De piedras a caminos
enero 3, 2015
Enviado por María Fontaine
De piedras a caminos
Si ves el futuro con cierta inquietud, es comprensible. Al recordar el pasado, tal vez veas las luchas, la incertidumbre, y hasta los sucesos que te han sacudido. Es posible que todavía te pesen en el corazón las tristezas y las desilusiones que a veces parecían abrumadoras. Eso puede hacer que el futuro parezca intimidante.
¡Estas son las buenas noticias! Pablo lo expresó así: «cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia»[1]. A pesar de todas las cosas que han dado un vuelco radical a nuestra vida y sin advertencia, tenemos las promesas infalibles de Dios. Prometió que estaría a nuestro lado, que nos guiaría, nos dotaría de medios, nos daría Su paz, consuelo, y fe que nos llenaría el corazón.
Está presente para ayudarnos a seguir adelante en las tormentas y dificultades de la vida. Está con nosotros para guiarnos a la esperanza y la luz del nuevo día con Él. Podemos aprovechar hasta las dificultades que enfrentamos para fortalecernos y avanzar.
Hace poco, Jesús dio un ejemplo a alguien que enfrentaba grandes dificultades. Le dio una ilustración de cómo podemos descubrir las posibilidades latentes en situaciones que parecen negativas.
Esta es la imagen: Lluvias de piedras que caen como granizo y sin parar, como una lluvia. Te da la sensación de que te ha caído encima una avalancha. Esas piedras son los problemas, los reveses, los sucesos desalentadores, los sufrimientos y las tristezas que son parte de esta vida terrenal. Aunque es posible que a veces no sepamos si vamos a sobrevivir, podemos elegir ver esos proyectiles con temor y desesperación, o bien podemos optar por verlos como los ve Dios.
Creo que todos enfrentamos esas lluvias de piedras, sucesos dolorosos y que pueden debilitar, culpa, depresión, tristeza o a veces temor. Si lo permitimos, pueden paralizar nuestro futuro e inutilizar nuestro servicio al Señor.
La buena noticia es que no tenemos que permitirlo. Cómo afecta todo eso a nuestra vida tiene muchísimo que ver con nuestra actitud. Podemos optar por dejar que eso nos derrote; o no permitirlo. Esas piedras con las que somos golpeados tal vez sean el resultado de ideas distorsionadas, malentendidos o imaginaciones erróneas. O bien, es posible que estén basadas en la realidad de una situación y en sucesos que enfrentamos nosotros u otras personas. De cualquier modo, tenemos un Salvador que puede ayudarnos a hacer desvanecer lo que no es real, generar mucho bien a partir de las dificultades verdaderas, y ayudarnos a salir adelante en los desafíos, de modo que seamos más prudentes, más fuertes y más como Él.
Cuando nos concentramos en los hechos de las promesas de Dios y Su amor por nosotros y nuestros seres queridos, esos proyectiles que amenazan con destrucción caerán en cambio, desmenuzándose en el suelo a nuestros pies, donde las lluvias de Su amor pueden convertirlos en una senda firme que nos ayude en nuestro camino.
¿Han visto la piedra caliza triturada? Parece gravilla, pero cuando se extiende sobre un camino de tierra, a veces sucede algo muy sorprendente. Las lluvias no se la llevan. La piedra caliza triturada tiene una reacción con el agua. Se convierte en una superficie muy dura, parecida al cemento, que hace que el camino sea muy resistente al agua y a la erosión.
Así sucede con los problemas que enfrentamos en esta vida. Cuando nos negamos a permitir que nos derroten y optamos por presentárselos al Señor, Él puede hacernos ver cómo esos problemas se pueden convertir en determinación y una fe mayor, a fin de hacer frente al Enemigo que pretende perjudicarnos y hacer que aminoremos la marcha mientras nos aventuramos por el camino de la vida.
Jesús dijo:
¿Te remuerde la conciencia por un error que has cometido? En vez de permitir que esas piedras de frustración te derriben, vuélvete a Mí y aférrate a Mi promesa de perdón. Te ayudaré a descubrir enseñanzas, lo positivo que se puede rescatar de ese error.
¿Te acosan las preocupaciones o temores por un ser querido, o sucesos que amenazan crear problemas en tu vida? Cuando te des cuenta de ello, mira hacia arriba y agradéceme por el tesoro de cosas positivas y celestiales que tienes y en las que puedes concentrarte. Recuérdate que he prometido que a la larga traeré un bien, aun de lo que actualmente es malo o terrible. Déjame ayudarte a triturar esas piedras bajo tus pies con la verdad de Mi amor y Mis promesas, hasta que el camino se vuelva más llano y despejado.
Si te han aporreado las piedras de la culpa por no haber estado a la altura del ideal y eso empieza a abrumarte, no pierdas la esperanza. No te condenes, no te enojes contigo mismo. Ni siquiera trates de ver si puedes esquivar esas piedras al intentar excusarte. Solo mírame y di: «¿Qué puedo decir, Jesús? Te amo y me amas así como soy. Recordaré las buenas enseñanzas que saqué de mis dificultades y tropiezos, pero no tendré un remordimiento excesivo, porque en Ti no hay condenación».
O bien, cuando los problemas, el sufrimiento o la pérdida parezcan ir hacia ti desde todos los ángulos y no logres ver dónde podrías esconderte, corre hacia Mi presencia y aférrate a Mí. Estaré allí, protegiéndote de la destrucción y jamás te soltaré. No eres lo bastante fuerte como para enfrentar todo eso sin ayuda, pero puedo sacarte adelante hasta de los sucesos más traumáticos y aterradores que puedas imaginar, y de los momentos más difíciles. Caminaré contigo en las victorias, pues he jurado que sacaré un triunfo de toda aparente derrota.
A medida que te afirmes a Mi lado, las piedras se desmenuzarán a tus pies. Quedarán destrozadas en un millón de pedazos. Tu camino se volverá más sólido.
A medida que continúes andando cerca de Mí, tu camino se volverá más estable y bien iluminado con Mi amor, hasta que llegue el día perfecto en que volaremos juntos a un lugar donde las preocupaciones de esta vida terrenal jamás vuelvan a molestarte. Mientras tanto, cuando vuelvan las dudas y las luchas de esta vida y traten de golpearte desde un nuevo ángulo, recuerda la enseñanza de mirar hacia arriba y entregarme la batalla.
Todo, absolutamente todo, redundará en tu bien al final. A veces hará falta todo tu esfuerzo para no desanimarte por todas las cosas que componen tus luchas particulares en tu paso por la vida. Muchas cosas pueden ser desalentadoras, dolorosas, humillantes o tristes. Sin embargo, si acudes a Mí, tendrás todo el bien de Mi amor para ti y tu amor por Mí.
Nuestro futuro será estupendo juntos, ¡y seguirás adelante con gran alegría por toda la eternidad! Algún día reflexionarás en lo que ha sucedido ¡y te darás cuenta de que el camino de gravilla por el que caminamos juntos ha sido pavimentado con oro!
Así pues, cuando te sobrevenga el desánimo, haz una pausa y recuerda lo bueno y las bendiciones que han inundado tu vida. ¿Y las cosas que desearías que nunca te hubieran sucedido? Confía en que cuando llegue el momento más indicado por Dios y a Su manera verás que hasta todo eso ha redundado en tu bien. Espera todas las posibilidades y las promesas que están delante de ti y continúa tu camino con alegría.
A medida que inicies cada nuevo día, entrégate de lleno, alaba de todo corazón, pelea la buena batalla de la fe y confía en que los amorosos brazos de Dios serán tu refugio, tu apoyo y tu mayor alegría.
[1] Romanos 5:20.