El evangelio en relatos de viva voz, 2ª parte

septiembre 19, 2015

Enviado por María Fontaine

[Storying the Gospel—Part 2]

En la primera parte de esta serie presentamos el método de contar de viva voz relatos de la Biblia. Ese método ha sido eficaz para predicar el evangelio desde que Jesús lo utilizó por primera vez. En el mundo hay millones de personas que no saben leer. También hay millones que no leen muy bien, o que provienen de lo que se conoce como culturas orales. En esas culturas, el estilo principal de aprendizaje no es por medio de obras escritas; y la palabra impresa no moldea su pensamiento en gran medida. Sin embargo, los que aprenden oralmente pueden asimilar las mismas ideas y conceptos que los que saben leer y escribir, siempre que las enseñanzas se les presenten de manera que puedan conservarlas en la memoria. Se puede llevar el mensaje a los que aprenden oralmente por medio de los relatos. Según la Biblia, al dirigirse a las multitudes Jesús siempre contó relatos y dio ejemplos[1].

La narración oral de relatos de la Biblia no es solo para las regiones subdesarrolladas del mundo. Se puede hacer en todo país o cultura. En los EE.UU., donde muchas personas no leen mucho o no les interesa, contar relatos de viva voz ha prosperado de manera asombrosa. Algunas megaiglesias utilizan ese método para evangelizar y hacer discípulos; y los resultados son sorprendentes. Contar un relato puede ser valioso para transmitir el evangelio, donde sea que nos encontremos, a medida que a todos nos hacemos de todo, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles[2].

Si ustedes son como yo y muchas otras personas cuando escuchan por primera vez acerca de contar de viva voz relatos de la Biblia, pensamos que suena ideal para quienes no saben leer, pero no sabemos si ese método podría ser muy eficaz en lugares donde las personas saben leer y escribir.

A continuación, reproducimos algunos ejemplos de contar oralmente relatos de la Biblia. Algunos son del libro Truth That Sticks[3]. Creo que les sorprenderá cuando vean que las personas se pueden interesar en esa modalidad de estudio de la Biblia y de los efectos que puede traer.


Un pastor se mudó a la zona noroeste de los EE.UU. para fundar una iglesia y emplear el método de narrar relatos. Para empezar, se dirigió al dueño de una cafetería y le propuso designar una noche para contar relatos. Cualquier persona podría contar un relato, y algunos relatos fueron bastante atrevidos. Sin embargo, como el pastor era el presentador, escuchaba y de lo que se narraba buscaba un tema. Al final, contaba un relato de la Biblia que trataba cuestiones que otros planteaban. Descubrió que la gente escuchaba con atención y más tarde quería hablar con él acerca de esos temas. El número de personas que asisten a su iglesia ha aumentado y ahora hay cuarenta grupos que cuentan relatos de la Biblia y abordan problemas que la población enfrenta en una de las zonas más cultas —y una donde hay menos cristianos— de los EE.UU.


Los que aprenden relatos de la Biblia los cuentan a otras personas. Randy Proctor aprendió a contar relatos de viva voz una semana y empezó a hacerlo a la semana siguiente cuando habló en una reunión de una iglesia de vaqueros que se había fundado cinco semanas antes.

Contó el relato del cruce por el Mar Rojo que está en el Éxodo, mientras escuchaban los vaqueros y sus familias. Luego, hizo varias preguntas relacionadas con el relato: ¿Quién los tenía en esclavitud? ¿Qué los perseguía? ¿Quién era su faraón, por así decirlo? ¿Quién era su única esperanza de salvación?

Finalmente, pidió a todos que se pusieran de pie. Randy precisó: «Les pregunté si se entregarían a Dios, pidiéndole a Él que se encargara del faraón que estuviera presente en su vida». Después de que contó quince personas que se aproximaron al altar, perdió la cuenta. Cuando las personas se iban, un hombre le dijo: «Es el mensaje de la Biblia más claro que he oído en mi vida».


A un pastor que se llama Jim, le pidieron que fuera a ver a Terry, un enfermo de cáncer, que agonizaba en su cama y se preguntaba si Dios podría perdonarlo. Jim dijo que recordó el capítulo 15 de Lucas. Así que le contó a Terry la historia del hijo pródigo. Terry y su esposa lloraron. Jim señaló: «Fue impactante».


En un vuelo de Detroit a Atlanta, un cristiano empezó a hablar con Brandon, un joven con un título en biomecánica de la Universidad Vanderbilt y que estudia en Georgia Tech para obtener una maestría. Dijo que era cristiano, pero que nunca había leído la Biblia y no entendía la diferencia entre las obras y la fe. Después de oír el relato del hijo díscolo, el padre que lo perdonó y el hermano mayor celoso, Brandon entendió de inmediato el sentido; un muchacho de veinticuatro años quedó sorprendido al oír un relato y conmovido por la fe que se refleja en esa historia.


Paul Krueger y Chuck Broughton de los Navigators trabajó seis años para llevar relatos a los reclusos de la Penitenciaría Estatal de Luisiana en Angola, que anteriormente fue conocida como la prisión más violenta de los EE.UU. Su extensión es mayor que la de la isla de Manhattan y tiene 5.200 presos. Más del ochenta por ciento de los prisioneros que viven allí tienen cadena perpetua, sin la opción de libertad condicional.

En Angola se han multiplicado los grupos para oír contar de viva voz los relatos; actualmente se han extendido a veintiocho iglesias y un instituto bíblico con cursos de dos años. Se ha preparado a 142 presos en el arte de contar relatos. Varios de ellos ahora son capellanes y han sido trasladados a otras cárceles.


La narración oral de un relato de la Biblia puede ser muy eficaz en el caso de personas de otras religiones. Los relatos pasan desapercibidos por debajo de sus defensas, porque no enfrentamos directamente sus creencias ni discutimos con ellas.

Un grupo de musulmanes visitó varias veces un restaurante donde el dueño y su esposa son cristianos. A menudo, los hombres se cuentan historias, así que el dueño del restaurante les contó relatos de la Biblia con el tema del poder de Dios. Luego de comer allí varias veces y de contarse relatos mutuamente, un musulmán comentó: «Los relatos que usted cuenta son muy buenos, da la impresión de que son parte de una historia más grande». El dueño respondió: «Así es. ¿Les cuento esa Gran Historia?» Los hombres aceptaron y el dueño del restaurante empezó a contar el Génesis; y cada semana les contaba más relatos de la Biblia, en orden cronológico.

Después de seis semanas, los musulmanes preguntaron: «¿Su esposa también conoce esos relatos?» Cuando respondió que sí, los hombres acordaron llevar también a sus esposas al restaurante para que ella les contara la Gran Historia. Al poco tiempo, cuatro de los hombres y sus esposas aceptaron a Jesús y empezaron a transmitir el evangelio entre sus amigos.


El pastor Bobby Welch ha dado preparación a miles de cristianos para que comuniquen su fe, valiéndose de una combinación de relatos de la Biblia y squetches. Hace una representación muy dramática de la parábola que cuenta Jesús de la oveja perdida. Camina por delante del auditorio contando ovejas imaginarias. «Noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve… ¿noventa y nueve? ¿Noventa y nueve?» Expresa horror en el rostro. Grita: «¡La oveja número cien está perdida!»

Desesperado, Bobby corre entre el público y termina en un balcón que queda bastante elevado, como desde el suelo hasta la altura de la copa de un árbol. Allí, ve dónde se encuentra la oveja. Con mucho cuidado, se sujeta de la barandilla y con dificultad se dirige por el aire hasta que llega donde se encuentra la oveja perdida imaginaria. Es un tramo que desafía a la muerte.

Con gran alegría, Bobby grita: «¡No te preocupes, ovejita! ¡Te tengo!» Bobby regresa por la barandilla hasta que llega de nuevo al balcón y vuelve a su redil imaginario. Y con un grito de «¡Cien!» termina el squetch.

Sin predicar dejó claro cuál era su postura. Todos entendieron que un pastor debe hacer todo lo posible por rescatar aunque sea a una sola de sus ovejas.


Alguien dio un ejemplo de contar de viva voz relatos de la Biblia: Un marine jubilado se puso de pie en una reunión de un grupo pequeño y empezó a contar el relato del hijo pródigo. Se limitó a ponerse de pie y contar el relato; sin embellecerlo. Y el grupo se quedó absorto escuchándolo. Eran trece personas.

Al terminar, hizo preguntas muy sencillas relacionadas con el relato: «¿Con cuál persona del relato se identifican más: con el padre, el hijo pródigo o el hermano mayor?»

Dio la impresión de que se habían abierto las compuertas. Un hombre dijo que se identificaba con el padre, porque su hijo tenía problemas. La primera persona fue tan sincera y transparente acerca de lo que le pasaba, que uno por uno, ¡todos hicieron lo mismo como si fuéramos de una sola familia! Otro dijo que se identificaba con el hijo pródigo porque «¡Así he sido yo!»

Simplemente alguien contó un relato, permitiéndonos analizar un poco nuestra vida y comentamos cómo nos identificamos con el relato. Ese ejemplo me hizo entender que contar relatos de viva voz da buenos resultados, pues permite que las personas comunes divulguen el mensaje.


Si quieres aprender más acerca del arte de contar relatos de la Biblia para ganar almas y para tu labor de discipulado, en el último artículo de esta serie, que saldrá pronto, daré más detalles de este método muy eficaz. Además, recomiendo el libro anteriormente mencionado que sirvió de inspiración para esta serie de artículos: Truth That Sticks: How to Communicate Velcro Truth in a Teflon World, Avery T. Willis hijo y Mark Snowden (NavPress, 2009).


Acerca de los autores: Avery T. Willis hijo fue pastor en Texas y Oklahoma por diez años. Fue misionero en Indonesia durante catorce años. Tiene un doctorado en misionología y es el director ejecutivo de International Orality Network.

Mark Snowden es un excelente instructor de narradores de la Biblia. Preparó una Biblia oral dirigida a un pueblo predominantemente musulmán en Asia central. Actualmente enseña el arte de narrar relatos de la Biblia a misioneros y personas que fundan iglesias.


[1] Mateo 13:34 NTV.

[2] 1 Corintios 9:22.

[3] Avery T. Willis hijo y Mark Snowden, Truth That Sticks: How to Communicate Velcro Truth in a Teflon World (NavPress, 2009).