Vivir el cristianismo: Los Diez Mandamientos (Veracidad)

octubre 27, 2020

Enviado por Peter Amsterdam

[Living Christianity: The Ten Commandments (Truthfulness)]

(Partes de este artículo provienen de los libros The Doctrine of the Christian Life de John M. Frame[1] y Kingdom Ethics de Glen H. Stassen y David P. Gushee[2].)

El noveno mandamiento dicta:

No darás falso testimonio contra tu prójimo[3].

Este mandamiento trata sobre la veracidad. Se presenta en el contexto de dar testimonio en un juicio y ordena que quien testifique no debe mentir. Sin embargo, no se limita a atestiguar en un marco legal; también se refiere a ser veraces en nuestros asuntos cotidianos. El mismo concepto aparece también en versículos como los siguientes:

Los labios mentirosos son abominación al SEÑOR[4].

El testigo falso no quedará sin castigo, y el que dice mentiras perecerá[5].

Desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo, porque somos miembros los unos de los otros[6].

En el presente artículo nos concentraremos en dos aspectos de la veracidad: votos y juramentos, y mentir.

Votos y juramentos

A lo largo del Antiguo Testamento leemos de personas que prestaban juramento o hacían votos sagrados. En aquella época, cuando se hacía un voto o se prestaba un juramento, lo acordado era legalmente vinculante, tal y como sucede hoy en día cuando dos partes firman un contrato.

He aquí algunos ejemplos:

Abimelec y Ficol, jefe de su ejército, le dijeron a Abraham:
—Dios está contigo en todo cuanto haces. Ahora, pues, júrame aquí, por Dios, que no nos harás mal a mí ni a mi hijo ni a mi nieto, sino que, conforme a la bondad que yo tuve contigo, harás tú conmigo y con la tierra en la que ahora habitas.
Y respondió Abraham:
—Lo juro
[7].

Entonces dijo Esaú:
—Me estoy muriendo, ¿para qué, pues, me servirá la primogenitura?
Dijo Jacob:
—Júramelo en este día.
Él se lo juró, y vendió a Jacob su primogenitura[8].

Jacob también hizo un voto diciendo:
—Si Dios está conmigo y me guarda en este viaje que realizo, si me da pan para comer y vestido para vestir, y yo vuelvo en paz a la casa de mi padre, el SEÑOR será mi Dios. Esta piedra que he puesto como señal será una casa de Dios, y de todo lo que me des, sin falta apartaré el diezmo para ti
[9].

[Ana] hizo un voto diciendo:
—Oh SEÑOR de los Ejércitos, si te dignas mirar la aflicción de Tu sierva, te acuerdas de mí y no te olvidas de Tu sierva, sino que le das un hijo varón, entonces yo lo dedicaré al SEÑOR por todos los días de su vida, y no pasará navaja sobre su cabeza
[10].

En el contexto del Antiguo Testamento también se caracteriza a Dios haciendo promesas y prestando juramentos. Ejemplo de ello es la promesa que hizo a Abraham.

—He jurado por Mí mismo, dice el SEÑOR, que porque has hecho esto y no me has rehusado tu hijo, tu único, de cierto te bendeciré y en gran manera multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está en la orilla del mar. Tu descendencia poseerá las ciudades de sus enemigos. En tu descendencia serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste Mi voz[11].

Hacer un voto y prestar un juramento en nombre de Dios equivale a declarar que lo que decimos o convenimos es veraz, y que estamos dispuestos a exponernos a la justicia divina en caso de faltar a nuestra palabra. Un voto es una señal por la que garantizamos que nuestra promesa, nuestra palabra, es auténtica y que guardaremos las promesas hechas.

Cuando algún hombre haga al SEÑOR un voto o un juramento asumiendo obligación, no violará su palabra; hará conforme a todo lo que ha salido de su boca[12].

En el Nuevo Testamento hallamos ejemplos de votos que se hicieron.

Pablo permaneció allí muchos días. Luego se despidió de los hermanos y navegó a Siria, junto con Priscila y Aquila. En Cencrea se rapó la cabeza, porque tenía hecho voto[13].

En los escritos de Pablo hallamos otras afirmaciones en las que apeló al nombre de Dios para garantizar que lo que escribía era verdad.

Yo invoco a Dios por testigo sobre mi alma, que es por consideración a ustedes que no he pasado todavía a Corinto[14].

En cuanto a lo que les escribo, he aquí delante de Dios que no miento[15].

Dios me es testigo de cómo los añoro a todos ustedes con el profundo amor de Cristo Jesús[16].

Parte de nuestra fe y de nuestro ejemplo cristiano consiste en ser veraces y dignos de confianza. Cuando hacemos un voto o prestamos un juramento empeñamos nuestra palabra y por ende nos corresponde hacer lo máximo posible por cumplir con lo que hemos acordado. Dado que queremos ser veraces y cumplir con nuestros compromisos haciendo lo que hemos prometido, es preciso reflexionar con prudencia y oración sobre las promesas que hacemos o las cosas a las que nos comprometemos. Cuando hacemos promesas o votos, lo hacemos tomando a Dios por testigo. Habiendo, pues, dado nuestra palabra ante Él, estamos obligados a cumplirlos. Todo voto o juramento que prestemos no debe hacerse sino después de un largo proceso de reflexión y oración.

Mentir

El noveno mandamiento —No darás falso testimonio contra tu prójimo— engloba el pecado de mentir. Mientras que la verdad constituye una representación precisa de los hechos, la mentira es una distorsión intencionada de los mismos. La Escritura nos dice que Jesús es la encarnación misma de la verdad. Así lo expresa Juan 14:6:

Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por Mí.

Esto se reitera asimismo en las Epístolas, en las que leemos que la verdad está en Jesús[17]. Se nos dice también que el Espíritu Santo es el Espíritu de verdad[18].

En contraste, la Escritura enseña que Satanás es la fuente de la falsedad y las mentiras. Jesús llamó mentiroso a Satanás y «padre de la mentira»[19]. Infiltró la primera mentira en el huerto del Edén al inferir que Dios mentía.

La mujer respondió a la serpiente:
—Podemos comer del fruto de los árboles del jardín. Pero del fruto del árbol que está en medio del jardín ha dicho Dios: «No coman de él ni lo toquen, no sea que mueran».
Entonces la serpiente dijo a la mujer:
—Ciertamente no morirán. Es que Dios sabe que el día que coman de él, los ojos les serán abiertos, y serán como Dios, conociendo el bien y el mal
[20].

La Escritura expresa con claridad que Dios se opone vehementemente a la falsedad.

Los labios mentirosos son abominación al SEÑOR[21].

En Proverbios 6 leemos que seis cosas aborrece el SEÑOR, y aun siete abomina su alma. Uno de los elementos de esta lista es la lengua mentirosa[22]. También se nos advierte que el testigo falso no quedará sin castigo, y el que dice mentiras perecerá[23]. El testigo mentiroso perecerá[24].

La veracidad es importante, porque la sinceridad y la franqueza están fundamentadas en el carácter de Dios; de modo que debemos ser veraces, ya que Dios es veraz. El apóstol Pablo alude al Dios que no miente[25]. A Jesús y al Espíritu Santo se los califica como la verdad.

Jesús le dijo: —Yo soy el camino, la verdad y la vida[26].

Cuando venga el Espíritu de verdad, él los guiará a toda la verdad[27].

El Espíritu es el que da testimonio, porque el Espíritu es la verdad[28].

A la Palabra de Dios también se la denomina la verdad.

Santifícalos en Tu verdad: Tu palabra es verdad[29].

Tu justicia es justicia eterna, y Tu Ley, la verdad[30].

Se nos insta a los creyentes a emular a Dios; siendo Él la verdad, nosotros debemos ser veraces.

¿Es moralmente aceptable mentir alguna vez? La respuesta fácil es no, nunca debemos mentir, y en la mayoría de los casos es lo correcto. Así y todo, existen ciertas situaciones muy excepcionales en que sería moralmente aceptable no decir la verdad. Hay ejemplos bíblicos de personas que mintieron para salvar la vida. En el capítulo primero del Éxodo leemos sobre las parteras hebreas a las que el rey de Egipto ordenó matar a todos los niños de su raza. Estas desobedecieron, y cuando el rey las interrogó al respecto, mintieron, aduciendo que las mujeres hebreas no son como las egipcias; son robustas y dan a luz antes que llegue la partera. Por tanto, Dios favoreció a las parteras[31]. Otro caso de una persona que mintió en el Antiguo Testamento para salvar vidas fue el de Rahab, la cual engañó a los soldados de Jericó con tal de librar de la muerte a los espías israelitas[32].

Un ejemplo extrabíblico se encuentra en la vida de Corrie ten Boom, cuya familia ocultaba judíos en su casa en tiempos de la ocupación nazi de Holanda durante la Segunda Guerra Mundial. Cuando la Gestapo le preguntó si había judíos escondidos en su casa, ella mintió a las autoridades para salvaguardar vidas. En tal caso la obligación de salvar vidas pesaba más que la de decir la verdad, sobre todo cuando esto último acarrearía probablemente como consecuencia la muerte de personas inocentes.

Si bien raramente pueden ocurrir incidentes en que sería aceptable en sentido moral no decir la verdad, la inmensa mayoría del tiempo decir la verdad es lo correcto moralmente y lo acorde con la naturaleza y carácter de Dios.

Nos recomendamos en todo como ministros de Dios […] en palabra de verdad, en poder de Dios[33].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.


[1] Frame, John, The Doctrine of the Christian Life (Phillipsburg: P&R Publishing), 2008.

[2] Stassen, Glen H., y Gushee, David P., Kingdom Ethics (Downers Grove: InterVarsity Press), 2003.

[3] Éxodo 20:16. V. también Deuteronomio 5:20.

[4] Proverbios 12:22.

[5] Proverbios 19:9.

[6] Efesios 4:25.

[7] Génesis 21:22–24.

[8] Génesis 25:32,33.

[9] Génesis 28:20–22.

[10] 1 Samuel 1:11. V. también: Génesis 50:5,6, Josué 6:26, 1 Samuel 14:24, Nehemías 13:2.

[11] Génesis 22:15–18. V. también Génesis 26:1–5.

[12] Números 30:2.

[13] Hechos 18:18.

[14] 2 Corintios 1:23.

[15] Gálatas 1:20.

[16] Filipenses 1:8.

[17] Efesios 4:21.

[18] Juan 14:17. V. también Juan 15:26, 16:13.

[19] Juan 8:44 (RVC).

[20] Génesis 3:2–5.

[21] Proverbios 12:22.

[22] Proverbios 6:16,17.

[23] Proverbios 19:9.

[24] Proverbios 21:28.

[25] Tito 1:2.

[26] Juan 14:6.

[27] Juan 16:13.

[28] 1 Juan 5:6.

[29] Juan 17:17.

[30] Salmo 119:142.

[31] Éxodo 1:19,20.

[32] Josué 2:1–24.

[33] 2 Corintios 6:4–7.