Jesús, Su vida y mensaje: Conflictos con los fariseos (3ª parte)

noviembre 20, 2018

Enviado por Peter Amsterdam

[Jesus—His Life and Message: Conflict with the Pharisees (Part 3)]

En la segunda parte de Conflictos con los fariseos estudiamos los doce primeros versículos de Mateo 23, en los que Jesús advierte a la multitud y a Sus discípulos que no sigan el ejemplo de los fariseos, puesto que no practican lo que predican. Los acusa de imponer a sus seguidores pesadas cargas y de no estar dispuestos a ayudarlos a llevarlas. Asegura que hacen todo lo posible por llamar la atención, que ansían ocupar lugares de honor y que les gusta que los saluden con deferencia.

A partir del versículo trece, Jesús se dirige a los propios escribas y fariseos. Al hablar acerca de ellos, había empleado un lenguaje fuerte, pero bastante objetivo. Sin embargo, cuando empieza a dirigirse a ellos, Su tono cambia y Sus palabras se vuelven mucho más incisivas. Pronuncia contra ellos siete ayes. Seis veces los llama hipócritas, cinco veces ciegos, dos veces serpientes, y hace otras declaraciones que debieron de ser muy ofensivas para ellos.

No centró Su censura en ningún escriba o fariseo en particular, sino más en la clase de movimiento que representaban y en el carácter egocéntrico de su religiosidad. Hizo más que nada hincapié en el enfoque que tenían ellos de la vida religiosa. Al llamarlos hipócritas, no se refería tanto a que sus actos fueran insinceros, sino a su erróneo convencimiento de que hacían la voluntad de Dios cuando en realidad pasaban por alto los principios fundamentales. Se preocupaban más que nada por las apariencias y prestaban minuciosa atención a las reglas y normas, y al hacer eso no alcanzaban a captar qué es lo prioritario para Dios. Como su concepción estaba profundamente equivocada, su celo religioso hacía más mal que bien[1].

El término ay aparece en boca de profetas del Antiguo Testamento (24 veces en el libro de Isaías en la versión RVR 95), más que nada cuando anunciaban castigos pendientes de Dios contra los que se le oponían. En cierto modo se emplea para proclamar a alguien culpable y declarar que vienen juicios y castigos sobre él. La expresión se usa 12 veces en el libro de Mateo, 14 en el de Lucas y 7 en el Apocalipsis.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando[2].

Hay otros pasajes del Evangelio de Mateo en los que se alude a entrar en el reino de los cielos.

De cierto os digo que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos[3].

De cierto os digo que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos[4].

Aquí Jesús representa metafóricamente la entrada al Cielo como si se tratara de una puerta o verja que se cierra ante los que quieren entrar. Como formaban parte del liderazgo religioso judío, los escribas y fariseos debían dar orientación sobre cómo vivir conforme a la voluntad de Dios y por consiguiente entrar en el Cielo. Pero Jesús los acusó de no entrar en el Cielo ellos mismos y además de cerrar la puerta del Cielo frente a sus seguidores. El Evangelio de Lucas dice:

Habéis quitado la llave de la ciencia; vosotros mismos no entrasteis, y a los que entraban se lo impedisteis[5].

Mediante sus enseñanzas, su ejemplo y su énfasis en la observancia de reglas habían conseguido que entrar en el reino de Dios fuera una imposibilidad no solo para ellos, sino también para los que los seguían.

En muchas versiones de la Biblia (aunque eso no sucede en la RVR 95), el siguiente versículo, Mateo 23:14, se omite, o está en una nota al pie de página, o entre corchetes, o en cursiva, para indicar que algunos de los manuscritos del Nuevo Testamento más antiguos, y por tanto considerados más fiables, no lo incluyen. Como es muy similar a Marcos 12:40 y a Lucas 20:47, algunos biblistas opinan que es posible que se insertara en Mateo en una fecha posterior, en el proceso de copiar manuscritos a mano.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, y como pretexto hacéis largas oraciones; por esto recibiréis mayor condenación[6].

Jesús acusa a los escribas y fariseos de tratar de mala manera a algunas de las personas más vulnerables de la época: las mujeres que habían perdido a su esposo. La frase «devoráis las casas de las viudas» puede interpretarse de diversas maneras. Es posible que los escribas hicieran eso al (1) aceptar pagos de las viudas a cambio de servicios de asistencia y consultoría legal, algo que estaba prohibido; (2) estafar a las viudas en su función de encargadas de custodiar el patrimonio de sus maridos; (3) aprovecharse de la hospitalidad de las viudas; (4) administrar mal el patrimonio de las viudas; (5) aceptar dinero de ellas a cambio de largas oraciones en su favor; (6) aceptar casas en garantía de deudas impagables.

Aunque no se sabe con certeza lo que significa la expresión, está claro que de alguna manera esos líderes religiosos se aprovechaban económicamente de las mujeres vulnerables y no cumplían los pasajes del Antiguo Testamento que mandaba cuidar de las viudas y no lucrarse a costa de ellas.

Así habló el Señor de los ejércitos: Juzgad conforme a la verdad; haced misericordia y piedad cada cual con su hermano; no oprimáis a la viuda, al huérfano, al extranjero ni al pobre, ni ninguno piense mal en su corazón contra su hermano[7].

Si no oprimen al extranjero ni al huérfano ni a la viuda, […] entonces los dejaré seguir viviendo en este país, en la tierra que di a sus antepasados para siempre[8].

Jesús sigue con Su censura de estos líderes religiosos:

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito y, cuando lo conseguís, lo hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros[9].

No cabe duda de que esos hombres demostraban entusiasmo por conseguir prosélitos y se esforzaban por convencerlos. En aquel tiempo, los viajes eran pesados, y al declarar que recorrían mar y tierra Jesús puso de relieve que se tomaban muchas molestias para ganar conversos.

Un prosélito es alguien que se convierte de una religión a otra; en este caso, una persona no judía que escogía profesar y practicar la religión, ética y enseñanzas del judaísmo. Por lo visto en tiempos de Jesús los fariseos se esforzaban por convertir gentiles a la religión judía. Una vez convertido, el prosélito probablemente era instruido en la fe conforme a las enseñanzas de los fariseos, fuera del contexto de la religión judía y sin un buen conocimiento de las Escrituras. Sucede con frecuencia que un converso es mucho más entusiasta acerca de su fe que quien ha tenido las mismas creencias toda su vida. Jesús describe a esos conversos diciendo que eran «dos veces más hijos del infierno» que los fariseos.Triste destino para quienes se habían sentido atraídos por la fe y que, al seguir el ejemplo de sus maestros, caían en un engaño de funestas consecuencias.

¡Ay de vosotros, guías ciegos!, que decís: «Si alguien jura por el Templo, no es nada; pero si alguien jura por el oro del Templo, es deudor». ¡Insensatos y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, el oro o el Templo que santifica al oro? También decís: «Si alguien jura por el altar, no es nada; pero si alguien jura por la ofrenda que está sobre él, es deudor». ¡Necios y ciegos!, porque ¿cuál es mayor, la ofrenda o el altar que santifica la ofrenda? El que jura por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él; y el que jura por el Templo, jura por él y por el que lo habita; y el que jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por aquel que está sentado en él[10].

En el Sermón del Monte, Jesús mandó a Sus seguidores no hacer juramentos.

No juréis de ninguna manera […]. Sea vuestro hablar: «Sí, sí» o «No, no» porque lo que es más de esto, de mal procede[11].

En este capítulo, Jesús alude a las prácticas de los escribas y fariseos, quienes por lo visto hacían juramentos de forma habitual. En los juramentos se invocaba a una deidad como testigo de la verdad que uno decía. En vez de jurar específicamente por Dios, los fariseos empleaban palabras que lo representaban, con la esperanza de evitar de esa manera el castigo en caso de incumplir su promesa. Es lo que se llama casuística, el empleo de razonamientos sutiles y a veces engañosos para justificar algo. Con su casuística pretendían justificar juramentos que no necesariamente iban a cumplir.

Los escribas y fariseos consideraban asimismo que no era preciso cumplir las promesas que uno hiciera jurando por el altar del Templo; en cambio, todo juramento que se hiciera por la ofrenda depositada sobre el altar era inquebrantable. Jesús puso de manifiesto el vicio de ese razonamiento, señalando que el altar que santifica la ofrenda es mayor que la propia ofrenda, por lo que jurar por el altar equivalía a jurar por todo lo que había sobre él. Jurar por el Templo era jurar por Dios que habitaba en él; y jurar por el Cielo era jurar por el trono de Dios y por el propio Dios. Jesús insistió en que tratar de formular los juramentos de ciertas maneras con el fin de evitar los castigos divinos si los incumplían era inútil, ya que hacían sus juramentos en presencia de Dios, y Él contaba con que los cumplieran.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello[12].

Jesús lanza otro ay, esta vez señalando su meticulosidad con los detalles menores al tiempo que pasaban por alto los aspectos más importantes de su religión. El diezmo era una costumbre entre los patriarcas desde antes de la ley mosaica[13], y posteriormente se incluyó en esta.

Indefectiblemente diezmarás todo el producto del grano que rinda tu campo cada año[14].

A los levitas les he dado como heredad los diezmos de los hijos de Israel, que presentarán como ofrenda al Señor[15].

Los escribas y fariseos se tomaban muy en serio el mandamiento del diezmo y daban cumplidamente el 10% de sus ganancias. Jesús reconoció que eran muy escrupulosos con su diezmo y que diezmaban sin falta hasta la menta, el anís y el comino que crecían en su jardín. No los criticó por ello, pues lo hacían en obediencia a las Escrituras. Su reproche era que, si bien diezmaban meticulosamente las hierbas, hacían caso omiso de las partes de la Palabra de Dios dedicadas a cuestiones mucho más importantes. Aparte de diezmar, hubieran debido preocuparse por ciertos rasgos de personalidad que son una manifestación del amor y la providencia divina: la justicia, la misericordia y la verdad.

¡Guías ciegos, que coláis el mosquito y tragáis el camello![16]

Por segunda vez, Jesús los llama «guías ciegos», y añade una imagen graciosa. No fue esta la única vez que hizo una comparación chistosa entre algo muy pequeño y algo mucho mayor. Por ejemplo, dijo:

¿Por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?[17]

Otra vez os digo que es más fácil pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios[18].

Los mosquitos eran animales impuros, por ser insectos alados que andan «sobre cuatro patas», por lo cual no debían ingerirse[19]. Los camellos, los animales de mayor porte que hay en Palestina, también eran impuros, y no se debían comer. Jesús se sirvió de esos dos animales impuros para ilustrar con una imagen que los escribas y fariseos prestaban suma atención a los detalles menores de la Ley al tiempo que hacían caso omiso de los aspectos de mayor peso.

(Continúa y termina en la 4ª parte.)


Nota

A menos que se indique otra cosa, todos los versículos de la Biblia proceden de la versión Reina-Valera, revisión de 1995, © Sociedades Bíblicas Unidas, 1995. Utilizados con permiso.


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[1] Este párrafo es una síntesis de lo que se expone en France, The Gospel of Matthew, 855.

[2] Mateo 23:13.

[3] Mateo 18:3.

[4] Mateo 19:23.

[5] Lucas 11:52.

[6] Mateo 23:14.

[7] Zacarías 7:9,10.

[8] Jeremías 7:6,7 (NVI).

[9] Mateo 23:15.

[10] Mateo 23:16–22.

[11] Mateo 5:34,37.

[12] Mateo 23:23.

[13] Génesis 14:20.

[14] Deuteronomio 14:22.

[15] Números 18:24.

[16] Mateo 23:24.

[17] Mateo 7:3.

[18] Mateo 19:24.

[19] Levítico 11:20–23.