El Credo (10ª parte)

junio 2, 2020

Enviado por Peter Amsterdam

[The Creed (Part 10)]

(Los puntos presentados en este artículo se han tomado del libro The Creed, de Luke Timothy Johnson[1].)

Tras hablar de Dios Padre, de Su Hijo Jesús y del Espíritu Santo, el Credo enuncia las cuatro últimas creencias cristianas fundamentales. Dice:

Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica.
      Reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados.
      Esperamos la resurrección de los muertos
      y la vida del mundo futuro. Amén.

Creemos en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica

En el siglo IV, cuando se redactó el credo niceno-constantinopolitano, no existían las distintas confesiones religiosas que hay hoy en día; en esencia, la iglesia estaba toda unida. Con el tiempo se produjeron cismas en el seno de la iglesia, siendo el más notable el cisma entre la Iglesia de Oriente y la de Occidente. Posteriormente, la Reforma protestante llevó a una separación entre la Iglesia católica y las distintas modalidades de protestantismo. Cuando habla de la iglesia, el Credo no se refiere a ninguna confesión en particular, sino a la iglesia como comunidad de creyentes, a veces denominada el «cuerpo de Cristo»[2]. El Credo señala que Dios no solo obra individualmente en las personas, sino también por medio de las congregaciones de creyentes.

De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros[3].

Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo y miembros cada uno en particular[4].

Una

Si bien los creyentes entienden de distintas maneras la palabra una en esta frase, las dos interpretaciones más corrientes son las siguientes. Algunos consideran que al decir esto la iglesia afirma haber sustituido a Israel como «pueblo elegido por Dios», que la iglesia en su conjunto constituye esa única iglesia.

La segunda interpretación es que la iglesia es una porque vive en unidad, conforme a lo que se describe en el libro de los Hechos.

La multitud de los que habían creído era de un corazón y un alma. Ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común[5].

Todos los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas[6].

El apóstol Pablo expresó el concepto de la unidad de la iglesia cuando escribió a los efesios. Los exhortó a procurar «mantener la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz: un solo cuerpo y un solo Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación; un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo, un solo Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos y por todos y en todos»[7].

Pablo también señaló que dentro de esa unidad había diversidad. No todos desempeñan el mismo papel dentro de la iglesia.

A cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo. Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo[8].

También escribió que, dentro del cuerpo de creyentes, había diversidad de dones espirituales:

Hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de actividades, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para el bien de todos. A uno es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de conocimiento según el mismo Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas, y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como Él quiere[9].

Si bien el apóstol Pablo entendía que la iglesia era una, él mismo también fomentó la diversidad entre los creyentes en cuanto a la práctica de la fe. Habló de diversidad en cuestiones de dieta e incluso en la observancia de ciertos días, casos en que la conciencia de las personas las lleva a actuar de distintas formas.

El que come de todo no menosprecie al que no come, y el que no come no juzgue al que come, porque Dios lo ha recibido[10].

Uno hace diferencia entre día y día, mientras que otro juzga iguales todos los días. Cada uno esté plenamente convencido de lo que piensa. El que distingue un día de otro, lo hace para el Señor; y el que no distingue el día, para el Señor no lo hace. El que come, para el Señor come, porque da gracias a Dios; y el que no come, para el Señor no come, y también da gracias a Dios[11].

La unión o unidad a la que se refería Pablo no era uniformidad, sino el concepto de que los cristianos están de acuerdo en cuanto a los preceptos fundamentales de la fe; y en lo que no es fundamental, hay libertad. Los cristianos debemos ser comprensivos cuando hay disparidad de opiniones sobre cuestiones no fundamentales.

Santa

En el Antiguo Testamento, Dios mandó a Su pueblo: «Seréis santos, porque Yo soy santo»[12]. El Nuevo Testamento retoma la idea de la santidad de los creyentes, tanto a nivel individual como en la manera de ser de la comunidad cristiana, la iglesia.

La palabra griega hagiasmos se traduce según los casos como «santidad» o como «santificación».

La voluntad de Dios es que sean santificados; […] que cada uno aprenda a controlar su propio cuerpo de una manera santa y honrosa[13].

Dios no nos ha llamado a inmundicia, sino a santificación[14].

El Señor os haga crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos, como también lo hacemos nosotros para con vosotros. Que Él afirme vuestros corazones, que os haga irreprochables en santidad delante de Dios nuestro Padre, en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos Sus santos[15].

Cristo amó a la iglesia y se entregó a Sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a Sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviera mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuera santa y sin mancha[16].

Los cristianos hemos sido llamados a ser santos; y por ser el cuerpo de Cristo, la iglesia también ha sido llamada a ser santa, a ser diferente del mundo aun viviendo en el mundo.

Como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir[17].

Católica

Cuando el Credo dice que la iglesia es una, santa, católica y apostólica, no se refiere a la Iglesia católica romana, sino a toda la comunidad de creyentes, sea cual sea la confesión religiosa de cada una. La palabra griega traducida como católica significa «en todo el conjunto». Por consiguiente, la iglesia está en todas partes, no en un solo lugar. La catolicidad también implica inclusión. Aunque en la práctica no todas las iglesias cristianas son inclusivas, lo ideal es que la iglesia cristiana acepte las diferencias entre creyentes.

Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer, porque todos vosotros sois uno en Cristo Jesús[18].

Luke Timothy Johnson explica:

La catolicidad de la iglesia debe impulsarla a aceptar las diferencias culturales. La iglesia no puede ser simplemente una iglesia europea o americana. En Cristo no puede haber una iglesia asiática o africana, americana o europea[19].

El apóstol Pablo escribió:

Nosotros de aquí en adelante a nadie conocemos según la carne […]. Si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación […]. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo[20].

Apostólica

Decir que la iglesia es apostólica es decir que debe reconocerse como la iglesia de los apóstoles. La iglesia —es decir, todos los creyentes— debe tomar como modelo a los apóstoles en cuanto al tesón con que difundieron el mensaje de la salvación, y en cuanto a sus enseñanzas y principios morales. Uno de los principales atributos de los apóstoles fue que, aunque cometieron no pocos errores, perseveraron gracias al Espíritu Santo en la obediencia a lo que Jesús les había enseñado.

Todos fueron llenos del Espíritu Santo y hablaban con valentía la palabra de Dios[21].

Buscad, pues, hermanos, de entre vosotros a siete hombres de buen testimonio, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría, a quienes encarguemos de este trabajo[22].

Las iglesias tenían paz por toda Judea, Galilea y Samaria; eran edificadas, andando en el temor del Señor, y se acrecentaban fortalecidas por el Espíritu Santo[23].

Atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia[24].

La iglesia de cualquier época debe medirse con el patrón de la era apostólica, evaluando su obediencia a los textos del Nuevo Testamento. Los cristianos debemos ver en el Nuevo Testamento una guía para determinar nuestro modo de vida, nuestra generosidad, amabilidad, amor, interés por los pobres y difusión del mensaje del evangelio.

Reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados

El bautismo es un sacramento aceptado por la mayoría de las confesiones protestantes; el otro es la comunión o santa eucaristía. Los católicos romanos bautizan a los recién nacidos para librarlos del pecado original con el que se considera que nacen. Algunas iglesias protestantes también practican el bautismo de niños, no para librarlos del pecado original, sino como señal del pacto de gracia y requisito para unirse a la iglesia.

Según la doctrina protestante, el perdón de los pecados se produce cuando uno acepta a Jesús como salvador, cuando uno nace de nuevo. Muchas confesiones protestantes bautizan a una persona después que se ha salvado y ha tenido tiempo de recibir algo de formación básica en la doctrina cristiana. Una vez que entiende bastante bien la fe, se la bautiza en la iglesia como señal de que se ha vuelto creyente.

Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.

En esta última declaración, el Credo, en vez de utilizar verbos como «creemos» o «reconocemos», dice «esperamos», fórmula que expresa la expectativa y anhelo de los creyentes cristianos. Habiendo afirmado que Jesús «vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos» y que «Su reino no tendrá fin», el Credo menciona la esperanza que albergan los creyentes.

En cada uno de los evangelios sinópticos[25], Jesús habla de la resurrección de los muertos.

Los que son tenidos por dignos de alcanzar aquel siglo y la resurrección de entre los muertos […] ya no pueden morir, pues son iguales a los ángeles, y son hijos de Dios al ser hijos de la resurrección[26].

El Evangelio de Juan dice:

De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que la oigan vivirán. Como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo; y, además, le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre. No os asombréis de esto, porque llegará la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán Su voz; y los que hicieron lo bueno saldrán a resurrección de vida; pero los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación[27].

En las epístolas de Pablo se anuncia la resurrección de los muertos.

Tampoco queremos, hermanos, que ignoréis acerca de los que duermen, para que no os entristezcáis como los otros que no tienen esperanza. Si creemos que Jesús murió y resucitó, así también traerá Dios con Jesús a los que durmieron en Él. […] El Señor mismo, con voz de mando, con voz de arcángel y con trompeta de Dios, descenderá del cielo. Entonces, los muertos en Cristo resucitarán primero[28].

Ahora Cristo ha resucitado de los muertos; primicias de los que murieron es hecho, pues por cuanto la muerte entró por un hombre, también por un hombre la resurrección de los muertos. Así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados. Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en Su venida[29].

Bienaventurado y santo el que tiene parte en la primera resurrección; la segunda muerte no tiene poder sobre estos, sino que serán sacerdotes de Dios y de Cristo y reinarán con Él mil años[30].

Palabra fiel es esta: Si somos muertos con Él, también viviremos con Él; si sufrimos, también reinaremos con Él[31].

A lo largo del credo niceno-constantinopolitano, las declaraciones de fe en Dios, Jesús, el Espíritu Santo, la iglesia, el bautismo, la resurrección y el mundo futuro reflejan las enseñanzas de las Escrituras. El Credo condensa las principales doctrinas cristianas en un documento breve y fácil de recitar. En muchas iglesias se recita frecuentemente, como declaración de fe y como recordatorio de cuáles son sus creencias. También puede ser beneficioso recitarlo en privado de vez en cuando. Yo he añadido una copia del Credo a los textos que leo al principio de cada mes, con el fin de repasar periódicamente estas creencias fundamentales.

(Con este artículo termina la serie El Credo.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] The Creed—What Christians Believe and Why It Matters (Nueva York: Doubleday, 2003).

[2] Romanos 7:4; 1 Corintios 10:16, 12:27; Efesios 4:12.

[3] Romanos 12:4,5.

[4] 1 Corintios 12:27.

[5] Hechos 4:32.

[6] Hechos 2:44.

[7] Efesios 4:3–6.

[8] Efesios 4:7,11,12.

[9] 1 Corintios 12:4–11.

[10] Romanos 14:3.

[11] Romanos 14:5,6.

[12] Levítico 11:44.

[13] 1 Tesalonicenses 4:3,4 (NVI).

[14] 1 Tesalonicenses 4:7.

[15] 1 Tesalonicenses 3:12,13.

[16] Efesios 5:25–27.

[17] 1 Pedro 1:15.

[18] Gálatas 3:28.

[19] Johnson, The Creed, 270.

[20] 2 Corintios 5:16–20.

[21] Hechos 4:31.

[22] Hechos 6:3.

[23] Hechos 9:31.

[24] Hechos 16:6.

[25] Mateo, Marcos y Lucas.

[26] Lucas 20:35,36. V. también Marcos 12:24–26, Mateo 22:30–32.

[27] Juan 5:25–29.

[28] 1 Tesalonicenses 4:13–16.

[29] 1 Corintios 15:20–23.

[30] Apocalipsis 20:6.

[31] 2 Timoteo 2:11,12.