Jesús es Dios

noviembre 14, 2017

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus Is God]

En un artículo reciente presenté algunos pasajes de las Escrituras que muestran que el Espíritu Santo, como sucesor de Jesús después de Su ascensión, ayudó a los discípulos más o menos de la misma manera como Jesús lo había hecho[1]. Jesús, que es Dios, envió al Espíritu Santo, que es también Dios, para que estuviera con los creyentes. Me pareció que podría ser interesante repasar algunos versículos que ponen de relieve, de modo similar, que Jesús hace lo que hace el Padre, lo cual demuestra que, así como el Padre es Dios, Jesús también lo es.

En el Antiguo Testamento hay descripciones de Dios que, en términos generales, pueden catalogarse como nombres e imágenes. Hay también descripciones de los atributos de Dios, pero en este artículo nos centraremos en Sus nombres e imágenes. En el período veterotestamentario se asignaban nombres para expresar esperanzas, observaciones, conceptos, sentimientos, etc. Por ejemplo, Adán llamó a su mujer Eva, que significaba «viviente», «por cuanto ella fue la madre de todos los vivientes»[2]. Dios le cambió el nombre a Abram y lo llamó Abraham, con lo que cambió también el significado de su nombre de «padre enaltecido» a «padre de una multitud».

De la misma manera, los nombres de Dios en las Escrituras tienen un significado, nos indican cómo es Él. Cuando Moisés le preguntó a Dios cuál era Su nombre, Él le reveló que era Yahveh (Señor), que significa «yo soy». En otros pasajes del Antiguo Testamento se lo llama Elohim (Dios) o El Shaddai (Dios Todopoderoso). Esas son descripciones de Dios. Cuando Él le dijo a Moisés que Su nombre era Yahveh, dio también más información sobre Sí mismo:

El Señor pasó delante de Moisés, y proclamó: «¡EL SEÑOR! ¡EL SEÑOR! ¡Dios misericordioso y clemente! ¡Lento para la ira, y grande en misericordia y verdad! ¡Es misericordioso por mil generaciones! ¡Perdona la maldad, la rebelión y el pecado, pero de ningún modo declara inocente al malvado!»[3] (Muchas biblias traducen Yahveh como SEÑOR, en mayúsculas, por ser el nombre propio de Dios.)

En el Antiguo Testamento, aparte de esos nombres de Dios que Él nos ha revelado, hay también imágenes de Él que hacen las veces de nombres. Un ejemplo sería: «Pastor de Israel, escucha»[4]. Esa descripción de Dios utilizando la imagen de un pastor se convierte en uno de Sus nombres. Dios se nos revela mediante Sus nombres, los cuales reflejan quién es Él.

Por ejemplo, cuando alabamos el nombre de Dios, lo estamos alabando a Él.

Alabaré al Señor conforme a Su justicia y cantaré al nombre del Señor, el Altísimo[5].

Yo te confesaré entre las naciones, Señor, y cantaré a Tu nombre[6].

Las Escrituras no solo nos mandan alabar el nombre de Dios, sino que también dicen: «Dad al Señor la gloria debida a Su nombre»[7]; «Exaltemos a una Su nombre»[8], y: «Respeta el nombre glorioso y temible del SEÑOR tu Dios»[9]. Dado que las Escrituras señalan que se debe adorar solo a Dios, este lenguaje lo equipara con Su nombre. Lo mismo se observa en varios versículos en los que el nombre de Dios hace cosas que se atribuyen a Dios.

El nombre del Dios de Jacob te defienda[10].

Dios, sálvame por Tu nombre[11].

Su nombre es eterno, temible y santo, tanto como Él:

¡Señor, eterno es Tu nombre![12]

¡Santo y temible es Su nombre![13]

Como vemos, el nombre de Dios hace y es todo lo que dicen las Escrituras de Dios. Por consiguiente, Su nombre es equiparado con Su persona. Cuando uno capta eso, le resulta fácil entender por qué el tercer mandamiento nos manda no usar indebidamente de Su nombre:

No tomarás el nombre del Señor, tu Dios, en vano, porque no dará por inocente el Señor al que tome Su nombre en vano[14].

Como ya mencionamos, en el Antiguo Testamento Yahveh (el nombre de Dios) se traduce como «Señor». En el Nuevo, es la palabra kyrios la que se traduce como «Señor». En las traducciones griegas del Antiguo Testamento, Yahveh se traduce también como «kyrios», por lo que cuando se emplea en el Nuevo Testamento para referirse a Jesús tiene el mismo sentido. En el Nuevo Testamento, la expresión «(el o nuestro) Señor Jesucristo» aparece 63 veces.

Al leer el Nuevo Testamento, se aprecia que allí el nombre de Jesús se emplea de la misma manera que el de Yahveh en el Antiguo, y que las conductas y atributos relacionados con Dios están presentes también en Jesús. Veamos algunas comparaciones:

En el libro de Isaías, Dios dijo:

Ante Mí se doblará toda rodilla, y toda lengua jurará lealtad[15].

En Filipenses dice:

Para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre[16].

El libro de Joel dice:

Todo el que invoque el nombre del SEÑOR será salvo[17].

Tanto el apóstol Pedro como el apóstol Pablo citaron ese versículo aludiendo a Jesús, con lo que lo llamaron Dios (Yahveh)[18].

Las Escrituras revelan que Dios creó el universo:

En el principio creó Dios los cielos y la tierra[19].

¿Acaso no sabes, ni nunca oíste decir, que el Señor es el Dios eterno y que Él creó los confines de la tierra?[20]

En el Nuevo Testamento consta que Jesús, el Verbo de Dios, participó en la creación del mundo.

En el principio era el Verbo, el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios. Este estaba en el principio con Dios. Todas las cosas por medio de Él fueron hechas, y sin Él nada de lo que ha sido hecho fue hecho[21].

Por medio de Él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, visibles e invisibles, sean tronos, poderes, principados o autoridades: todo ha sido creado por medio de Él y para Él. Él es anterior a todas las cosas, que por medio de Él forman un todo coherente[22].

En estos últimos días nos ha hablado por Su Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas, por medio de quien hizo también el universo[23].

En el Antiguo Testamento, uno de los mandamientos más importantes y más frecuentemente repetidos al pueblo de Israel fue el precepto de que adoraran solo al Señor, y no a otros dioses. Se les prometieron severos castigos si rendían culto a otros dioses.

No tendrás otros dioses delante de Mí[24].

Si llegas a olvidar al Señor tu Dios, y sigues a otros dioses para adorarlos e inclinarte ante ellos, testifico hoy en contra tuya que ciertamente serás destruido[25].

Tengan cuidado, no sea que se engañe su corazón y se desvíen y sirvan a otros dioses, y los adoren. No sea que la ira del Señor se encienda contra ustedes[26].

Si bien solo se debe adorar a Dios, en los evangelios está claro que hubo ocasiones en que a Jesús se le rindió culto. Después que Él caminó sobre el agua y, al intentar Pedro hacer lo mismo, lo rescató de ahogarse, dice:

En cuanto ellos subieron a la barca, se calmó el viento. Entonces los que estaban en la barca se acercaron y lo adoraron, diciendo: «Verdaderamente eres Hijo de Dios»[27].

Sus discípulos lo adoraron cuando se les apareció después de resucitar:

Jesús les salió al encuentro, diciendo: «¡Salve!» Y ellas, acercándose, abrazaron Sus pies y lo adoraron[28].

Después los sacó fuera hasta Betania y, alzando Sus manos, los bendijo. Aconteció que, mientras los bendecía, se separó de ellos y fue llevado arriba al cielo. Ellos, después de haberlo adorado, volvieron a Jerusalén con gran gozo[29].

También dice que en el Cielo se adora a Jesús:

Miré, y oí la voz de muchos ángeles alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Su número era millones de millones, y decían a gran voz: «El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza». A todo lo creado que está en el cielo, sobre la tierra, debajo de la tierra y en el mar, y a todas las cosas que hay en ellos, oí decir: «Al que está sentado en el trono y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos». Los cuatro seres vivientes decían: «¡Amén!» Y los veinticuatro ancianos se postraron sobre sus rostros y adoraron[30].

Las Escrituras señalan claramente que solo se debe adorar a Dios, al tiempo que enseñan que a Jesús se le rindió y se le debe rendir culto. El único motivo por el que es legítimo adorar a Jesús es que Él es Dios.

Por los pasajes del Antiguo Testamento entendemos que Dios es quien juzga:

El SEÑOR es nuestro juez, el SEÑOR es nuestro legislador, el SEÑOR es nuestro rey; Él nos salvará[31].

Dios traerá toda obra a juicio, juntamente con toda cosa oculta, sea buena o sea mala[32].

En el Nuevo Testamento queda claro que Jesús, al igual que Su Padre, también juzga:

Te suplico encarecidamente delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en Su manifestación y en Su Reino…[33]

Nos mandó que predicáramos al pueblo y testificáramos que Él es el que Dios ha puesto por Juez de vivos y muertos[34].

El Padre a nadie juzga, sino que todo el juicio dio al Hijo, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo no honra al Padre, que lo envió. […] Le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del hombre[35].

En muchos pasajes del Antiguo Testamento, a Dios se lo llama Salvador:

Yo, Yo soy el Señor, y fuera de Mí no hay salvador[36].

Yo soy el Señor tu Dios desde que estabas en Egipto. No conocerás a otro Dios fuera de Mí, ni a otro Salvador que no sea Yo[37].

Jesús es asimismo llamado Salvador, lo cual muestra que Él también es Dios.

Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es Cristo el Señor[38].

De la descendencia de este, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel[39].

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo en un madero. A este, Dios ha exaltado con Su diestra por Príncipe y Salvador, para dar a Israel arrepentimiento y perdón de pecados[40].

Nosotros hemos visto y testificamos que el Padre ha enviado al Hijo, el Salvador del mundo[41].

A Dios se lo describe sentado en el trono del Cielo.

Yo vi al Señor sentado en Su trono, y todo el ejército de los cielos estaba junto a Él, a Su derecha y a Su izquierda[42].

Dios reina sobre las naciones; Dios se sienta sobre Su santo trono[43].

A Jesús también se lo pinta en un trono con Su Padre.

El Cordero que está en medio del trono los pastoreará[44].

Después me mostró un río limpio, de agua de vida, resplandeciente como cristal, que fluía del trono de Dios y del Cordero[45].

No habrá más maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en ella, Sus siervos lo servirán[46].

Al leer la Biblia, vemos que Dios nos ha mostrado cómo es Él revelándonos Sus nombres e imágenes. También nos damos cuenta de que muchos de esos mismos nombres e imágenes se aplican a Jesús. Las Escrituras enseñan que Jesús, al igual que Su Padre, es Dios. Jesús lo expresó de esta manera:

El Padre y Yo uno somos[47].

En las epístolas viene expresado de una forma muy bella:

Él, que es el resplandor de Su gloria, la imagen misma de Su sustancia y quien sustenta todas las cosas con la palabra de Su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de Sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas[48].

En Él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad[49].

Dios también lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre[50].


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


[1] V. Jesús, Su vida y mensaje: Discipulado (6ª parte)

[2] Génesis 3:20.

[3] Éxodo 34:6,7 (RVC).

[4] Salmo 80:1,

[5] Salmo 7:17.

[6] Salmo 18:49.

[7] Salmo 29:2.

[8] Salmo 34:3.

[9] Deuteronomio 28:58 (PDT).

[10] Salmo 20:1.

[11] Salmo 54:1.

[12] Salmo 135:13.

[13] Salmo 111:9.

[14] Éxodo 20:7.

[15] Isaías 45:23 (NBLH).

[16] Filipenses 2:10,11.

[17] Joel 2:32 (NTV).

[18] Hechos 2:21, Romanos 10:13.

[19] Génesis 1:1.

[20] Isaías 40:28 (RVC).

[21] Juan 1:1–3.

[22] Colosenses 1:16,17 (NVI).

[23] Hebreos 1:2 (NBLH).

[24] Éxodo 20:3 (NBLH).

[25] Deuteronomio 8:19 (NVI).

[26] Deuteronomio 11:16,17 (NBLH). V. también Deuteronomio 30:17,18, 2 Crónicas 7:19,20, 1 Reyes 9:6,7.

[27] Mateo 14:32,33.

[28] Mateo 28:9.

[29] Lucas 24:50–52.

[30] Apocalipsis 5:11–14.

[31] Isaías 33:22 (NBLH).

[32] Eclesiastés 12:14.

[33] 2 Timoteo 4:1.

[34] Hechos 10:42.

[35] Juan 5:22,23,27.

[36] Isaías 43:11 (NBLH).

[37] Oseas 13:4 (NVI).

[38] Lucas 2:11.

[39] Hechos 13:23.

[40] Hechos 5:30,31.

[41] 1 Juan 4:14.

[42] 1 Reyes 22:19 (NBLH).

[43] Salmo 47:8.

[44] Apocalipsis 7:17.

[45] Apocalipsis 22:1.

[46] Apocalipsis 22:3.

[47] Juan 10:30.

[48] Hebreos 1:3.

[49] Colosenses 2:9.

[50] Filipenses 2:9–11.