a que el Nuevo Testamento no enseña que los cristianos deben valorar el domingo por sobre los demás días, algunos cristianos sí consideran que es una obligación hacerlo. Según lo expresado por Pablo, se debe respetar a quienes creen que el domingo es el equivalente al sábado cristiano, un día en que no se debe trabajar y que es necesario dedicar al descanso y al culto. A quienes consideran que el domingo es el día señalado para adorar al Señor, pero no lo tratan como un día en que no se debe trabajar o realizar actividades profanas, también se los debe respetar. Igualmente hay que respetar a quienes estiman que ningún día en particular es más sagrado que otro. Para algunos cristianos simplemente no es posible congregarse en domingo, por lo que se reúnen a orar y venerar al Señor en un día de semana.

En su epístola a los Gálatas Pablo se mostró sorprendido de que las iglesias, más allá de permitir que los fieles observaran determinados días, exigían que lo hicieran.

Ahora que conocen a Dios, o más bien, que Dios los conoce a ustedes, ¿cómo es que han vuelto de nuevo a los débiles y pobres rudimentos, a los cuales quieren volver a esclavizarse? Ustedes guardan los días, los meses, los tiempos y los años[9].

A la iglesia de Colosas escribió:

Por tanto, nadie los juzgue en asuntos de comida o de bebida, o respecto a días de fiesta, lunas nuevas o sábados[10].

Dado que no existe ninguna estipulación o mandamiento moral que obligue a los cristianos a guardar el sábado (domingo), no estamos sujetos a ello. Por ende somos libres de optar por hacerlo o no.

Si bien el Nuevo Testamento no exige que se practiquen con regularidad actos de culto, oración y confraternidad con otros creyentes, la Escritura propone firmemente que los cristianos hagan esas cosas. En la epístola a los hebreos leemos:

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras, no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca[11].

A lo largo de las epístolas hay varias referencias en que se insta a los cristianos a reunirse para disfrutar de la hermandad, orar y adorar. Recíbanse unos a otros[12]; salúdense unos a otros[13]; consuélense[14]; hablando entre ustedes con salmos, himnos y canciones espirituales; cantando y alabando al Señor en su corazón[15]; instrúyanse y aconséjense unos a otros[16]; anímense y edifíquense unos a otros[17]; confiésense unos a otros sus pecados, y oren unos por otros[18]; practiquen la hospitalidad entre ustedes[19], y que nos amemos unos a otros[20]. A pesar de que los cristianos no estamos obligados moralmente a guardar el sábado, está claro que debemos congregarnos para confraternizar, orar y rendir culto.

Aunque los cristianos no estamos obligados por ley religiosa a tomarnos un tiempo libre, hacerlo es saludable espiritual y físicamente. Tomar tiempo libre repone la energía mental, estimula la inventiva, reduce el estrés, nos refresca física y mentalmente y nos permite pasar tiempo con la familia y los amigos, al igual que con el Señor.

Los asuetos no necesariamente hay que tomarlos los domingos, aunque para muchos en Occidente ese es el día —junto con el sábado en algunos países— en que cierran muchas empresas, negocios, entidades de la administración pública, colegios y demás; por eso resulta conveniente tomarse el domingo libre. Claro que a mucha gente su oficio le exige trabajar los domingos. Ejemplos de ello son los sacerdotes y pastores, médicos, enfermeras y otros trabajadores hospitalarios, los dueños y empleados de restaurantes y tiendas, etc. Según las Escrituras, no hay día que sea mejor que otro para descansar ni existe tampoco estipulación religiosa que exija tomar un día libre del trabajo cada semana, si bien es prudente hacerlo con la mayor frecuencia posible.

No solo es sensato tomarse un tiempo libre cada semana —hay quienes pueden tomarse el fin de semana entero—, sino que también es beneficioso hacer, en la medida de lo posible, asuetos más largos para descansar del trabajo. En los tiempos veterotestamentarios la Ley Mosaica prescribía periodos más largos para reposar de la faena, entre ellos diversas fiestas, algunas de las cuales duraban siete días. Jesús también se llevó aparte a Sus discípulos para periodos ocasionales de descanso.

—Vengan conmigo ustedes solos a un lugar tranquilo y descansen un poco[21].

Retirarse por periodos de tiempo más largos ofrece beneficios mentales, espirituales y físicos.

El esquema de trabajo, descanso y culto establecido por Dios nos hace comprender que Él dispuso el trabajo, que a Él le agrada cuando trabajamos productivamente en las vocaciones y oficios a los que nos ha conducido, por cuanto son un aporte para la sociedad. También entendemos que Dios quiere que descansemos de nuestras labores, que saquemos tiempo para refrescarnos y reabastecernos en espíritu.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Éxodo 20:8–11.

[2] Isaías 58:13–14.

[3] Danby, Herbert, The Mishna (Oxford: Oxford University Press, 1933), 115. (Mishnah, Shabbath, 16.8).

[4] Ibídem, 118. (Mishnah, Shabbath, 21:2).

[5] Mateo 12:2.

[6] Éxodo 20:11.

[7] Colosenses 2:16,17 (NVI).

[8] Romanos 14:5,6.

[9] Gálatas 4:9,10 (RVC).

[10] Colosenses 2:16.

[11] Hebreos 10:24,25.

[12] Romanos 15:7.

[13] Romanos 16:16.

[14] 2 Corintios 13:11 (RVC).

[15] Efesios 5:19.

[16] Colosenses 3:16 (NVI).

[17] 1 Tesalonicenses 5:11 (RVC).

[18] Santiago 5:16 (NVI).

[19] 1 Pedro 4:9 (NVI).

[20] 1 Juan 3:23 (BLPH).

[21] Marcos 6:31.