1 Corintios: Capítulo 1 (versículos 26-31)

abril 2, 2024

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 1 (verses 26-31)]

Los siguientes 6 versículos nos llevan al fin del capítulo 1 de la primera epístola a los Corintios.

Hermanos, consideren su propio llamamiento: no muchos de ustedes son sabios, según criterios meramente humanos; tampoco son muchos los poderosos ni muchos los de noble cuna[1].

Pablo pide a los corintios que piensen en su llamamiento, que reflexionen sobre cómo llegaron a la fe y el estatus que tenían en la sociedad de entonces. Previamente el apóstol ya había hecho varias referencias al «llamamiento»[2]. Considera que este es significativo, ya que no solo alude a las convocatorias de Dios, sino a Su poder transformador. Pablo desea que reflexionen sobre la condición en que llegaron a ser cristianos y cómo recibieron inmerecidamente el amor y la vocación divinos. Los califica de «hermanos» (y hermanas). En el capítulo siguiente se referirá a su propio llamamiento como demostración de la gracia de Dios[3].

Pablo trae a colación el rango social de los creyentes de Corinto. Señala que la mayoría de los cristianos de la iglesia de esa ciudad era de categoría baja. Los tres términos que utiliza —sabios, poderosos y de noble cuna— describen los elementos de la sociedad que se tenían en alta estima. A los sabios se los consideraba inteligentes dentro de la colectividad; probablemente se trataba de personas leídas, educadas y hábiles para la oratoria. Los poderosos ejercían influencia en la población; tal vez se trataba de gente acaudalada, con ascendiente político o ambas cosas. Los de noble cuna eran herederos de los poderosos y pudientes, los que tenían prestigio dentro de la sociedad.

Pablo describe a los sabios según criterios meramente humanos (o en otras traducciones, según la carne). Esta frase se usa 6 veces en 2ª a los Corintios[4]. En los escritos de Pablo esta frase tiene significación espiritual y contrasta con lo que proviene del Espíritu o de Dios. En el contexto de este pasaje, se exponen distintas condiciones espirituales. Pablo contrasta la sabiduría de este mundo con la de Dios. Más adelante (v. 2:12) contrapone «el espíritu de este mundo» con «el Espíritu que procede de Dios». Una de las preocupaciones del apóstol es que los corintios hacen juicios entre ellos basados en la percepción mundana de cómo deben ser las cosas en lugar de basarse en la percepción divina de las mismas. Apela a los corintios para que deliberen sobre el poder y sabiduría de Dios, y contrasta estos con el poder y sabiduría divinos. Los insta a volver a las Escrituras, puesto que la sabiduría reside en la Palabra de Dios.

Más bien, Dios ha elegido lo necio del mundo para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo Dios ha elegido para avergonzar a lo fuerte[5].

Habiendo declarado que no muchos de los creyentes de Corinto eran sabios según los criterios del mundo y que no muchos eran poderosos o de noble cuna, Pablo demuestra claramente su argumento de que Dios hace las cosas a Su propia manera. Se nos dice tres veces que «Dios ha elegido». Dios elige conceder Su amor y gracia a quien le plazca. Pablo demuestra el privilegio que es ser elegido por Dios. Llama a los corintios «necios» según los parámetros del mundo; aun así, Dios los eligió. El apóstol conoce las profundidades de la gracia y el amor divinos. Les dice a sus oyentes que si reflexionan sobre lo que Dios ha hecho por ellos verán que el amor de Dios y Sus prioridades difieren claramente de los de la humanidad.

Dios ha elegido lo vil del mundo y lo menospreciado; lo que no es, para deshacer lo que es[6].

Anteriormente Pablo había mencionado a los que no son de noble cuna (v. 26); es decir, los que no eran de alta alcurnia. Enseguida escribe que Dios escogió a los de poca estima, los pobres, los plebeyos, los socialmente inferiores. Algunos subestimaban y despreciaban a los que no eran bien nacidos; así veía la gente de su entorno a muchos de los cristianos de corinto. Sin embargo, un pueblo nuevo se había gestado.

Pablo dijo que Dios había optado por «deshacer lo que es». La palabra «deshacer» indica juicio y destrucción. La prédica del Cristo crucificado trastoca los valores del mundo. Suscita lo que parece necio y débil a los ojos del mundo y juzga despreciativamente —avergüenza y anula— lo que el mundo considera valioso.

a fin de que nadie se jacte delante de Dios[7].

Dios deliberadamente ha escogido lo necio del mundo —la cruz y a los creyentes de Corinto— a fin de echar por tierra todo argumento que pueda tener una persona para acercarse a Dios portando algún bien entre las manos. Nada que una persona posea le puede otorgar ventaja delante de Dios; ninguna realización, caudal o categoría social tiene valor para Él.

Pablo es quien usa mayoritariamente el verbo jactar en el Nuevo Testamento. Es probable que empleara esa palabra con referencia a Jeremías 9:23,24, que citará en el versículo 31. Por lo general no se tiene una percepción muy favorable de la jactancia; no obstante, el uso que se le da aquí puede tener el sentido de enorgullecerse o gloriarse de algo. Un autor lo explica así: Al pie de la cruz el suelo es plano; no hay ni una sola cosa que ninguno de nosotros posea que le otorgue ventaja ante el Dios viviente: ni la genialidad, ni la influencia social, ni los logros, ni el dinero, ni el prestigio[8].

Por Él están ustedes en Cristo Jesús, a quien Dios hizo para nosotros sabiduría, justificación, santificación y redención[9].

Pablo ya se había referido antes (v. 28) a «lo que no es». Aquí, por contraste, infiere que a causa de Dios «son», están en Cristo. Dios es la causa de que se hayan convertido en creyentes en Cristo Jesús. Es a través de la muerte y resurrección de Jesús que la posibilidad de la salvación por gracia está a nuestro alcance. Él es la manifestación del plan de Dios para salvar y juzgar. Es el único medio por el que alguien puede alcanzar la posición y estima que importa, es decir, la que se tiene ante Dios.

Mientras avanza hacia el último versículo (v. 31), que es una cita del libro de Jeremías, Pablo añade tres palabras: justificación (en algunas versiones «justicia»), santificación y redención. Si bien cada una tiene que ver con nuestra posición ante Dios, poseen un significado distinto.

Justificación se relaciona con la forma en que, según Jeremías, actúa Dios, o sea, con amor inagotable, derecho y justicia[10]. Él se complace con esas cosas y exige que Su pueblo las practique.

La santificación tiene que ver con el estatus que los cristianos tienen «en Cristo». Generalmente se considera que la santificación es un proceso que tiene lugar a lo largo de toda la vida, mediante el cual uno se va asemejando más a Cristo y va adquiriendo santidad. El llamado a llevar una vida santa, que constituye parte importante de esta epístola, proviene de la obra que Dios realizó preliminarmente en Cristo, por la cual los cristianos somos separados y elegidos por Dios.

El concepto de redención proviene del ámbito de la esclavitud y el pago del precio para la adquisición de un esclavo. La liberación de Israel de la esclavitud egipcia y su arribo a la tierra prometida se consideraba la «redención» divina[11]. Pablo relaciona lo sucedido en el pasado con la época en que vivía él. Gracias al sacrificio de Cristo en la cruz y Su resurrección, los cristianos serán llevados para reunirse en las alturas con Cristo, libres del dominio del pecado y de la justicia de Dios. Sin mediar ninguna acción de parte de ellos y sin ninguna sabiduría o plan humano, la obra de Dios a través de la crucifixión de Cristo consiguió lo que hacía falta para que se les permitiese presentarse ante Dios.

para que, como está escrito: El que se gloría, gloríese en el Señor[12].

La frase gloriarse en el Señor es una cita no textual de Jeremías 9:23 y 24: Así ha dicho el Señor: «No se alabe el sabio en su sabiduría, ni se alabe el valiente en su valentía, ni se alabe el rico en sus riquezas. Más bien, alábese en esto el que se alabe: en entenderme y conocerme, que Yo soy el Señor, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra. Porque estas cosas me agradan», dice el Señor.

La obra de Dios en Cristo constituye el cumplimiento de la cita de Jeremías. El Cristo crucificado ha demostrado que no hay sino una jactancia posible, ya que todo es de parte de Dios y está en el Señor. Pablo toma un tema destacado del Antiguo Testamento y lo adapta aquí como principio general para abordar la problemática corintia. Los corintios no deben jactarse de otra cosa que en lo que Dios ha realizado entre ellos.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.



[1] 1 Corintios 1:26 (nvi).

[2] 1 Corintios 1:1, 2, 9, 24.

[3] 1 Corintios 2:1–5.

[4] 2 Corintios 1:17; 5:16 [dos veces]; 10:2, 3; 11:18.

[5] 1 Corintios 1:27.

[6] 1 Corintios 1:28.

[7] 1 Corintios 1:29.

[8] Fee, Gordon D., La primera epístola a los Corintios (Nueva Creación, Buenos Aires 1994), 96.

[9] 1 Corintios 1:30.

[10] Jeremías 9:24.

[11] Salmo 111:9.

[12] 1 Corintios 1:31.