Cinco mujeres de Navidad

noviembre 27, 2012

Enviado por Peter Amsterdam

Ya llegó la temporada navideña, y María y yo queremos desearles a todos una feliz Navidad. Oramos que esta época de fiestas sea muy especial y que puedan, de igual manera, hacer muy especial la temporada navideña de otras personas.

La mayoría de ustedes conoce bien el relato de la primera Navidad, así que en esta serie de cuatro charlas de Navidad no lo repetiré en orden cronológico. Más bien, abordaré algunos de los aspectos menos conocidos que pienso que les podrían resultar interesantes e inspiradores.

Antes de comenzar, pongamos en contexto los dos recuentos del nacimiento de Jesús, tal como se los relata en los evangelios de Mateo y Lucas. Ambos evangelios —de hecho, todos los evangelios— fueron escritos décadas después de ocurridos los eventos de la vida de Jesús. De modo que cuando los escritores de los evangelios escribían sobre el nacimiento de Jesús, ya conocían el desenlace. Sabían quién era Él y los milagros que había hecho; estaban al tanto de Su muerte y resurrección, y de la salvación que trajo a la humanidad.

Escribían con el propósito de preservar y transmitir los eventos y las palabras de quien había muerto en la cruz por los pecados de otros. En las décadas que siguieron a la vida de Jesús, los relatos y dichos de Jesús, Sus parábolas y Sus enseñanzas se transmitieron de boca en boca, comenzando con Sus más allegados, que escucharon de primera mano Sus palabras y absorbieron Sus enseñanzas. Pero con el tiempo, quienes lo conocieron en persona y lo escucharon hablar fueron muriendo uno a uno.

A fin de preservar Sus enseñanzas, los escritores del Evangelio registraron lo que habían experimentado en persona —en el caso de los apóstoles—, y en el caso de quienes no lo conocieron personalmente —Lucas y Marcos— documentaron lo que escucharon de boca de otros testigos. Lucas, que no fue uno de los apóstoles, lo expresó así:

Muchas personas han intentado escribir un relato de los hechos que se han cumplido entre nosotros. Se valieron de los informes que circulan entre nosotros dados por testigos oculares, los primeros discípulos. Después de investigar todo con esmero desde el principio, yo también decidí escribir un relato cuidadoso para ti, muy honorable Teófilo, para que puedas estar seguro de la veracidad de todo lo que te han enseñado[1].

Quienes escribieron los relatos evangélicos reunieron toda la información que pudieron acerca del Señor, de muchas y diversas fuentes, y escribieron sus respectivos libros con la intención de difundir las enseñanzas de Jesús. Escribieron en un estilo comprensible para quienes vivieron en el primer siglo después de Cristo, y cada uno tenía su propio «público objetivo», aquellos a quienes se dirigían. Mateo parecía dirigirse a un público judío, mientras que Lucas lo hacía a un público greco parlante, helenístico.

Sus narraciones del nacimiento de Jesús fueron escritas para expresar la maravilla que había obrado Dios al ingresar a nuestro mundo humano mediante una encarnación. Cuentan del ingreso de la única persona que era tanto Dios como hombre, el único capaz de salvar a la humanidad.

Mateo, quien se dirigía al público judeocristiano del primer siglo, inicia su relato con una genealogía, un listado de algunos de los ancestros de Jesús a partir de Abraham, e incluyendo al rey David. Sus lectores judíos estarían muy familiarizados con las promesas que Dios le había hecho a Abraham miles de años antes: que por medio de su descendencia, Dios bendeciría a todas las naciones de la tierra. La Biblia dice:

Mediante tu descendencia, todas las naciones de la tierra serán bendecidas. Todo eso, porque me has obedecido[2].

También esperarían que David figurase en la lista de ancestros de Jesús, ya que, según lo que Dios le había prometido a David, el Mesías debía proceder del linaje de David:

Y tu casa y tu reino continuarán para siempre delante de Mí, y tu trono estará seguro para siempre»[3].

Así pues, Mateo incluyó esa genealogía a fin de demostrar que Jesús era descendiente de Abraham, que provenía del linaje real del rey David, y que por ende cumplía con todas las expectativas bíblicas del tan esperado Mesías.

La cosa es que Mateo le da un giro algo diferente al listado de ancestros. A diferencia de la genealogía de Lucas —de hecho, a diferencia de la mayoría de genealogías de esa época—, Mateo incluyó en el linaje a las mujeres. Y no a cualquier mujer, sino a varias mujeres de reputación vergonzosa. La lista incluye a Tamar, a Rahab, a Rut y a Betsabé. Echemos una mirada rápida a sus historias.

Tamar es una mujer de procedencia no hebrea, cuyo relato se encuentra en Génesis 38:1-30. Se casó primero con Er, el hijo mayor de Judá. Er murió sin dejar descendencia. Lo que se acostumbraba en aquella época era que si un hombre moría sin dejar herederos, su hermano se casaría con la viuda. (Dicha práctica se conoce como levirato, y está explicada en Deuteronomio 25:5-10). De manera que, según la costumbre de la época, Tamar se casó con el segundo hijo, quien también murió sin dejar descendencia. Judá, suegro de Tamar, dijo que su tercer hijo aún estaba demasiado joven para casarse, por lo que consideraba que ella debía regresar a la casa de su padre hasta que su hijo menor estuviera en edad de contraer matrimonio, cosa que hizo. No obstante, con el pasar de los años, Tamar fue dándose cuenta de que Judá no permitiría que su tercer hijo la tomara por esposa. Al parecer, temía que si lo hacía, moriría como los otros dos.

Entonces, Tamar hizo algo de lo más audaz: al enterarse de que su suegro se dirigiría a determinada aldea, se disfrazó de prostituta, se cubrió el rostro, y se sentó a esperarlo en la entrada del pueblo. Al pasar por ahí, Judá la vio y quiso contratar sus servicios. Dijo que le pagaría con un cabrito, y ella le pidió que le diera su cayado y su sortija de sello en prenda, como garantía de que le daría el cabrito prometido, ya que no lo traía consigo. Así fue que Judá le dio el anillo y el cayado y durmió con ella, pero en ningún momento se percató de que se tratase de Tamar. Al regresar a su casa, envió a un sirviente a que entregara el cabrito a la mujer, pero el sirviente no pudo ubicar a la supuesta prostituta. Tamar quedó embarazada, y al enterarse Judá de que su nuera esperaba un hijo, se enfureció y exigió que la quemaran viva. En el momento en que estaban llevándola a su muerte, envió un mensaje a su suegro, diciendo: «Estoy embarazada del dueño de estos objetos. Fíjate si reconoces a quién pertenecen este sello, este cordón y este bastón». Judá reconoció que él era el padre y dijo: «Ella es más justa que yo, por cuanto yo no hice arreglos para que se casara con mi hijo Sela». Tamar fue una mujer decidida, que rehusó que se le usurparan sus derechos, aun si lo hizo por medios poco convencionales.

La segunda mujer de la lista fue Rahab[4]. Ella era una prostituta, de la ciudad de Jericó. Cuando dos espías israelitas fueron a Jericó, ella los escondió y los protegió para evitar que los capturasen. También era gentil (no judía), pero estaba convencida de que el Dios de Israel era el Dios verdadero, al punto en que lo confesó cuando dijo: «Pues el Señor su Dios es el Dios supremo arriba, en los cielos, y abajo, en la tierra»[5]. Por ello, arriesgó la vida para salvar a los espías y se unió al pueblo judío, dejando atrás su vida pasada. Se casó conforme a las costumbres judías y se convirtió en uno de los antepasados de Jesús.

Rut, la tercera mujer de la lista, tampoco era hebrea: era oriunda de Moab. Se casó con el hijo de Elimelec y Noemí, quien se había mudado a Moab a causa de la hambruna que asolaba a Israel. Unos años más tarde, su suegro murió, y al poco tiempo también murió el esposo hebreo de Rut. Cuando su suegra Noemí decidió regresar a Israel, Rut, por amor y lealtad a su suegra, la siguió. Se mudaron a Belén. Fue allí donde Rut conoció y se casó con Booz, familiar de Noemí. Es una hermosa historia[6].

Rut salió a los campos cuando los obreros de Booz se encontraban cosechando trigo y cebada. La ley permitía que los pobres siguieran a los cosechadores y recogieran las espigas que estos desechaban[7]. Se trataba de una práctica común, la de recoger las espigas caídas. Eso hacía Rut cuando Booz advirtió su presencia. Él era un buen hombre, y le dijo que siguiera recogiendo espigas en las parcelas donde cosechaban las jóvenes que trabajaban en su campo. Le prometió que nadie la molestaría. También le dio permiso para beber de su agua y la invitó a comer con ellos. Además, ordenó a sus trabajadores que dejaran caer algunas espigas a propósito para que ella pudiera recogerlas.

Al término de la cosecha, Noemí le dio instrucciones a Rut de que se bañara, se perfumara y se dirigiera al campo de trillar, pero que no dejara que Booz la viera. También le dio otras instrucciones que ella obedeció. Tarde, por la noche, cuando ya todos dormían, se acercó a hurtadillas a donde Booz se encontraba durmiendo, y le descubrió los pies. Luego se recostó a dormir a sus pies. Por la noche, despertó al sentir frío en los pies, y se encontró allí a Rut. Sorprendido, le preguntó quién era, y ella le explicó que era pariente suya. Lo que en realidad le estaba diciendo era que estaba disponible para el levirato. Él entonces le pidió que se quedara a pasar la noche pero que se fuese temprano, de madrugada, de modo que nadie supiese que había estado allí. Le explicó que había en realidad otro pariente más cercano a quien por derecho le correspondía casarse con ella, y le dijo que averiguaría si ese señor estaba interesado en tomarla por esposa. Tras negociar un poco, se enteró de que el pariente en cuestión no tenía interés en casarse con Rut, así que Booz se casó con ella y tuvieron varios hijos. Ella, una moabita, que tenía fe y era leal, acabó por ser bisabuela del rey David.

La última mujer de la lista es Betsabé[8]. Por lo visto Mateo no la apreciaba mucho que digamos, y evita mencionarla en la genealogía. Se refiere a ella como «la esposa de Urías». Aunque Betsabé era judía, su esposo era de ascendencia gentil; era hitita. Aprovechando una ocasión en que su esposo, que era soldado del ejército de David, se encontraba lejos en la guerra, Betsabé se dio un baño de tal modo de ponerse justo en la mira desde el techo del palacio del rey David. Es muy posible que su casa colindara con el palacio real y que no estuviera a más de cien metros de distancia, con lo cual David pudo perfectamente haberla visto de cerca mientras se bañaba. Si se tiene en cuenta la cultura y lo modestas que eran las mujeres en las épocas de del Antiguo Testamento, cabe preguntarse por qué se le ocurrió darse un baño a plena vista del palacio real cuando su esposo se encontraba de viaje[9]. Puede que haya sido un acto absolutamente inocente, pero el hecho es que su baño no pasó inadvertido para David. Mandó llamarla, hicieron el amor, y ella quedó embarazada.

En un intento de encubrir lo ocurrido, David ordenó que retiraran a Urías del frente de batalla y lo trajeran de regreso a Jerusalén, con la esperanza de que durmiera con su esposa, pero él se negó a entrar a dormir en la comodidad de su casa mientras sus compañeros estaban en guerra. Entonces David decidió mandar a matar a Urías. Cuando el profeta Natán confrontó a David por el asesinato de Urías y su adulterio con Betsabé, David se arrepintió. Se casó con Betsabé, y aunque el hijo que tuvieron murió, tuvieron un segundo hijo que fue Salomón, y que sucedió a David como rey de Israel.

La genealogía de Jesús incluye a cuatro mujeres que se salían por completo de lo común. Tres de ellas ni siquiera eran judías, y la que lo era, tuvo un marido gentil. Una era prostituta y la otra se hizo pasar por prostituta. Una cometió adulterio mientras que la otra fue lo bastante audaz como para dormir a los pies de un hombre que no era su marido. Todo un elenco de ancestros femeninos muy poco convencionales.

Cabe también preguntarse por qué se le habrá ocurrido a Mateo mencionarlas. Aunque cada tanto lo hacían, no se estilaba en absoluto incluir a las mujeres en las genealogías. En la versión de Lucas de la genealogía de Jesús, no incluye a ninguna. ¿Qué pudo haber significado para quienes leyeron el evangelio de Mateo en el primer siglo? ¿Qué pudo haberles dado a entender? En términos generales, de la genealogía en sí pudieron haber entendido que Jesús procedía del linaje real de David, lo cual era sumamente relevante, ya que las Escrituras decían que el Mesías procedería de la casa de David. Indudablemente también habrían notado la inclusión de los nombres de las mujeres, y como judíos habrían estado sumamente familiarizados con quiénes eran esas mujeres, y con sus tan particulares historias.

Pueden haber entendido varias cosas:

  1. Que tres de las cuatro no eran judías, y que mientras que Betsabé sí lo era, estaba casada con un extranjero. El concepto que se trasluce es que había sangre extranjera en el linaje real, y que por lo tanto, la salvación por medio de Jesús no estaba destinada exclusivamente al pueblo judío sino también a los gentiles. Mateo sacó a colación el tema, y fue justamente un tema que la iglesia cristiana llegó a comprender en esa época: que la misión del Mesías no se circunscribía exclusivamente al pueblo judío. Que todos tenían acceso al reino de Dios.
  2. Tamar luchó por sus derechos dentro del marco de la ley, no obstante sus métodos eran cuestionables, por decir lo menos. Rahab era una prostituta. Betsabé cometió adulterio. Rut, por otra parte, si bien hizo algo bastante intrépido y poco común, no parece haber hecho nada malo. El linaje de Jesús constaba tanto de santos como de pecadores, tal y como por medio de la salvación tanto el santo como el pecador pueden acceder a la familia de Dios.
  3. La genealogía consiste de hombres y mujeres, de la misma forma en que el ministerio de Jesús se dirigió e incluyó a hombres y mujeres por igual. En la cultura de aquel tiempo, el judaísmo apenas incluía a las mujeres, y de manera muy superficial, en cuanto a derechos religiosos. La sociedad judía las consideraba muy poco importantes. Lo que se les permitía hacer públicamente era muy limitado. Tenían muy pocos derechos. Sin embargo, Jesús tenía seguidores de ambos géneros, y algunas de las mujeres viajaban junto a Él y los discípulos, cosa totalmente fuera de las normas de la época. Sus enseñanzas estaban dirigidas a ambos sexos y Él hizo lo indecible por referirse tanto a hombres como a mujeres por igual como ejemplos en Sus parábolas. Se trata de un aspecto sobresaliente y absolutamente diferente del ministerio de Jesús.
  4. Las uniones de cada una de las mujeres mencionadas tenía algo de insólito. No obstante, contaban con la bendición de Dios y tuvieron un papel muy significativo en el linaje de Jesús. De igual manera María,  la madre de Jesús, se encontró en una situación sumamente irregular y poco común, la cual Mateo describe en el siguiente capítulo de su evangelio.
  5. Estas mujeres que se encuentran entre los ancestros de Jesús tenían valor y arrojo. Tamar y Rahab corrieron grandes riesgos, los cuales pudieron haberles costado la vida. Rut demostró tener coraje e iniciativa. Betsabé acabó por convertirse en una buena esposa, consejera y madre reina. Como consecuencia de su iniciativa, arrojo, fe y valor, estas mujeres desempeñaron un papel muy importante en la historia de la salvación. María, por su parte, también desplegó gran audacia y fe al aceptar el llamado de Dios a convertirse en la madre del Hijo de Dios, a pesar de lo escandaloso que pudiera parecer y de lo hiriente que podría resultar para el hombre al que amaba. Dios no solo se sirvió de situaciones aparentemente escandalosas dentro del linaje de Cristo, sino que llamó a María, una jovencita que se encontraba comprometida para casarse, y requirió que pusiera en juego su matrimonio, su reputación e incluso posiblemente su vida para ser la última en la cola de la genealogía del Señor. Mateo estaba dejando en claro que, si bien a los ojos de la gente el embarazo de María constituía un escándalo, era cosa de Dios y Él trajo a Su Hijo al mundo de una manera extraordinaria.

Mateo inicia el relato del nacimiento de Jesús dejando en claro que Él no solo forma parte del linaje de David, sino que ha venido a traer redención y esperanza a hombres y mujeres por igual, tanto a judíos como a gentiles, a los pobres y los oprimidos, a aquellos cuyos derechos han sido vulnerados, a mendigos y a reyes, a santos y a pecadores… a todos.

Cualquiera que tomara una Biblia hoy en día y se pusiera a leer la genealogía del evangelio según Mateo probablemente no le sacaría gran cosa. Sin embargo cuando nosotros, como cristianos, entendemos el mensaje subliminal basado en el contexto histórico, nos recuerda el principio fundamental de que Dios ama profundamente a todos, y que todos necesitan de Él. Dios incluyó a mujeres de dudosa reputación en la ascendencia de Su hijo. Si estuvo dispuesto a incluir a auténticos pecadores junto con los moralmente justos en el linaje humano de Su hijo, ¿acaso sería extraño que ofreciera la salvación a todos por igual? Lo que quiso recalcar Mateo es que la muerte tan sacrificada de Jesús es para todos. No importa si son hombres o mujeres, santos o pecadores. Da igual su nacionalidad, raza o religión. Él no discrimina. La salvación es Su regalo para todos. Como cristianos, nos ha pedido que hablemos a los demás sobre Él, que estemos listos a tiempo y fuera de tiempo, para darlo a conocer a todos cuantos se cruzan en nuestro camino, sean quienes sean.

Llegó la temporada navideña, y es una época del año ideal para dar a otros el mejor de los regalos: la salvación por medio de Jesús. Sin duda a tu alrededor hay personas que lo necesitan… haz todo lo que esté a tu alcance para ayudarlos a conectarse con Su amor magnífico, eterno y que todo lo abarca.


Bibliografía

Bailey, Kenneth E. Jesus Through Middle Eastern Eyes. Downers Grove: InterVarsity, 2008.

Brown, Raymond E. The Birth of the Messiah (El nacimiento del Mesías). New York: Doubleday, 1993.

Edersheim, Alfred. The Life and Times of Jesus the Messiah (Vida y tiempos de Jesús el Mesías). Peabody: Hendrickson, 1993.

Green, Joel B. The Gospel of Luke (El evangelio de Lucas). Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1997.

Green, Joel B., McKnight, Scot. Editors. Dictionary of Jesus and the Gospels (Diccionario de Jesús y los Evangelios). Downers Grove: InterVarsity, 1992.

Jeremías, Joachim. Jerusalem in the Time of Jesus (Jerusalén en tiempos de Jesús). Philadelphia: Fortress Press, 1975.

Morris, Leon. The Gospel According to Matthew (El evangelio según Mateo). Grand Rapids: William B. Eerdmans, 1992.

Pentecost, Dwight J. The Words & Works of Jesus Christ (Palabras y obras de Jesucristo). Grand Rapids: Zondervan, 1981.

Sheen, Fulton J. Life of Christ (La vida de Cristo). New York: Doubleday, 1958.

Stein, Robert H. Jesus the Messiah (Jesús el Mesías). Downers Grove: InterVarsity, 1996.


[1] Lucas 1:1–4 NVI.

[2] Génesis 22:18 NTV.

[3] 2 Samuel 7:16 NVI.

[4] Josué 2:1–21.

[5] Josué 2:11 NTV.

[6] El libro de Rut.

[7] Deuteronomio 24:19–22 NTV: Cuando estés juntando la cosecha y olvides un atado de grano en el campo, no regreses a buscarlo. Déjalo allí para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Entonces el Señor tu Dios te bendecirá en todo lo que hagas. Cuando sacudas los olivos para que caigan las aceitunas, no pases por las mismas ramas dos veces. Deja las aceitunas que quedan en el árbol para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Cuando coseches las uvas de tu viñedo, no repases las vides. Deja los racimos que quedan para los extranjeros, los huérfanos y las viudas. Recuerda que fuiste esclavo en la tierra de Egipto. Es por eso que te doy este mandato.

[8] 2 Samuel 11.

[9] Bailey, Jesus Through Middle Eastern Eyes, 40.