Decisiones, decisiones
octubre 18, 2022
Enviado por María Fontaine
Decisiones, decisiones
[Decisions, Decisions]
Estaba escuchando la historia del rey David en los libros de Samuel (1 Samuel y 2 Samuel). Algo muy destacable es lo que al parecer David casi siempre hacía cuando se presentaba un nuevo factor en su situación. Cuando cambiaban las circunstancias, incluso en pequeños detalles, su primera reacción era preguntar a Dios qué hacer. Y sistemáticamente, funcionaron las respuestas que Dios le dio.
A veces, una situación se parecía mucho a las anteriores, como cuando enfrentó al ejército de los filisteos y el Señor le dijo que lanzara una ofensiva frontal. Trajo la victoria: ¡Los filisteos fueron derrotados!
Tiempo después, las circunstancias parecían las mismas, pero esa vez el Señor le dijo que se colocara sigilosamente detrás de ellos, y que a la señal de Dios, David debía llegar a ellos desde la dirección opuesta. Otro ejemplo fue tiempo antes, cuando Saúl y su ejército perseguían a David y sus hombres, tratando de destruirlos. En muchos casos, cuando David le preguntó al Señor qué debía hacer, las respuestas que recibió fueron inesperadas, pero el resultado siempre fue positivo.
En un caso, cuando David y sus hombres se escondían de Saúl, el Señor le dijo que ayudara a un pequeño pueblo que era atacado, lo que literalmente salvaría la vida a los pobladores. Sin embargo, si hicieran eso, era probable que Saúl se enterara de que David estaba allí; en aquel entonces Saúl trataba de matar a David. Los hombres de David intentaron convencerlo de que no fuera, pero cuando David preguntó al Señor qué debía hacer, el Señor le dijo que fuera a rescatar el pueblo, y David obedeció[1].
Después, era de esperar que la gente del pueblo se sintiera en deuda con David y sus hombres. Se esperaría que no lo traicionaran ni dijeran a Saúl donde se encontraba David. Pero David pidió al Señor que le diera una confirmación sobre eso, y el Señor le dijo que las personas del pueblo lo traicionarían, ¡y que había llegado el momento de huir!
Creo que Dios sabía que lo que en ese momento parecía una decisión imprudente de David, más adelante contribuiría a fin de que terminara la campaña de Saúl para destruir a David. Al final, la misericordia y compasión de David hacia el pueblo, e incluso hacia Saúl, hizo que Saúl dejara de atacarlo[2].
La mayor parte del tiempo, a pesar de sus muchos defectos y fracasos, David dependía de Dios y le pedía respuestas. Es posible que sea una razón por la que Dios dijo que David era un hombre conforme a Su corazón[3].
Cuando Saúl con mucha agresividad trató de destruir a David, Dios no le permitió que tuviera éxito. En una oportunidad, Saúl estaba en la ladera de una colina tratando de encontrar a David y sus hombres, que estaban al otro lado del monte. Sin embargo, Dios envió a los filisteos a atacar la tierra de Saúl, de modo que de inmediato tuvo de dejar de perseguir a David por un tiempo para pelear contra los filisteos[4]. Saúl, aunque tenía muchos espías entre la gente, nunca pudo poner una mano sobre David.
Esa es una bella ilustración de que cuando acudimos a Jesús al tomar decisiones, Él puede guiarnos y lo hará. Es muy fácil ver las circunstancias y pensar que «ya hemos pasado por eso», y apoyarnos únicamente en experiencias anteriores al decidir qué hacer. Sin embargo, solo Dios ve el panorama completo, lo que nosotros no podemos ver.
Es bueno adquirir experiencia, y aprender principios espirituales de lo que nos pasa, pero no siempre somos conscientes de otros factores que pueden influir en la situación en la que nos encontramos actualmente.
La cuestión no es que tengamos que ser perfectos y siempre busquemos a Jesús en toda situación. Sería estupendo si fuera posible, pero no es así. Sin embargo, la incapacidad de ser perfectos en esta vida no debería impedir que intentemos perfeccionar nuestra habilidad de incluir a Dios en nuestras decisiones tanto como podamos. Es importante que presentemos a Jesús nuestras decisiones, grandes y pequeñas. Él habla al corazón de cada uno de manera particular.
Dios comprende que necesitamos aprender y crecer. Lleva tiempo adquirir sabiduría de nuestras pruebas y errores, pero poco a poco nuestras debilidades pueden transformarse en fortalezas. Dios es misericordioso y compasivo; y ve nuestro corazón, a pesar de nuestras deficiencias.
El rey David fracasó estrepitosamente muchas veces, como cuando envió a sus hombres a hacer un censo para contar el número de combatientes que tenía[5]. Sabía cómo acudir al Señor y depender de Él. Sin embargo, en un momento de debilidad y orgullo, buscó lo que podía ver, la fuerza de los números, en vez de a Dios. En consecuencia, sufrió una dolorosa pérdida, pero también aumentó su convicción de apoyarse más en Dios.
Otro ejemplo de dependencia en Dios es el apóstol Pablo. Empezó como un despiadado enemigo de los cristianos hasta que Jesús lo convenció de la verdad. Sin embargo, una vez que conoció al Señor, estaba decidido a seguir a Jesús a donde sea que lo dirigiera. No dejó de seguir a Jesús, aunque enfrentó ostracismo por parte de sus propios hermanos y brutalidad y amenaza de muerte por parte de los que odiaban la verdad que Pablo proclamaba. Su determinación de ir a donde Dios lo dirigiera y su profunda relación con su Salvador fueron fundamentales para llevar el evangelio a incontables millones.
«Confía en el Señor con todo tu corazón; no dependas de tu propio entendimiento. Busca Su voluntad en todo lo que hagas, y Él te mostrará cuál camino tomar». Proverbios 3:5,6 (NTV)
Sin duda en el futuro cometeremos muchos errores, y a veces cederemos ante defectos y debilidades, pero si nos esforzamos por mirar a Jesús tanto como podamos, entonces Él obrará en nuestra vida y a través de ella a fin de lograr Sus buenos propósitos.
Podemos mirar a Pedro, su peor fracaso al negar a Su Salvador tres veces fue anterior a sus mayores testimonios e impacto en el mundo. Es posible que a veces nos sintamos humillados y avergonzados por las imperfecciones que enfrentamos y en las que a veces caemos. Pero el amor de Jesús es más que capaz de sacar lo bueno de esas cosas; a medida que aprendemos, crecemos y maduramos, adquiriremos sabiduría y un corazón que refleje más claramente el corazón de Jesús. El perfecto amor de Dios echa fuera todo temor; reemplaza la condenación con perdón y esperanza. Nos abre los ojos a la importancia de apoyarse en Él más y más.
Así pues, a medida que enfrentan decisiones durante el día y durante toda la vida, recuerden esforzarse para mantener la mente y el corazón abiertos a la voz de Dios, sea cual sea la forma en la que Él se comunique con ustedes. Esa costumbre, cuando se desarrolla fielmente con pequeños detalles, de manera gradual llega a ser un fundamento de fe para las decisiones más importantes que enfrenten.
Dios les habla por medio de Su Palabra a medida que leen, o por medio de versículos que el Espíritu Santo les recuerda. Escuchar la guía del Señor no tiene que ser por medio de una profecía formal. Puede ser la vocecilla de Dios que susurra a su corazón, animándolos, dándoles señales discretas. Puede ser una imagen, o simplemente la sensación de que algo debe hacerse, o paz en el corazón que les comunica que Él los guía.
Asimismo, Su guía puede venir como una advertencia o aprensión que les hace sentir que algo no está bien, incluso cuando no puedan ver algo que explicaría esa sensación. A veces, el Señor puede abrir puertas o permitir que ocurran ciertas circunstancias para darles un vislumbre de Su plan. Mientras más elegimos ser abiertos a Su voz, de las diferentes formas en que Él se hace oír, esta se vuelve más clara y más potente.
Todos los que nos esforzamos para seguir a Dios hemos enfrentado problemas y fracasos. En la mayoría de los casos, con el tiempo descubrimos que de las cenizas de esas cosas surgieron valiosos tesoros. Gradualmente aprendimos a seguir adelante, a tomar las mejores decisiones que podamos con Su ayuda, porque sabemos que
«quien comenzó la buena obra en ustedes, la continuará hasta que quede completamente terminada». Filipenses 1:6 (NTV)
Todos somos un trabajo en proceso, pero podemos hallar gran consuelo en el hecho de que Él nos llamó la «esperanza de gloria» para otros.
«A estos Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en ustedes, la esperanza de la gloria». Colosenses 1:27 (NBLA)
E incluso cuando a veces no tomemos las decisiones correctas, no hay condenación en Jesús, solo misericordia y perdón. Cuando ponemos la mirada en Jesús, Él puede valerse hasta de las cosas malas para ayudarnos a adquirir más sabiduría y fortalecernos. ¡Gloria al Señor!