Disciplinas espirituales: Buena administración/La dadivosidad y el diezmo

febrero 25, 2014

Enviado por Peter Amsterdam

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[The Spiritual Disciplines: Stewardship/Giving and Tithing]

Comprender el principio de propiedad —que Dios es el dueño de todo y que somos administradores de lo que nos encomienda— debiera animarnos a seguir Su ejemplo en lo relativo a compartir lo que ha puesto a nuestro cuidado. Se espera de nosotros, Sus administradores, que empleemos lo que le pertenece en consonancia con Su naturaleza y Su voluntad.

La generosidad de Dios

A lo largo de la Biblia vemos expresada la espléndida generosidad de Dios.

Él es quien da a todos vida y aliento y todas las cosas.[1] Os he dado toda planta que da semilla, que está sobre toda la tierra, así como todo árbol en que hay fruto y da semilla. De todo esto podréis comer.[2]

Nuestro Padre nos da buenas dádivas,[3] toda buena dádiva y todo don perfecto,[4] los deseos y peticiones de nuestro corazón[5] y lo que le pedimos, siempre que esas cosas coincidan con Su voluntad,[6] Su paz,[7] sabiduría,[8] y gracia.[9]

Motivado por Su amor hacia la humanidad, Dios entregó a Su Hijo para nuestra salvación,[10] y se entregó a Sí mismo para redimirnos.[11] Nos dio el agua de vida,[12] el don o dádiva de Dios.[13] Nos ha prodigado perdón, redención y gracia.[14] También derramó Su amor en nuestro corazón por medio del Espíritu Santo, que nos dio[15] como garantía.[16] Nos dio además los dones del Espíritu, que distribuye conforme a Su voluntad.[17]

Comprender la naturaleza generosa de Dios como propietario de todas las cosas moldea nuestra actitud hacia la dadivosidad. Ser hijos de un Padre tan generoso nos debiera motivar a seguir Su ejemplo. Saber que somos administradores de los bienes de Dios y que Él quiere que seamos generosos con lo que ha puesto bajo nuestra custodia debería contribuir a que cultivemos una actitud de alegre generosidad, tanto con los diezmos y ofrendas que damos al Señor, como con los aportes que hacemos para ayudar a los demás.

Cuando aportamos económicamente para el Señor y los demás, honramos a Dios.

Honra al Señor con tus riquezas, con las primicias de todas tus cosechas.[18]

Cuando el apóstol Pablo escribió acerca de las ofrendas que los filipenses habían dado a la obra del Señor, consideró que aquella generosidad era una forma de culto. Afirmó que aquellos obsequios eran olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios.[19] Comparó las ofrendas entregadas por los creyentes de Filipos con los sacrificios que se quemaban en el templo en adoración a Dios.[20] La epístola a los Hebreos habla de compartir lo que uno tiene como sacrificio agradable a Dios.

No se olviden de hacer el bien y de compartir con otros lo que tienen, porque esos son los sacrificios que agradan a Dios.[21]

Dar es un acto de adoración a Dios.

Dar con gratitud

Hace poco me tomé un tiempo para reflexionar sobre por qué María y yo diezmamos el diez por ciento de los ingresos mensuales que recibimos, en lugar de considerarlo apenas como un deber o algo que simplemente nos hemos comprometido a hacer. En lugar de diezmar y dar ofrendas a los demás por pura costumbre, cavilé sobre el significado y el alcance que tiene dar ofrendas al Señor. Pensé en lo afortunado que soy de haberlo conocido durante más de dos tercios de mi vida, en las tantas bendiciones que he recibido, en nuestros hijos y nietos, en lo privilegiado que he sido de poder servirle, en los tiempos difíciles de los que nos ayudó a salir y en los momentos de alegría y felicidad que hemos experimentado. Pasar un rato alabando y agradeciendo al Señor a la hora de devolver una porción de lo que Él nos ha dado este último mes confirió a nuestra entrega del diezmo un significado más trascendente. Más que un simple deber, fue una ofrenda de gratitud por el amor y la atención que nos brinda. De igual forma he estado viendo por ese mismo prisma lo que donamos a los misioneros, así como también a los pobres y carenciados con los que nos encontramos.

Es fácil considerar el diezmo como un pago más de impuestos. Esperamos obtener servicios de nuestra iglesia o fraternidad, o de Dios mismo, en retribución por nuestros diezmos, del mismo modo que esperamos que el Estado nos proporcione caminos, colegios y demás. Sin embargo, el diezmo no se trata de eso. Es una expresión de nuestro amor y gratitud a Dios y un acto de alabanza, agradecimiento y culto.

Lo que damos a Dios o a los demás debe provenir del corazón. No debemos dar a regañadientes o por sentido del deber o porque nos sintamos obligados a hacerlo; más bien debemos dar porque deseamos hacerlo, movidos por gratitud y alabanza en respuesta al amor que Dios abriga por nosotros.

Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza ni por obligación, porque Dios ama al dador alegre.[22]

Donald Whitney expresó al motivo para dar alegremente al escribir lo siguiente:

Al pensar uno en que Dios le otorgó el regalo más preciado posible en Su Hijo, Jesucristo, al considerar la misericordia y gracia que le ha dispensado, al tener en cuenta que ha provisto todo lo que uno posee, uno debería poder dar a Dios con alegría y de buen grado.[23]

Cuando resulta difícil dar

En muchos casos, cuando uno apenas logra cubrir sus gastos y considera que no le sobra nada, resulta difícil diezmar y ofrecer ayuda material a los demás. Es particularmente complicado dar cuando uno realmente no tiene ni suficiente para cubrir sus propias necesidades.

El apóstol Pablo escribió acerca de los creyentes macedonios, quienes a pesar de su pobreza, compartieron sus bienes generosa y alegremente con quienes padecían necesidad.

Ahora, hermanos, queremos que se enteren de la gracia que Dios ha dado a las iglesias de Macedonia. En medio de las pruebas más difíciles, su desbordante alegría y su extrema pobreza abundaron en rica generosidad. Soy testigo de que dieron espontáneamente tanto como podían, y aún más de lo que podían, rogándonos con insistencia que les concediéramos el privilegio de tomar parte en esta ayuda para los santos. Incluso hicieron más de lo que esperábamos, ya que se entregaron a sí mismos, primeramente al Señor y después a nosotros, conforme a la voluntad de Dios.[24]

En el Evangelio de Marcos vemos una situación similar en la cual quienes tenían muy poco igual fueron generosos. Cuenta que Jesús estaba sentado en frente del «tesoro», las 13 cajas para la colecta, que se colocaban a lo largo del patio de las mujeres dentro del complejo del templo en Jerusalén. Jesús se sentó frente al lugar donde se depositaban las ofrendas, y estuvo observando cómo la gente echaba sus monedas en las alcancías del templo. Muchos ricos echaban grandes cantidades. Pero una viuda pobre llegó y echó dos moneditas de muy poco valor. Jesús llamó a Sus discípulos y les dijo: «Les aseguro que esta viuda pobre ha echado en el tesoro más que todos los demás. Estos dieron de lo que les sobraba; pero ella, de su pobreza, echó todo lo que tenía, todo su sustento».[25]

Al afirmar Jesús que la exigua cantidad que dio la pobre viuda —el equivalente a una sexagésima cuarta parte de un jornal de aquella época, que era un denario— superaba las grandes sumas donadas por los ricos, sentó un principio trascendental. ¿Por qué consideró que su ofrenda era mayor? Por lo que significaba para esa mujer. Ella dio todo lo que tenía para su sustento, mientras que los ricos donaban de su abundancia. Ella no contaba con ningún recurso económico que le sirviera de respaldo; los ricos sí. Su generosidad no solo implicaba un sacrificio, sino que ponía de manifiesto su fe en la providencia divina. En un acto de amor a Dios lo dio todo y confió en Él. Donó abnegadamente lo que tenía y confió en la fidelidad de la providencia divina. Jesús consideró que su disposición a sacrificarse para dar su ofrenda a Dios y su fe en que Él la cuidaría eran más valiosos que lo que habían entregado los ricos. Jesús elogió su dadivosidad, esa entrega que se hace por amor, esa cualidad de dar motivada por la fe en que Dios nos ama y cuidará de nosotros.

También podemos cobrar ánimo a partir de ejemplos más recientes de cristianos que fueron generosos en épocas de escasez, tales como William Carey:

Fui joven y ahora he envejecido, y ni una sola vez he visto que Dios no cubriera mi necesidad después de haber aportado lo que tenía para promover Su obra. Él nunca ha faltado a Su promesa; por ende yo tampoco puedo faltar a mi servicio a Él.[26]

Dar sistemáticamente

Al hablar de la generosidad, Pablo dijo a la iglesia de Corinto:

En cuanto a la colecta para los creyentes, sigan las instrucciones que di a las iglesias de Galacia. El primer día de la semana, cada uno de ustedes aparte y guarde algún dinero conforme a sus ingresos, para que no se tengan que hacer colectas cuando yo vaya.[27]

Proponía que las ofrendas debían planificarse y hacerse de forma sistemática. En el caso de nuestros diezmos, ofrendas y donaciones, es mejor crear un sistema que implique apartar lo que tenemos pensado ofrendar; de otro modo se posterga fácilmente y luego hay que vérselas negras a último momento para juntar los fondos que se van a diezmar. Se puede seguir la recomendación de Pablo de apartar dinero el primer día de la semana o cada vez que se reciba un ingreso, de modo que esté a la mano para cuando llegue el momento de ofrecerlo a Dios. Como quiera que se haga, seguir un plan sistemático ofrece la seguridad de contar con el diezmo cuando llegue el día de dárselo a Dios.

Además de dar sistemáticamente, Pablo deja en claro que los fondos que apartamos deben ser conforme a nuestros ingresos,[28] o como dice en otras traducciones de la Biblia, según haya prosperado. La expectativa es que demos en proporción a nuestros ingresos. Si estos se incrementan, también deben hacerlo nuestro diezmo y ofrendas. Whitney escribe:

Cuanto más prosperemos, mayor debería ser la proporción de nuestras ofrendas. Cuando de dar se trata, no hay un porcentaje que se deba tener como tope. Donar el 10 por ciento de nuestros ingresos brutos no necesariamente significa que hemos cumplido con la voluntad de Dios. No se trata de un techo a la dadivosidad, sino de un piso desde el cual construir.[29]

Algunos cristianos acaudalados o que tienen altos ingresos y pocos gastos, practican lo que se denomina diezmo inverso o una variante del mismo. En lugar de dar el diez por ciento a Dios y vivir del noventa restante, el diezmo inverso consiste en vivir del diez y donar el noventa. Como escribió Pablo, debemos dar en la medida en que el Señor nos prospera.

Efectos de la dadivosidad

¿Cuál es el efecto de dar generosamente a Dios y los demás? Que Dios bendice tu vida. Jesús dijo:

Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes.[30]

Al dar, recibimos. En la medida en que somos generosos, Dios se muestra generoso con nosotros. No significa necesariamente que cuando sacrificamos bienes materiales recibimos más de lo mismo a cambio, pues no especifica lo que recibimos por nuestra dadivosidad. En todo caso la promesa de la bendición divina es efectiva. Pablo reafirmó aquella enseñanza de Jesús al escribir:

Recuerden esto: El que siembra escasamente, escasamente cosechará, y el que siembra en abundancia, en abundancia cosechará.[31]

Sir John Templeton, Presidente de Templeton Funds, hizo la siguiente observación:

A lo largo de mis años de asesor financiero observé a 100.000 familias. Me llamaba la atención que las que diezmaban eran más prósperas y felices que las que no lo hacían.

Además de expresar el principio de recoger lo que se siembra, en el capítulo nueve de la segunda epístola a los corintios Pablo también habla de otros principios espirituales relacionados con la dadivosidad. Comienza diciendo:

Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.[32]

Se nos insta a dar de buena gana y de corazón, pues ello complace a Dios. Pablo procede a hablarnos de la capacidad divina de bendecirnos por ofrecer nuestros bienes con alegría, de modo que no tengamos solamente para cubrir nuestra necesidad, sino de sobra para compartir con los demás:

Dios puede hacer que toda gracia abunde para ustedes, de manera que siempre, en toda circunstancia, tengan todo lo necesario, y toda buena obra abunde en ustedes.[33]

Y continúa:

El que da semilla al que siembra y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera y aumentará los frutos de vuestra justicia.[34]

Es una demostración de que Dios —que provee para nuestras necesidades— nos dotará de recursos y los incrementará, lo que nos permitirá ser aún más generosos. El hecho de que Dios provee para nosotros y nosotros aportamos para los demás genera un espíritu de gratitud y alabanza a Dios entre la gente.

Ustedes serán enriquecidos en todo sentido para que en toda ocasión puedan ser generosos, y para que por medio de nosotros la generosidad de ustedes resulte en acciones de gracias a Dios. Esta ayuda, que es un servicio sagrado, no sólo suple las necesidades de los santos sino que también redunda en abundantes acciones de gracias a Dios. En efecto, al recibir esta demostración de servicio, ellos alabarán a Dios por la obediencia con que ustedes acompañan la confesión del evangelio de Cristo, y por su generosa solidaridad con ellos y con todos.[35]

Además de agradecer a Dios por proveer para sus necesidades por intermedio de nosotros, las personas que se beneficien de nuestra generosidad también rezarán por nosotros con gran afecto.

Además, en las oraciones de ellos por ustedes, expresarán el afecto que les tienen por la sobreabundante gracia que ustedes han recibido de Dios.[36]

La decisión que tomamos de dar generosa y alegremente puede desatar una cadena de acontecimientos. Dios puede bendecirnos proveyendo para nuestras necesidades de modo que nos sobre para compartir con los demás, lo que nos posibilitaría ser aún más generosos y a su vez tendría el efecto de que las personas que se beneficiaron de nuestra dadivosidad darían gracias a Dios y posiblemente orarían por nosotros. Todo esto glorifica a Dios. Es una situación en la que todos ganan. Pablo lo expresa de la siguiente manera:

¡Gracias a Dios por su don inefable![37]

Dar de nuestros bienes a Dios y a los demás va de la mano con ser un buen administrador de lo que Él nos encomienda. Puede que desee bendecir a alguien por medio de los recursos Suyos que tú administras. Su medio de atender la necesidad de cierto misionero podría ser valiéndose de tu dadivosidad; tal vez quiera bendecir a los directores de un orfanato o colegio para niños pobres por intermedio de ti. Entregando tu diezmo al Señor contribuyes a la difusión del Evangelio. Quienes diezman a su iglesia contribuyen a mantenerla y solventar sus ministerios. Quienes diezman a LFI hacen posible que los integrantes de la misma en distintas partes del mundo reciban periódicamente su alimento espiritual, que tengan recursos para alimentar espiritualmente e impartir formación a nuevos conversos en sus propios idiomas y que los misioneros reciban donaciones y aportes. Lo que ofrendas al Señor por intermedio de tu diezmo hace posible que Él favorezca a otros por medio de la iglesia u organización a la que ayudas.

Compromiso y reflexión sobre nuestra actitud

Compartir periódica y sistemáticamente parte de lo que Dios pone bajo nuestro cuidado requiere compromiso y persistencia. Para dar sistemáticamente es preciso confiar en que Dios proveerá para nosotros, aun en momentos en que dar exija un salto de fe. Ser un dador alegre es consecuencia de tener una relación saludable con los bienes materiales y cultivar una actitud interior acerca de la dadivosidad que refleje esa relación. Implica comprender que uno es un agente del Señor, que da en nombre Suyo y que le ha sido concedido el honor de representarlo ante los demás, tanto en sentido práctico como espiritual.

A principios del año pasado me di cuenta de que no era un dador alegre cuando me topaba con unos mendigos que suelen estar afuera de una tienda donde hago las compras. Refunfuñaba cada vez que iba a la tienda, porque sabía que me iba a encontrar con los mendigos y me sentía obligado a darles algo. El Señor me habló a la conciencia acerca de mi actitud. Me recordó lo afortunado que soy de conocerlo, de que siempre ha provisto para mis necesidades, y me hizo ver que en lugar adoptar una actitud negativa hacia los indigentes, debía estar feliz de tener la oportunidad de dar, pues Él ama a esa pobre gente y quiere ayudarla por intermedio de mí. Eso cambió mi perspectiva y actitud acerca de donar. Estoy decidido a dar alegremente, como al Señor, y mostrarme agradecido por el privilegio de representarlo ante los demás con gestos así.

Se nos ha dado el honor de conocer al Señor, de recibir Sus bendiciones, de ser agentes de Su amor y salvación de cara a los demás. Nos ha concedido el don más sublime que hay: la vida eterna por medio de Jesús. Él nos ama, provee para nosotros y nos sustenta. Por amor y gratitud a Él nos pide que seamos alegres y generosos al retribuírselo por medio de nuestros diezmos y de la caridad que practicamos con los demás. Al comprometernos a diezmar y donar, y ser consecuentes con ese compromiso, lo honramos y lo adoramos y nos ponemos a tono con lo que Jesús afirmó que es al gran mandamiento:

«Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente.» Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»[38]

El apóstol Pablo dijo:

Recordad las palabras del Señor Jesús, que dijo: «Más bienaventurado es dar que recibir».[39]


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos proceden de la Santa Biblia, versión Reina-Valera 95 (RVR 95), © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso. Todos los derechos reservados.


[1] Hechos 17:25.

[2] Génesis 1:29.

[3] Mateo 7:11.

[4] Santiago 1:17.

[5] Salmo 37:4.

[6] Mateo 7:7.

[7] Juan 14:27.

[8] Santiago 1:5.

[9] Efesios 4:7.

[10] Juan 3:16.

[11] Tito 2:14.

[12] Juan 4:14.

[13] Romanos 6:23.

[14] Efesios 1:7,8.

[15] Romanos 5:5.

[16] 2 Corintios 1:22.

[17] Hebreos 2:4; 1 Corintios 12.

[18] Proverbios 3:9 (BLPH).

[19] Filipenses 4:18.

[20] Whitney, Donald S., Spiritual Disciplines for the Christian Life (Colorado Springs: Navpress, 1991), 142.

[21] Hebreos 13:16 (NVI)

[22] 2 Corintios 9:7

[23] Whitney, Disciplines, 148.

[24] 2 Corintios 8:1–5 (NVI).

[25] Marcos 12:41–44.

[26] William Carey (1761–1834), misionero bautista a la India.

[27] 1 Corintios 16:1,2 (NVI)

[28] 1 Corintios 16:2 (NVI)

[29] Whitney, Disciplines, 151.

[30] Lucas 6:38 (NVI)

[31] 2 Corintios 9:6.

[32] 2 Corintios 9:7 (NVI)

[33] 2 Corintios 9:8 (NVI)

[34] 2 Corintios 9:10

[35] 2 Corintios 9:11–13 (NVI)

[36] 2 Corintios 9:14 (NVI)

[37] 2 Corintios 9:15 

[38] Mateo 22:37–39

[39] Hechos 20:35.

Traducción: Felipe Mathews y Gabriel García V.