1 Corintios: Capítulo 12 (versículos 1-11)

julio 1, 2025

Enviado por Peter Amsterdam

[1 Corinthians: Chapter 12 (verses 1–11)]

Pero no quiero que ignoren, hermanos, acerca de los dones espirituales (1 Corintios 12:1).

Pablo inicia este capítulo de su epístola a los Corintios refiriéndose a los dones espirituales. Como lo expresan claramente otras versiones, particularmente la NTV, ello indica que a partir de ese momento vuelve a abordar las preguntas y asuntos que los creyentes de Corinto ya le plantearon en la carta que le dirigieron. Como preámbulo a su escrito sobre el tema, Pablo afirma que no quiere que desconozcan o estén desinformados con respecto a los dones espirituales. Al llamarlos hermanos, crea un clima casero, familiar.

Saben que cuando eran gentiles, iban como arrastrados, tras los ídolos mudos.Por eso les hago saber que nadie, hablando por el Espíritu de Dios, dice: “Anatema sea Jesús”. Tampoco nadie puede decir: “Jesús es el Señor”, sino por el Espíritu Santo (1 Corintios 12:2,3).

En estos dos versículos Pablo establece un contraste entre los tiempos en que los corintios eran paganos (o gentiles) y se descarriaron adorando ídolos mudos, y su experiencia posterior cristiana de hablar por el Espíritu de Dios. Algunos exégetas consideran que Pablo compara aquí el hecho de que los paganos eran conducidos por ídolos mientras que los cristianos son guiados por el Espíritu Santo. Otros proponen que lo que hizo Pablo fue distinguir entre las experiencias de habla extática que tenían lugar en las religiones paganas y la obra sobrenatural del Espíritu Santo en la iglesia (particularmente en lo que respecta a hablar en lenguas y profecía).

Dada su experiencia previa en cultos de adoración paganos, algunos corintios habían manifestado su inquietud acerca de dichos dones. Pablo les asegura que las palabras de gente que está llena del Espíritu confiesan que Jesús es el Señor (1 Corintios 12:3).

Ahora bien, hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo. Hay también diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. También hay diversidad de actividades, pero el mismo Dios es el que realiza todas las cosas en todos (1 Corintios 12:4-6).

En estos versículos Pablo hace mención de las tres personas de la Trinidad: el Espíritu, el Señor y Dios. Está a punto de informar a los cristianos de Corinto acerca de los dones concedidos a cada creyente y al hacerlo manifiesta claramente que la fuente de estos es el Dios trino, que realiza [con Su poder] todas las cosas en todos.

El apóstol comienza este pasaje diciendo que hay diversidad de dones; pero el Espíritu es el mismo, y que cada cual cumple una función distinta en la iglesia. El principal argumento de Pablo es que no hay sino un Espíritu Santo, que mora en el interior de cada persona que cree en Cristo. No es que el Espíritu se le otorgue a algunos creyentes y a otros no (Romanos 8:9). Todos los creyentes son salvos y están imbuidos del Espíritu de Dios. Si bien existen diferentes dones espirituales, todos proceden del Espíritu Santo.

Pablo añade entonces que hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. El vocablo griego traducido aquí como «ministerios» también se expresa a veces como «diversas formas de servir» o diversas «funciones». Pablo señala que es el mismo Señor el que actúa en la diversidad de servicios, ministerios o actividades de los creyentes. Quiere que la iglesia de Corinto entienda que la variedad de dones y ministerios que Dios les ha dado tiene por objeto edificar la unidad.

Pero a cada cual le es dada la manifestación del Espíritu para provecho mutuo (1 Corintios 12:7).

Pablo pasa a hablar entonces de los temas de la unidad, la diversidad y la repartición. Primero expresa que Dios proporciona una manifestación del Espíritu a cada creyente. En los creyentes en los que se aloja el Espíritu Santo suele haber cierto despliegue de la presencia del Espíritu. Pablo hace hincapié en la unidad declarando que la manifestación del Espíritu en cada creyente es para provecho mutuo. Un autor escribió: «Los dones espirituales siempre se conceden para servir, y para hacerlo de tal modo que edifiquen a todo el cuerpo de creyentes, no solo al poseedor particular de un don»[1].

Todos los dones espirituales otorgados por el Espíritu son para servir a otros miembros del cuerpo de Cristo. Ninguno de ellos se otorga con el expreso propósito de enriquecer o servir a los que los reciben.

Porque a uno se le da palabra de sabiduría por medio del Espíritu; pero a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por un solo Espíritu;a otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas (1 Corintios 12:8-10).

Pablo enuncia entonces una tras otra las manifestaciones de los dones del Espíritu en la vida de los cristianos. Al hacerlo, menciona al Espíritu cuatro veces en estos versículos con el ánimo de recordar a los corintios que tales dones proceden de una fuente divina: el Espíritu Santo.

Al compararla con otras listas de las manifestaciones del Espíritu en el Nuevo Testamento queda claro que esta no es más que un muestreo de los dones del Espíritu y que probablemente corresponda a los dones que Pablo sabía que la iglesia de Corinto manifestaba. Por ejemplo, la lista de Romanos 12:6–8 incluye otros dones, como el de servicio, el de enseñanza, el de exhortación (o dar ánimo), el de generosidad y el de dirigir. Al leer Efesios 4:11,12 nos enteramos de otros tipos de dones concedidos «a fin de capacitar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo». Entre ellos figuran la evangelización y el pastoreo.

En su epístola a los Corintios, Pablo enumeró brevemente nueve manifestaciones de los dones espirituales. En algunos casos se ofrecen muy pocos detalles sobre cómo se manifiestan esos dones; además, los estudiosos de la Biblia a lo largo de la Historia han presentado varias interpretaciones de algunos de ellos. En el caso de tres de ellos —la palabra de sabiduría, de conocimiento y el discernimiento de espíritus—, estas son las únicas alusiones que se hace a estos dones en el Nuevo Testamento.

Enseguida verán un breve resumen de cada uno de los dones. (Para conocer cada uno de ellos con mayor detalle, véase la serie El alma de todo (antes Lo esencial), «Los dones del Espíritu», parte 1 y parte 2.)

  1. Sabiduría. Algunos corintios ensalzaban la sabiduría de la época; Pablo, sin embargo, rechazaba la sabiduría del mundo y proclamaba que la verdadera sabiduría se hallaba en la obra salvífica de Cristo (1 Corintios 2:1–5). Dicha sabiduría ayuda a los creyentes a aplicar verdades bíblicas a su vida cotidiana, lo que proporciona orientación y consejo.
  2. Conocimiento. Existen varias interpretaciones sobre lo que se infiere de la palabra de conocimiento. Exégetas bíblicos sugieren que, a semejanza del anterior don de sabiduría, este muy probablemente se refiere al conocimiento de los propósitos salvíficos en Jesús y el evangelio. Algunos estudiosos proponen que ya que Pablo asocia a veces el conocimiento con misterios, revelaciones y profecía (1 Corintios 13:2; 14:6), aquí hace referencia al conocimiento sobrenatural y el entendimiento de verdades y misterios espirituales.
  3. Fe. El don de la fe no se refiere a la fe en Jesús que poseen todos los cristianos y que conduce a la salvación de una persona. Lo más factible es que aluda a la clase de fe que Jesús describe en términos de «fe tan pequeña como una semilla de mostaza» capaz de trasladar montañas (Mateo 17:20 nvi). El don de la fe se puede interpretar como la fuerte convicción de que Dios obrará de determinada manera en circunstancias específicas o como una concesión especial de fe para lograr cierta tarea.
  4. Dones de sanidades. Con ello se refiere a la curación sobrenatural de los enfermos que se aprecia en la misión de Jesús y la iglesia primitiva. La sanación del cuerpo físico era un anticipo de la resurrección del cuerpo en el día postrero (Mateo 8:17). El empleo de la palabra dones en plural puede ser indicativo de que esta manifestación del Espíritu asume distintas formas en distintos momentos. Aunque la curación no se les promete a todos los creyentes en esta vida, los dones divinos de sanidad se dispensan con antelación a la postrer redención del cuerpo y la curación de todas nuestras enfermedades (Romanos 8:23).
  5. Hacer milagros. Es probable que esta frase expresada en términos generales se refiera a la capacidad de obrar varios tipos de milagros, entre ellos el de curación, pero no exclusivamente a este (Hebreos 2:3,4). Un milagro representa un hecho que implica la sobrehumana intervención de Dios y que trasciende las leyes ordinarias de la naturaleza. A lo largo de la Biblia Dios se reveló a Sí mismo, Su carácter y Sus designios, por medio de milagros. Vemos en los cuatro Evangelios que los milagros desempeñaron un papel decisivo en la misión de Jesús. El puesto que ocupa este don —quinto en una lista de nueve— insinúa que no se le debe dar más importancia o relevancia que a otras obras menos visibles del Espíritu.
  6. Profecía. El don de profecía se refiere a la habilidad que el Espíritu da a los creyentes de pronunciar palabras inspiradas que comunican el mensaje de Dios a los oyentes[2]. En el Antiguo Testamento hubo profetas que hablaron la palabra de Dios bajo inspiración divina y con autoridad equivalente a la voz de la Escritura. En el Nuevo Testamento, en cambio, el don de profecía se atribuye con más frecuencia a cristianos que relataron algo que Dios había puesto en su corazón o que les trajo al pensamiento, pero que no se considera que posee la misma autoridad que la Escritura[3]. Pablo animó a la iglesia a examinar las profecías a fin de evaluarlas y retener lo bueno (1 Corintios 14:29; 1 Tesalonicenses 5:19–21). Asimismo, alentó el uso del don de profecía por lo provechoso que es para edificar, animar y reconfortar a la comunidad (1 Corintios 14:1–3).
  7. Discernimiento de espíritus. En el Israel del Antiguo Testamento surgían a veces falsos profetas y maestros cuyo verdadero carácter había que discernir (Deuteronomio 18:20–22). Lo mismo ha sido cierto dentro de la iglesia desde sus inicios. Lo leemos a lo largo del Nuevo Testamento: «Pero hubo falsos profetas entre el pueblo, como también entre ustedes habrá falsos maestros que introducirán encubiertamente herejías destructivas llegando aun hasta negar al soberano Señor que los compró, acarreando sobre sí mismos una súbita destrucción» (2 Pedro 2:1). Era un don muy valioso que alguien tuviera la aptitud de distinguir entre el Espíritu de verdad y el espíritu de error (1 Juan 4:1–6).
  8. Lenguas. El don de lenguas consiste en expresarse en un idioma que el hablante desconoce. La primera manifestación de ello se dio en los discípulos el día de Pentecostés (Hechos 2:4–11). Este don ha sido un tanto controvertido dentro de la iglesia cristiana a lo largo de la Historia. Concretamente se discute si las lenguas eran de índole humana habladas por una persona que ignoraba ese idioma o si se trataba de un lenguaje desconocido para los seres humanos. Da la impresión de que Pablo fue quizá intencionalmente ambiguo al referirse a géneros de lenguas, lo que posibilitaba que las diversas manifestaciones de este don se caracterizaran como lenguas.
  9. Interpretación de lenguas. La palabra vertida a nuestro idioma como interpretación puede también entenderse como traducción. Por lo visto la capacidad de interpretar lenguas difería según el tipo de lenguas que se pronunciara. No obstante, aun cuando la lengua que se hablaba correspondía a un idioma conocido, este don comprendía mucho más que la habilidad común de traducir un idioma conocido por el traductor, y puede haberse entendido como una capacidad sobrenatural para traducir una lengua desconocida. Pablo da instrucciones más adelante señalando que cuando se hable en lenguas durante el culto, estas, en lo posible, deben interpretarse, de modo que todos los presentes se beneficien de lo que se habló (1 Corintios 14:2–5).

Pero todas estas cosas las realiza el único y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él designa (1 Corintios 12:11).

Habiendo presentado una breve lista de los diversos dones del Espíritu, Pablo concluye comentando en términos generales que todos los dones del Espíritu son obra del único y el mismo Espíritu. Esos dones son importantes para la iglesia porque están potenciados por el Espíritu Santo. Cada creyente de la iglesia recibe distintos dones, no por diferencias que pueda haber en cuanto a cualificación o circunstancias, sino basado en un solo criterio: según el Espíritu lo determina (1 Corintios 12:11 nvi).

(Continuará.)


Nota
A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de las versiones Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995, y Reina Valera Actualizada (RVA-2015), © Editorial Mundo Hispano. Utilizados con permiso.



[1] Morris, Leon, 1 Corinthians: An Introduction and Commentary, vol. 7, Tyndale New Testament Commentaries (InterVarsity Press, 1985), 167.

[2] Morris, 1 Corinthians, 169.

[3] Grudem, Wayne, Teología sistemática: una introducción a la doctrina bíblica (Editorial Vida).

© La Familia Internacional, 2025.