Brillantes del Cielo

diciembre 1, 2012

Enviado por María Fontaine

La temporada navideña ofrece una gran oportunidad de sembrar semillas en los jardines de los corazones. Un buen número de personas enfrentan luchas intensas debido a la recesión, la guerra, graves enfermedades y muchas otras dificultades. Esas cosas que son tan difíciles y negativas pueden tener un aspecto positivo. Cuando las personas pasan por esas experiencias, procuran afanosamente hallar respuestas y soluciones, lo que puede preparar el terreno de su corazón. Eso permite que el Señor tenga oportunidad de colocar Sus semillas de verdad, amor y fe y que estas penetren con mayor profundidad y hasta que tengan una raíz más fuerte.

A medida que esas semillas se desarrollan, empiezan a causar cambio, incluso si a veces casi no es perceptible. Algo que alguien dice o hace o algo que se lee, se ve o se escucha también puede ser un catalizador que genere cambios. Tu parte en el proceso de cambio de esa persona es apoyarla cuando el Señor te dé la oportunidad y percibir lo que Jesús te revele que necesita.

Cuando alguien ve que manifiestas compasión, interés y misericordia, pone atención. Cuando ve que te sacrificas y lo haces con alegría sincera que se refleja en tu rostro, y sabe que eres una persona cristiana, el ejemplo que des tiene un impacto en él o ella. Sabe instintivamente que ven un ejemplo de cómo es Jesús.

¿Y si tu situación no te permite dedicar mucho tiempo a hacer algo que tal vez influya en los pensamientos y el corazón de los demás? Es posible que pienses: «¿De qué sirve que intente hacer una pequeña contribución con la finalidad de transformar el mundo esta Navidad? Lo poco que haga no marcará una gran diferencia».

Creo que el plan del Señor de llevar el mensaje a los perdidos incluye a todos los que con sinceridad quieren ser un reflejo de Él y ser una ayuda para quienes tienen necesidad. Tengo la certeza de que la suma de todos los detallitos que tal vez cada uno de nosotros pueda hacer esta Navidad tendrá un efecto importante en este mundo. Es posible que no veamos a nuestro alrededor cambios que causen conmoción, pero si cada uno de nosotros hace con diligencia lo que puede donde Él nos ha puesto, creo que el Señor hará que el efecto general sea potente.

Mil luces más pequeñas, cada una colocada cerca de quienes necesitan encontrar su camino, pueden ser más valiosas y eficaces para guiar a la gente que dos reflectores grandes que traten de iluminar un paisaje.

Sea cual sea nuestra situación física, en realidad nunca estamos solos ni aislados. Cada una de nuestras acciones, cada persona con la que hablamos, cada mensaje de correo electrónico que escribimos, cada persona que ayudamos, es parte de un esfuerzo mucho mayor que se une al propósito y espíritu de todos los cristianos. Lo que podemos lograr juntos es monumental. El esfuerzo individual de cada uno de nosotros combinado con nuestra unidad en Su Espíritu, marca una gran diferencia.

Los fuegos artificiales más espectaculares son la suma total de miles de partículas explosivas, cada una arde en su momento y manera particular, exhibe el color y el brillo para el que fue creada.

Cuando se trata de manifestar el amor de Dios, lo que cuenta a los ojos de Dios no es la cantidad sino la calidad. Ya sea que lo que hagas lo consideres grande o pequeño, lo que importa es tu entrega. Es posible que este año tengas oportunidades que no sean como las de antes porque tal vez estés en una situación en que influyas en la vida de la gente de manera que hasta ahora no te fue posible.

Todas las obras de Jesús en la tierra tuvieron que ser muy importantes para que el Hijo de Dios bajara a la tierra hacerlas. Sin embargo, cuando se examinan esas obras de suma importancia, se ve que no todas ellas fueron lo que la mayoría de la gente calificaría de espectaculares en el plano físico. Muchas de ellas —transformaciones espirituales— llamaron muy poco la atención, si es que lo hicieron. Muchas de esas obras, como la testificación de Jesús a Nicodemo, o perdonar los pecados de la ramera, o perdonar los pecados de un paralítico antes de sanar su cuerpo, o la mujer junto al pozo, no destacaron en el plano terrenal.

Las oportunidades más visibles en las que Él enseñó y sanó a grandes multitudes tuvieron su momento y lugar, como cuando alimentó a cinco mil personas. Sin embargo, también dedicó tiempo y atención a esos momentos de singular concentración cuando se comunicó corazón con corazón, espíritu con espíritu, ya fuera con una persona o un grupo pequeño.

La Biblia registra varios milagros de Jesús en que la vida de la gente se transformó y que no requirieron una inversión enorme de tiempo, dinero o esfuerzo. Simplemente Jesús estuvo donde debía estar cuando surgió la oportunidad, y con diligencia entregó la verdad, el amor, la misericordia y el perdón que infundió ánimo a un corazón quebrantado o a una mente confundida o a un espíritu perdido. El regalo de Jesús fue Su amor incondicional que podía sacar a esas personas de su desesperación y darles esperanza, luz y verdad.

Si podemos seguir Su ejemplo y dar a los que necesitan Su atención y apoyo de la manera que Él nos lo indique, esta temporada navideña puede ser todo lo que Jesús quiere que sea. Mientras más seguimos Su ejemplo, más se enriquece nuestra vida espiritualmente. A medida que hacemos lo que podemos para manifestar Su amor a los demás, Él nos ayudará a entender mejor Su plan en nuestra vida.

Permitir que Jesús se valga de ti para dar un ejemplo de Su amor y atención es el regalo que Él quiere más que ninguna otra cosa en Su cumpleaños. Es un regalo que le puedes dar, sin importar qué otra cosa hagas. Es algo que solo tú puedes darle porque es el regalo de tu corazón dispuesto, listo para hacer lo que sea a fin de que otros vean a Jesús en ti.

Regala risas, cantos,
tu amistad y empatía.
Regala un mensaje alegre
a quien necesite guía.
Di: «¡Jesús sí lo entiende!
Tu carga lleva consigo».
Envía a tierras lejanas
una carta a un amigo.
Ofrece lavar los platos.
Regala un jardín de flores
con ese libro que prestes.
Da esperanza, valores.
Regala ayuda afable;
asea y sacude el cuarto.
Regala afecto sencillo;
comparte algún trabajo.
¡Ora por el solo y triste!
Con tu fe firme alumbras
a quienes buscan a oscuras.
Alegra lo deprimente.
Entrégate SIEMPRE. Ofrece
a alguien un aliciente[1].


[1] Margaret E. Sangster.

Traducción: Patricia Zapata N. y Antonia López.