Jesús, Su vida y mensaje: Boda y vino

abril 21, 2015

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Wedding and Wine]

Tras presentarnos a los primeros seguidores de Jesús, el Evangelio de Juan narra que Jesús asistió a una boda en Caná de Galilea. Caná, una ciudad a unos catorce kilómetros al norte de Nazaret[1], era de donde procedía Natanael (uno de los primeros discípulos de Jesús)[2].

Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea, y estaba allí la madre de Jesús. También fueron invitados a las bodas Jesús y Sus discípulos[3].

La costumbre de la época era que los festejos de bodas duraran idealmente siete días. Muchos amigos de los novios se quedaban de principio a fin. Bastante antes de la boda, la pareja habría celebrado el desposorio, compromiso legalmente vinculante que solo se podía deshacer mediante un procedimiento de divorcio. El día de la boda era aquel en que el novio se llevaba a su casa o a la de sus padres a la novia. Al atardecer de ese primer día, los allegados a la novia se reunían en la casa del padre de ella y los del novio en la de este. Bajo la dirección del «amigo del esposo»[4] o padrino[5], el novio y sus amigos iban a buscar a la novia a la casa de su padre y la llevaban a la casa de él o de los padres de él, donde se realizaban los festejos. Esa noche la novia se retiraba a su propio cuarto. Al día siguiente se hacía la celebración, y al final de ese día había un banquete. Esa noche la pareja consumaba el matrimonio en la cámara nupcial[6].

Los textos judíos hablan de la importancia del vino en las festividades, por ejemplo en las comidas del día de reposo y en las bodas. En el antiguo Mediterráneo, siempre se agregaba agua al vino que se servía con las comidas, por lo general de dos a cuatro partes de agua por cada una de vino[7]. Los invitados a la boda solían beber hasta bien entrada la noche, y era importante disponer de suficiente vino para los siete días. Quedarse sin vino habría significado un estigma social, algo que habría dado pábulo a chismorreos durante años[8]. Sin embargo, eso fue precisamente lo que sucedió en esa boda a la que Jesús asistió.

Y faltó vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: «No tienen vino»[9].

Algunos comentaristas escriben que las palabras de María pueden entenderse como una acusación: Jesús llevó consigo a Sus discípulos, y estos fueron la causa de que se acabara el vino. Si bien esa sugerencia se considera textualmente plausible, no es seguro que fuera así. Igual de válida sería la explicación de que el novio era pobre y aportó el vino que pudo, con la esperanza de que fuera suficiente. En cualquier caso, era socialmente inaceptable no cumplir a cabalidad con el deber de hospitalidad ofreciendo suficiente comida y bebida para los festejos.

Tras escuchar a Su madre, Jesús responde:

«¿Qué tiene que ver esto con nosotros, mujer? Aún no ha llegado Mi hora»[10].

Esto se puede interpretar como una reconvención, parecida a la que le dirigió al oficial cuyo hijo estaba a punto de morir. En ese otro caso, Jesús dijo: «Si no veis señales y prodigios, no creeréis»[11], tras lo cual sanó al niño. De la misma manera, la contestación que le dio a Su madre no fue una negativa a actuar. Keener explica:

El principal motivo de esa reconvención tiene que ser que la madre de Jesús no entiende lo que esa señal le va a costar a Él: esa señal lo encamina hacia Su hora, hacia la cruz[12]. Yancey escribe: Comenzaría a andar un reloj que no se detendría hasta el Calvario[13].

No es normal que Jesús llamara «mujer» a Su madre, pero tampoco era irrespetuoso. Se dirigió de esa misma manera a otras mujeres en distintas ocasiones, siempre de manera respetuosa[14]. Probablemente con esa forma de expresarse quiso indicar un deseo de guardar las distancias con Su madre[15], declarando que Su relación con ella estaba cambiando ahora que se iniciaba Su vida pública. En cierto modo es similar a cuando dijo: «Todo aquel que hace la voluntad de Dios, ese es Mi hermano, Mi hermana y Mi madre»[16].

Cuando afirma que Su hora aún no ha llegado, lo más probable es que se refiera a Su muerte, a Su función mesiánica, como en la mayoría de las diecisiete veces en que habla de Su muerte o de asuntos relacionados con ella[17]. Aquí, al principio de Su ministerio, ya está viendo Su consumación[18].

Después de hablar con Jesús, María dice a los sirvientes: «Haced todo lo que Él os diga»[19]. Con ello muestra su expectativa de que Jesús actúe, de que haga algo para remediar la situación. Al decir a los criados que hagan lo que sea que su hijo les indique da a entender que sabe que Jesús puede responder a su solicitud de una forma insólita. María obra con fe y de esa manera establece un modelo de cómo debe ser el acto de la oración: presenta la necesidad y confía en que Dios responda conforme a Su voluntad[20].

Había allí seis tinajas de piedra para agua, dispuestas para el rito de purificación de los judíos; en cada una de ellas cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo: «Llenad de agua estas tinajas». Y las llenaron hasta arriba[21].

Las tinajas de agua eran para los ritos de purificación. En el Evangelio de Marcos se explica en parte en qué consistían tales ritos:

Se acercaron a Jesús los fariseos y algunos de los escribas, que habían venido de Jerusalén; estos, viendo a algunos de los discípulos de Jesús comer pan con manos impuras, esto es, no lavadas, los condenaban (pues los fariseos y todos los judíos, aferrándose a la tradición de los ancianos, si no se lavan muchas veces las manos, no comen. Y cuando regresan de la plaza, si no se lavan, no comen. Y otras muchas cosas hay que se aferran en guardar, como los lavamientos de los vasos de beber, de los jarros, de los utensilios de metal y de las camas)[22].

Las tinajas eran recipientes grandes en los que se guardaba el agua necesaria para los frecuentes lavamientos que debían hacer las personas para estar ritualmente limpias. Si las tinajas o el agua se contaminaban de alguna manera, ambas se volvían ritualmente impuras. Cuando eso ocurría, si la tinaja era de barro, había que romperla. Si era de piedra, eso no era necesario: podía limpiarse y volverse a utilizar[23]. Generalmente en las casas había una o dos tinajas de agua; para una ocasión como esta, probablemente pidieron prestadas algunas a vecinos del pueblo.

Como veremos a lo largo de los Evangelios, aunque Jesús por lo general respetaba la ley judaica, solía privilegiar las necesidades de las personas por sobre la observancia de la Ley[24]. Esa es una de tales ocasiones. Jesús claramente siente que en este caso es más importante ahorrarle al novio la humillación y a los invitados la insatisfacción que observar la tradición de la purificación por agua[25].

Las instrucciones de Jesús sobre el llenado de las tinajas eran fáciles de dar, no tanto de ejecutar. Seis tinajas con capacidad para dos o tres cántaros (entre 75 y 113 litros) de agua representaban entre 450 y 678 litros de agua en total, que pesarían entre 450 y 678 kilos. Aunque supusiéramos que las tinajas no se encontraban del todo vacías, probablemente el agua para llenarlas hasta el borde tenía que sacarse del pozo del pueblo y acarrearse hasta la casa. Ese trabajo pudo haberles tomado varias horas. Cuando terminaron se produjo el milagro de una manera que no llamó la atención.

Jesús dijo a los sirvientes: «“Sacad ahora un poco y presentadlo al encargado del banquete”. Y se lo presentaron»[26]. Lo más probable es que el encargado del banquete fuera el padrino de bodas o alguien cercano al novio que se preocupaba del entretenimiento y de la música y que, como parte de sus funciones, determinaba en qué medida debía diluirse el vino. Seguramente dicho maestro de ceremonias había observado beber a los invitados; debía de saber que estos tienden a beber más al principio del banquete, y que conforme progresara la velada sus sentidos estarían algo embotados, con lo que se podía servir un vino peor sin que se apreciara su inferior calidad[27].

Cuando el encargado del banquete probó el agua hecha vino, sin saber de dónde era (aunque sí lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua), llamó al esposo y le dijo: «Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando han bebido mucho, el inferior; sin embargo, tú has reservado el buen vino hasta ahora»[28].

El encargado del banquete, sin saberlo, está verificando que se ha producido un milagro. No tiene ni idea de que el vino lo han sacado de las tinajas de agua; solo sabe que es de mejor calidad que el que se ha servido hasta ese momento. A estas alturas los criados ya debían de haberse percatado de que había ocurrido un milagro, pero no hay ninguna indicación de que los demás fueran conscientes de ello, quizás exceptuando a María. Más tarde se nos dice que los discípulos también se enteraron.

Ese milagro de Jesús libró al novio de la humillación, ¡y de qué manera! En términos actuales, aportó entre 600 y 904 botellas de buen vino. ¡Menudo regalo de bodas! Al ver la necesidad, contribuyó milagrosa y generosamente, como le veremos hacer de nuevo al alimentar a las multitudes.

El evangelista termina con estas palabras:

Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó Su gloria; y Sus discípulos creyeron en Él[29].

El Evangelio de Juan llama señales a las obras o milagros que hizo Jesús. El vocablo griego que se tradujo como señal es sēmeion, que en este contexto significa «milagro o prodigio por el que Dios acredita a una persona por Él enviada o mediante el cual alguien demuestra que la causa por la que aboga tiene el favor divino». Proviene de la raíz sēmainō, que quiere decir «significar, dar a conocer».

Otra ocasión en que las señales que hacía Jesús fueron interpretadas como acreditación por parte de Dios fue cuando Nicodemo dijo: «Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer estas señales que Tú haces, si no está Dios con él»[30]. Más adelante en el Evangelio de Juan hay otro ejemplo: «Algunos de los fariseos decían: “Ese hombre no procede de Dios, porque no guarda el sábado”. Otros decían: “¿Cómo puede un hombre pecador hacer estas señales?” Y había división entre ellos»[31]. Las señales que hacía Jesús mostraban que Dios estaba obrando por medio de Él; eran señales que venían de Dios y señalaban hacia Dios, y por consiguiente generaban fe. En este caso, los discípulos que estaban con Él «creyeron en Él».

Las señales también revelaron la gloria de Jesús. Antes, en este mismo evangelio, dice que «el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros lleno de gracia y de verdad; y vimos Su gloria, gloria como del unigénito del Padre»[32]. En su relato de la primera señal que hizo Jesús, Juan dice que con ella manifestó Su gloria, lo mismo que con el último milagro que refiere su evangelio: la resurrección de Lázaro. «Jesús le dijo: “¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?”»[33]

Anteriormente, Jesús había dicho a Sus discípulos que Él era la escalera de Jacob, el vínculo entre Dios y el mundo[34]. Con este primer milagro, nos hacemos una idea de lo que quería decir al declarar: «De cierto, de cierto os digo: Desde ahora veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subiendo y bajando sobre el Hijo del hombre»[35]. Esto es solo el comienzo.


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Las dos ciudades antiguas que, según los expertos, tienen más posibilidades de haber sido Caná son Kafr Kana, a unos 6,5 kilómetros de Nazaret, y Khirbet-Quanah. Las pruebas históricas tienden a favorecer la hipótesis de Khirbet-Quanah.  Keener, The Gospel of John, 496.

[2] Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, llamado el Dídimo, Natanael, el de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos de Sus discípulos (Juan 21:2).

[3] Juan 2:1,2.

[4] Juan 3:29.

[5] Jueces 14:20 (NTV).

[6] D. J. Williams en Green y McKnight, Dictionary of Jesus and the Gospels, 87.

[7] Keener, The Gospel of John, 501.

[8] Ibíd., 502.

[9] Juan 2:3.

[10] Juan 2:4.

[11] Juan 4:48.

[12] Keener, The Gospel of John, 504.

[13] Yancey, El Jesús que nunca conocí, 170.

[14] Juan 4:21, 20:13–15; Mateo 15:28; Lucas 13:12.

[15] Morris, El Evangelio según Juan.

[16] Marcos 3:34,35.

[17] Juan 2:4; 4:21,23; 5:25,28; 7:6,8,30; 8:20; 12:7,23,27; 13:1; 16:2,21,25,32; 17:1.

[18] Morris, El Evangelio según Juan.

[19] Juan 2:5.

[20] Milne, The Message of John, 63.

[21] Juan 2:6,7.

[22] Marcos 7:1–4.

[23] Levítico 11:32.

[24] Mateo 12:1–8; Marcos 3:1–5; Lucas 13:10–17; 14:1–6; Juan 5:1–18; 7:22–24.

[25] Keener, The Gospel of John, 513.

[26] Juan 2:8.

[27] Keener, The Gospel of John, 514.

[28] Juan 2:9,10.

[29] Juan 2:11.

[30] Juan 3:2.

[31] Juan 9:16.

[32] Juan 1:14.

[33] Juan 11:40.

[34] V. Jesús, Su vida y mensaje: El primer contacto.

[35] Juan 1:51.