Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (Pornografía)

marzo 17, 2020

Enviado por Peter Amsterdam

[Living Christianity: The Ten Commandments (Pornography)]

(Partes de este artículo provienen de los libros Christian Ethics[1] de Wayne Grudem y Christian Ethics: Contemporary Issues and Options[2] de Norman Geisler.)

Continuaremos esta publicación con nuestra subcategoría de artículos sobre los Diez Mandamientos referentes a las relaciones humanas y la sexualidad. El séptimo mandamiento dispone que «no cometerás adulterio»[3]. Este mandamiento prohíbe que una persona casada tenga relaciones sexuales con cualquier otra persona que no sea su cónyuge. Asimismo enseña que las relaciones sexuales entre quienes no están casados están prohibidas.

El décimo mandamiento, que cubriremos más adelante en esta serie, expresa:

No codiciarás la casa de tu prójimo; no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su esclavo, ni su esclava, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que sea de tu prójimo[4].

Codiciar algo significa desearlo con ansia, poner el corazón y el pensamiento en algo, anhelarlo. El décimo mandamiento se pronuncia en contra de desear o anhelar algo que no nos pertenece, incluido el cónyuge de otra persona.

Al citar el séptimo mandamiento en el Evangelio de Mateo, Jesús trajo a colación el principio expresado en el décimo mandamiento, que tiene que ver con la codicia:

Ustedes han oído que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero Yo les digo que todo el que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón[5].

Jesús no solo se enfocó en el acto de adulterio, sino también en el deseo o apetito de una persona por cometerlo. Con ello demostró que el hecho de desear una unión sexual con otra persona que no sea el cónyuge está moralmente mal.

Jesús manifestó que mirar a una mujer para codiciarla es pecado. ¿Qué puede decirse entonces de mirar fotos o leer textos que excitan sexualmente? ¿Es moralmente incorrecto mirar la foto de una mujer codiciándola, o sea con lujuria? Aquí la intención es importante. Uno puede mirar una pintura clásica con estampas de hombres y mujeres desnudos sin codiciarlos o sin apetito sexual. El propósito de mirar esas expresiones artísticas es observar y admirar la pintura como obra de arte. Uno por lo general no la está mirando para excitarse sexualmente.

La pornografía, sin embargo, no se enmarca en la misma categoría del arte clásico. La diferencia reside en que la pornografía retrata la desnudez y los actos sexuales con la expresa finalidad de excitar los deseos sexuales del observador. Dichos deseos los despierta además una persona distinta del cónyuge. De ahí que la pornografía sea contraria a las normas morales de Dios[6]. El empleo de la pornografía es reprensible espiritualmente, toda vez que la intención por la que se produce y se mira es para excitar deseos sexuales que desagradan a Dios y que por tanto son inaceptables moralmente. Además, rebaja a las mujeres, pues las cosifica para satisfacerse uno mismo en lugar de apreciarlas como creación de Dios a la que se debe dignificar y respetar.

(Algunas estadísticas sugieren que de las personas que ven pornografía con regularidad, entre el 70 y el 75% son hombres y el 25 y el 30% son mujeres. Si bien hay mujeres que miran pornografía, dado que la mayoría son hombres, a lo largo de este artículo me referiré a veces al hombre o al esposo; no obstante, el mismo principio se aplica a las mujeres.)

El consumo de pornografía puede causar graves perjuicios a los matrimonios y a otras relaciones sentimentales. Puede tener propensión a distraer los afectos y apartarlos del cónyuge, y trasladarlos fuera del matrimonio. Puede llevar al marido a desviar la inclinación emocional que siente por su esposa y apartar su corazón de ella y de su afecto. Algunas señales de que un marido está consumiendo pornografía son un menguante interés en disfrutar de relaciones sexuales con su esposa, expresiones de ira cuando se le pregunta sobre el uso de pornografía, un distanciamiento emocional con relación a su cónyuge, tendencia a criticar su aspecto, un cada vez mayor secretismo, excesivo uso de la Internet y conductas antisociales.

Se sabe que la pornografía es adictiva. Diversos estudios han demostrado que el cerebro de avezados usuarios de porno presenta un comportamiento muy similar al de los toxicómanos. Hay un elemento en el cerebro humano que se denomina vía misolímbica (vía de recompensa). Su función es premiarte cuando haces algo que te produce buenas sensaciones, liberando sustancias químicas causantes de placer. Sin embargo, esta vía puede ser violentada. El consumo de estupefacientes adictivos como la cocaína y la metanfetamina afecta la vía de recompensa, forzándola a emitir altas concentraciones de sustancias químicas. Se ha descubierto que la observación de pornografía provoca la misma reacción. Las sustancias químicas que fluyen a través del cerebro crean nuevas vías cerebrales que hacen que el usuario de pornografía retorne al comportamiento que produjo la emisión química. Cuanto más vea porno la persona, más profundamente se instalan esas vías en su cerebro. Como ocurre con las drogas adictivas, cuanto más se consume pornografía, más se desea. Además, es muy probable que quienes miran mucha pornografía descubran que su cerebro se habitúa a la que ya han visto y por ende se inclinen a avanzar hacia formas más extremas de la misma para excitarse.

Las relaciones íntimas exigen una inversión de tiempo y energía. Asimismo demandan sacrificio y vulnerabilidad, todo lo cual puede ser trabajoso. Recurrir a la pornografía puede ser un medio barato de encontrar satisfacción sexual y a la vez ahorrarse la inversión emocional que hace falta para construir una relación amorosa robusta con otro ser humano. Es factible que derive en rupturas de relaciones y matrimonios. Un sondeo realizado entre 350 abogados especialistas en divorcio de la American Academy of Matrimony Lawyers reveló que en gran cantidad de los casos de divorcio en que litigaban, una de las partes era consumidor compulsivo de pornografía.

Según las investigaciones, una vez que los hombres se han visto expuestos a la pornografía se manifiestan menos enamorados de su pareja que los que no ven porno. Otro estudio demostró que luego de exponerse a la pornografía las personas se muestran más críticas del aspecto de su pareja, de su desempeño sexual y sus manifestaciones de afecto. El consumo habitual de pornografía puede repercutir en que la persona se sienta menos excitada por su cónyuge. Puede también acarrear que se aparte de las relaciones humanas estrechas y en cambio recurra a la fuente de estimulación que ve en la pantalla o página. Es susceptible de alterar gustos y preferencias sexuales e inducir a conductas más anómalas, peligrosas o ilícitas que las que antes despertaban deseo.

Parte del flanco más sensible y ruin de la industria pornográfica es que está ligada al tráfico sexual. El doctor Mahri Irvine escribió:

Sinceramente desearía que la gente que mira pornografía estuviera más enterada del [vínculo de ésta con el tráfico sexual]. Creo que esas personas piensan que están participando de manera muy pasiva en dicha actividad. Se hacen la idea de que: «Ah, esto es algo que hago en la intimidad de mi hogar; es un simple video que estoy viendo». No lo asocian con el hecho de que la pornografía, con harta frecuencia, es la violación filmada de víctimas de tráfico sexual[7].

Noel Bouché, director ejecutivo de pureHope, explica:

Aunque el contenido pornográfico presenta víctimas de tráfico sexual procedentes de distintas partes del mundo, a los consumidores de porno no se les informa nada sobre los actores, entre ellos los que puedan haber sido traficados desde temprana edad. Es posible que los usuarios frecuentes de pornografía virtual estén consumiendo presentaciones crudas de sexo que incluyan víctimas adultas e infantiles de tráfico sexual[8].

En la epístola a los Gálatas leemos:

Anden en el Espíritu, y así jamás satisfarán los malos deseos de la carne. Porque la carne desea lo que es contrario al Espíritu, y el Espíritu lo que es contrario a la carne. Ambos se oponen mutuamente para que no hagan lo que quisieran. [… ] Ahora bien, las obras de la carne son evidentes. Estas son: inmoralidad sexual, impureza, desenfreno […][9]

Desde luego que ver pornografía se enmarca dentro de la categoría de obras de la carne, por cuanto es sexualmente inmoral, impuro y lujurioso, y por ende contrario al fruto del Espíritu. La Escritura nos instruye: Huyan de la inmoralidad sexual. Todos los demás pecados que una persona comete quedan fuera de su cuerpo; pero el que comete inmoralidades sexuales peca contra su propio cuerpo[10].

La afirmación de Jesús en el sentido de que «el que mira a una mujer para codiciarla ya adulteró con ella en su corazón» deja claro que la pornografía es moralmente reprobable[11]. Aparte de adoptar una postura clara de no mirar tú mismo pornografía, es también posible bloquear el acceso a la misma en computadoras y celulares si sospechas que tu hijo menor o adolescente puede estar viéndola o para evitar que empiece a verla. Existen diversos sitios web que ofrecen instrucciones sobre cómo bloquear el acceso a portales de pornografía en tu computadora. Uno que ofrece buena guía es: https://comobloquear.es/pornografia-internet/

Mirar a una persona atractiva y admirar su belleza, como en una obra de arte, no es pecaminoso. Por otra parte, ver pornografía —entendida esta como imágenes y videos de desnudos con el propósito de excitarse sexualmente— está mal conforme a la Escritura. Quienes aspiran a vivir según las normas morales cristianas y eligen seguir a Jesús y aplicar las palabras de Jesús a su vida querrán evitar el consumo de pornografía.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Grudem, Wayne, Christian Ethics (Wheaton: Crossway, 2018).

[2] Geisler, Norman L., Christian Ethics: Contemporary Issues and Options (Baker Academic, 2010).

[3] Éxodo 20:14.

[4] Éxodo 20:17.

[5] Mateo 5:27,28.

[6] Grudem, Christian Ethics, 786.

[7] Luke Gibbons «”The Porn Industry Is Modern-Day Slavery”: How Pornography and Sex Trafficking Are Linked», CBN, 26 de abril de 2019, https://www2.cbn.com/news/news/porn-industry-modern-day-slavery-how-pornography-and-sex-trafficking-are-linked

[8] Íbidem.

[9] Gálatas 5:16,17,19.

[10] 1 Corintios 6:18 (NVI).

[11] Mateo 5:28.